Albert Camus: ética, dignidad, literatura
El arte no puede ser un monólogo, debe ser un diálogo con el mundo
Albert Camus
A los diecisiete años descubrí a Albert Camus. El extranjero fue la obra inicial. Mi hermana Raquel me lo regaló. Mi madre había fallecido cuando yo entraba en la adolescencia. Ella fue la hermana protectora, la belleza orientadora, la bondad plena. Me llevaba al teatro Colón, a las confiterías de la calle Florida, al mar. Me educaba, por ejemplo, en cómo debía darle la mano a una señora mayor al bajar del tranvía. Junto a mi padre fue formando mi identidad. Me hizo socio del club Gimnasia y Esgrima, nombraba a Edward Albee, a Sarmiento, a Jorge Newbery, a Malraux, a García Lorca, a Eugène Ionesco, a Picasso…
Dante era una pequeña cafetería de la calle Tucumán al 1600. Solía, en esa adolescencia tardía, radicarme con alguna bella muchacha los sábados, desde el atardecer hasta el cierre. Allí un pequeño grupo de actores, abogados, lectores ávidos e intelectuales solían reunirse. Era el menor de todos; los atendía en silencio. No acostumbraba opinar, conocía mis límites. Allí, como en mi hogar, aprendí a escuchar. Y la muchacha de mirada suave junto a mí. Hablaban de ajedrez, de historia, de la Revolución Cubana, del peronismo, del estalinismo, de Borges o de Balzac, de la Guerra Civil Española, de Trotsky. Uno de ellos, un ser con inspección perdida, me habló de Camus. Cacho, ese era todo lo que sabíamos de él. Y me llevó a sentir el pensamiento de este autor.
A partir de su escritura encontramos un espíritu crítico de la sociedad. No es una actitud nihilista. La muerte de Dios es un punto de partida para comprender que no existe deidad tutelar, que no existe un padre protector o un líder carismático que oriente, guie y forme al individuo. El mundo, la vida absurda, vale la pena de ser vivida.
La existencia de este escritor argelino-francés fue marcada por los estragos de dos guerras mundiales, por la independencia de Argelia, por la muerte de su padre, por la miseria y la pobreza, Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista tuvo influencias de Kafka, Schopenhauer, Dostoievski, Nietzsche y lo que representó el existencialismo alemán. Estos hombres condicionaron su pensamiento, el punto de vista existencial, la mirada ética.
Su obra denuncia permanentemente la indiferencia, la falta de valores del ser en la modernidad. En cada página late el espíritu rebelde, subversivo. Pone sobre el tapete la solidaridad, la hospitalidad, la justicia. Sus personajes encarnan esta ética contra un mundo cruel, egoísta y decadente. Poco a poco me hice admirador de sus planteos, de la preeminencia de la existencia sobre la esencia. El ser humano existe, luego piensa. Hasta hoy sigo sus pasos.
En sus novelas y ensayos obliga al lector a reflexionar sobre los valores del ser humano; valores que necesita para vivir en libertad, en la conciencia de esa libertad. Ejemplos: El extranjero (1942), El mito de Sísifo (1942) o El hombre rebelde (1951). Nos dice que debemos tomar conciencia sobre el absurdo. Debemos mirar el abismo, la inmensidad del universo, evitar el autoengaño. Debemos conocer el absurdo para encarar esa lucha contra la actitud pasiva, indiferente, Una actitud rebelde pero responsable.
Señala los vínculos sociales, elevar una rebeldía ética. Releamos: «El hombre rebelde actúa, pues, en nombre de un valor, aún confuso, pero del que, al menos, tiene la sensación de que le es común con todos los hombres. Vemos que la afirmación implicada en todo acto de rebeldía se extiende a algo que rebasa al individuo en la medida en que lo saca de su presunta soledad y le proporciona una razón de obrar».
Nos dice, nos enseña un camino: la vida sin dioses supone un desafío. No hay valores eternos. Luchamos por una vida sin razón. El sentido de rebeldía es lo único que vale la pena. Esa rebeldía, una vez más, es su propuesta ética. La ruptura con el statu quo de una sociedad para Camus no es algo negativo, es todo lo contrario. Hacerle frente al absurdo sin negarlo. Y eso se enfrenta a través de la acción. Un ejemplo de lo escrito lo advertimos en La peste (1947). Vemos la soledad, la naturaleza humana.
«Dr. Rieux: Tiene usted razón, Rambert, tiene usted enteramente razón y yo no quería por nada del mundo desviarlo de lo que piensa hacer. Sin embargo, es preciso que le haga comprender que aquí no se trata de heroísmo. Se trata solamente de honestidad. Es una idea que puede que le haga reír, pero el único medio de luchar contra la peste es la honestidad”.
Si la mirada del hombre está perdida en la inmensidad del universo, dominado por una mentalidad nihilista, será imposible que tome conciencia. Desde el nacimiento hasta el fin de sus días, son las personas y sus relaciones aquello que constituye lo definitorio de la vida. Es dentro de un colectivo donde el individuo debe fijar su conducta, donde debe marcar su compromiso definitivo. Hay una ética vitalista. En un mundo sin base trascendente el vitalismo, la ética vitalista, promueve la creación de valores propios. Otra vez: experiencia y voluntad.
(“El mundo se está volviendo un lugar más violento que si lo comparamos con el principio de este siglo y se espera que llegue a final de 2023 con al menos ocho grandes guerras, además de decenas de conflictos armados de menor intensidad, según advierten los investigadores”. Es de la BBC, 1923.)
Siempre me interesó más la postura de Camus que la de Sartre. Sartre afirmó que “el hombre está condenado a ser libre”. Camus no aboga por una libertad radical sin restricciones morales. Hay una ética de rebelión, pero una rebelión solidaria. Hay una actitud de resistencia y conciencia a partir de la dignidad. La vida se puede vivir con lucidez y entusiasmo. Hay un acto fundamental (lo vemos en El hombre rebelde) que significa el rechazo a la injustica, el compromiso con el otro. No es un acto de destrucción arbitraria, no luchamos para que el oprimido se convierta en opresor. Por tercera o cuarta vez: es una ética humanista. Una resistencia moral y solidaria con el otro.
Un dato que no siempre se tiene en cuenta. Igual que Pier Paolo Pasolini, Camus amaba el fútbol. En un artículo escrito a pedido de la revista France Football, 1957, cuando ya había recibió del Premio Nobel, dice: “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.
En las piezas teatrales nos señala un mismo camino. El absurdo, la rebeldía, el amor. Ejemplo: Calígula (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1949). Una breve cita: En Calígula, el autor señala el despotismo y la tiranía del emperador. De pronto toma conciencia de la desdicha, de la locura. La alienación de lo político termina siempre en inmoralidad, en violencia.
«Calígula: Ahora lo sé. (Siempre con naturalidad.) El mundo, tal como está, no es soportable. Por eso necesito la luna o la dicha, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo».
Camus presenta a Quereas como alternativa de rebeldía y ética para luchar contra el emperador. Camus subraya con éste personaje la importancia de actuar con valentía:
«Quereas: No es la primera vez que un hombre dispone en Roma de un poder sin límites, hasta el punto de negar al hombre y al mundo. Eso es lo que me aterra de él y lo que quiero combatir. Perder la vida es cosa nimia y, llegado el momento, no me faltará valor para afrontarlo».
En Estado de sitio critica los estados totalitarios y fascistas. Es, recordemos, una obra de teatro alegórica; la libertad y los derechos de los ciudadanos son subordinados a una dictadura. La sociedad se muestra con miedo, con falta de voluntad. Y se abre un agotamiento de los procesos burocráticos, la manipulación a la que somete la peste. En síntesis; muestra cómo comportarse ante cualquier totalitarismo absurdo que regímenes opresivos como el franquismo hizo padecer a la sociedad española.
Debo confesar que desde aquellos años me siento camusiano. Gozo su literatura, su conducta, su mirada del mundo. Los valores defendidos por Camus se pueden aplicar hoy a nuestra sociedad, a esta crisis global que por supuesto nos incluye. Vivimos rodeados de manipulaciones, mentiras, falacias, fake news, la pos-verdad… Hay conflictos armados, políticos y sociales, Consecuencias devastadoras para millones de hombres. Leemos: "El uso de la IA está intensificando los ataques cibernéticos, físicos y biológicos, haciéndolos más selectivos y, al mismo tiempo, más anónimos. La IA también facilita los ataques disminuyendo o incluso eliminando la necesidad de intervención física humana, especialización, viajes o maquinaria costosa, y los pone al alcance de todos, incluso de los llamados “lobos solitarios” o de grupos pequeños”. Fin de la lectura. Desplazamientos masivos, violaciones de derechos humanos. Populismos de izquierda o de derecha, una decadencia en el individuo, la falta de responsabilidad colectiva, guerras silenciosas y otras no tanto, la seducción de un capitalismo más salvaje y revoluciones cesáreas, la inacción de las sociedades. “Las pruebas arqueológicas, antropológicas y todas las pruebas documentales que sobrevivieron, indican que la guerra, el conflicto armado entre grupos políticos organizados, ha sido la norma universal de la historia humana”, escribió en 1988 el historiador Michael Howard en La invención de la paz y el retorno de la guerra.
El empobrecimiento moral nos acosa. Ceguera y desprecio por el dolor del otro en las nuevas corrientes de derecha, en esta suerte de paladines petulantes, de vulgaridad engreída. Hay que volver a Camus. Ni víctimas ni verdugos.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 7 de junio de 2025
Dante era una pequeña cafetería de la calle Tucumán al 1600. Solía, en esa adolescencia tardía, radicarme con alguna bella muchacha los sábados, desde el atardecer hasta el cierre. Allí un pequeño grupo de actores, abogados, lectores ávidos e intelectuales solían reunirse. Era el menor de todos; los atendía en silencio. No acostumbraba opinar, conocía mis límites. Allí, como en mi hogar, aprendí a escuchar. Y la muchacha de mirada suave junto a mí. Hablaban de ajedrez, de historia, de la Revolución Cubana, del peronismo, del estalinismo, de Borges o de Balzac, de la Guerra Civil Española, de Trotsky. Uno de ellos, un ser con inspección perdida, me habló de Camus. Cacho, ese era todo lo que sabíamos de él. Y me llevó a sentir el pensamiento de este autor.
A partir de su escritura encontramos un espíritu crítico de la sociedad. No es una actitud nihilista. La muerte de Dios es un punto de partida para comprender que no existe deidad tutelar, que no existe un padre protector o un líder carismático que oriente, guie y forme al individuo. El mundo, la vida absurda, vale la pena de ser vivida.
La existencia de este escritor argelino-francés fue marcada por los estragos de dos guerras mundiales, por la independencia de Argelia, por la muerte de su padre, por la miseria y la pobreza, Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista tuvo influencias de Kafka, Schopenhauer, Dostoievski, Nietzsche y lo que representó el existencialismo alemán. Estos hombres condicionaron su pensamiento, el punto de vista existencial, la mirada ética.
Su obra denuncia permanentemente la indiferencia, la falta de valores del ser en la modernidad. En cada página late el espíritu rebelde, subversivo. Pone sobre el tapete la solidaridad, la hospitalidad, la justicia. Sus personajes encarnan esta ética contra un mundo cruel, egoísta y decadente. Poco a poco me hice admirador de sus planteos, de la preeminencia de la existencia sobre la esencia. El ser humano existe, luego piensa. Hasta hoy sigo sus pasos.
En sus novelas y ensayos obliga al lector a reflexionar sobre los valores del ser humano; valores que necesita para vivir en libertad, en la conciencia de esa libertad. Ejemplos: El extranjero (1942), El mito de Sísifo (1942) o El hombre rebelde (1951). Nos dice que debemos tomar conciencia sobre el absurdo. Debemos mirar el abismo, la inmensidad del universo, evitar el autoengaño. Debemos conocer el absurdo para encarar esa lucha contra la actitud pasiva, indiferente, Una actitud rebelde pero responsable.
Señala los vínculos sociales, elevar una rebeldía ética. Releamos: «El hombre rebelde actúa, pues, en nombre de un valor, aún confuso, pero del que, al menos, tiene la sensación de que le es común con todos los hombres. Vemos que la afirmación implicada en todo acto de rebeldía se extiende a algo que rebasa al individuo en la medida en que lo saca de su presunta soledad y le proporciona una razón de obrar».
Nos dice, nos enseña un camino: la vida sin dioses supone un desafío. No hay valores eternos. Luchamos por una vida sin razón. El sentido de rebeldía es lo único que vale la pena. Esa rebeldía, una vez más, es su propuesta ética. La ruptura con el statu quo de una sociedad para Camus no es algo negativo, es todo lo contrario. Hacerle frente al absurdo sin negarlo. Y eso se enfrenta a través de la acción. Un ejemplo de lo escrito lo advertimos en La peste (1947). Vemos la soledad, la naturaleza humana.
«Dr. Rieux: Tiene usted razón, Rambert, tiene usted enteramente razón y yo no quería por nada del mundo desviarlo de lo que piensa hacer. Sin embargo, es preciso que le haga comprender que aquí no se trata de heroísmo. Se trata solamente de honestidad. Es una idea que puede que le haga reír, pero el único medio de luchar contra la peste es la honestidad”.
Si la mirada del hombre está perdida en la inmensidad del universo, dominado por una mentalidad nihilista, será imposible que tome conciencia. Desde el nacimiento hasta el fin de sus días, son las personas y sus relaciones aquello que constituye lo definitorio de la vida. Es dentro de un colectivo donde el individuo debe fijar su conducta, donde debe marcar su compromiso definitivo. Hay una ética vitalista. En un mundo sin base trascendente el vitalismo, la ética vitalista, promueve la creación de valores propios. Otra vez: experiencia y voluntad.
(“El mundo se está volviendo un lugar más violento que si lo comparamos con el principio de este siglo y se espera que llegue a final de 2023 con al menos ocho grandes guerras, además de decenas de conflictos armados de menor intensidad, según advierten los investigadores”. Es de la BBC, 1923.)
Siempre me interesó más la postura de Camus que la de Sartre. Sartre afirmó que “el hombre está condenado a ser libre”. Camus no aboga por una libertad radical sin restricciones morales. Hay una ética de rebelión, pero una rebelión solidaria. Hay una actitud de resistencia y conciencia a partir de la dignidad. La vida se puede vivir con lucidez y entusiasmo. Hay un acto fundamental (lo vemos en El hombre rebelde) que significa el rechazo a la injustica, el compromiso con el otro. No es un acto de destrucción arbitraria, no luchamos para que el oprimido se convierta en opresor. Por tercera o cuarta vez: es una ética humanista. Una resistencia moral y solidaria con el otro.
Un dato que no siempre se tiene en cuenta. Igual que Pier Paolo Pasolini, Camus amaba el fútbol. En un artículo escrito a pedido de la revista France Football, 1957, cuando ya había recibió del Premio Nobel, dice: “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.
En las piezas teatrales nos señala un mismo camino. El absurdo, la rebeldía, el amor. Ejemplo: Calígula (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1949). Una breve cita: En Calígula, el autor señala el despotismo y la tiranía del emperador. De pronto toma conciencia de la desdicha, de la locura. La alienación de lo político termina siempre en inmoralidad, en violencia.
«Calígula: Ahora lo sé. (Siempre con naturalidad.) El mundo, tal como está, no es soportable. Por eso necesito la luna o la dicha, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo».
Camus presenta a Quereas como alternativa de rebeldía y ética para luchar contra el emperador. Camus subraya con éste personaje la importancia de actuar con valentía:
«Quereas: No es la primera vez que un hombre dispone en Roma de un poder sin límites, hasta el punto de negar al hombre y al mundo. Eso es lo que me aterra de él y lo que quiero combatir. Perder la vida es cosa nimia y, llegado el momento, no me faltará valor para afrontarlo».
En Estado de sitio critica los estados totalitarios y fascistas. Es, recordemos, una obra de teatro alegórica; la libertad y los derechos de los ciudadanos son subordinados a una dictadura. La sociedad se muestra con miedo, con falta de voluntad. Y se abre un agotamiento de los procesos burocráticos, la manipulación a la que somete la peste. En síntesis; muestra cómo comportarse ante cualquier totalitarismo absurdo que regímenes opresivos como el franquismo hizo padecer a la sociedad española.
Debo confesar que desde aquellos años me siento camusiano. Gozo su literatura, su conducta, su mirada del mundo. Los valores defendidos por Camus se pueden aplicar hoy a nuestra sociedad, a esta crisis global que por supuesto nos incluye. Vivimos rodeados de manipulaciones, mentiras, falacias, fake news, la pos-verdad… Hay conflictos armados, políticos y sociales, Consecuencias devastadoras para millones de hombres. Leemos: "El uso de la IA está intensificando los ataques cibernéticos, físicos y biológicos, haciéndolos más selectivos y, al mismo tiempo, más anónimos. La IA también facilita los ataques disminuyendo o incluso eliminando la necesidad de intervención física humana, especialización, viajes o maquinaria costosa, y los pone al alcance de todos, incluso de los llamados “lobos solitarios” o de grupos pequeños”. Fin de la lectura. Desplazamientos masivos, violaciones de derechos humanos. Populismos de izquierda o de derecha, una decadencia en el individuo, la falta de responsabilidad colectiva, guerras silenciosas y otras no tanto, la seducción de un capitalismo más salvaje y revoluciones cesáreas, la inacción de las sociedades. “Las pruebas arqueológicas, antropológicas y todas las pruebas documentales que sobrevivieron, indican que la guerra, el conflicto armado entre grupos políticos organizados, ha sido la norma universal de la historia humana”, escribió en 1988 el historiador Michael Howard en La invención de la paz y el retorno de la guerra.
El empobrecimiento moral nos acosa. Ceguera y desprecio por el dolor del otro en las nuevas corrientes de derecha, en esta suerte de paladines petulantes, de vulgaridad engreída. Hay que volver a Camus. Ni víctimas ni verdugos.
¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice no
Albert Camus
Carlos Penelas
Buenos Aires, 7 de junio de 2025
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