Circunloquio

by - viernes, julio 11, 2025


Foto: Emiliano Penelas


No volví a verla. Habíamos creído en la pureza,

en la inocencia, en la fragilidad del alma.

Ahora la memora de ese día en sus ojos de niebla.

Sé desde siempre que hay una perdición,

algo errante que refleja el pavor.

(En aquellos años había mucho tiempo).

Ahora el aire se retira con talismanes ásperos.

Había un fervor clemente en los hados abstractos.

(De mi risa y del infinito detallaré en el alba).

Recuerdo como siempre esta plaza ajardinada

con acacias bordeando un camino rojizo.

Ahora en el ágora se encendieron faroles.

De pronto el ocaso. Y se pierden hamacas,

niños, sueños. Todo es mítico en el declive del silencio.

(Es verdad, ¡había tanto tiempo!).

Mientras, el aire se metía en los tranvías

como en un tinglado de otra infancia.

He olvidado su nombre, sin duda inolvidable.

Otra vez intento descifrar

la niebla flotante de sus ojos de aquella tarde,

la fatiga o la equivocación en la melancolía,

lo irreal, lo alegórico del amor, lo fortuito.

Nadie sabe del absurdo cotidiano,

ni de la hoja distraída cayendo en la impaciencia.

Recordé la historia intacta de mis labios en sus labios,

un lecho desterrado, un libro, la duda.

Un almuerzo, un aliento intemporal en la penumbra.

Las campanadas de un reloj a medianoche.

Y el remordimiento.



Carlos Penelas

Buenos Aires, 11 de julio de 2025

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