Son historias del suburbio, susurros cómplices, desguace de una genealogÃa de aliados y enemigos, de mitos y glorias. Dos nombres que simbolizan el peronismo, los matices del peronismo, fachada y contra frente del peronismo, los gestos de la cultura nacional y popular. Dos Ãdolos indiscutibles en el deporte, pero aquà hablamos de otro aspecto. En ellos verificamos liderazgo, paladar, diálogos. José MarÃa Gatica y Diego Armando Maradona, secuencia previsible, muertes obscenas, lamentables. Uno alcoholizado vendiendo muñequitos de colores del “mono Gatica”, arrollado por las ruedas de un colectivo en Avellaneda; vivÃa en una villa y a veces dormÃa en la estación DomÃnico. TenÃa treinta y ocho años. Otro, multimillonario, abandonado en una especie de depósito, sin ventana, sin controles médicos, sin asistencia, agonizando durante horas. Acababa de cumplir sesenta años. El proyecto, parece, no da para más.
“General, dos potencias se saludan”. Luego Ike Williams y el Madison Square Garden. Tres caÃdas en un round y otra vez Buenos Aires, en el Luna Park, y la lona ante Alfredo Prada. “Si Menem me lleva como vicepresidente, yo voy. Eso es verdad, si me dice que lo acompañe, lo acompaño”. “Ha llegado un momento emocionante de mi vida al poder firmar este contrato que me guÃa a Telesur, a mis amigos venezolanos, al presidente Maduro y que por sobre todas las cosas me siento muy amigo del comandante Chávez". Esto, entre otras cosas, decÃa Maradona. “Para hablar con Gatica se solicita audiencia”. Eso decÃa José MarÃa Gatica. Cuando murió Gatica la gente lo acompañó hasta el cementerio entonando la marcha peronista. Cuando muere Maradona el caos, la violencia y las barras invaden Casa de Gobierno. Dos épocas, dos estilos, un mismo universo.
Propongo una serie de planteos para no caer en el discurso canónico, inmovilizador. Palabras o frases que son recogidas y corroboran el discurso del poder, de la demagogia, de la beatificación. Nombres que representan una parábola donde se repite una misma proyección, un territorio ilusorio. Eso se da en una sociedad degradada, en un paÃs pauperizado. Una mediocridad deprimente ordena sus banderas, sus proclamas, sus bombos.
Para ser breve y no abundar en detalles: sumisión y esquema. Lo efÃmero de la alegrÃa, la borrachera o la droga ideológica, la sordidez cotidiana. Estas palabras – un borrador de un análisis más explÃcito – me sugieren coyunturas, significantes, sobornos, la hilacha de un traje gastado por palafreneros y patota. Apelo, caro lector, a su razonable sentido ante lo alucinado, ante los matorrales del conurbano o el puntero barrial. Y la propuesta meliflua de los monaguillos. Inquietante, sin duda, chambelanes entre laberintos y antesalas.
Entonces finalizando: dos nombres que simbolizan gestas, filisteos, almas bellas, chapuceros, tránsfugas y trepadores. Efluvios, desmemoria, barrabravas. Luego vienen posters, vinchas, relatos. Detrás, a pesar de ellos el corpus y las manipulaciones del pobrerÃo, desmesura, zurcidos del exitismo. Para no abundar: estuve a punto de escribir un libro de conversaciones con Alfredo Prada. En mi biblioteca, sobre el escritorio, una fotografÃa firmada por Ricardo Enrique Bochini.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 28 de diciembre de 2020
“General, dos potencias se saludan”. Luego Ike Williams y el Madison Square Garden. Tres caÃdas en un round y otra vez Buenos Aires, en el Luna Park, y la lona ante Alfredo Prada. “Si Menem me lleva como vicepresidente, yo voy. Eso es verdad, si me dice que lo acompañe, lo acompaño”. “Ha llegado un momento emocionante de mi vida al poder firmar este contrato que me guÃa a Telesur, a mis amigos venezolanos, al presidente Maduro y que por sobre todas las cosas me siento muy amigo del comandante Chávez". Esto, entre otras cosas, decÃa Maradona. “Para hablar con Gatica se solicita audiencia”. Eso decÃa José MarÃa Gatica. Cuando murió Gatica la gente lo acompañó hasta el cementerio entonando la marcha peronista. Cuando muere Maradona el caos, la violencia y las barras invaden Casa de Gobierno. Dos épocas, dos estilos, un mismo universo.
Propongo una serie de planteos para no caer en el discurso canónico, inmovilizador. Palabras o frases que son recogidas y corroboran el discurso del poder, de la demagogia, de la beatificación. Nombres que representan una parábola donde se repite una misma proyección, un territorio ilusorio. Eso se da en una sociedad degradada, en un paÃs pauperizado. Una mediocridad deprimente ordena sus banderas, sus proclamas, sus bombos.
Para ser breve y no abundar en detalles: sumisión y esquema. Lo efÃmero de la alegrÃa, la borrachera o la droga ideológica, la sordidez cotidiana. Estas palabras – un borrador de un análisis más explÃcito – me sugieren coyunturas, significantes, sobornos, la hilacha de un traje gastado por palafreneros y patota. Apelo, caro lector, a su razonable sentido ante lo alucinado, ante los matorrales del conurbano o el puntero barrial. Y la propuesta meliflua de los monaguillos. Inquietante, sin duda, chambelanes entre laberintos y antesalas.
Entonces finalizando: dos nombres que simbolizan gestas, filisteos, almas bellas, chapuceros, tránsfugas y trepadores. Efluvios, desmemoria, barrabravas. Luego vienen posters, vinchas, relatos. Detrás, a pesar de ellos el corpus y las manipulaciones del pobrerÃo, desmesura, zurcidos del exitismo. Para no abundar: estuve a punto de escribir un libro de conversaciones con Alfredo Prada. En mi biblioteca, sobre el escritorio, una fotografÃa firmada por Ricardo Enrique Bochini.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 28 de diciembre de 2020