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Carlos Penelas

Eastvale, California, Estados Unidos, 2020.
Palabra abierta, Revista y Casa Editora de Cultura Universal.
Antología. Poesía.
Estudio preliminar de Manuel Gayol Mecías.
Fotografía de Emiliano Penelas.


Puede leer la edición digital del libro en este enlace. 
viernes, mayo 29, 2020 No comments
Palabra abierta, Revista y Casa Editora de Cultura Universal, ha publicado recientemente Diario de un poeta, de Carlos Penelas. El poemario lleva un estudio previo de Manuel Gayol Mecías, escritor, director y editor de Palabra abierta.


Recordamos que Gayol Mecías posee una importante trayectoria como narrador y ensayista en Cuba primero y luego en EEUU. En la actualidad es, además de Director de la publicación mencionada, Miembro del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio y Presidente de la Academía de la Historia de Cuba en el Exilio (California).

Preludio 


Del Poeta, de la belleza y de profundis


Hace ya tiempo manifesté que en los poemas homéricos o en 
Hesíodo – gracias a Mondolfo – pude advertir el tránsito 
del juico moral desde la exterioridad divina hasta la 
interioridad humana que determina conciencia 
moral. La responsabilidad y la conciencia 
ética encontraron en el pensamiento 
antiguo el universalismo de la 
norma ética. La individualidad 
es auténtica por su apertura 
al ser de los otros y a la 
realidad de lo social. 
El poeta perdura 
en el fervor de 
la belleza y 
la utopía. 

Carlos Penelas 


Carlos Penelas está vivo, bulle, y no obstante es Historia del presente. Con él revivimos la pasión del mundo, y también la inteligencia del corazón, como Pascal. Encontramos el camino así de la rebeldía contra viento y marea, contra este mundo desquiciado por la entropía de las almas torcidas. Penelas es, además, el reservorio activo de grandes pensadores anteriores, y aun de nuestro inconsciente presente. Quizás Platón con su idealismo y su alma de corte parmenidiana, y asimismo con la materia y la forma (anímica) de Aristóteles el Estagirita, con Pitágoras y su diapason matemático, su música y las esferas sonoras; con Heráclito de Efeso y su interés obsesivo por el cambio. Todo cambia, decía, nada es igual que la primera vez ni tampoco su anterior. Y todo esto es mi amigo Penelas.

En este sentido, y hasta este momento de ahora, Penelas ha sido un reservorio de conocimientos que se proyecta constantemente. Con acierto podemos decir que su taller literario cuenta con el espírtitu de la Academia pitagórica, con la platónica y la aristotélica. Es una dialéctica de amor y de belleza. Es su ensoñación por hacer pensar a los demás. Es su arte de voz y palabra, de pensamientos y letras transfiriéndose a otros como gran Maestro. Es quizás uno de los últimos humanistas de este milenio, y creador esmerado, donde la literatura no es nada más, para él, un manantial de creación humana, sino que también es la vida misma desde una perspectiva ética y en la que la libertad es la lux que el hombre logra en su interior a modo de cosmovisión cuando la entrega a otros.

Este Poeta nunca se cansa de observar nuestro mundo, porque sabe que —a pesar de los seres y las cosas superfluas— en el orbe se acumula —como descubriera Teilhard de Chardin— la energía espiritual del universo. Y para él la poesía es imagen de la belleza, de la profundidad auténtica de cada quien. Es el creador que desde la soledad argentina deshace la incertidumbre del planeta. Sirva ahora de esta gran visión su Diario del poeta, conjunto con versos de oro que reconstruyen el amor de Hypatia por atesorar el conocimiento, por la fascinación de la podia ser en aquellos tiempos la magia científica, por los misterios de la rotación de los astros y la redondez de los planetas. Pero sus poemas y versos, en este cotidiano acontecer, hacen justicia para las almas que en las épocas remotas solo veían las sombras del amanecer, aun cuando hoy en día estamos rodeados de espejismos, de exilios./ Intentamos recobrar arquetipos,/ ciertas hechicerías, manos filiales,/ la aureola en la palabra del padre. (“Del aire y de la rama”).

De muchas maneras, la lírica de Penelas sabe no solo figurar historias, sino además reinventar las imágenes del mundo, a modo de un mago merlinés que siempre busca trazar los caminos hacia el Grial de Imago.

Nos realza el mérito del viaje en un tren imaginario que nos lleva hacia la misma Imago de Lezama Lima, de Eliseo Diego, de Rilke, de palabras y de imágenes que desembocan en playas de utopía, en excelsas estaciones del poniente. Es la cierta, la verdadera filosofía de la imagen que contiene al ser, más que al ser el Ser de la emoción, de las posibilidades al atravesar el esplendor del bosque. /Son moradas de pájaros que abanican /los cuartos irreales del sueño. (”Invocación”).

Junto a una lírica a veces melancólica, y en otras exultante de gozo y satisfacción, los poemas de Penelas crean la atmósfera de un sueño. Hay en ellos senderos oníricos que conducen al Ser, a su realización como admirador de la Belleza por ser la Belleza misma a la hora de las palabras, por ser el sentido del amor en la mujer amada.

Otra de las cosas que se alza en suave voz como sistema identificativo de su estilo es la metáfora constante, la particularidad imaginativa de transferir una escena o una imagen corpóreamente real a la dimensión imaginaria. Con ello, Penelas nos hace sentir más que entender. Es mi preferencia también, que la poesía sea más sentimiento que aprendizaje o racionalidad. A mi modo de ver estas dos últimas categorías funcionan mejor y más ampliamente en la narrativa. Independientemente de que Penelas pueda ser narrador, crítico y ensayista, su lenguaje innato es poético, esa es su naturaleza. De ahí su cuidada sistematización metafórica ya directamente en la poesía. Y es esta metaforización constante en sus poemas la sustentación de su belleza.

La belleza es la forma de la vida. Nuestra conciencia misma es la fuerza y el valor humano más capacitado para obtenerla, cuando es la conciencia —como representación anímica—la que otorga las formas debidas a los seres y las cosas a nuestro entorno. Para ello podriamos consultar el libro Biocentrismo*, y tendríamos una explicación cabal, científica, de cómo es la conciencia el misterioso ente que le da vida y forma a toda la materia y también, ¿por qué no?, a los sueños, a las ilusiones y a los anhelos del porvenir.

Su belleza radica en una mezcla de ensueños con la naturaleza del mundo, pero lo fundamental que resalta en esta última categoría es la impronta de la amada, de la mujer formada en su interior, en su más honda intimidad. Muchos de sus poemas son un canto, una búsqueda de una beldad, perdida o tenida alguna vez, pero que quedó grabada en el fondo recóndito de su memoria histórica. Historia de sí mismo, de su alma, incluso de su más intenso deseo de ser mejor:
Entonces, despertamos.

Entonces llama en la vigilia.

Dice que no la olvide,

que la recuerde en la ausencia.

La escuché desde la hondura del ensueño.

Y era una mujer sin túnica.

Inefable, desvelada.

(“Casida de la madrugada”)
Es indiscutible que en la poesía de Carlos Penelas la belleza vibra como un deseo constante por revivir a su amada, porque el mundo reconozca sus metáforas a la mujer. Penelas es un exacto poeta occidental, se alimenta de las aureolas y los crepúsculos griegos. Ahora recuerdo el mito de Pigmaleón, el rey escultor que tanto deseaba la belleza de su mujer esculpida, hasta que Afrodita se le apareció en sueños y le concedió la dicha de que cuando despertara, su escultura de Galatea también recobrara vida y así aquel rey-creador disfrutara para toda la vida a la mujer que representaba —para él— la belleza y la perfección del mundo.

De este modo, Carlos Penelas es uno de los tantos Pigmaleón que —desde Goethe, pasando por Shakespeare, hasta George Bernard Shaw, y otros actuales ya en nuestra modernidad— entran, repito, en un agradecimiento creativo y cultural a los helenos, a los consabidos griegos de nuestra Historia. En distintos poemas su amada entra en los sueños del poeta y aun sale de esa dimension onírica para quedar en un horizonte de su realidad. Es el caso de “Poema de la musa fugitiva”:
Veo cómo el sol estremece el instinto.

La amante juega con una blusa negra,

se desnuda deslumbrando cielo.

Es entonces cuando me ausento en su cuerpo,

cuando mis labios velan una voz abisal.

Sobre su vientre el humo de mi pipa

Navega el aire y besa su pubis.

(Fragmento).
Es cierto, como me ha dicho él alguna vez, que su “’yo lírico’está en su producción poética y viene de otras fuentes también”. Que sus “poemas han formado un mundo interior, un mundo con simbologías”. Y es que si no fuera así, mi amigo no fuera entonces el gran lírico que es. Cuando se habla del “yo interior”, de la intimidad, quedamos en presencia de nuestro tiempo presente, de nuestro Ahora, donde todo recuerdo, todo pasado, logra retornar al presente y el futuro se convierte en quimera o sueño actual. Y todo deviene un aspecto filosóficamente creativo, que va de la belleza a la profundidad de la memoria y a las remotas raíces del inconsciente.

El símbolo es la imagen también. Quizás en mucho la perfección del deseo. La trémula luz que va saliendo del Espejo, y que se había creado detrás de la imagen. El símbolo persiste siempre y queda porque es el presente ineludible de lo que se quiere, de lo que se ama y se pretende perpetuar. El símbolo es la profundidad sagrada del “yo lírico” del autor, del que dice su verdad a modo de confesión, aun cuando sin tapujos, pero de otra manera, de la manera imaginaria en que se es poeta. Es la vestidura del sueño que viene de la noche profunda. Y es con el símbolo cuando el poeta se revela no solo como el sacrificio, sino además como la imagen de una misma y única redención. Una última cosa más, Carlos Penelas es uno de los grandes poetas de la libertad porque su compromiso ha sido, además de con el ser humano, con todo aquello que ha sentido y siente en su intimidad. No hay ningún poema en él que esté transido por lo artificioso, por lo banal o cursi, por la pasión partidista y política. Contrariamente, sus versos constituyen un canto —un canto pleno de crepúsculos y de soles— a la belleza y a la profundidad del ser humano.

Manuel Gayol Mecías
Palabra abierta, mayo 2020

* Libro Biocentrismo (La vida y la conciencia como claves para comprender la naturaleza del universo), escrito por el Dr. en Biología Robert Lanza y el astrónomo, el Dr. Bob Berman, [2a. edición; traducida del inglés por Elsa Gómez Belastegui], publicado en Málaga, España, México y Buenos Aires, por Editorial Sirio S.A., 2009.
domingo, mayo 24, 2020 No comments
Es indudable que ser honesto en esta sociedad corrupta tiene su precio. 
A la corta o a la larga te lo hacen pagar.
René G. Favaloro


Mi padre, lo he reiterado en más de una oportunidad, fue buen lector. Pero fue, además, un hombre con talento; sensible, honesto. Había nacido en una pequeña y casi olvidada aldea de Galicia, Espenuca, en 1898. Trabajó la tierra desde los seis años, cuidó cabras en el monte, fue el mayor de siete hermanos. Y mis abuelos - jornaleros, analfabetos - lucharon contra viento y marea en la indigencia. Mi padre padeció la pobreza, pero también desde su infancia padeció la epilepsia. Una enfermedad en aquellos tiempos que todavía olía a hoguera inquisitorial, brujería, creencia demoníaca. Ignorancia, rechazo, obscurantismo. Ora pro nobis.

Con los años, al conocer en Buenos Aires a unos obreros anarquistas y socialistas, descubrió las primeras letras. Luego la literatura. El naturalismo francés, la novelística rusa, los grandes pensadores del siglo XIX. En su tierra padeció el caciquismo, el carlismo, el franquismo. Luego padeció en nuestro suelo el peronismo. Lo irritaba profundamente la demagogia, el engaño, el cinismo. Y la vulgaridad, la obsecuencia, que todo eso representa. Lo recuerdo discutir enfervorizado contra nuestra picaresca, nuestro nacionalismo criollo o el estalinismo, el fascismo, el nazismo. También recuerdo su ternura, su sentido del humor, su mirada.

Era gran lector de Valle-Inclán, Pardo Bazán, Pirandello, Curros Enríquez, Baroja, Galdós, Cervantes… Pero también de don Gregorio Marañón. De éste evocaremos una frase: “La multitud ha sido en todas las épocas de la historia arrastrada por gestos más que por ideas. La muchedumbre no razona jamás”.

Mi padre le enseñó a leer a mi madre. Ella fue analfabeta hasta pasados los veinte años. Recuerdo un libro que protegía con amor, un libro encuadernado, con letras doradas. Un libro de cuentos, un papel bellísimo e ilustraciones en blanco y negro. Era de la Colección Calleja, Biblioteca Enciclopédica. La alegría de los niños, ilustraciones de Ángel, Picolo, Alberti y Díaz-Huerta. Una edición de 1910. Lo leía en casa a los seis o siete años. Aun lo conservo. Mi madre, además de cocinar, planchar, lavar, educar a sus hijos, protegerlos y guiarlos comenzó a amar el cine. Llegó a ver las cintas de Bergman y de Fellini. Poco antes de morir, yo tenía trece años, había terminado de leer Los Thibault de Roger Martin du Gard.

Con el célebre aforismo del médico alemán Johann Georg Zimmermann según el cual "quien no sea capaz de observar al hombre moral, jamás conocerá las enfermedades del cuerpo" intentaremos señalar algunos temas. Desde joven – Camus, mediante – comprendí que la división entre los seres humanos no es política sino ética. Creo en la dimensión moral de una persona más que en una división política. Eso no implica que existan excepciones. Y que las obras de muchos artistas tengan poca relación con su conducta. Ejemplos sobran, no perderemos tiempo en recordarlas. La lista sería casi interminable.

El ideólogo Jean-Louis Alibert, jefe del Hópital Saint-Louis de París, uno de los médicos más influyentes de la Restauración, entregó en 1825 a la imprenta un libro que imprimió un giro sustancial al discurso de los médicos franceses. La Fisiología de las pasiones o nueva doctrina de los sentimientos morales -prontamente traducida al castellano y con reediciones en 1831 y 1840. Se abría, de hecho, con una declaración que no podía pasar desapercibida: "Para conocer al hombre, escribió, es preciso estudiar el espíritu que le anima, y no los órganos materiales de su estructura corporal".

Lo poético nos trasmite un mundo interior, un universo que en líneas generales, precisa del silencio, de la búsqueda secreta y a veces incoherente. La ficción literaria es parte del sueño, de la utopía, del idealismo. Ante una obra de arte el hombre ennoblece su espíritu, la conciencia forma su visión del cosmos, el sendero que une al ser con el tiempo. El creador va en busca de la Belleza – inalcanzable – en cada línea, en cada instante que conmueve su ser. La lectura - sobre todo la lectura de los clásicos - el no hablar de las circunstancias personales, al decir de Flaubert, y el trabajo diario. Eso nos transporta. Por supuesto lo poético nos habla del “yo lírico”, ese “yo” que está fuera de lo narrativo.

Juan Rulfo nos aclara ciertos aspectos al confesar que “uno de los principios de la creación literaria es la invención, la imaginación. Somos mentirosos; todo escritor que crea es un mentiroso, la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación”.

Cuando nos referimos a los griegos sabemos de su actualidad porque Homero nos habla de los hombres. Ese hombre que hoy vemos lo plasmaron los griegos. Cervantes, lector de los clásicos helenos, hace una burla de la sabiduría libresca y abstracta. Otra vez su genio, su visión que muchos no terminan de ver. Cervantes es la encarnación del espíritu del Renacimiento, la insurrección del espíritu helénico en una España de tinieblas. El otro es Shakespeare, el poeta que representa la concreción de una humanidad real y esencial. Es también el poeta de la piedad y la revelación. La poesía es entonces - como nos reveló Luis Franco - significación no sólo de la exploración y exaltación del ser, sino de su ennoblecimiento.

En Argentina la decadencia es imparable. No solamente es imparable sino que parece que gran parte de la sociedad no entiende que el mundo tiene otros conceptos, otra realidad, otra visión del futuro. Vivimos atados a estructuras básicas de pensamiento. Desde hace setenta años la corrupción, la impunidad, el latrocinio, lo genuflexo y una suerte de pandemia populista, irracional, nos viene acosando. No tenemos que comparar nuestra situación con otros países, sean de Latinoamérica o de Europa. Debemos comparar nuestro presente con ese pasado de hace setenta años. Para aquellos que no entienden, o no quieren entender, vemos desconcertados como hoy en día cierto progresismo tiene pensamientos psicodélicos, un sistema de clientelismo, una juventud que sacraliza personajes caricaturescos, repitiendo falsedades históricas, revoluciones y canibalismo intelectual. Y actitudes camaleónicas, batallas imaginarias, proclamas delirantes. Así estamos en el populismo del siglo XXI. Con telefonía celular, espejos, Zoom App, modas y la cabeza con un termo en el cerebelo. Un claro ejemplo en Europa es España. Un claro ejemplo del delirio en América es Argentina. Para no hablar de Nicaragua, Venezuela o Cuba. Sobre todo si comparamos esta Argentina con otro país; la Argentina de setenta años atrás.

Por supuesto, siempre hay islas, excepciones, gente que siente y piensa con un grado de sensatez y honestidad. Pero en la mayoría se mezclan mitos, relatos, tergiversaciones, despotismo. Golpes militares, líderes populacheros, sindicalistas enriquecidos, caballeros normandos y una runfla de votantes fueron construyendo esto que somos. Todo se evangeliza y todo tiende a la burocratización. Crecen los “socialismos nacionales” que es una forma del fascismo histórico. La juventud, al desconocer la historia, la filosofía o la cultura clásica, toma como revolucionaria las ideologías de derecha no tradicional. Y crece una pasividad que se disfraza de activismo. Los gritos de entusiasmo, la euforia enfermiza en grandes manifestaciones, el delirio colectivo que se parece a la rebeldía, a una suerte de lucha social. Todo se convirtió – va de suyo - en una suerte de guiso nacional y popular donde entran carteristas, bonos, pensamiento único, planes sociales, alcahuetes, lenguaje inclusivo, plegarias, miserables, bombos, pancartas antediluvianas, crucifijos, payadas, vinchas, bancos, especuladores, escritorzuelos, estudiantinas, dogmas, barras bravas, informática, defraudadores, grosería, choripán y lo que usted - querido lector - pueda imaginar. Una anécdota breve: cuando Luis Bonaparte instauró la primera dictadura moderna con un sufragio universal. Como vemos no siempre el sufragio universal es el camino a la democracia. En aquella oportunidad Marx calificó a las masas populares de “ignorantes y estúpidas”. Marx no era populista. Marx describió en el Capítulo V de El 18 brumario de Luis Bonaparte al lumpen proletariado.

Hace ya tiempo manifesté que en los poemas homéricos o en Hesíodo – gracias a Mondolfo – pude advertir el tránsito del juico moral desde la exterioridad divina hasta la interioridad humana que determina conciencia moral. La responsabilidad y la conciencia ética encontraron en el pensamiento antiguo el universalismo de la norma ética. La individualidad es auténtica por su apertura al ser de los otros y a la realidad de lo social. El poeta perdura en el fervor de la belleza y la utopía.

Una nación que olvida su pasado no tiene futuro
Winston Churchill

Carlos Penelas
Buenos Aires, 20 de mayo de 2020
miércoles, mayo 20, 2020 No comments
Tras casi dos meses de confinamiento, con horarios especiales y los controles del caso, reabrieron las librerías en la Ciudad de Buenos Aires, como es el caso de la de Editorial Dunken, Ayacucho 357, donde puede verse en vidriera el último poemario de Carlos Penelas, Ofrenda de la luz, con ilustraciones de Eugenia Limeses.


Los libros de Carlos Penelas pueden adquirirse en Librería Hernández (Corrientes 1436 y 1311), Antígona (Callao 737 y sucursales).


Además, de manera on line en las páginas de Editorial Dunken, Hernández, Cúspide Libros, Mercado Libre Argentina, Amazon Estados Unidos, Amazon España y Ebay.


jueves, mayo 14, 2020 No comments

La música viene a descubrir mi abismo,

la eternidad de una fuga ausente.

He aquí lo profético, la celebración, el futuro.

Urbano, complejo, controvertido.

Trans Europe Express.

Voces electrónicas, idiomas, ecos, teclados.

Rojo, blanco, negro. Rojo, blanco, negro.

Duendes que descubren líneas,

rutas, bicicletas, una fragancia de la luz

sobre la vigilia y lo lúdico. Imágenes,

sincretismo entre paisajes grises, inquietantes.

Cibervisiones de un mundo que se agota

y otro que nace entre amplificadores.

Radioactivity.

Hay leyendas, lo clásico y el minimalismo

en busca la ribera azul. Bello e infausto

como una tarde infinita entre árboles y pájaros.

Un torbellino consume sueños, números,

palabras de robots sobre fábricas abandonadas.

Es el desvelo de una voz tenue, esencial

asomando en cielos desgarrados.

Computer World. The man machine. Metropolis.



Carlos Penelas

Buenos Aires, mayo de 2020
sábado, mayo 09, 2020 No comments
Siempre hay ante una obra, una ciudad mítica o un paisaje mágico, la evocación de una experiencia emocional, sensible. Por lo general este hecho se enfatiza con imágenes. Y a partir de ese momento -las palabras, las voces- pasan a leerse en íconos, en figuras, en emblemas. 


Durante muchos años se entendió por novela “una epopeya en prosa”. Estamos hablando de la novela caballeresca o de la novela realista. Podemos dar diversas definiciones. Una: Albert Thibaudet llama a la novela “antología de lo posible”. Obviamente esta definición excluía a las fantásticas. Otra: André Maurois escribió acerca de la novela: “Nosotros pedimos a la novela un universo de socorros, en el cual pudiéramos buscar emociones verdaderas y encontrar personajes inteligibles y un destino a la medida del hombre”. Maurois nos dice simplemente que la novela aborda un conjunto de sucesos posibles y verosímiles, pero que no siempre son exactos.

Al leer La música del azar de Paul Auster nos encontramos con casi todos estos signos con fluidez de lenguaje, cierta temporalidad expuesta en paralelismos, hechos cotidianos que nos envuelven con la magia del destino o del azar. Lleva, además, desde las primeras páginas, el tópico de las novelas americanas clásicas: un individuo que deja una vida atrás y emprende un viaje sin destino fijo. En esa carretera (donde el ex bombero de Boston escucha a Mozart y a Bach) el camino es la soledad, la existencia hacia lo incierto. Toda obra -lo hemos repetido hasta el cansancio- es un viaje. La Odisea, El Quijote, La Divina Comedia, Veinte mil leguas de viaje submarino, Ulises, La invención de Morel, Pinocchio, Caperucita Roja, El conde de Montecristo, Las mil y una noches, Bola de sebo…

En toda la novela vemos las limitaciones de la libertad, el asedio de un mundo, lo aleatorio y la causalidad, el sueño americano, una narrativa que elude las expectativas del lector, una búsqueda incesante donde predomina la espontaneidad y no lo deliberado.

Wallace Stevens, poeta estadounidense, señaló: “…la maravilla y el misterio del arte, como por cierto de la religión, consisten en la revelación de algo absolutamente otro, gracias a lo cual la inexpresable soledad del pensamiento se quiebra o se enriquece. El poeta, el hombre religioso, ni siquiera sueñan con dictar las reglas del juego: se limitan a andar por el mundo con el amor de lo real (de esa realidad otra) en sus corazones.”

Podemos observar ciertas fuentes fundamentales: Kafka, Beckett, Ionesco, London, y en alguna medida Flaubert (Bouvard y Pecuchet) y por supuesto la propia trayectoria de Auster. Es imposible no mencionar -por el clima, por la atmósfera, por el desaliento- a Raymond Carver y a Cormac McCarthy.

Jim Nashe y Jack Pozzi son individuos que se complementan, que se necesitan; ambos llevan la fantasía y la sensibilidad más allá de la razón. Imposible la realidad de uno sin el otro, el destino de uno sin el otro. El lector experimenta también desconcierto al no hallar relaciones directas o lógicas. Pero las hay, están en el medio social, en la actitud psicológica de ellos pero ocultas en alguna medida en una estructura social. Esa carrera nocturna, esa velocidad por el vacío, ese juego de cartas, ese trabajo alucinante de levantar un muro, esos dos millonarios que conocen, genera ansiedad, urgencia, un volver a empezar. Todo esto con ironía, crueldad, poética parquedad, virtuosismo de expresión.

Esta significativa y trascendente novela contemporánea nos lleva a analizar lo subjetivo, el auge de la arbitrariedad, la hegemonía del subconsciente. Detrás, sospechamos, las vigilias armadas, la agonía, las guerras, las crisis económicas. Una literatura de esta magnitud posee lirismo pero también una simbología que obliga al ser humano a mirar su mundo interior con la misma avidez que observa y analiza el exterior.

Esta angustia no paraliza la acción, la promueve. La angustia es parte del camino, de la elección. No hay amor en sí, los otros son parte de mi existir. Tal vez debamos retomar a Sartre: “Sin libertad no hay responsabilidad; sin responsabilidad no hay literatura”.

Julio Cortázar, en Clases de Literatura, Brekeley, 1980, señaló: "Para empezar, un escritor juega con palabras, pero juega en serio; juega en la medida en que tiene a su disposición las posibilidades interminables e infinitas de un idioma..."

Lo hemos afirmado reiteradas veces: la urdimbre de un texto no siempre depende del objeto sino del lector. Lo esencial es descubrir una realidad imaginable.

Carlos Penelas
Buenos Aires, abril de 2020
sábado, mayo 02, 2020 No comments
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