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Carlos Penelas

Adelantando la salida del próximo poemario de Carlos Penelas, Soliloquio del desvelo, Editorial Dunken publicó nuevos señaladores con la tapa del libro, con fotografía de Emiliano Penelas, y unas palabras de Alejandro Dunken sobre la obra del escritor.  


sábado, febrero 08, 2025 No comments
a Lucas Moreno, In memoriam

La pluma es la lengua del alma
Cervantes

Don Quijote y Sancho, ilustrado por Honoré de Daumier

El poeta Héctor Ciocchini fue uno de los maestros que tuve la fortuna de conocer. La amistad – intacta durante años hasta su muerte - se generó a partir de lecturas, conversaciones, análisis literarios. Junto a él descubrí valores fundamentales de los clásicos, una mirada distinta, un criterio más amplio. Los encuentros en su biblioteca o en mi hogar giraban en torno a la vida, la sociedad - compartiendo cenas, cumpleaños, caminatas o películas - señalando la conducta del ser humano a partir de textos de Moro o Campanella, contemplando lo cotidiano desde una página de Marco Polo o Dickens. Siempre convocaba las figuras - nobles, bellas - de Vicente Fatone y Arturo Marasso. Y sus recuerdos del Instituto Warburg, los años fructíferos de lectura y docencia. El estudio de la Historia del Arte, la iconografía y la iconología, el interés por la simbología, por lo alegórico, los emblemas. Su saber, su honestidad intelectual, su palabra clara y precisa me acompañaran hasta el fin de mis días.

En un reportaje a Wislawa Szymborska le preguntaron qué poeta contemporáneo le recomendaría leer a un joven. La poeta polaca respondió: Ovidio. La gran literatura siempre adquiere una actualidad renovada a la luz de las nuevas generaciones. Si utilizamos -como nos enseñó el profesor Héctor Ciocchini- las temáticas y métodos propuestos por Aby Warburg, para desentrañar las raíces de nuestra herencia hispánica y sobre todo comprender la naturaleza del acto de creación, entendemos con claridad la respuesta de Szymborska.

Quiero rendir homenaje a dos espíritus supremos que tanto hicieron por la educación, enseñando el lenguaje en el lenguaje mismo así como Hegel afirmaba que se debe enseñar a nadar nadando. Me refiero a Pedro Henríquez Ureña, el humanista dominicano, y a nuestro querido ensayista, crítico y poeta, don Arturo Marasso.

Leer y estudiar el ámbito de ciertas lecturas hicieron de mi un lector atento y particularmente lírico. En mi poética hay dos vertientes. Me confieso nieto de Quevedo y de la lírica gallega. Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, uno de los libros admirables que leí por primera vez a los doce años - gracias a mi padre, incansable leedor –. Ésta obra comenzó a publicarse en marzo de 1844, en el género de novela folletinesca para el periódico Le Siècle. Plena de acción, romance, intriga y humor, es considerada una de las piezas más importantes de la literatura francesa. Más allá de que estos mosqueteros existieron en la vida la novela folletinesca mencionada, como muchas otras, tiene un gran valor literario y ético. Ejemplos sobran: Salgari, Carlo Collodi, Pérez Galdós, Tolstoy, Stevenson… Dumas crea arquetipos, son personajes creíbles, cercanos. Es un gran conocedor del alma humana, nos habla del honor, de la cobardía o la prudencia. La frescura de sus páginas continúan vigentes; es un clásico de la literatura universal.

En Poesía Española, ensayo de métodos y límites estilísticos dice Dámaso Alonso cuando habla del hipérbaton: "Hay que tener en cuenta la enorme polisemia de la posición "de", y no escandalizarnos por asociar como ejemplos valores muy diferentes: "de los dos ojos... llorando", "de largos reinos...señor" (Poema del Cid). Y en el otro extremo: "de tu balcón sus nidos a colgar" (Bécquer); "del limonero entre el follaje oscuro" (A. Machado)".

En éste ejemplo Dámaso Alonso nos demuestra que la violencia del lenguaje usual no es esencialmente distinta de las más osadas de Góngora. Pero más allá del análisis crítico nos sirve para admitir la divinidad de un verso, la fina sensibilidad, la cultura auténtica expresada con delicada espiritualidad.

¿Qué queremos decir? Que la literatura española, y fundamentalmente su poesía, está dentro de la gran poesía de la humanidad. Su intensidad, sus altas metas, su variedad, prueban también el núcleo lírico popular en la tradición hispana, el inmenso tesoro de su poesía.

Debemos señalar para aquellos que supuestamente están en el camino del arte contemporáneo buscando originalidades, giros sorprendentes, estructuras distintas, analizando o partiendo de versos casi indescifrables, queremos decir, repito, que tanto Garcilaso como Quevedo son poetas modernos. Y que sus literaturas tienen una inalienable unicidad, alma de la obra y de lengua. A propósito de lo expuesto recordamos la palabra del poeta Alejandro Drewes, hombre de formación científica y humanista, crítico de fina lucidez: “A pesar de que en España su obra ha sido, y aún lo es, muy poco conocido por los lectores de poesía, Östen Sigvard Sjöstrand (Gotemburgo, 1925 – Estocolmo, 2006) fue, sin embargo, un poeta y novelista sueco bastante bien relacionado con el mundo hispanoamericano. Traductor de obras extranjeras a la lengua vernácula y miembro del Comité Nobel durante veinte años, Sjöstrand había sido miembro cofundador de la revista cultural Artes, en la que colaboró como redactor responsable de 1975 a 1988. Casado con la también escritora Ella Hillbäck, publicó, en 1949, Unio, su primer poemario, obra transida toda ella de ese sentimiento de angustia agónica que marcó la poesía sueca de finales de los años cuarenta, consecuencia directa de los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial”. (Acerca de Östen Sjöstrand y la música oculta, 2012).

Las lecturas de juventud son por un lado poco provechosas pues hay impaciencia, distracción y falta de método. Por otro lado está la pasión, la propuesta de modelos. Cuando llegamos a la vida adulta nos damos cuenta de ello. Así como nosotros vamos cambiando, a los textos que nos aguardan les sucede lo mismo. Los viajes son fundamentales para una mayor comprensión del hecho literario. No olvidarlo. “El mundo es un libro –decía san Agustín–, y aquellos que no viajan, no leen de él más que una página”.

Partimos de una base. Se leen los clásicos por amor. No por obligación o por respeto. Y a los clásicos castellanos los leemos con amor, con devoción. Y además debemos saber desde donde leemos. Ni la obra ni nosotros somos intemporales. “El arte habla en el lenguaje ingenuo e infantil de la intuición, no en el abstracto y serio de la reflexión”. Esto lo afirma Schopenhauer. Y Cervantes: “Saber sentir es saber dccir”. “Basta con sentir”, resume Goethe.

Mi aproximación a la poesía castellana fue a través del Arcipreste, de Garcilaso, de Fray Luis, de San Juan de la Cruz, de Góngora, de Lope, de Quevedo, pero me emocionó a partir de Jorge Manrique. Más acá comprendí y amé a los clásicos contemporáneos: Machado, Hernández, Lorca, León Felipe, Jorge Guillén, Cernuda y tantos otros. Pero también a nuestros clásicos: Neruda, Vallejo, Borges, Franco, Molinari, Darío, Lugones, Girondo. Y naturalmente a los narradores latinoamericanos que tanto aportaron a la evolución de la lengua.

Sostengo, como afirmó Borges, que "sólo la palabra escrita tiene plena realidad ontológica". La literatura presupone entonces también un problema moral, en todas sus alternativas se presenta valor y vileza, corrupción y virtud, la violencia del poderoso y la sufrida del hombre de a pie. Hay búsqueda de la verdad a partir de una estética. El valor de la palabra escrita se vincula con lo vivido, es siempre emblemática o conceptual. No deja de ser paradójico lo que nos enseña el arte. Siglos de primitivos textos y sólo el presente vale. Sólo hoy y aquí ocurren los hechos. Infinitos signos a través de la lectura son celebrados con emoción y afecto en el presente. Decía el maestro Pedro Henríquez Ureña: "Donde termina la gramática empieza el arte".

Un espíritu universal debe detestar todo provincialismo. Pero tampoco vale hablar de un universalismo genérico ni de tonterías abstractas, sino del aliento poético que convierte al lector y a los hombres a partir de su condición humana, de su curruncho. Por eso nos molestan tanto ciertos intelectuales o políticos que proclaman una cultura popular. Aquí haremos una breve digresión. La creación artística de ningún modo es una ceremonia religiosa o mística. Tiene sus propias leyes, sus propias reglas y métodos. Pero sobre todo la creación artística -que utiliza un lenguaje- lleva implícita un fuerte proceso del subconsciente. Y el arte se crea sobre la base de una interacción permanente entre la clase y los artistas, tanto en la vida cotidiana como en la cultural y la ideológica.

El descubrimiento de Fray Luis nos remite a detenernos en cada matiz, en cada palabra, estudiar un campo semántico. La lírica universal de Garcilaso, que tal vez es la síntesis del Siglo de Oro si advertimos en su obra la ascensión por la música, la palabra interior que busca el rimo permanente.

En su estudio sobre Boscán, dice Arturo Marasso al que sitúa "entre la expresión todavía no lograda y la palabra interior que busca el ritmo permanente".

ESPIRITUALIDAD
En los textos de la poesía española del siglo XV vemos la espiritualidad latina, la aristocracia de cada palabra, los metros más adecuados. Iniciamos un itinerario donde depuramos la pasión, el movimiento del alma. De allí la necesidad de ciertos intérpretes para analizar y comprender la creación literaria en todo su misterio y complejidad.

España no sólo trajo libros o una cultura de letras. Trajo Romances, sanciones, juegos, bailes. Nos advierte Pedro Henríquez Ureña: "España es el primer pueblo conquistador que discute la conquista, como Grecia es el primer pueblo que discute la esclavitud."

Encontramos en una visión panorámica varias lecturas de una lengua. En el lenguaje mismo, en la arquitectura, en la pintura. La arquitectura y la pintura se suman a la alta calidad de la escultura española, la de la piedra y la de la madera pintada. Un sólo nombre: Berruguete.

En un ensayo sobre crítica y estilo el profesor Ciocchini dice: "...el aspecto greco-morisco y judío, la España oriental, no ha sido aun suficientemente estudiada - y esta labor parte de una trabajo textual y estilístico que requeriría largos años. Un análisis crítico, una nueva mentalidad crítica, ediciones anotadas de autores como el Rabí Sem Tob, don Enrique de Villena, Juan de Mal Lara, manifiestan un tesoro de aspectos nuevos e iluminan la lengua con facetas que escapan al retoricismo, a la apariencia de chatura y uniformidad que afecta a las letras españolas por falta de depuración en las concepciones críticas". El lenguaje va de lo coloquial a lo formal, de lo erudito a lo cotidiano.

A fines del siglo XVIII, don Vicente de los Ríos, emparejó a Cervantes en su “Juicio crítico del Quijote”, con los grandes épicos de la antigüedad clásica, fundamentalmente con Virgilio: "La morada de don Quijote en casa de los Duques corresponde perfectamente a la detención de Eneas en Cartago. El extraño suceso de la Trifaldi y su continuación son también un espectáculo tan divertido como la relación del saco de Troya; la aparición del Clavileño aligero no es menos oportuna ni agradable que la descripción del paladín troyano, y los amores de Altisidora son comparables en su línea con la pasión de Dido". Esta obra cumbre de la literatura mundial es siempre una catarsis para nuestra alma. Como dijo Jorge Nicolai: "Cervantes como genuino precursor del nuevo tiempo, ha superado el pasado y se ríe del fetiche de ayer". He aquí un ejemplo: "Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo".

GRANDES TEMAS
Para un poeta el problema de la poesía es la Belleza. Este camino milagroso es la creación del hombre. El propósito de un poema es enfrentarse a los grandes temas. La poesía castellana lo cristalizó en uno de los poemas que más he admirado desde mi temprana juventud. Estoy haciendo referencia a Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. La lectura de los escritores medievales españoles son herederos de la tradición que fue capaz de engendrar la poesía más hermosa de su tiempo, me refiero a los romances viejos.

Evocar, es pertinente, palabras de Ionesco: “Mirad las personas que corren afanosas por las calles. No miran ni a derecha ni a izquierda, con gesto preocupado, los ojos fijos en el suelo como los perros. Se lanzan hacia adelante, sin mirar ante sí, pues recorren maquinalmente el trayecto, conocido de antemano. En todas las grandes ciudades del mundo es lo mismo. El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio”.

Para finalizar vale recordar que a mitad del siglo XV un judío de Baena ofrece al rey Don Juan una compilación de "cantigas muy dulces e graciosamente sazonadas, de muchas e diversas artes". El Cancionero de Juan Alfonso Baena -nos dice Pedro Salinas- "aunque contenga poesía de otra especie, significa en buena parte la castellanización de la lírica cortesana provenzal".

Nosotros no somos españoles en esto; y no consideramos ni a Dickens, Goethe, Max Müller o Thiers, 
extraños a nuestro ser, pues ellos, indiferentemente, forman nuestra razón, nuestro espíritu y nuestro gusto.
Sarmiento

Carlos Penelas
Buenos Aires, julio de 2023
sábado, julio 01, 2023 No comments
Entrevista al gran poeta argentino, colaborador de PROPRONews, en su reciente viaje a nuestro país.


El gran poeta y periodista argentino Carlos Penelas, colaborador de este periódico, ha visitado España en un largo periplo durante las últimas semanas. Descendiente de gallegos, su retorno a la tierra natal de sus ancestros, después de recorrer otras regiones españolas, ha permitido que otro intelectual y también colaborador de PROPRONews, Manuel Suárez Suárez -también emigrante en su día en tierras sudamericanas- le realice en Santiago de Compostela la breve entrevista que publicamos a continuación.

“Con un mundo propio inconfundible y un escenario lírico personalísimo, capaz de abordar con igual maestría cada uno de los grandes motivos de la poesía universal -el tiempo y el devenir, el amor, la fe, la soledad existencial-, la obra de Carlos Penelas gravita por su propio peso y destaca nítidamente por sí misma dentro del desangelado escenario de la poesía actual, y especialmente argentina”. Alejandro Drewes

El muy reconocido poeta Carlos Tomás Penelas Abad (colaborador de Diariocrítico de Argentina) siempre supo donde tenía sus raíces. Nació en Piñeiro-Avellaneda, que era el lugar de mayor concentración de emigración gallega en la República Argentina. Fue el benjamín en una familia en la que su madre era de la comarca de Ourense (Santo André de Rante) y su padre de la comarca de Betanzos (A Espenuca de Coirós). En su hogar estaba muy presente Galicia ya que sus padres hablaban en gallego.

PREGUNTA.- Estimado Carlos, nuestra amistad viene de lejos. Hemos compartido alegrías, cenas, conferencias y viajes. Creo haber leído casi todos tus libros, tanto de poesía como ensayos, artículos y la magnífica biografía sobre tu admirado doctor Favaloro. ¿Cuál es tu idea de lo poético, tu sentir y tu mundo?
RESPUESTA.- Caro amigo Manuel. Una de las personas -es mi obligación reiterarlo- que mucho hizo por mi trayectoria fuiste vos, uno de los amigos que me abrieron puertas en Galicia, con escritores, gente de la cultura o centros para dar conferencias, nacieron desinteresadamente de tu honestidad, de tu fraternal compañerismo. Y también el cariño con mis hijos. Dicho esto, debo confesar que la poesía tiene su espacio, su movimiento. Observa la memoria, la emoción de la memoria. De allí el espejo, la otredad. A veces enfrentamos la desmemoria, matices o susurros del sueño. Es cuando vemos sin mirar; tal vez una travesía de imágenes, quizás un umbral errante. Las imágenes custodian nuestra vigilia, una suerte de duende emana de nuestras raíces, de nuestra infancia. Entonces, la intimidad anhela la palabra; la palabra tiene ritmo. Silencio y contemplación. Hay una penumbra del sentir, una ensoñación de la tonalidad verbal. Brega contra lo fosilizado, promueve desorden; purifica la vida. Un símbolo donde late la ensoñación de lo profano. Descubre una estética, lo deshabitado, la pasión; y también el gozo de aquella infancia que alguna vez extraviamos. Percibimos la tensión de lo absoluto y lo efímero. Es cuando el verso nos confiesa, nos sueña. Y comprendemos su misterio: la muerte es el destino. La metáfora considera voces, la condición humana del poema. De allí la gravedad de la palabra. Con el espíritu de Leonardo: “La poesía es lo bello que viste lo verdadero”.

FORMACIÓN Y CRECIMIENTO

P.- Quisiera que cuentes algo sobre tu formación, crecimiento y autores que admiraste.
R.- Recuerdo que al comienzo de mi actividad literaria fui receptor de cartas y frases auspiciosas de poetas a quienes admiraba desde adolescente. Pero, bueno, las palabras de don Ricardo Molinari, en su momento, fueron un estímulo enorme, impensable. Me sorprendió al escribir sobre mí que “este poeta viene de Boscán”, ya que era muy parco en elogios y en general huraño en el trato. Me llenó de alegría y respiré. Don Ricardo ponderaba mucho mi poemario “Cantigas”, que tenía en su mesita de luz. Poseía una formación muy sólida; desde la poesía primitiva galaico-portuguesa, la poesía del romancero español, hasta la lírica inglesa e italiana. Al nombrar a Boscán evocaba el clasicismo, el humanismo, la influencia italiana en la poética española, pero también el hilo que va uniendo una trayectoria trascendente en la poética universal. Su ojo era muy sensible y descubrió esa fuente en mi poesía. Me unía a él -entre otras cosas- esa mirada de lo poético, esa búsqueda de lo clásico, esa pincelada evanescente. Son también fundamentales en mi formación, Luis Franco y Héctor Ciocchini. Estudié y leí, leí y estudié con pasión a los poetas medievales españoles, renacentistas y, por supuesto, la generación del 98 y la del 27. Ellos fueron fuente de estilos, de análisis, de estructuras formales. También la poesía italiana de principios del siglo XX: Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Cesare Pavese, Mario Luzi, Umberto Saba…, uno viene de esos poetas, sin duda. Pero sería injusto si dejara de nombrar a Giuseppe Bellini, Thorpe Running, José Filgueira Valverde, Julieta Gómez Paz, Hugo Cowes, Luis Alberto Quesada, Enrique Molina, Eduardo Blanco Amor, Ernesto Sábato, María Elena Walsh, Frank Dauster, Raúl González Tuñón, Lily Litvak, Jorge Luis Borges, Xesús Alonso Montero, Manuel J. Castilla y tantos otros que con sus lecturas o con sus consejos nos fueron formando el espíritu, la fineza interior, esa respiración sutil del poema. Y por supuesto, un hogar gallego en el cual don Manuel, mi padre, nos inculcó hasta el tuétano la historia de Galicia. Ahí entraban mitos, leyendas, hábitos; el destierro por hambruna o por persecución ideológica. Mis padres hablaban en casa en gallego, como mis tíos o primos mayores. Esa fuente fue vital.

Carlos Penelas es uno de los poetas más importantes de la lírica en castellano

RODEADOS DE DECORACIONES

P.- ¿Cómo ves el panorama actual en lo literario y en lo social?
R.- Vivimos rodeados de decoraciones, de escenografías cotidianas, de saturaciones que funcionan de manera lateral, de mal gusto. La experiencia de la vida siempre condiciona al poeta. Hay un mundo que se crea ante la decadencia de todo lo que existe y debemos observar que la dualidad de la poesía frente al existir es sólo aparente. La literatura -en una época de globalización, banalidad y decadencia generalizada- tiende a polarizarse, a esfumarse. Se hipertrofia la espiritualidad, se crea una escenografía en torno a lo inmediato. La creación necesita silencio, tiempo, maduración. Y advertimos que las contraposiciones resultan cada día más homogéneas. Sin pedestales, entonces. Sin apelaciones a lo sentimental. Otra vez las vivencias: mi padre de A Espenuca y mi madre -María Manuela- de una aldea perdida de Ourense. Los abuelos eran analfabetos, jornaleros que hombrearon puertos en Ingeniero White. De allí vengo. Ellos fueron los dioses de mi infancia. Los recuerdo como “seres angelicales”, todos tenían una candidez especial, aunque eran capaces de dar la vida por una idea. Como mi tío Pedro Fraga, quien creía que los alcohólicos dejarían el vicio después de leer El Quijote. Los rescataba de la calle y les leía fragmentos del libro de Cervantes, mientras tomaban un plato de sopa en la cocina de su humilde casa de Avellaneda, pero les advertía: “si regresan borrachos, disparo”. Y era hombre de una sola palabra.

Manuel Suárez Suárez
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de Montevideo (Uruguay), y articulista y escritor, ilustre galleguista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews.

PROPRONews, 14 de mayo de 2023
martes, mayo 16, 2023 No comments
Es siempre una dicha, de entre las selectas y pocas, un motivo de celebración, la salida a luz de un poemario de un autor, de un pensador, de la envergadura de Carlos Penelas.


Con un mundo propio inconfundible y un escenario lírico personalísimo, capaz de abordar con igual maestría cada uno de los grandes motivos de la poesía universal–el tiempo y el devenir, el amor, la fe, la soledad existencial- , su obra gravita por su propio peso y destaca nítidamente por sí misma dentro del desangelado escenario de la poesía actual, y especialmente argentina.

Cabalmente poeta, pero también narrador y ensayista, con una obra desarrollada sin paisa ni pausa hace más de 50 años, Penelas se muestra, a través de su palabra y de su mirada, como un testigo excepcionalmente lúcido de su tiempo y circunstancias, y de la realidad, a menudo decadente y cínica –de la tragedia de Historia devenida en farsa-, que le ha tocado habitar.

Siempre lejos de los experimentalismos al uso, de los fuegos de artificio de la fama, y de los múltiples embelecos e imposturas de la industria editorial y cultural, se nos presenta en este libro - resultado de la selección de su escritura poética de los últimos cinco años-, en el momento más alto de su madurez, en el que puede sopesar, serenamente, casi sin amargura, las piedras miliares, el camino duramente recorrido.

Poeta lector en el mejor sentido de Bonnefoy, y por tanto hombre de biblioteca de la vieja guardia, Penelas logra consumar el difícil arte de ser él mismo -una voz-, sin por ello abandonar el legado de sus maestros, desde la fuente griega hasta Catulo, Horacio y los grandes vates latinos; y de Dante a la poesía gallega medieval, hasta los poetas del Siglo de Oro español y los poetas y novelistas modernos.

Plenamente consciente de haber nacido en un país que raramente ha sabido valorar en vida y menos aún suele recordar a sus grandes poetas, Carlos Penelas se aferra en defensa a las raíces invisibles; al mundo inefable de la infancia, a la sombra de los padres, a la ruta de la inmigración gallega, a la mujer que fue y es el amor de su vida.

Tal como otros grandes poetas argentinos –como Enrique Banchs, Juan L. Ortiz u Oscar Portela -, nuestro autor sabe sobrellevar con altura eso que Octavio Paz percibiera ya en estas latitudes hace un largo medio siglo -“la inclemencia de los discursos y la gritería, la opacidad general de las especies pensantes.”-

Esa relación con oficio de vivir del poeta, en ese nudo que ata inextricablemente vida y escritura, Penelas nos dice por ejemplo en el poema intitulado “Quietud predecible”:

Sucede, padre, que hubo cosas/ que pasaron a mi lado sin que las viera./ ¿Qué he de decir, entonces?/ ¿Qué alba o brújula o ventura circular/puedes responder desde la nada?/ Tu soledad ¿Está lejos de este aliento? /Late mi pulso. Y la tiniebla crece.

Donde abreva en la mejor tradición literaria sobre la muerte del padre, en silencioso diálogo con su sombra ausente.

En otro de los altos momentos del libro, en el poema “A una mujer de Cambre”, Penelas nos ofrece el prístino retablo de un tiempo inasible, irremisiblemente perdido pero salvado en la memoria, en estos versos

Sabía de los barcos, de su alcoba, de muelles./ (Hoy vago una patria sin amparo/ entre botellas rotas y voces impasibles.)/ Basta decir que ella reía como el mar /con desvanes voraces sobre el aire.

Coronando una serie de evocaciones memorables que retoman el supremo motivo romántico y de la poética celta en torno a la muerte de la Amada.

La patria de la infancia es evocada, en un escenario presidido por la eterna batalla de piezas blancas y negras sobe un tablero de ajedrez, junto con todos sus hondos simbolismos, desde Khayyam a Borges, en la singular belleza del poema “Apertura Ruy López”; tópico recurrente en la obra, que retoma al comienzo de la sección intitulada “Cinco poemas”, cuyos poemas pasan a adoptar un clima de honda melancolía, y recuerdan por momentos a Molinari, por caso en “De la desolación”.

Más adelante, el gran motivo del Viaje, insinuando en otros poemas previos, reaparece en “Flâneur”, y con él Baudelaire; y la ciudad real y las ciudades imaginarias de Calvino.

En los poemas finales y en especial en “Epitalamio”, el poeta urde delicadamente la trama entre el lejano pasado y el futuro, ente la infancia y la muerte: el inapelable dictum de aquel Memento mori.

Palabra en su pura desnudez, a su modo único, desde su irreparable tiempo, la poesía de Carlos Penelas claramente nos interpela.


Alejandro Drewes

(Buenos Aires, 1963). Académico y profesor universitario. Poeta y traductor [alemán / inglés / francés / sueco / catalán], con premios nacionales e internacionales. Colabora con revistas y publicaciones en la Argentina y el exterior.
lunes, diciembre 12, 2022 No comments
Es un hecho recurrente el transcurrir de nuestra vida moderna en tiempos grises, de incesante violencia y de penuria del pensar y donde sobre todo por estas latitudes, hay que aguzar demasiado el oído para escuchar la voz de los pocos poetas.


Lejos de perderse en los habituales laberintos ideológicos y mucho menos en estériles experimentalismos al uso, Carlos Penelas sabe del andar sin extraviarse en el denso bosque poético, al amparo de la memoria y de la palabra de los maestros, cuya lámpara firme guía su pluma, desde los poetas-filósofos de la Hélade hasta Catulo y los poetas latinos; desde los poetas del Siglo de Oro español hasta sus maestros como Luis Franco o Ricardo Molinari.

En estos Siete poemas, el lector se enfrenta a un gran vate en su plena madurez, con la serena conciencia del arduo camino recorrido, de los amigos entrañables que han caído, del irreparable tiempo que pasa. Y hace balance y memoria, sopesando el sentido de lo vivido, el grave y lejano pozo que deja en el alma.

Desde el primer poema al séptimo y final, el gran motivo de la Amada atraviesa la tensa red de cada poema, en un lugar donde siempre atardece: donde ladran los perros negros de Horacio presintiendo la Noche.

Acaso el gran inicio del poema sexto:

…

Hubiera deseado recorrer tu cintura
mirando monumentos toscanos.
Contemplar juntos, por ejemplo,
la Fonte Gaia o el Baptisterio de Pisa
cuando tus ojos iluminaban la tarde.
Hubiera deseado ser tu amador
en el Castillo de San Olaf (…)

…

que trae alguna resonancia del clima de Sexto de Wilcock, resume de alguna manera esa nostalgia; la del paso del tiempo; la de estar siempre yéndose; la de la sombra de la Amada - tal como en ese otro inolvidable poema celta, The Unquiet Grave-.

El alma del poeta, heredero a su modo personal y único de los grandes bardos del Romanticismo, percibe y presiente el frío, la soledad definitiva perdida entre los libros en una tierra hostil y siempre extranjera.

En este soberano retablo de melancolía a lo Durero, hay, como en otros grandes momentos de la obra poética de Carlos Penelas, un lugar especial para el mundo entrañable de la patria gallega, del mito y de la fábula. Así en el poema intitulado significativamente Fábula, Penelas evoca los restos diurnos:

Anoche soñé con Pepa a Loba.
Llegó con rostro sereno
como un hechizo que es sombra y memoria.
Habló de Lueiro, evocó una estrella,
recordó el puñal alegórico, mítico.
Le pregunté por la Reina Lupa,
por la hija del Conde de Lemos
y la corona de hierro al rojo vivo.
También por un rey celta que recorrió mares,
epopeyas de arena, desventura. (…)

Con imágenes que nos llevan a contemplar las estrellas de un mar muy lejano, hechos de reyes que se hunden en la frontera borrosa entre la Historia y el mito. O, en palabras de Kierkegaard: “De te fabula narratur.”

Pues eso es: porque de ti, lector, de nosotros, habla la fábula. Y cada uno de estos poemas que transitan del tiempo a su propia forma de eternidad en la memoria.

Alejandro Drewes
lunes, marzo 21, 2022 No comments

Nos encontramos ante un libro sorprendente, valioso, excepcional. El fondo y la forma armonizan para regalarnos profundidad y belleza, grito y caricia, protesta y ensueño. Lo sensual está al servicio de la vida que nos conduce a la lucha, a la victoria. Amar sin muros es vencer. Carlos Penelas como un milagro escribe un libro fundamental, necesario en la poesía contemporánea, es decir en la Poesía de todos los tiempos.
Arturo Cuadrado (Poemas del amor sin muros, 1970)

Asentarse en los dominios de su linaje, en la nebulosa trama que entretejen leyendas, resulta así un modo de descubrir la instancia definitoria de su equilibrio interior y, a la vez, los inconfundibles matices que marcan la elección de su personal lenguaje poético. En su inasible transparencia, todo ese trascurrir sin pausa sólo puede ser recobrado por la poesía. Ese irrenunciable designio promueve la actitud lírica de Carlos Penelas, que alcanza su más lograda expresividad en este nuevo libro.
Nélida Salvador (Queimada,1990)

En este libro de Penelas está siempre presente la suadade gallega entendiendo por esta, la soledad ontológica del ser, este ser que nace, sólo que circunstancialmente vive con otros en la sociedad, pero jamás pierde su individualidad que está íntimamente ligada a su libertad ontológica, este hombre que es por esencia ser solo y también ser libre. Un problema crucial para el mundo es el producido por las limitaciones a esa libertad, el querer amoldar las libertades individuales en determinada estructura social.
José Conde (Poesía y ser, 1981)

Por la mujer, el poeta se dispone hacia la cacería de la identidad y el valor. Propone la encarnadura femenina de un centro pródigo en frutos y hechicerías. Carlos Penelas es un explorador, desde los cuerpos astrales que memoria en el poema “Playa desnuda”, hasta las plasmaciones alegóricas, donde los pájaros son criaturas que se aproximan al lenguaje. Es un perseguidor de los encuentros; un coleccionista de vértices, que empujan sus fantasmas hasta poblarlos de creencia. A través de sus “Vestigios” Carlos Penelas nos entrega una eslabonada serie de secuencias en prosa poética, donde los objetos se metamorfosean en latidos: donde la noche reza con clamores que invitan hacia la intimidad.
Graciela Susana Puente (La piedra del Destino, 1983)

Carlos Penelas es un poeta trasnacido. Argentino, hijo de gallegos, vive en desasosiego telúrico. En éste libro los elementos ancestrales conforman una parte muy importante de su mundo poético. Nos interesa, sobre todo, esta dimensión lírica de su obra, que deja traslucir el estado afectivo del poeta: un fondo de amor a la Tierra de sus antepasados. Desde su vivencia dolorosa va construyendo su mundo poético con claves del misterio. Libro que nos hace despertar la emoción de la tierra con su ritmo, goza con el contacto del paisaje, para el poeta es la intimidad, el dolor de la lejanía. Él perdió su patria original. Galicia ganó un poeta en la distancia.
Víctor Campio Pereira (La piedra del Destino, 1983)

Carlos Penelas es un poeta enraizado en la realidad; pero, por cierto, en una realidad que él siente como modificable en la medida que se confíe en la fuerza purificadora del corazón humano. Y así, de esta manera, entramos en otra de las napas poéticas de un creador altamente testimonial. Y esa napa es la esperanza.
Alberto Claudio Blasetti (La piedra del Destino, 1983)

El nuevo título es una reunión de textos de prosa poética en las que Penelas expresa o sugiere su modo de sentir la poesía, la creación, el universo, el mundo de la palabra. Claridad y resonancia poética caracterizan este libro, que es una especie de diario íntimo de un poeta, reflexión sobre el largo proceso que comienza en el momento en que concibe un poema y termina con el verso elaborado, listo a emprender el vuelo. La dimensión del hombre, la llamada al infinito, la desesperación, el dolor, lo mismo que la alegría y el placer, constituyen los puntos de partida de estas meditaciones que captan la atención del lector por su clarividencia y musicalidad.
Andrés Balla (Intensidad de la palabra, 1977)

La poesía ha sido sorprendida con pocas palabras, alusivas y proyectivas, con lenguaje esencial, en ceñida síntesis. Más allá de esa síntesis, se abre un mundo poblado de imágenes, de recuerdos, de sentimientos y deseos: el mundo infinito del hombre. Hay muchas maneras de ser poeta o de expresar poesía. Carlos Penelas escoge en este brevísimo volumen un modo peculiar. Lo esencial, aquí, es la sustancia poética.
Luis Soler Cañas (El libro de las imágenes, 1976)

Penelas afirma rechazar lo dogmático. Proclama los valores de la intimidad y del asombro, riqueza que bien pueden llevar a la sabiduría. Por su actitud receptiva, respetuosa diríamos, ante el mito y el sueño, llega a lo poético. La fuerza de Penelas no deriva de un vocabulario especialmente suntuoso. Es más interior, se origina en entusiasmos, en adhesiones y rechazos vigorosos. Carlos Penelas no incurre en falsas elocuencias o sencillismos inexpresivos lo que nos permite desearle lectores atentos.
Guillermo Martínez Yantorno (La noche inconclusa, 1980)

Carlos Penelas, verbaliza con firmes estructuras de extracción lírica este original itinerario a través de un vasto espectro cultural, y le otorga al texto, en ráfagas brillantes, las características de un monólogo interior desarrollado en medio de tumultos de imágenes sabiamente concatenadas. Mito, invención y estilo se unen aquí, por lo tanto, en una dominante que, a veces, se canaliza hacia zonas abisales.
Irene Vilas (La noche inconclusa, 1980)

Hay un poeta digno de ese nombre, con su mundo, sus fantasías, sus amores y, también, su lenguaje y su estilo. Lo importante que en este libro hay mucha, buena y hermosa poesía. Y que en él se siente a la vez, sin fisuras, la presencia de un poeta y de un hombre.
Luis Soler Cañas (La piedra del destino, 1984)

Despojado y preciso, expectante en este caso, es el tono lírico de Carlos Penelas. Arraiga en las formas más puras de la lírica tradicional española. En su expresión estas formas se reivindican demostrando su ubicuidad en el tiempo y en el espacio y muestran la identificación del autor con sus esencias. Penelas crea un marco arcádico e, instalado en él, recupera el ser de la naturaleza en la sencillez y recogimiento de su ámbito. Todo fluye y pasa sujeto al ritmo cósmico que el poeta habita y sabe comunicar en el ajuste de su intemporalidad intrínseca.
María Adela Renard (El Jardín de Acracia, 1991)

Un bellísimo libro en contenido y continente del escritor argentino Carlos Penelas, un alto homenaje al músico renovador y subjetivo, espontáneo e inspirado, que es Enrique Granados. Flotan en esta obra poética, muchos y ricos temas que el verso conjuga con la música, enhebrando un lirismo capaz de transportarnos a los más excelsos niveles de la emoción. Sus versos, uno a uno inapelables, lo expresan en un fluir azul elevadísimo.
Miguel Ángel Migliarini (Valses poéticos, 1999)

Un poeta joven, de los nuestros, Carlos Penelas, da un breve libro con mucha substancia. Entre sus poemas se destacan los dedicados a Galicia, donde estuvieron y están sus antecesores. Sospecha – sabe – de sus vigilias en los surcos y en los muelles, reconstruyendo sus semblantes. Se ha memorado la tierra de los abuelos galaicos.
Bernando González Arrili (Los dones furtivos, 1981)

Goethe sostenía la necesidad de que toda poesía fuera “ocasionada”, es decir que detrás de cada poema hubiera una experiencia, una realidad vivida. En Carlos Penelas, esta exigencia del clásico parece cumplirse. Hay un dominio apreciable de la alusión, de la sugerencia, de la palabra que a la vez dice y no dice. Una historia latente que sólo se nos aparece transfigurada en un universo de símbolos.
Daniel Gayoso (Finisterre, 1985)

Un intimismo que se aferra al lector, por la fantasía que expone este poeta tiene a veces el candor de lo inocente y de lo sincero. Ama la belleza y la canta, cumple su destino sin temblar ante la verdad y sin sentirse cobarde ante la ruindad de muchos acaeceres. En su propia angustia reafirma el hondo pensar de su creencia.
José Rodríguez Tarditti (La piedra del destino, 1983)

Carlos Penelas sabe decir y hacer en el bello y exacto lenguaje. Y lo hace por medio de ese duende que sólo acostumbra a estar y jugar dentro del auténtico artista. Escribe y da la cara al viento. Asume la literatura y toma la vida en todo lo que esta lleva su gozo, de sufrimiento, de verdad, de esperanza. Carlos Penelas llama con su canato a la belleza, al buen decir, a la verdad. Pero sobre todo llama a las conciencias.
Luis Alberto Quesada (Finisterre, 1985)

Leí con placer su plaqueta, tan hermosamente editada por otra parte y más allá de su contenido. Tiene el sabor de la buena y añeja poesía castellana, con un enorme poder de síntesis. ¿Para qué más? Y esta imagen, que obliga a detenerse en el contraste: Vela la luz sobre su sombra.
Federico Peltzer (Cantiga, 1989)

Has publicado la obra que a mí me hubiera gustado publicar. Creo que algún día lo haré. Una especie de diario, íntimo y no tan íntimo; un cuaderno de bitácora (como titulás uno de tus capítulos). Un libro al margen de los otros libros donde junto a temas puntuales (como ahora se dice) cupieran reflexiones, sentimientos, creencias y dudas, experiencias y sueños. Un libro, en fin, bien humano, como este tuyo, donde en cada página se toca a un hombre, como quería aquel hermoso abuelo de todos los poetas que se llamó Walt Whitman. Es conmovedor el recuerdo de tu padre y de los amigos, el amor a los hijos, la devoción por ciertas ideas y ciertos escritores, la fidelidad de las raíces.
Antonio Requeni (De Espenuca a Barracas al Sur, 2000)

A la manera de Gonzalo de Berceo, cuya rosa arquetípica es invocada desde el título, el discurso lírico de Carlos Penelas lo constituye, parafraseando a Antonio Machado, en un verdadero “poeta y peregrino” de nuestros días. Penelas sutiliza su palabra, proyectando una suerte de heroica dignidad sobre la materia de su canto, su territorio poético, en el cual todo es ocupado y sometido por el tiempo. En el plano formal, se encarna en la excelencia de la modalidad clásica, aunque no clasicista.
Fernando Sánchez Zinny (Elogio a la rosa de Berceo, 2003)

Aquí aparece el gran tema de nuestra época, sobre todo a partir de los últimos descubrimientos de la física cuántica: lo ilusorio de lo que llamamos Realidad, la simultaneidad del tiempo, la propia percepción que crea realidad. Aunque parezca insólito, de algún modo queda planteada la teoría de la relatividad de Einstein con respecto al tiempo. No hay eternidades en los espejos. Nada a que aferrarse en ellos. Sólo son nuestras imágenes eternas. Imágenes de imágenes. Pero la eternidad se lleva adentro. El poema es siempre previo a la palabra y la palabra es un dicho. Tu nuevo libro abre esas puertas.
Lucila Févola (Posada del río, 2005)

Leer estos poemas escogidos de Carlos Penelas es compartir una aventura existencial y poética, descubrir un itinerario espiritual, y vivir el rito de la palabra en uno de los mejores poetas argentinos de la generación del 70, y de toda época. Su acordada sabiduría, su tensión hacia la totalidad, otorgan a la poesía de Penelas una cualidad metafísica que da sentido a la experiencia y la hace plena. Eso permite al lector, a nosotros, compartir una suerte de felicidad a la que llamamos belleza.
Graciela Maturo (Poesía reunida, 2012)

Carlos Penelas es poeta de una extensa obra mayor, amigo de sus amigos y refinado viajero. Hombre de íntimas soledades y hondas dudas existenciales, alma tensa entre dos mundos, entre la patria y el remoto origen de los ancestros, entre peregrinajes y regresos. Este nuevo poemario nos abre a una mirada privilegiada sobre el decurso del tiempo, los espejos de la muerte y la siempre inapresable belleza, rayando a una altura harto infrecuente de hallar en las empobrecidas poéticas del presente.
Alejandro Drewes (Poemas de Trieste, 2013)

Penelas, un lírico que se rebela contra el mundo empírico, premoniza la materia, elabora un lenguaje esmerado con fuentes artísticas, celebra lo bello y lo contestatario. Sus imágenes han de destacarse como zonas de apertura a lo insondable, a lo onírico abordando el intelecto. Arte asumido como signo de grandeza y liberación, identidad de belleza, recreación con finalidad humanística, atributos concurrentes en la consagrada obra de Carlos Penelas y que lo posicionan como poeta imprescindible en el panorama literario de habla castellana.
Marita Rodríguez-Cazaux (El huésped y el olvido, 2017)

Aquí, la bibliografía completa de Carlos Penelas.

Foto: Alfredo Erias.
jueves, octubre 26, 2017 No comments
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  • Carlos Penelas en Hablando de arte, con Nolo Correa
    Compartimos la emisión del domingo 10 de agosto de 2025.
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    El jueves 22 de mayo de 2025 Carlos Penelas presentó su último libro de poemas, Soliloquio del desvelo , en el Centro Galicia de Buenos Aire...
  • Recordatorio
    El Dr. René G. Favaloro se suicidó el 29 de julio del año 2000 en su departamento de Barrio Parque, en Buenos Aires. Se disparó en el corazó...
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