Mis estudios

by - lunes, agosto 25, 2025

Argentina tuvo una proyección hoy inimaginable. La decadencia en el mundo es notable. Gobernantes impresentables, un declive en las sociedades y en la civilización. Y al mismo tiempo avances científicos y técnicos significativos. Pero en líneas generales lo cultural, la búsqueda del conocimiento, la fineza en el sentir, la elegancia del pensamiento se perdió para siempre. Además tampoco les interesa a las nuevas generaciones el pasado, no sólo de sus ancestros sino de la historia en general. El gusto o el mal gusto lo vemos en artes plásticas, en literatura, en el vestir o en el comer. Vamos a hablar, querido lector, de un universo que no existe. Reitero, la degradación en Argentina es feroz. Donde toquemos hay deterioro, mediocridad. Décadas de populismo, de imbecilidad, de golpes militares, de grosería, de impudicia, de corrupción generaron estos caballeros normandos que nos habitan, nos rodean y nos proyectan.


He señalado hasta el cansancio mis orígenes gallegos. Mis abuelos, paternos y maternos, nacieron en el Reino de Galicia. No supieron leer ni escribir, campesinos y trabajadores sin descanso. Mi padre de A Coruña, mi madre de Ourense. Fui el menor de cinco hermanos, todos lectores, frecuentadores del teatro, el cine, la plástica y la música. Ellos forjaron en mí una conducta. Mi padre - gracias a socialistas y anarquistas que conoció de joven en la fábrica donde trabajo pudo leer a autores fundamentales - como dije en otras oportunidades me legó una biblioteca y una conducta. Comencé a leer a los seis o siete años. A los diez me acompañaban Sandokán y lady Mariana, la perla de Labuán. A los quince escribí un primitivo poema al enamorarme de una niña de ojos claros. A los veintidós, ya en el profesorado en letras, publiqué mi libro inicial. El poeta Raúl González Tuñón fue el primero en llamarme. Otro universo.

Cursé la escuela primaria en el mejor colegio del país. Escuela Presidente Roca, fundada en 1903. La mayoría de mis compañeros eran hijos de inmigrantes. Libertad 581, frente a la Plaza Lavalle, al costado del Teatro Colón. Pórtico resuelto con pilastras y columnas de orden jónico. Grupo de cariátides que sostienen el frontis ornado con acroteras. Carlos Morra, su arquitecto, se inclinó por el estilo neo-griego. La idea era edificar un templo del saber, tal cual lo inculcó – a mi criterio - el hombre más representativo de nuestra historia: Domingo F. Sarmiento.

Al terminar la escuela primaria ingresé a la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini (1890) uno de los establecimientos prestigiosos de Argentina. Estilo neo-renacimiento italiano, con muestras de arquitectura clásica inglesa. Se destacaba la gran escalera de honor. De más está decir que tanto de la escuela primaria como de ésta egresaron y se destacaron hombres de la cultura: ingenieros, abogados, médicos, actores, intelectuales. Hice los primeros años, luego como no iba a continuar estudiando ciencias económicas, rendí equivalencias para el colegio nacional.

Cuarto y quinto año lo realicé en el Colegio Sarmiento, Libertad 1257, una escuela de enseñanza media fundada en 1892, por el entonces presidente de la Nación Dr. Carlos Pellegrini, como anexo del Colegio Nacional de Buenos Aires, y ocupa su majestuoso edificio desde 1928. Su historia comienza como un anexo para albergar a más alumnos, y con el tiempo se consolidó como una institución educativa independiente y prestigiosa dentro de un edificio de arquitectura clásica, monumental y simétrica. Reconocida en la zona del barrio de Recoleta. Bustos de próceres, escalinatas de mármol, patio central con galerías que favorecen el panóptico. Debo decir que fui un alumno medio, con placer en el estudio de Literatura, Historia, Matemáticas y Física. El resto me resultaba tedioso.

Al recibirme de bachiller rendí examen de ingreso en la Escuela Normal Superior de Profesores Mariano Acosta, fundado en 1874. Es de estilo neo renacimiento italiano. Por aquellos años la mejor institución para el estudio de Letras y de Ciencia. El nivel académico era notable. Cito sólo a tres profesores: Julio Balderrama, Lorenzo Mascialino, Germán Orduna; de nivel internacional. Por sus aulas pasaron, entre otros, Arturo Marasso, Julio Cortázar, Leopoldo Marechal, Manuel Sadosky, José Luis Romero…

Estos colegios, más la educación de mi hogar, hicieron que buscara siempre la excelencia. Amigos, conocidos, poetas y escritores fueron formando una educación que compartía con el deporte: fútbol, box, natación. Esto última lo sigo practicando dos veces por semana. Los libros, la Biblioteca del Maestro, las galerías de pinturas o el cine eran parte íntima que se combinaba con la actividad deportiva diaria o semanal; gritar en la tribuna de la cancha de Independiente junto a los primos de Avellaneda: al lado de mi hermano Roberto en el Luna Park o con mis padres en un teatro de Avenida de Mayo descubriendo la zarzuela. De allí amigos de diferentes clases sociales, de distintas formaciones, de miradas que me ayudaron a ver y aprender desde ángulos diversos. También el deporte por aquellos tiempos era otra cosa. Mens sana in corpore sano, leíamos en el frontispicio del club. Sí, caro lector, una cita del poeta romano Juvenal.

Ni hablar de los planes de estudios, el alto nivel de la mayoría de maestros y profesores, el trato cotidiano, el respeto. Un ejemplo de todo lo dicho. Hay dos presidentes decisivos de la Generación del 80: Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca. El colegio primario del cual hablé tiene un estilo neoclásico de fortísima impronta griega: parece un Partenón con su columnata jónica y su frontis triangular. Sobre la puerta de entrada principal una leyenda: Liber liberat, el libro libera. Eso leíamos niños de seis años todos los días al entrar. Un juego de palabras latino para una clara referencia a un templo del saber, que hace referencia a uno de los protagonistas del campo semántico “escuela”: el libro. Y a otro menos explorado en ese universo: el libro libera, bienvenidos a la escuela.

Luego acudieron viajes, grandes ciudades, aldeas, gastronomías, cafés, idiomas, museos, artesanías, encuentros con nuevos amigos… Pensar que todo comenzó en un cuaderno con palotes. Y una pelota de goma.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 24 de agosto de 2025

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