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Carlos Penelas

Como todos los años la Fundación Internacional Jorge Luis Borges celebra el natalicio del poeta. Borges nació un 24 de agosto de 1899 en su casa, ubicada en Tucumán 840 de la Ciudad de Buenos Aires. Su infancia transcurrió en Serrano 2135, barrio de Palermo. Falleció el 14 de junio de 1986 en Ginebra.


En Atlas, un libro que escribió junto a María Kodama dice: "De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias que un hombre va buscando y mereciendo en el decurso de los viajes, Ginebra me parece la más propicia a la felicidad (...) Sé que volveré siempre a Ginebra, quizá después de la muerte del cuerpo".


La celebración, a cargo de María Kodama, contó con numerosas personalidades. Penelas puedo conversar, entre otros invitados, con María Adela Renard, Josefina Delgado, Ana María Cabrera, Amin Meleika (Embajador de Egipto) y su esposa, Pablo de Vita, Hernán Lombardi, Secretario de Gobierno, Mario Mactas...


Antes del brindis se escuchó la voz de Edmundo Rivero interpretando Milonga de Jacinto Chiclana.
domingo, agosto 25, 2019 No comments

Nos encontramos ante un libro sorprendente, valioso, excepcional. El fondo y la forma armonizan para regalarnos profundidad y belleza, grito y caricia, protesta y ensueño. Lo sensual está al servicio de la vida que nos conduce a la lucha, a la victoria. Amar sin muros es vencer. Carlos Penelas como un milagro escribe un libro fundamental, necesario en la poesía contemporánea, es decir en la Poesía de todos los tiempos.
Arturo Cuadrado (Poemas del amor sin muros, 1970)

Asentarse en los dominios de su linaje, en la nebulosa trama que entretejen leyendas, resulta así un modo de descubrir la instancia definitoria de su equilibrio interior y, a la vez, los inconfundibles matices que marcan la elección de su personal lenguaje poético. En su inasible transparencia, todo ese trascurrir sin pausa sólo puede ser recobrado por la poesía. Ese irrenunciable designio promueve la actitud lírica de Carlos Penelas, que alcanza su más lograda expresividad en este nuevo libro.
Nélida Salvador (Queimada,1990)

En este libro de Penelas está siempre presente la suadade gallega entendiendo por esta, la soledad ontológica del ser, este ser que nace, sólo que circunstancialmente vive con otros en la sociedad, pero jamás pierde su individualidad que está íntimamente ligada a su libertad ontológica, este hombre que es por esencia ser solo y también ser libre. Un problema crucial para el mundo es el producido por las limitaciones a esa libertad, el querer amoldar las libertades individuales en determinada estructura social.
José Conde (Poesía y ser, 1981)

Por la mujer, el poeta se dispone hacia la cacería de la identidad y el valor. Propone la encarnadura femenina de un centro pródigo en frutos y hechicerías. Carlos Penelas es un explorador, desde los cuerpos astrales que memoria en el poema “Playa desnuda”, hasta las plasmaciones alegóricas, donde los pájaros son criaturas que se aproximan al lenguaje. Es un perseguidor de los encuentros; un coleccionista de vértices, que empujan sus fantasmas hasta poblarlos de creencia. A través de sus “Vestigios” Carlos Penelas nos entrega una eslabonada serie de secuencias en prosa poética, donde los objetos se metamorfosean en latidos: donde la noche reza con clamores que invitan hacia la intimidad.
Graciela Susana Puente (La piedra del Destino, 1983)

Carlos Penelas es un poeta trasnacido. Argentino, hijo de gallegos, vive en desasosiego telúrico. En éste libro los elementos ancestrales conforman una parte muy importante de su mundo poético. Nos interesa, sobre todo, esta dimensión lírica de su obra, que deja traslucir el estado afectivo del poeta: un fondo de amor a la Tierra de sus antepasados. Desde su vivencia dolorosa va construyendo su mundo poético con claves del misterio. Libro que nos hace despertar la emoción de la tierra con su ritmo, goza con el contacto del paisaje, para el poeta es la intimidad, el dolor de la lejanía. Él perdió su patria original. Galicia ganó un poeta en la distancia.
Víctor Campio Pereira (La piedra del Destino, 1983)

Carlos Penelas es un poeta enraizado en la realidad; pero, por cierto, en una realidad que él siente como modificable en la medida que se confíe en la fuerza purificadora del corazón humano. Y así, de esta manera, entramos en otra de las napas poéticas de un creador altamente testimonial. Y esa napa es la esperanza.
Alberto Claudio Blasetti (La piedra del Destino, 1983)

El nuevo título es una reunión de textos de prosa poética en las que Penelas expresa o sugiere su modo de sentir la poesía, la creación, el universo, el mundo de la palabra. Claridad y resonancia poética caracterizan este libro, que es una especie de diario íntimo de un poeta, reflexión sobre el largo proceso que comienza en el momento en que concibe un poema y termina con el verso elaborado, listo a emprender el vuelo. La dimensión del hombre, la llamada al infinito, la desesperación, el dolor, lo mismo que la alegría y el placer, constituyen los puntos de partida de estas meditaciones que captan la atención del lector por su clarividencia y musicalidad.
Andrés Balla (Intensidad de la palabra, 1977)

La poesía ha sido sorprendida con pocas palabras, alusivas y proyectivas, con lenguaje esencial, en ceñida síntesis. Más allá de esa síntesis, se abre un mundo poblado de imágenes, de recuerdos, de sentimientos y deseos: el mundo infinito del hombre. Hay muchas maneras de ser poeta o de expresar poesía. Carlos Penelas escoge en este brevísimo volumen un modo peculiar. Lo esencial, aquí, es la sustancia poética.
Luis Soler Cañas (El libro de las imágenes, 1976)

Penelas afirma rechazar lo dogmático. Proclama los valores de la intimidad y del asombro, riqueza que bien pueden llevar a la sabiduría. Por su actitud receptiva, respetuosa diríamos, ante el mito y el sueño, llega a lo poético. La fuerza de Penelas no deriva de un vocabulario especialmente suntuoso. Es más interior, se origina en entusiasmos, en adhesiones y rechazos vigorosos. Carlos Penelas no incurre en falsas elocuencias o sencillismos inexpresivos lo que nos permite desearle lectores atentos.
Guillermo Martínez Yantorno (La noche inconclusa, 1980)

Carlos Penelas, verbaliza con firmes estructuras de extracción lírica este original itinerario a través de un vasto espectro cultural, y le otorga al texto, en ráfagas brillantes, las características de un monólogo interior desarrollado en medio de tumultos de imágenes sabiamente concatenadas. Mito, invención y estilo se unen aquí, por lo tanto, en una dominante que, a veces, se canaliza hacia zonas abisales.
Irene Vilas (La noche inconclusa, 1980)

Hay un poeta digno de ese nombre, con su mundo, sus fantasías, sus amores y, también, su lenguaje y su estilo. Lo importante que en este libro hay mucha, buena y hermosa poesía. Y que en él se siente a la vez, sin fisuras, la presencia de un poeta y de un hombre.
Luis Soler Cañas (La piedra del destino, 1984)

Despojado y preciso, expectante en este caso, es el tono lírico de Carlos Penelas. Arraiga en las formas más puras de la lírica tradicional española. En su expresión estas formas se reivindican demostrando su ubicuidad en el tiempo y en el espacio y muestran la identificación del autor con sus esencias. Penelas crea un marco arcádico e, instalado en él, recupera el ser de la naturaleza en la sencillez y recogimiento de su ámbito. Todo fluye y pasa sujeto al ritmo cósmico que el poeta habita y sabe comunicar en el ajuste de su intemporalidad intrínseca.
María Adela Renard (El Jardín de Acracia, 1991)

Un bellísimo libro en contenido y continente del escritor argentino Carlos Penelas, un alto homenaje al músico renovador y subjetivo, espontáneo e inspirado, que es Enrique Granados. Flotan en esta obra poética, muchos y ricos temas que el verso conjuga con la música, enhebrando un lirismo capaz de transportarnos a los más excelsos niveles de la emoción. Sus versos, uno a uno inapelables, lo expresan en un fluir azul elevadísimo.
Miguel Ángel Migliarini (Valses poéticos, 1999)

Un poeta joven, de los nuestros, Carlos Penelas, da un breve libro con mucha substancia. Entre sus poemas se destacan los dedicados a Galicia, donde estuvieron y están sus antecesores. Sospecha – sabe – de sus vigilias en los surcos y en los muelles, reconstruyendo sus semblantes. Se ha memorado la tierra de los abuelos galaicos.
Bernando González Arrili (Los dones furtivos, 1981)

Goethe sostenía la necesidad de que toda poesía fuera “ocasionada”, es decir que detrás de cada poema hubiera una experiencia, una realidad vivida. En Carlos Penelas, esta exigencia del clásico parece cumplirse. Hay un dominio apreciable de la alusión, de la sugerencia, de la palabra que a la vez dice y no dice. Una historia latente que sólo se nos aparece transfigurada en un universo de símbolos.
Daniel Gayoso (Finisterre, 1985)

Un intimismo que se aferra al lector, por la fantasía que expone este poeta tiene a veces el candor de lo inocente y de lo sincero. Ama la belleza y la canta, cumple su destino sin temblar ante la verdad y sin sentirse cobarde ante la ruindad de muchos acaeceres. En su propia angustia reafirma el hondo pensar de su creencia.
José Rodríguez Tarditti (La piedra del destino, 1983)

Carlos Penelas sabe decir y hacer en el bello y exacto lenguaje. Y lo hace por medio de ese duende que sólo acostumbra a estar y jugar dentro del auténtico artista. Escribe y da la cara al viento. Asume la literatura y toma la vida en todo lo que esta lleva su gozo, de sufrimiento, de verdad, de esperanza. Carlos Penelas llama con su canato a la belleza, al buen decir, a la verdad. Pero sobre todo llama a las conciencias.
Luis Alberto Quesada (Finisterre, 1985)

Leí con placer su plaqueta, tan hermosamente editada por otra parte y más allá de su contenido. Tiene el sabor de la buena y añeja poesía castellana, con un enorme poder de síntesis. ¿Para qué más? Y esta imagen, que obliga a detenerse en el contraste: Vela la luz sobre su sombra.
Federico Peltzer (Cantiga, 1989)

Has publicado la obra que a mí me hubiera gustado publicar. Creo que algún día lo haré. Una especie de diario, íntimo y no tan íntimo; un cuaderno de bitácora (como titulás uno de tus capítulos). Un libro al margen de los otros libros donde junto a temas puntuales (como ahora se dice) cupieran reflexiones, sentimientos, creencias y dudas, experiencias y sueños. Un libro, en fin, bien humano, como este tuyo, donde en cada página se toca a un hombre, como quería aquel hermoso abuelo de todos los poetas que se llamó Walt Whitman. Es conmovedor el recuerdo de tu padre y de los amigos, el amor a los hijos, la devoción por ciertas ideas y ciertos escritores, la fidelidad de las raíces.
Antonio Requeni (De Espenuca a Barracas al Sur, 2000)

A la manera de Gonzalo de Berceo, cuya rosa arquetípica es invocada desde el título, el discurso lírico de Carlos Penelas lo constituye, parafraseando a Antonio Machado, en un verdadero “poeta y peregrino” de nuestros días. Penelas sutiliza su palabra, proyectando una suerte de heroica dignidad sobre la materia de su canto, su territorio poético, en el cual todo es ocupado y sometido por el tiempo. En el plano formal, se encarna en la excelencia de la modalidad clásica, aunque no clasicista.
Fernando Sánchez Zinny (Elogio a la rosa de Berceo, 2003)

Aquí aparece el gran tema de nuestra época, sobre todo a partir de los últimos descubrimientos de la física cuántica: lo ilusorio de lo que llamamos Realidad, la simultaneidad del tiempo, la propia percepción que crea realidad. Aunque parezca insólito, de algún modo queda planteada la teoría de la relatividad de Einstein con respecto al tiempo. No hay eternidades en los espejos. Nada a que aferrarse en ellos. Sólo son nuestras imágenes eternas. Imágenes de imágenes. Pero la eternidad se lleva adentro. El poema es siempre previo a la palabra y la palabra es un dicho. Tu nuevo libro abre esas puertas.
Lucila Févola (Posada del río, 2005)

Leer estos poemas escogidos de Carlos Penelas es compartir una aventura existencial y poética, descubrir un itinerario espiritual, y vivir el rito de la palabra en uno de los mejores poetas argentinos de la generación del 70, y de toda época. Su acordada sabiduría, su tensión hacia la totalidad, otorgan a la poesía de Penelas una cualidad metafísica que da sentido a la experiencia y la hace plena. Eso permite al lector, a nosotros, compartir una suerte de felicidad a la que llamamos belleza.
Graciela Maturo (Poesía reunida, 2012)

Carlos Penelas es poeta de una extensa obra mayor, amigo de sus amigos y refinado viajero. Hombre de íntimas soledades y hondas dudas existenciales, alma tensa entre dos mundos, entre la patria y el remoto origen de los ancestros, entre peregrinajes y regresos. Este nuevo poemario nos abre a una mirada privilegiada sobre el decurso del tiempo, los espejos de la muerte y la siempre inapresable belleza, rayando a una altura harto infrecuente de hallar en las empobrecidas poéticas del presente.
Alejandro Drewes (Poemas de Trieste, 2013)

Penelas, un lírico que se rebela contra el mundo empírico, premoniza la materia, elabora un lenguaje esmerado con fuentes artísticas, celebra lo bello y lo contestatario. Sus imágenes han de destacarse como zonas de apertura a lo insondable, a lo onírico abordando el intelecto. Arte asumido como signo de grandeza y liberación, identidad de belleza, recreación con finalidad humanística, atributos concurrentes en la consagrada obra de Carlos Penelas y que lo posicionan como poeta imprescindible en el panorama literario de habla castellana.
Marita Rodríguez-Cazaux (El huésped y el olvido, 2017)

Aquí, la bibliografía completa de Carlos Penelas.

Foto: Alfredo Erias.
jueves, octubre 26, 2017 No comments
Con la presencia de un público atento y reflexivo, Carlos Penelas llevó a cabo la conferencia Visión de lo poético en el salón de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. La presentación la realizó la ensayista y profesora María Adela Renard, especializada en la obra de Borges. El disertante agradeció la invitación a María Kodama, la fina atención de la Lic. Sara Sartore y muy especialmente las palabras iniciales, por su calidez e inteligencia, de Renard. Rocío Danussi finalizó el acto con la lectura de dos poemas de Penelas.


A continuación un fragmento del comienzo de su exposición.

Para ver hay que saber.
Ingres

La palabra es percepción, visión del mundo que construye su idioma. Lo fortuito y lo insondable. Me atrevería a afirmar que la poesía me ayudó a divagar, a olvidar la ignominia de lo cotidiano. Lo real y lo simbólico forman un todo unitario. Hay, por ejemplo en mis poemas, viajes y sitios lejanos, el mito celta, la intensidad del instante, la búsqueda de lo Bello y la mirada insurrecta del rebelde.


El poeta escribe en sus ratos de soledad y ensimismamiento. El poeta, me atrevería a afirmar nuevamente, es un cartógrafo. Dibuja ciudades, geografías, talismanes, objetos. Recuerda, predica, fabula. El poema es un objeto prismático y siente como los prestidigitadores.

La poesía con secreto. El arte verdadero no está en la obscuridad sino en el claroscuro. La inspiración, fundamental. Hay que distinguirla de la facilidad y a no confundirla con el procedimiento. Los poemas deben leerse con otros ojos.


Las palabras pueden inspirar al diálogo del silencio. Hay un registro en la expresión de una obra que depara otro mundo, otras circunstancias. Es cuando llegan las voces fraternales, las voces que ignoran distancias. De ese pasado nos nutrimos, nos vamos guiando a la habitualidad de nuestros mayores. La ensoñación es entonces parte de la contemplación, hablamos de la ensoñación poética y de la voz del universo.
viernes, octubre 14, 2016 No comments
Carlos Penelas participó  -con motivo de un nuevo aniversario del nacimiento del escritor- del homenaje que se realizó en la sede de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. María Kodama fue quién organizó e invitó al brindis en su honor a hombres y mujeres de la cultura. En la ocasión se hallaron presentes Alfredo Plank, María Adela Renard, Sara Sartore, Martín Müller, Josefina Delgado, Hernán Lombardi, Mona Moncalvillo, entre otros.
 

Como se recordará, la Fundación, creada por María Kodama el 24 de agosto de 1988, está dedicada a la difusión de la obra de Borges, contribuyendo a su conocimiento y propiciando su correcta interpretación.

Buenos Aires, 24 de agosto de 2016
miércoles, agosto 24, 2016 No comments
Querido Carlos, adhiero a los contundentes -y exactos- justísimos conceptos de Graciela Maturo sobre La luna en el candil de la memoria.

Felicitaciones una vez más. Tu obra ha ido acendrando su contenido libro a libro. Justamente, contenidos y estilo definen la calidad personalísima de tu obra.

Un abrazo especial,

María Adela

María Adela Renard: destacada crítica, docente e investigadora. Reconocida estudiosa de la obra de Jorge Luis Borges; abarca también la lírica de Juan Ramón Jiménez.
viernes, abril 29, 2016 No comments
A continuación, el texto completo que María Adela Renard preparó para la presentación de Calle de la flor alta, de Carlos Penelas.

Ese sueño fugaz, engarzado en el misterio de la vida, el don de percibir residuos emblemáticos de instantes plenos, conforma este nuevo libro de Carlos Penelas, “Un sueño sin retorno y sin recuerdo” como era el deseo de León Felipe, citado en el umbral de la edición que presentamos.

Un tramo más de reconocimiento en la palabra, de compromiso raigal con sus orígenes -asumidos plenamente- con las familias de procedencia y pertenencia, mujer e hijos. Inmerso en el bagaje cultural heredado, tan propio como consciente en la necesidad puntual e imperiosa de participación, difusión y diálogo. Enriquecido, en efecto, con el aporte creador personal que lo sitúa como valor en el contexto actual de la poesía en nuestro medio, pasando por alto dictámenes y/o tendencias circunstanciales, grupos y cofradías.

“Acaso la memoria nos vuelva a la lucha continua”, tal conclusión sella el poema “Homenaje a Vasco Pratolini”, incluido en este nuevo libro sobre un recuerdo fiel e incesante, fecundo al prodigarse, que se constituye y continúa haciéndose en la poesía de Carlos Penelas desde los albores de su escritura. Tan personal y singular como valiente y directo en la confesión -límpida siempre- de su intimidad. Intimidad en equilibrio que encuentra el cauce lírico e intelectual exacto para expresar gozo y dolor con sobria estética. Intimidad de la propia historia en el contexto de todos los protagonistas que no sólo le dejaron huellas profundas sino que integran su persona constituyéndolo sobre su reconocimiento de valores perdurables. La responsabilidad asumida de mantenerlos vivos y vigentes fuera de la tentación del desaliento. En cambio, desde la convicción que impide la derrota de la esperanza.

Calle de la flor alta es, qué duda cabe, un libro de poesía.

No obstante, su género no impide que sea, además, un exponente narrativo de claridad meridiana por cuanto cada poema puede devenir en texto narrativo gracias a sus atributos como materia de experiencia, pensamiento, reflexión y expresión. Los contenidos fragmentarios de la discontinuidad (enumeraciones, nombres propios) invitan a generar vías asociativas que establecen vínculos con el nivel hipertextual y el fluir temporal de la conciencia expresado después como collage. Esta nueva disposición significante crea una estructura libre otra, de presupuestos sintagmáticos y lineales, provista, en cambio, de imágenes dialécticas. Interrumpe el tiempo convencional y remite a un tiempo discontinuo que, tanto el creador como el lector perciben cual tiempo-ahora, estático y extático, como espacio atópico y metatópico, En suma, adviene o bien acontece una realidad autónoma en la realidad misma. Buenos ejemplos de esta característica son los poemas “La biblioteca”, “Cielo de Betanzos”, “El banco”, “Plaza Rodríguez Peña”, entre otros.

La unidad que conforma esta obra posee varios centros temáticos o, si se prefiere, de interés. Destacan como asuntos en sí mismos y a la vez configuran su tramado cual totalidad indisoluble: el origen (celta, gallego); los padres y abuelos, hermanos; la mujer y los hijos; la biblioteca y lecturas; la cultura en general; Buenos Aires; España; la identificación autobiográfica y ácrata en la composición del sí mismo y del ser que escribe.

En efecto, Carlos Penelas, hijo de inmigrantes reconoce la gravitación de esta identidad en la herencia ancestral gallega en términos de conocimiento, respeto, admiración y búsqueda. Asimismo como recuerdo y devoción permanentes que resguardan y alientan frente a la sostenida intemperie de nuestro entorno. Cito: “Aquí en este territorio donde habito/ se mezclan odios y ebriedad constante./ Hay muerte cotidiana,/ una desatada locura que asfixia/ desde una red sombría de desvelos./ Así el color pálido de la intemperie,/ yuyales, estambres hundidos/ sobre mesadas o túneles ciegos,/ una doliente historia de alfombras, de líderes,/ de soberbia, de bombos miserables./ Y de muerte y de desaparecidos./ Nos rodea la injuria y el hambre,/ la desnutrición, los espejos, los burócratas,/ una encadenada costumbre que reitera/ el extravío y el laberinto de cúpulas y torres./ Es difícil el silencio, la soledad, el crepúsculo./ Difícil la transparencia del poema,/ el cristal invisible de la infancia/ entre tanto quebranto aciago y mentira.”

En “Responso a una Patria” -poema cuya cita antecede- Carlos Penelas reflexiona en términos concretos sobre la situación patológica y dramática que padecemos. Las metáforas “río que llega hasta el ocaso/ como agua sonámbula de musgos”, “red sombría de desvelos”, “una doliente historia de alfombras, de líderes/ de soberbia, de bombos miserables”, “el extravío y el laberinto de cúpulas y torres”, entre otras, confieren al asunto en cuestión una jerarquía semántica objetiva que pareciera desprenderse de quien escribe denunciando, de esta manera, su carácter de testimonio sufriente.

La contrapartida es el registro de la ilusión de algunos, la evocación del “cristal invisible de la infancia”, la amistad, el amor, “el idioma extranjero de mis padres,/ las voces de mis hijos,/ el idealismo necesario y rebelde de la amada.”

Según Roland Barthes, la palabra vive sólo en función de su contexto. Éste es ilimitado puesto que comprende todo el sistema temático e ideológico del escritor más nuestra propia situación de lectores en toda su extensión y vulnerabilidad. Las palabras son funciones, sufren avatares, reencarnan.

Cuando Carlos califica el idioma de sus padres como extranjero plantea el problema de la diferencia social en el uso de la lengua. Antes el Pueblo no carecía de lengua -lo cual sería inconcebible- sino que la lengua del Pueblo (Michelet lo destaca con mayúscula), no estaba bajo la influencia de los medios de comunicación de masas ni de escuelas. Estaba, en cambio, situada al margen de la presión de medios burgueses y pequeño burgueses.

El Pueblo alcanzaba cierta espontaneidad, un estado extra-ideológico, claramente perceptible en sus modismos, refranes y canciones populares. Hoy, la lengua popular no es más que un lenguaje burgués degenerado, devastado, generalizado y vulgarizado envuelto en una especie de sentido común sui generis, del cual la prensa, la televisión, la radio, los celulares, la informática y las redes sociales son focos de imposición y difusión, que además, aglutinan a las clases sociales.

Carlos Penelas sostiene junto con Michelet la convicción del lenguaje-Pueblo cual tierra prometida. Sin olvidar, claro está, que la mediación entre el poder y el lenguaje no es de orden político sino cultural, que el discurso acrático se enuncia siempre contra la doxa.

Volviendo al comienzo, los centros temáticos que estructuran esta obra, son a nuestro entender: fervor ancestral por el origen que incluye la devoción por padres y abuelos, por España y lugares emblemáticos correspondientes, la mujer puntualmente evocada de modo galante rozando a veces el realismo, y los hijos. Mujer e hijos, referentes de una fe alentada en deseo de esperanza, bagaje cultural heredado y descubierto por sí mismo; figuras y personalidades admiradas, Buenos Aires, testimonios generacionales, conciencia de aislamiento y resistencia, espacio autobiográfico.

Estos centros remiten, en efecto, a “Liminar”, texto teórico inicial, en cuanto establecidos por la intuición de lo más íntimo del ser mediante la creación. Creación, travesía personal que el poeta comparte e invita a recrear. A partir de concentración y silencio, su apuesta es el re-nacimiento que trasciende la melancolía y el exilio. No en vano afirma en “Sombra del paraíso”, primer poema incluido en El Mirador de Espenuca (1994): “Tal vez la vida/ sea hallar esa mueca/ desde el fondo mismo de la desolación.” Mueca, contorsión o cambio en la dirección de la fuerza, hecha con la energía perdurable que describe en “Palabras” (pág.59) para atravesar y religar valores intergeneracionales, a pesar de todo inextinguibles:

“Amigos, observad estas palabras/ que caen en la noche. Apenas rozan la luz/ de una lámpara silenciosa y antigua./ Vienen de aquellos campesinos exiliados,/ llegan de agonías, de mujeres bellísimas,/ de caricias que sobreviven/ en talismanes o miradas melancólicas./ Observad un momento cómo llaman,/ cómo acarician frente y ternura,/ de qué manera nombran la insurrección.”

Sin embargo, el poeta afirma al final: “Nos cuesta sentir en nuestra piel/ tanta soledad y tanta urgencia.”

Dentro del sistema de imágenes dialécticas que ofrece esta obra, son constantes las atinentes a la evocación de los padres -particularmente al padre- apelativas por lo general, como refugio, pedido de amparo y sostén frente a la orfandad que el poeta sufre. En modo alguno podría interpretarse como duelo sin asumir. Por lo contrario, por tratarse de la pérdida irremediable de una instancia genuina en la cual imperaban valores éticos, interpersonales, culturales y estéticos heredados cuya vigencia fue desapareciendo durante el transcurso de varias décadas para sumirnos en un caos regido por códigos ajenos a su identidad, formación y convicciones. Y en este sentido, hasta los objetos son portadores emblemáticos que concentran luz.

En “La biblioteca”, por ejemplo, un candil inicial y final vela, enmarca recuerdos tangibles e intangibles diversos. “Hay fotografías, amuletos, leves recuerdos de la infancia recuperando claridad”, que Carlos ubica en un presente vivo. En “Canon”, otro ejemplo, “El cigarro del padre/ anunciaba el secreto de la honradez”, y cuando el poeta cierra los ojos “aparece la madre llevando/ una sombrilla blanca de encaje”, alusión junto con el peinado descripto, a la femineidad y delicadeza. En ambos casos, los objetos connotan cualidades, valores intangibles.

Por otra parte, “el banco de la cocina” es objeto -la redundancia vale- de ensimismamiento y extraña unión de dos tiempos. Síntesis de vida familiar en la misma casa y lugar, testigos silentes. En apretada y mínima síntesis final, la vivencia real está expresada como “abismo”, “maledicencia” y “congoja”, de los que huye.

Obligada, creemos, la referencia al poema “Evocaciones”, uno de los más extensos. Seres presentes y ausentes comparten, desde otra puesta un presente eterno, que lo vincula con el sentido expresado en “El banco”. En este caso, las enumeraciones, sin duda causales, van sucediéndose precedidas por un acápite que firma Arseni Tarkovski, y dice “Existe solamente la realidad y la luz”. La afirmación final del poeta, colocada en bastardilla es una declaración rigurosamente inapelable: “La muerte no existe en el mundo, todos son inmortales.”

Habría, por cierto, otros asuntos en los cuales detenerse y advertir sus enlaces con otros, como el diálogo intertextual de sus constantes. Las lecturas que depara este libro llevan además, puntualmente, hacia una instancia reiterada en toda la obra: el asombro o la perplejidad.
Actitud marcada a menudo e inspirada por la experiencia de vivir cuando prima la evocación en primer plano: “Sin ellos el mundo está sin límite/ Desde cada lugar solitario, los miro./ Los evoco sin fatiga, en terca plenitud./ En ellos la sombra que protegió mi infancia,/ esplendente libertad y fulgor. […] Permanezco continuo/ como una mano tangible. […] Así son los dioses terrenales;/ vuelan en entrenoches, sorpresivos. […] Vitales renacemos en sus voces./ Inseparables, desvelados, impávidos de cielo.” (“Elegía”, pág.14)

Este asombro o perplejidad, es una constante que genera una suerte de presente advertido desde el “cristal de la palabra” en el silencio que establece orden al pensamiento del poeta cuando dirige su mirada interior hacia el cielo de Betanzos, ápice del sentido -creemos- desplegado en todos y cada uno de los momentos o poemas que constituyen su obra. Imperioso en “Los altos cielos” (pág.39), atento a lo que pasa y lo que permanece en “la luz sucesiva de la ausencia”, consciente de “visiones y emblemas de una casa”. Aún en pasajes diluidos, como es el caso del poema “Tonos” (pág.42), donde “Oscila el pensamiento […] Asoma y desaparece la ausencia/ sin perfume ni voz/ entre las piedras pulidas de los cuartos.” hasta consolidarse cual presencia en una imagen ritual “La frutera es un altar en la mesa de la sala.”

Por último, la flor presente en el título de este libro, tomado del poema homónimo (pág.67), la flor alta es misterio que se eleva en la luz, el aire, el sueño,el amor y la piedad unidos en su trasfondo. Comparte también la soledad en “Una rosa ácrata para Anselme Bellagarrige” (pág.21) : “Aquí estoy, solo en la calle/ con una flor mirando en la noche las estrellas homéricas,/ avergonzado de tanta oscuridad y tanto gesto inútil.” Un tercer poema, “Rapsodia del secreto” (pág.40), en su parte II contiene a la flor bloqueando un espacio reservado a los hombres de bien, a la paz. Leemos: “Desde el aire/ un país de niebla y expedientes, de bombos, demagogia y murga,/ revuela la memoria./ Ya no quedan imágenes/ para odios y niños secuestrados./ […] Pero una flor en la alta calle,/ que no concibe la maldad de los hombres,/ vela el nombre del reino.”

María Adela Renard
Buenos Aires, 17 de junio de 2011



martes, junio 21, 2011 No comments
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