Adelantando la salida del próximo poemario de Carlos Penelas, Soliloquio del desvelo, Editorial Dunken publicó nuevos señaladores con la tapa del libro, con fotografía de Emiliano Penelas, y unas palabras de Alejandro Dunken sobre la obra del escritor.
a Lucas Moreno, In memoriam
La pluma es la lengua del alma
Cervantes
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Don Quijote y Sancho, ilustrado por Honoré de Daumier |
El poeta Héctor Ciocchini fue uno de los maestros que tuve la fortuna de conocer. La amistad – intacta durante años hasta su muerte - se generó a partir de lecturas, conversaciones, análisis literarios. Junto a él descubrí valores fundamentales de los clásicos, una mirada distinta, un criterio más amplio. Los encuentros en su biblioteca o en mi hogar giraban en torno a la vida, la sociedad - compartiendo cenas, cumpleaños, caminatas o películas - señalando la conducta del ser humano a partir de textos de Moro o Campanella, contemplando lo cotidiano desde una página de Marco Polo o Dickens. Siempre convocaba las figuras - nobles, bellas - de Vicente Fatone y Arturo Marasso. Y sus recuerdos del Instituto Warburg, los años fructíferos de lectura y docencia. El estudio de la Historia del Arte, la iconografía y la iconología, el interés por la simbología, por lo alegórico, los emblemas. Su saber, su honestidad intelectual, su palabra clara y precisa me acompañaran hasta el fin de mis días.
En un reportaje a Wislawa Szymborska le preguntaron qué poeta contemporáneo le recomendaría leer a un joven. La poeta polaca respondió: Ovidio. La gran literatura siempre adquiere una actualidad renovada a la luz de las nuevas generaciones. Si utilizamos -como nos enseñó el profesor Héctor Ciocchini- las temáticas y métodos propuestos por Aby Warburg, para desentrañar las raíces de nuestra herencia hispánica y sobre todo comprender la naturaleza del acto de creación, entendemos con claridad la respuesta de Szymborska.
Quiero rendir homenaje a dos espíritus supremos que tanto hicieron por la educación, enseñando el lenguaje en el lenguaje mismo así como Hegel afirmaba que se debe enseñar a nadar nadando. Me refiero a Pedro Henríquez Ureña, el humanista dominicano, y a nuestro querido ensayista, crítico y poeta, don Arturo Marasso.
Leer y estudiar el ámbito de ciertas lecturas hicieron de mi un lector atento y particularmente lírico. En mi poética hay dos vertientes. Me confieso nieto de Quevedo y de la lírica gallega. Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, uno de los libros admirables que leí por primera vez a los doce años - gracias a mi padre, incansable leedor –. Ésta obra comenzó a publicarse en marzo de 1844, en el género de novela folletinesca para el periódico Le Siècle. Plena de acción, romance, intriga y humor, es considerada una de las piezas más importantes de la literatura francesa. Más allá de que estos mosqueteros existieron en la vida la novela folletinesca mencionada, como muchas otras, tiene un gran valor literario y ético. Ejemplos sobran: Salgari, Carlo Collodi, Pérez Galdós, Tolstoy, Stevenson… Dumas crea arquetipos, son personajes creíbles, cercanos. Es un gran conocedor del alma humana, nos habla del honor, de la cobardía o la prudencia. La frescura de sus páginas continúan vigentes; es un clásico de la literatura universal.
En Poesía Española, ensayo de métodos y límites estilísticos dice Dámaso Alonso cuando habla del hipérbaton: "Hay que tener en cuenta la enorme polisemia de la posición "de", y no escandalizarnos por asociar como ejemplos valores muy diferentes: "de los dos ojos... llorando", "de largos reinos...señor" (Poema del Cid). Y en el otro extremo: "de tu balcón sus nidos a colgar" (Bécquer); "del limonero entre el follaje oscuro" (A. Machado)".
En éste ejemplo Dámaso Alonso nos demuestra que la violencia del lenguaje usual no es esencialmente distinta de las más osadas de Góngora. Pero más allá del análisis crítico nos sirve para admitir la divinidad de un verso, la fina sensibilidad, la cultura auténtica expresada con delicada espiritualidad.
¿Qué queremos decir? Que la literatura española, y fundamentalmente su poesía, está dentro de la gran poesía de la humanidad. Su intensidad, sus altas metas, su variedad, prueban también el núcleo lírico popular en la tradición hispana, el inmenso tesoro de su poesía.
Debemos señalar para aquellos que supuestamente están en el camino del arte contemporáneo buscando originalidades, giros sorprendentes, estructuras distintas, analizando o partiendo de versos casi indescifrables, queremos decir, repito, que tanto Garcilaso como Quevedo son poetas modernos. Y que sus literaturas tienen una inalienable unicidad, alma de la obra y de lengua. A propósito de lo expuesto recordamos la palabra del poeta Alejandro Drewes, hombre de formación científica y humanista, crítico de fina lucidez: “A pesar de que en España su obra ha sido, y aún lo es, muy poco conocido por los lectores de poesía, Östen Sigvard Sjöstrand (Gotemburgo, 1925 – Estocolmo, 2006) fue, sin embargo, un poeta y novelista sueco bastante bien relacionado con el mundo hispanoamericano. Traductor de obras extranjeras a la lengua vernácula y miembro del Comité Nobel durante veinte años, Sjöstrand había sido miembro cofundador de la revista cultural Artes, en la que colaboró como redactor responsable de 1975 a 1988. Casado con la también escritora Ella Hillbäck, publicó, en 1949, Unio, su primer poemario, obra transida toda ella de ese sentimiento de angustia agónica que marcó la poesía sueca de finales de los años cuarenta, consecuencia directa de los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial”. (Acerca de Östen Sjöstrand y la música oculta, 2012).
Las lecturas de juventud son por un lado poco provechosas pues hay impaciencia, distracción y falta de método. Por otro lado está la pasión, la propuesta de modelos. Cuando llegamos a la vida adulta nos damos cuenta de ello. Así como nosotros vamos cambiando, a los textos que nos aguardan les sucede lo mismo. Los viajes son fundamentales para una mayor comprensión del hecho literario. No olvidarlo. “El mundo es un libro –decía san Agustín–, y aquellos que no viajan, no leen de él más que una página”.
Partimos de una base. Se leen los clásicos por amor. No por obligación o por respeto. Y a los clásicos castellanos los leemos con amor, con devoción. Y además debemos saber desde donde leemos. Ni la obra ni nosotros somos intemporales. “El arte habla en el lenguaje ingenuo e infantil de la intuición, no en el abstracto y serio de la reflexión”. Esto lo afirma Schopenhauer. Y Cervantes: “Saber sentir es saber dccir”. “Basta con sentir”, resume Goethe.
Mi aproximación a la poesía castellana fue a través del Arcipreste, de Garcilaso, de Fray Luis, de San Juan de la Cruz, de Góngora, de Lope, de Quevedo, pero me emocionó a partir de Jorge Manrique. Más acá comprendí y amé a los clásicos contemporáneos: Machado, Hernández, Lorca, León Felipe, Jorge Guillén, Cernuda y tantos otros. Pero también a nuestros clásicos: Neruda, Vallejo, Borges, Franco, Molinari, Darío, Lugones, Girondo. Y naturalmente a los narradores latinoamericanos que tanto aportaron a la evolución de la lengua.
Sostengo, como afirmó Borges, que "sólo la palabra escrita tiene plena realidad ontológica". La literatura presupone entonces también un problema moral, en todas sus alternativas se presenta valor y vileza, corrupción y virtud, la violencia del poderoso y la sufrida del hombre de a pie. Hay búsqueda de la verdad a partir de una estética. El valor de la palabra escrita se vincula con lo vivido, es siempre emblemática o conceptual. No deja de ser paradójico lo que nos enseña el arte. Siglos de primitivos textos y sólo el presente vale. Sólo hoy y aquí ocurren los hechos. Infinitos signos a través de la lectura son celebrados con emoción y afecto en el presente. Decía el maestro Pedro Henríquez Ureña: "Donde termina la gramática empieza el arte".
Un espíritu universal debe detestar todo provincialismo. Pero tampoco vale hablar de un universalismo genérico ni de tonterías abstractas, sino del aliento poético que convierte al lector y a los hombres a partir de su condición humana, de su curruncho. Por eso nos molestan tanto ciertos intelectuales o políticos que proclaman una cultura popular. Aquí haremos una breve digresión. La creación artística de ningún modo es una ceremonia religiosa o mística. Tiene sus propias leyes, sus propias reglas y métodos. Pero sobre todo la creación artística -que utiliza un lenguaje- lleva implícita un fuerte proceso del subconsciente. Y el arte se crea sobre la base de una interacción permanente entre la clase y los artistas, tanto en la vida cotidiana como en la cultural y la ideológica.
El descubrimiento de Fray Luis nos remite a detenernos en cada matiz, en cada palabra, estudiar un campo semántico. La lírica universal de Garcilaso, que tal vez es la síntesis del Siglo de Oro si advertimos en su obra la ascensión por la música, la palabra interior que busca el rimo permanente.
En su estudio sobre Boscán, dice Arturo Marasso al que sitúa "entre la expresión todavía no lograda y la palabra interior que busca el ritmo permanente".
ESPIRITUALIDAD
En los textos de la poesía española del siglo XV vemos la espiritualidad latina, la aristocracia de cada palabra, los metros más adecuados. Iniciamos un itinerario donde depuramos la pasión, el movimiento del alma. De allí la necesidad de ciertos intérpretes para analizar y comprender la creación literaria en todo su misterio y complejidad.
España no sólo trajo libros o una cultura de letras. Trajo Romances, sanciones, juegos, bailes. Nos advierte Pedro Henríquez Ureña: "España es el primer pueblo conquistador que discute la conquista, como Grecia es el primer pueblo que discute la esclavitud."
Encontramos en una visión panorámica varias lecturas de una lengua. En el lenguaje mismo, en la arquitectura, en la pintura. La arquitectura y la pintura se suman a la alta calidad de la escultura española, la de la piedra y la de la madera pintada. Un sólo nombre: Berruguete.
En un ensayo sobre crítica y estilo el profesor Ciocchini dice: "...el aspecto greco-morisco y judío, la España oriental, no ha sido aun suficientemente estudiada - y esta labor parte de una trabajo textual y estilístico que requeriría largos años. Un análisis crítico, una nueva mentalidad crítica, ediciones anotadas de autores como el Rabí Sem Tob, don Enrique de Villena, Juan de Mal Lara, manifiestan un tesoro de aspectos nuevos e iluminan la lengua con facetas que escapan al retoricismo, a la apariencia de chatura y uniformidad que afecta a las letras españolas por falta de depuración en las concepciones críticas". El lenguaje va de lo coloquial a lo formal, de lo erudito a lo cotidiano.
A fines del siglo XVIII, don Vicente de los Ríos, emparejó a Cervantes en su “Juicio crítico del Quijote”, con los grandes épicos de la antigüedad clásica, fundamentalmente con Virgilio: "La morada de don Quijote en casa de los Duques corresponde perfectamente a la detención de Eneas en Cartago. El extraño suceso de la Trifaldi y su continuación son también un espectáculo tan divertido como la relación del saco de Troya; la aparición del Clavileño aligero no es menos oportuna ni agradable que la descripción del paladín troyano, y los amores de Altisidora son comparables en su línea con la pasión de Dido". Esta obra cumbre de la literatura mundial es siempre una catarsis para nuestra alma. Como dijo Jorge Nicolai: "Cervantes como genuino precursor del nuevo tiempo, ha superado el pasado y se ríe del fetiche de ayer". He aquí un ejemplo: "Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo".
GRANDES TEMAS
Para un poeta el problema de la poesía es la Belleza. Este camino milagroso es la creación del hombre. El propósito de un poema es enfrentarse a los grandes temas. La poesía castellana lo cristalizó en uno de los poemas que más he admirado desde mi temprana juventud. Estoy haciendo referencia a Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. La lectura de los escritores medievales españoles son herederos de la tradición que fue capaz de engendrar la poesía más hermosa de su tiempo, me refiero a los romances viejos.
Evocar, es pertinente, palabras de Ionesco: “Mirad las personas que corren afanosas por las calles. No miran ni a derecha ni a izquierda, con gesto preocupado, los ojos fijos en el suelo como los perros. Se lanzan hacia adelante, sin mirar ante sí, pues recorren maquinalmente el trayecto, conocido de antemano. En todas las grandes ciudades del mundo es lo mismo. El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio”.
Para finalizar vale recordar que a mitad del siglo XV un judío de Baena ofrece al rey Don Juan una compilación de "cantigas muy dulces e graciosamente sazonadas, de muchas e diversas artes". El Cancionero de Juan Alfonso Baena -nos dice Pedro Salinas- "aunque contenga poesía de otra especie, significa en buena parte la castellanización de la lírica cortesana provenzal".
Nosotros no somos españoles en esto; y no consideramos ni a Dickens, Goethe, Max Müller o Thiers,
extraños a nuestro ser, pues ellos, indiferentemente, forman nuestra razón, nuestro espíritu y nuestro gusto.
Sarmiento
Carlos Penelas
Buenos Aires, julio de 2023
sábado, julio 01, 2023
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Entrevista al gran poeta argentino, colaborador de PROPRONews, en su reciente viaje a nuestro país.
El gran poeta y periodista argentino Carlos Penelas, colaborador de este periódico, ha visitado España en un largo periplo durante las últimas semanas. Descendiente de gallegos, su retorno a la tierra natal de sus ancestros, después de recorrer otras regiones españolas, ha permitido que otro intelectual y también colaborador de PROPRONews, Manuel Suárez Suárez -también emigrante en su día en tierras sudamericanas- le realice en Santiago de Compostela la breve entrevista que publicamos a continuación.
“Con un mundo propio inconfundible y un escenario lírico personalísimo, capaz de abordar con igual maestría cada uno de los grandes motivos de la poesía universal -el tiempo y el devenir, el amor, la fe, la soledad existencial-, la obra de Carlos Penelas gravita por su propio peso y destaca nítidamente por sí misma dentro del desangelado escenario de la poesía actual, y especialmente argentina”. Alejandro Drewes
El muy reconocido poeta Carlos Tomás Penelas Abad (colaborador de Diariocrítico de Argentina) siempre supo donde tenía sus raíces. Nació en Piñeiro-Avellaneda, que era el lugar de mayor concentración de emigración gallega en la República Argentina. Fue el benjamín en una familia en la que su madre era de la comarca de Ourense (Santo André de Rante) y su padre de la comarca de Betanzos (A Espenuca de Coirós). En su hogar estaba muy presente Galicia ya que sus padres hablaban en gallego.
PREGUNTA.- Estimado Carlos, nuestra amistad viene de lejos. Hemos compartido alegrías, cenas, conferencias y viajes. Creo haber leído casi todos tus libros, tanto de poesía como ensayos, artículos y la magnífica biografía sobre tu admirado doctor Favaloro. ¿Cuál es tu idea de lo poético, tu sentir y tu mundo?
RESPUESTA.- Caro amigo Manuel. Una de las personas -es mi obligación reiterarlo- que mucho hizo por mi trayectoria fuiste vos, uno de los amigos que me abrieron puertas en Galicia, con escritores, gente de la cultura o centros para dar conferencias, nacieron desinteresadamente de tu honestidad, de tu fraternal compañerismo. Y también el cariño con mis hijos. Dicho esto, debo confesar que la poesía tiene su espacio, su movimiento. Observa la memoria, la emoción de la memoria. De allí el espejo, la otredad. A veces enfrentamos la desmemoria, matices o susurros del sueño. Es cuando vemos sin mirar; tal vez una travesía de imágenes, quizás un umbral errante. Las imágenes custodian nuestra vigilia, una suerte de duende emana de nuestras raíces, de nuestra infancia. Entonces, la intimidad anhela la palabra; la palabra tiene ritmo. Silencio y contemplación. Hay una penumbra del sentir, una ensoñación de la tonalidad verbal. Brega contra lo fosilizado, promueve desorden; purifica la vida. Un símbolo donde late la ensoñación de lo profano. Descubre una estética, lo deshabitado, la pasión; y también el gozo de aquella infancia que alguna vez extraviamos. Percibimos la tensión de lo absoluto y lo efímero. Es cuando el verso nos confiesa, nos sueña. Y comprendemos su misterio: la muerte es el destino. La metáfora considera voces, la condición humana del poema. De allí la gravedad de la palabra. Con el espíritu de Leonardo: “La poesía es lo bello que viste lo verdadero”.
FORMACIÓN Y CRECIMIENTO
P.- Quisiera que cuentes algo sobre tu formación, crecimiento y autores que admiraste.
R.- Recuerdo que al comienzo de mi actividad literaria fui receptor de cartas y frases auspiciosas de poetas a quienes admiraba desde adolescente. Pero, bueno, las palabras de don Ricardo Molinari, en su momento, fueron un estímulo enorme, impensable. Me sorprendió al escribir sobre mí que “este poeta viene de Boscán”, ya que era muy parco en elogios y en general huraño en el trato. Me llenó de alegría y respiré. Don Ricardo ponderaba mucho mi poemario “Cantigas”, que tenía en su mesita de luz. Poseía una formación muy sólida; desde la poesía primitiva galaico-portuguesa, la poesía del romancero español, hasta la lírica inglesa e italiana. Al nombrar a Boscán evocaba el clasicismo, el humanismo, la influencia italiana en la poética española, pero también el hilo que va uniendo una trayectoria trascendente en la poética universal. Su ojo era muy sensible y descubrió esa fuente en mi poesía. Me unía a él -entre otras cosas- esa mirada de lo poético, esa búsqueda de lo clásico, esa pincelada evanescente. Son también fundamentales en mi formación, Luis Franco y Héctor Ciocchini. Estudié y leí, leí y estudié con pasión a los poetas medievales españoles, renacentistas y, por supuesto, la generación del 98 y la del 27. Ellos fueron fuente de estilos, de análisis, de estructuras formales. También la poesía italiana de principios del siglo XX: Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Cesare Pavese, Mario Luzi, Umberto Saba…, uno viene de esos poetas, sin duda. Pero sería injusto si dejara de nombrar a Giuseppe Bellini, Thorpe Running, José Filgueira Valverde, Julieta Gómez Paz, Hugo Cowes, Luis Alberto Quesada, Enrique Molina, Eduardo Blanco Amor, Ernesto Sábato, María Elena Walsh, Frank Dauster, Raúl González Tuñón, Lily Litvak, Jorge Luis Borges, Xesús Alonso Montero, Manuel J. Castilla y tantos otros que con sus lecturas o con sus consejos nos fueron formando el espíritu, la fineza interior, esa respiración sutil del poema. Y por supuesto, un hogar gallego en el cual don Manuel, mi padre, nos inculcó hasta el tuétano la historia de Galicia. Ahí entraban mitos, leyendas, hábitos; el destierro por hambruna o por persecución ideológica. Mis padres hablaban en casa en gallego, como mis tíos o primos mayores. Esa fuente fue vital.
P.- Quisiera que cuentes algo sobre tu formación, crecimiento y autores que admiraste.
R.- Recuerdo que al comienzo de mi actividad literaria fui receptor de cartas y frases auspiciosas de poetas a quienes admiraba desde adolescente. Pero, bueno, las palabras de don Ricardo Molinari, en su momento, fueron un estímulo enorme, impensable. Me sorprendió al escribir sobre mí que “este poeta viene de Boscán”, ya que era muy parco en elogios y en general huraño en el trato. Me llenó de alegría y respiré. Don Ricardo ponderaba mucho mi poemario “Cantigas”, que tenía en su mesita de luz. Poseía una formación muy sólida; desde la poesía primitiva galaico-portuguesa, la poesía del romancero español, hasta la lírica inglesa e italiana. Al nombrar a Boscán evocaba el clasicismo, el humanismo, la influencia italiana en la poética española, pero también el hilo que va uniendo una trayectoria trascendente en la poética universal. Su ojo era muy sensible y descubrió esa fuente en mi poesía. Me unía a él -entre otras cosas- esa mirada de lo poético, esa búsqueda de lo clásico, esa pincelada evanescente. Son también fundamentales en mi formación, Luis Franco y Héctor Ciocchini. Estudié y leí, leí y estudié con pasión a los poetas medievales españoles, renacentistas y, por supuesto, la generación del 98 y la del 27. Ellos fueron fuente de estilos, de análisis, de estructuras formales. También la poesía italiana de principios del siglo XX: Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Cesare Pavese, Mario Luzi, Umberto Saba…, uno viene de esos poetas, sin duda. Pero sería injusto si dejara de nombrar a Giuseppe Bellini, Thorpe Running, José Filgueira Valverde, Julieta Gómez Paz, Hugo Cowes, Luis Alberto Quesada, Enrique Molina, Eduardo Blanco Amor, Ernesto Sábato, María Elena Walsh, Frank Dauster, Raúl González Tuñón, Lily Litvak, Jorge Luis Borges, Xesús Alonso Montero, Manuel J. Castilla y tantos otros que con sus lecturas o con sus consejos nos fueron formando el espíritu, la fineza interior, esa respiración sutil del poema. Y por supuesto, un hogar gallego en el cual don Manuel, mi padre, nos inculcó hasta el tuétano la historia de Galicia. Ahí entraban mitos, leyendas, hábitos; el destierro por hambruna o por persecución ideológica. Mis padres hablaban en casa en gallego, como mis tíos o primos mayores. Esa fuente fue vital.
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Carlos Penelas es uno de los poetas más importantes de la lírica en castellano |
RODEADOS DE DECORACIONES
P.- ¿Cómo ves el panorama actual en lo literario y en lo social?
R.- Vivimos rodeados de decoraciones, de escenografías cotidianas, de saturaciones que funcionan de manera lateral, de mal gusto. La experiencia de la vida siempre condiciona al poeta. Hay un mundo que se crea ante la decadencia de todo lo que existe y debemos observar que la dualidad de la poesía frente al existir es sólo aparente. La literatura -en una época de globalización, banalidad y decadencia generalizada- tiende a polarizarse, a esfumarse. Se hipertrofia la espiritualidad, se crea una escenografía en torno a lo inmediato. La creación necesita silencio, tiempo, maduración. Y advertimos que las contraposiciones resultan cada día más homogéneas. Sin pedestales, entonces. Sin apelaciones a lo sentimental. Otra vez las vivencias: mi padre de A Espenuca y mi madre -María Manuela- de una aldea perdida de Ourense. Los abuelos eran analfabetos, jornaleros que hombrearon puertos en Ingeniero White. De allí vengo. Ellos fueron los dioses de mi infancia. Los recuerdo como “seres angelicales”, todos tenían una candidez especial, aunque eran capaces de dar la vida por una idea. Como mi tío Pedro Fraga, quien creía que los alcohólicos dejarían el vicio después de leer El Quijote. Los rescataba de la calle y les leía fragmentos del libro de Cervantes, mientras tomaban un plato de sopa en la cocina de su humilde casa de Avellaneda, pero les advertía: “si regresan borrachos, disparo”. Y era hombre de una sola palabra.
Manuel Suárez Suárez
P.- ¿Cómo ves el panorama actual en lo literario y en lo social?
R.- Vivimos rodeados de decoraciones, de escenografías cotidianas, de saturaciones que funcionan de manera lateral, de mal gusto. La experiencia de la vida siempre condiciona al poeta. Hay un mundo que se crea ante la decadencia de todo lo que existe y debemos observar que la dualidad de la poesía frente al existir es sólo aparente. La literatura -en una época de globalización, banalidad y decadencia generalizada- tiende a polarizarse, a esfumarse. Se hipertrofia la espiritualidad, se crea una escenografía en torno a lo inmediato. La creación necesita silencio, tiempo, maduración. Y advertimos que las contraposiciones resultan cada día más homogéneas. Sin pedestales, entonces. Sin apelaciones a lo sentimental. Otra vez las vivencias: mi padre de A Espenuca y mi madre -María Manuela- de una aldea perdida de Ourense. Los abuelos eran analfabetos, jornaleros que hombrearon puertos en Ingeniero White. De allí vengo. Ellos fueron los dioses de mi infancia. Los recuerdo como “seres angelicales”, todos tenían una candidez especial, aunque eran capaces de dar la vida por una idea. Como mi tío Pedro Fraga, quien creía que los alcohólicos dejarían el vicio después de leer El Quijote. Los rescataba de la calle y les leía fragmentos del libro de Cervantes, mientras tomaban un plato de sopa en la cocina de su humilde casa de Avellaneda, pero les advertía: “si regresan borrachos, disparo”. Y era hombre de una sola palabra.
Manuel Suárez Suárez
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de Montevideo (Uruguay), y articulista y escritor, ilustre galleguista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews.
PROPRONews, 14 de mayo de 2023
martes, mayo 16, 2023
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Es siempre una dicha, de entre las selectas y pocas, un motivo de celebración, la salida a luz de un poemario de un autor, de un pensador, de la envergadura de Carlos Penelas.
Con un mundo propio inconfundible y un escenario lírico personalísimo, capaz de abordar con igual maestría cada uno de los grandes motivos de la poesía universal–el tiempo y el devenir, el amor, la fe, la soledad existencial- , su obra gravita por su propio peso y destaca nítidamente por sí misma dentro del desangelado escenario de la poesía actual, y especialmente argentina.
Cabalmente poeta, pero también narrador y ensayista, con una obra desarrollada sin paisa ni pausa hace más de 50 años, Penelas se muestra, a través de su palabra y de su mirada, como un testigo excepcionalmente lúcido de su tiempo y circunstancias, y de la realidad, a menudo decadente y cínica –de la tragedia de Historia devenida en farsa-, que le ha tocado habitar.
Siempre lejos de los experimentalismos al uso, de los fuegos de artificio de la fama, y de los múltiples embelecos e imposturas de la industria editorial y cultural, se nos presenta en este libro - resultado de la selección de su escritura poética de los últimos cinco años-, en el momento más alto de su madurez, en el que puede sopesar, serenamente, casi sin amargura, las piedras miliares, el camino duramente recorrido.
Poeta lector en el mejor sentido de Bonnefoy, y por tanto hombre de biblioteca de la vieja guardia, Penelas logra consumar el difícil arte de ser él mismo -una voz-, sin por ello abandonar el legado de sus maestros, desde la fuente griega hasta Catulo, Horacio y los grandes vates latinos; y de Dante a la poesía gallega medieval, hasta los poetas del Siglo de Oro español y los poetas y novelistas modernos.
Plenamente consciente de haber nacido en un país que raramente ha sabido valorar en vida y menos aún suele recordar a sus grandes poetas, Carlos Penelas se aferra en defensa a las raíces invisibles; al mundo inefable de la infancia, a la sombra de los padres, a la ruta de la inmigración gallega, a la mujer que fue y es el amor de su vida.
Tal como otros grandes poetas argentinos –como Enrique Banchs, Juan L. Ortiz u Oscar Portela -, nuestro autor sabe sobrellevar con altura eso que Octavio Paz percibiera ya en estas latitudes hace un largo medio siglo -“la inclemencia de los discursos y la gritería, la opacidad general de las especies pensantes.”-
Esa relación con oficio de vivir del poeta, en ese nudo que ata inextricablemente vida y escritura, Penelas nos dice por ejemplo en el poema intitulado “Quietud predecible”:
Sucede, padre, que hubo cosas/ que pasaron a mi lado sin que las viera./ ¿Qué he de decir, entonces?/ ¿Qué alba o brújula o ventura circular/puedes responder desde la nada?/ Tu soledad ¿Está lejos de este aliento? /Late mi pulso. Y la tiniebla crece.
Donde abreva en la mejor tradición literaria sobre la muerte del padre, en silencioso diálogo con su sombra ausente.
En otro de los altos momentos del libro, en el poema “A una mujer de Cambre”, Penelas nos ofrece el prístino retablo de un tiempo inasible, irremisiblemente perdido pero salvado en la memoria, en estos versos
Sabía de los barcos, de su alcoba, de muelles./ (Hoy vago una patria sin amparo/ entre botellas rotas y voces impasibles.)/ Basta decir que ella reía como el mar /con desvanes voraces sobre el aire.
Coronando una serie de evocaciones memorables que retoman el supremo motivo romántico y de la poética celta en torno a la muerte de la Amada.
La patria de la infancia es evocada, en un escenario presidido por la eterna batalla de piezas blancas y negras sobe un tablero de ajedrez, junto con todos sus hondos simbolismos, desde Khayyam a Borges, en la singular belleza del poema “Apertura Ruy López”; tópico recurrente en la obra, que retoma al comienzo de la sección intitulada “Cinco poemas”, cuyos poemas pasan a adoptar un clima de honda melancolía, y recuerdan por momentos a Molinari, por caso en “De la desolación”.
Más adelante, el gran motivo del Viaje, insinuando en otros poemas previos, reaparece en “Flâneur”, y con él Baudelaire; y la ciudad real y las ciudades imaginarias de Calvino.
En los poemas finales y en especial en “Epitalamio”, el poeta urde delicadamente la trama entre el lejano pasado y el futuro, ente la infancia y la muerte: el inapelable dictum de aquel Memento mori.
Palabra en su pura desnudez, a su modo único, desde su irreparable tiempo, la poesía de Carlos Penelas claramente nos interpela.
Alejandro Drewes
(Buenos Aires, 1963). Académico y profesor universitario. Poeta y traductor [alemán / inglés / francés / sueco / catalán], con premios nacionales e internacionales. Colabora con revistas y publicaciones en la Argentina y el exterior.
Cabalmente poeta, pero también narrador y ensayista, con una obra desarrollada sin paisa ni pausa hace más de 50 años, Penelas se muestra, a través de su palabra y de su mirada, como un testigo excepcionalmente lúcido de su tiempo y circunstancias, y de la realidad, a menudo decadente y cínica –de la tragedia de Historia devenida en farsa-, que le ha tocado habitar.
Siempre lejos de los experimentalismos al uso, de los fuegos de artificio de la fama, y de los múltiples embelecos e imposturas de la industria editorial y cultural, se nos presenta en este libro - resultado de la selección de su escritura poética de los últimos cinco años-, en el momento más alto de su madurez, en el que puede sopesar, serenamente, casi sin amargura, las piedras miliares, el camino duramente recorrido.
Poeta lector en el mejor sentido de Bonnefoy, y por tanto hombre de biblioteca de la vieja guardia, Penelas logra consumar el difícil arte de ser él mismo -una voz-, sin por ello abandonar el legado de sus maestros, desde la fuente griega hasta Catulo, Horacio y los grandes vates latinos; y de Dante a la poesía gallega medieval, hasta los poetas del Siglo de Oro español y los poetas y novelistas modernos.
Plenamente consciente de haber nacido en un país que raramente ha sabido valorar en vida y menos aún suele recordar a sus grandes poetas, Carlos Penelas se aferra en defensa a las raíces invisibles; al mundo inefable de la infancia, a la sombra de los padres, a la ruta de la inmigración gallega, a la mujer que fue y es el amor de su vida.
Tal como otros grandes poetas argentinos –como Enrique Banchs, Juan L. Ortiz u Oscar Portela -, nuestro autor sabe sobrellevar con altura eso que Octavio Paz percibiera ya en estas latitudes hace un largo medio siglo -“la inclemencia de los discursos y la gritería, la opacidad general de las especies pensantes.”-
Esa relación con oficio de vivir del poeta, en ese nudo que ata inextricablemente vida y escritura, Penelas nos dice por ejemplo en el poema intitulado “Quietud predecible”:
Sucede, padre, que hubo cosas/ que pasaron a mi lado sin que las viera./ ¿Qué he de decir, entonces?/ ¿Qué alba o brújula o ventura circular/puedes responder desde la nada?/ Tu soledad ¿Está lejos de este aliento? /Late mi pulso. Y la tiniebla crece.
Donde abreva en la mejor tradición literaria sobre la muerte del padre, en silencioso diálogo con su sombra ausente.
En otro de los altos momentos del libro, en el poema “A una mujer de Cambre”, Penelas nos ofrece el prístino retablo de un tiempo inasible, irremisiblemente perdido pero salvado en la memoria, en estos versos
Sabía de los barcos, de su alcoba, de muelles./ (Hoy vago una patria sin amparo/ entre botellas rotas y voces impasibles.)/ Basta decir que ella reía como el mar /con desvanes voraces sobre el aire.
Coronando una serie de evocaciones memorables que retoman el supremo motivo romántico y de la poética celta en torno a la muerte de la Amada.
La patria de la infancia es evocada, en un escenario presidido por la eterna batalla de piezas blancas y negras sobe un tablero de ajedrez, junto con todos sus hondos simbolismos, desde Khayyam a Borges, en la singular belleza del poema “Apertura Ruy López”; tópico recurrente en la obra, que retoma al comienzo de la sección intitulada “Cinco poemas”, cuyos poemas pasan a adoptar un clima de honda melancolía, y recuerdan por momentos a Molinari, por caso en “De la desolación”.
Más adelante, el gran motivo del Viaje, insinuando en otros poemas previos, reaparece en “Flâneur”, y con él Baudelaire; y la ciudad real y las ciudades imaginarias de Calvino.
En los poemas finales y en especial en “Epitalamio”, el poeta urde delicadamente la trama entre el lejano pasado y el futuro, ente la infancia y la muerte: el inapelable dictum de aquel Memento mori.
Palabra en su pura desnudez, a su modo único, desde su irreparable tiempo, la poesía de Carlos Penelas claramente nos interpela.
Alejandro Drewes
(Buenos Aires, 1963). Académico y profesor universitario. Poeta y traductor [alemán / inglés / francés / sueco / catalán], con premios nacionales e internacionales. Colabora con revistas y publicaciones en la Argentina y el exterior.
lunes, diciembre 12, 2022
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Es un hecho recurrente el transcurrir de nuestra vida moderna en tiempos grises, de incesante violencia y de penuria del pensar y donde sobre todo por estas latitudes, hay que aguzar demasiado el oído para escuchar la voz de los pocos poetas.
Lejos de perderse en los habituales laberintos ideológicos y mucho menos en estériles experimentalismos al uso, Carlos Penelas sabe del andar sin extraviarse en el denso bosque poético, al amparo de la memoria y de la palabra de los maestros, cuya lámpara firme guía su pluma, desde los poetas-filósofos de la Hélade hasta Catulo y los poetas latinos; desde los poetas del Siglo de Oro español hasta sus maestros como Luis Franco o Ricardo Molinari.
En estos Siete poemas, el lector se enfrenta a un gran vate en su plena madurez, con la serena conciencia del arduo camino recorrido, de los amigos entrañables que han caído, del irreparable tiempo que pasa. Y hace balance y memoria, sopesando el sentido de lo vivido, el grave y lejano pozo que deja en el alma.
Desde el primer poema al séptimo y final, el gran motivo de la Amada atraviesa la tensa red de cada poema, en un lugar donde siempre atardece: donde ladran los perros negros de Horacio presintiendo la Noche.
Acaso el gran inicio del poema sexto:
…
Hubiera deseado recorrer tu cintura
mirando monumentos toscanos.
Contemplar juntos, por ejemplo,
la Fonte Gaia o el Baptisterio de Pisa
cuando tus ojos iluminaban la tarde.
Hubiera deseado ser tu amador
en el Castillo de San Olaf (…)
…
que trae alguna resonancia del clima de Sexto de Wilcock, resume de alguna manera esa nostalgia; la del paso del tiempo; la de estar siempre yéndose; la de la sombra de la Amada - tal como en ese otro inolvidable poema celta, The Unquiet Grave-.
El alma del poeta, heredero a su modo personal y único de los grandes bardos del Romanticismo, percibe y presiente el frío, la soledad definitiva perdida entre los libros en una tierra hostil y siempre extranjera.
En este soberano retablo de melancolía a lo Durero, hay, como en otros grandes momentos de la obra poética de Carlos Penelas, un lugar especial para el mundo entrañable de la patria gallega, del mito y de la fábula. Así en el poema intitulado significativamente Fábula, Penelas evoca los restos diurnos:
Anoche soñé con Pepa a Loba.
Llegó con rostro sereno
como un hechizo que es sombra y memoria.
Habló de Lueiro, evocó una estrella,
recordó el puñal alegórico, mítico.
Le pregunté por la Reina Lupa,
por la hija del Conde de Lemos
y la corona de hierro al rojo vivo.
También por un rey celta que recorrió mares,
epopeyas de arena, desventura. (…)
Con imágenes que nos llevan a contemplar las estrellas de un mar muy lejano, hechos de reyes que se hunden en la frontera borrosa entre la Historia y el mito. O, en palabras de Kierkegaard: “De te fabula narratur.”
Pues eso es: porque de ti, lector, de nosotros, habla la fábula. Y cada uno de estos poemas que transitan del tiempo a su propia forma de eternidad en la memoria.
Alejandro Drewes
lunes, marzo 21, 2022
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Nos encontramos ante un libro sorprendente, valioso, excepcional. El fondo y la forma armonizan para regalarnos profundidad y belleza, grito y caricia, protesta y ensueño. Lo sensual está al servicio de la vida que nos conduce a la lucha, a la victoria. Amar sin muros es vencer. Carlos Penelas como un milagro escribe un libro fundamental, necesario en la poesía contemporánea, es decir en la Poesía de todos los tiempos.
Arturo Cuadrado (Poemas del amor sin muros, 1970)
Asentarse en los dominios de su linaje, en la nebulosa trama que entretejen leyendas, resulta así un modo de descubrir la instancia definitoria de su equilibrio interior y, a la vez, los inconfundibles matices que marcan la elección de su personal lenguaje poético. En su inasible transparencia, todo ese trascurrir sin pausa sólo puede ser recobrado por la poesía. Ese irrenunciable designio promueve la actitud lírica de Carlos Penelas, que alcanza su más lograda expresividad en este nuevo libro.
Nélida Salvador (Queimada,1990)
En este libro de Penelas está siempre presente la suadade gallega entendiendo por esta, la soledad ontológica del ser, este ser que nace, sólo que circunstancialmente vive con otros en la sociedad, pero jamás pierde su individualidad que está íntimamente ligada a su libertad ontológica, este hombre que es por esencia ser solo y también ser libre. Un problema crucial para el mundo es el producido por las limitaciones a esa libertad, el querer amoldar las libertades individuales en determinada estructura social.
José Conde (Poesía y ser, 1981)
Por la mujer, el poeta se dispone hacia la cacería de la identidad y el valor. Propone la encarnadura femenina de un centro pródigo en frutos y hechicerías. Carlos Penelas es un explorador, desde los cuerpos astrales que memoria en el poema “Playa desnuda”, hasta las plasmaciones alegóricas, donde los pájaros son criaturas que se aproximan al lenguaje. Es un perseguidor de los encuentros; un coleccionista de vértices, que empujan sus fantasmas hasta poblarlos de creencia. A través de sus “Vestigios” Carlos Penelas nos entrega una eslabonada serie de secuencias en prosa poética, donde los objetos se metamorfosean en latidos: donde la noche reza con clamores que invitan hacia la intimidad.
Graciela Susana Puente (La piedra del Destino, 1983)
Carlos Penelas es un poeta trasnacido. Argentino, hijo de gallegos, vive en desasosiego telúrico. En éste libro los elementos ancestrales conforman una parte muy importante de su mundo poético. Nos interesa, sobre todo, esta dimensión lírica de su obra, que deja traslucir el estado afectivo del poeta: un fondo de amor a la Tierra de sus antepasados. Desde su vivencia dolorosa va construyendo su mundo poético con claves del misterio. Libro que nos hace despertar la emoción de la tierra con su ritmo, goza con el contacto del paisaje, para el poeta es la intimidad, el dolor de la lejanía. Él perdió su patria original. Galicia ganó un poeta en la distancia.
Víctor Campio Pereira (La piedra del Destino, 1983)
Carlos Penelas es un poeta enraizado en la realidad; pero, por cierto, en una realidad que él siente como modificable en la medida que se confíe en la fuerza purificadora del corazón humano. Y así, de esta manera, entramos en otra de las napas poéticas de un creador altamente testimonial. Y esa napa es la esperanza.
Alberto Claudio Blasetti (La piedra del Destino, 1983)
El nuevo título es una reunión de textos de prosa poética en las que Penelas expresa o sugiere su modo de sentir la poesía, la creación, el universo, el mundo de la palabra. Claridad y resonancia poética caracterizan este libro, que es una especie de diario íntimo de un poeta, reflexión sobre el largo proceso que comienza en el momento en que concibe un poema y termina con el verso elaborado, listo a emprender el vuelo. La dimensión del hombre, la llamada al infinito, la desesperación, el dolor, lo mismo que la alegría y el placer, constituyen los puntos de partida de estas meditaciones que captan la atención del lector por su clarividencia y musicalidad.
Andrés Balla (Intensidad de la palabra, 1977)
La poesía ha sido sorprendida con pocas palabras, alusivas y proyectivas, con lenguaje esencial, en ceñida síntesis. Más allá de esa síntesis, se abre un mundo poblado de imágenes, de recuerdos, de sentimientos y deseos: el mundo infinito del hombre. Hay muchas maneras de ser poeta o de expresar poesía. Carlos Penelas escoge en este brevísimo volumen un modo peculiar. Lo esencial, aquí, es la sustancia poética.
Luis Soler Cañas (El libro de las imágenes, 1976)
Penelas afirma rechazar lo dogmático. Proclama los valores de la intimidad y del asombro, riqueza que bien pueden llevar a la sabiduría. Por su actitud receptiva, respetuosa diríamos, ante el mito y el sueño, llega a lo poético. La fuerza de Penelas no deriva de un vocabulario especialmente suntuoso. Es más interior, se origina en entusiasmos, en adhesiones y rechazos vigorosos. Carlos Penelas no incurre en falsas elocuencias o sencillismos inexpresivos lo que nos permite desearle lectores atentos.
Guillermo Martínez Yantorno (La noche inconclusa, 1980)
Carlos Penelas, verbaliza con firmes estructuras de extracción lírica este original itinerario a través de un vasto espectro cultural, y le otorga al texto, en ráfagas brillantes, las características de un monólogo interior desarrollado en medio de tumultos de imágenes sabiamente concatenadas. Mito, invención y estilo se unen aquí, por lo tanto, en una dominante que, a veces, se canaliza hacia zonas abisales.
Irene Vilas (La noche inconclusa, 1980)
Hay un poeta digno de ese nombre, con su mundo, sus fantasías, sus amores y, también, su lenguaje y su estilo. Lo importante que en este libro hay mucha, buena y hermosa poesía. Y que en él se siente a la vez, sin fisuras, la presencia de un poeta y de un hombre.
Luis Soler Cañas (La piedra del destino, 1984)
Despojado y preciso, expectante en este caso, es el tono lírico de Carlos Penelas. Arraiga en las formas más puras de la lírica tradicional española. En su expresión estas formas se reivindican demostrando su ubicuidad en el tiempo y en el espacio y muestran la identificación del autor con sus esencias. Penelas crea un marco arcádico e, instalado en él, recupera el ser de la naturaleza en la sencillez y recogimiento de su ámbito. Todo fluye y pasa sujeto al ritmo cósmico que el poeta habita y sabe comunicar en el ajuste de su intemporalidad intrínseca.
María Adela Renard (El Jardín de Acracia, 1991)
Un bellísimo libro en contenido y continente del escritor argentino Carlos Penelas, un alto homenaje al músico renovador y subjetivo, espontáneo e inspirado, que es Enrique Granados. Flotan en esta obra poética, muchos y ricos temas que el verso conjuga con la música, enhebrando un lirismo capaz de transportarnos a los más excelsos niveles de la emoción. Sus versos, uno a uno inapelables, lo expresan en un fluir azul elevadísimo.
Miguel Ángel Migliarini (Valses poéticos, 1999)
Un poeta joven, de los nuestros, Carlos Penelas, da un breve libro con mucha substancia. Entre sus poemas se destacan los dedicados a Galicia, donde estuvieron y están sus antecesores. Sospecha – sabe – de sus vigilias en los surcos y en los muelles, reconstruyendo sus semblantes. Se ha memorado la tierra de los abuelos galaicos.
Bernando González Arrili (Los dones furtivos, 1981)
Goethe sostenía la necesidad de que toda poesía fuera “ocasionada”, es decir que detrás de cada poema hubiera una experiencia, una realidad vivida. En Carlos Penelas, esta exigencia del clásico parece cumplirse. Hay un dominio apreciable de la alusión, de la sugerencia, de la palabra que a la vez dice y no dice. Una historia latente que sólo se nos aparece transfigurada en un universo de símbolos.
Daniel Gayoso (Finisterre, 1985)
Un intimismo que se aferra al lector, por la fantasía que expone este poeta tiene a veces el candor de lo inocente y de lo sincero. Ama la belleza y la canta, cumple su destino sin temblar ante la verdad y sin sentirse cobarde ante la ruindad de muchos acaeceres. En su propia angustia reafirma el hondo pensar de su creencia.
José Rodríguez Tarditti (La piedra del destino, 1983)
Carlos Penelas sabe decir y hacer en el bello y exacto lenguaje. Y lo hace por medio de ese duende que sólo acostumbra a estar y jugar dentro del auténtico artista. Escribe y da la cara al viento. Asume la literatura y toma la vida en todo lo que esta lleva su gozo, de sufrimiento, de verdad, de esperanza. Carlos Penelas llama con su canato a la belleza, al buen decir, a la verdad. Pero sobre todo llama a las conciencias.
Luis Alberto Quesada (Finisterre, 1985)
Leí con placer su plaqueta, tan hermosamente editada por otra parte y más allá de su contenido. Tiene el sabor de la buena y añeja poesía castellana, con un enorme poder de síntesis. ¿Para qué más? Y esta imagen, que obliga a detenerse en el contraste: Vela la luz sobre su sombra.
Federico Peltzer (Cantiga, 1989)
Has publicado la obra que a mí me hubiera gustado publicar. Creo que algún día lo haré. Una especie de diario, íntimo y no tan íntimo; un cuaderno de bitácora (como titulás uno de tus capítulos). Un libro al margen de los otros libros donde junto a temas puntuales (como ahora se dice) cupieran reflexiones, sentimientos, creencias y dudas, experiencias y sueños. Un libro, en fin, bien humano, como este tuyo, donde en cada página se toca a un hombre, como quería aquel hermoso abuelo de todos los poetas que se llamó Walt Whitman. Es conmovedor el recuerdo de tu padre y de los amigos, el amor a los hijos, la devoción por ciertas ideas y ciertos escritores, la fidelidad de las raíces.
Antonio Requeni (De Espenuca a Barracas al Sur, 2000)
A la manera de Gonzalo de Berceo, cuya rosa arquetípica es invocada desde el título, el discurso lírico de Carlos Penelas lo constituye, parafraseando a Antonio Machado, en un verdadero “poeta y peregrino” de nuestros días. Penelas sutiliza su palabra, proyectando una suerte de heroica dignidad sobre la materia de su canto, su territorio poético, en el cual todo es ocupado y sometido por el tiempo. En el plano formal, se encarna en la excelencia de la modalidad clásica, aunque no clasicista.
Fernando Sánchez Zinny (Elogio a la rosa de Berceo, 2003)
Aquí aparece el gran tema de nuestra época, sobre todo a partir de los últimos descubrimientos de la física cuántica: lo ilusorio de lo que llamamos Realidad, la simultaneidad del tiempo, la propia percepción que crea realidad. Aunque parezca insólito, de algún modo queda planteada la teoría de la relatividad de Einstein con respecto al tiempo. No hay eternidades en los espejos. Nada a que aferrarse en ellos. Sólo son nuestras imágenes eternas. Imágenes de imágenes. Pero la eternidad se lleva adentro. El poema es siempre previo a la palabra y la palabra es un dicho. Tu nuevo libro abre esas puertas.
Lucila Févola (Posada del río, 2005)
Leer estos poemas escogidos de Carlos Penelas es compartir una aventura existencial y poética, descubrir un itinerario espiritual, y vivir el rito de la palabra en uno de los mejores poetas argentinos de la generación del 70, y de toda época. Su acordada sabiduría, su tensión hacia la totalidad, otorgan a la poesía de Penelas una cualidad metafísica que da sentido a la experiencia y la hace plena. Eso permite al lector, a nosotros, compartir una suerte de felicidad a la que llamamos belleza.
Graciela Maturo (Poesía reunida, 2012)
Carlos Penelas es poeta de una extensa obra mayor, amigo de sus amigos y refinado viajero. Hombre de íntimas soledades y hondas dudas existenciales, alma tensa entre dos mundos, entre la patria y el remoto origen de los ancestros, entre peregrinajes y regresos. Este nuevo poemario nos abre a una mirada privilegiada sobre el decurso del tiempo, los espejos de la muerte y la siempre inapresable belleza, rayando a una altura harto infrecuente de hallar en las empobrecidas poéticas del presente.
Alejandro Drewes (Poemas de Trieste, 2013)
Penelas, un lírico que se rebela contra el mundo empírico, premoniza la materia, elabora un lenguaje esmerado con fuentes artísticas, celebra lo bello y lo contestatario. Sus imágenes han de destacarse como zonas de apertura a lo insondable, a lo onírico abordando el intelecto. Arte asumido como signo de grandeza y liberación, identidad de belleza, recreación con finalidad humanística, atributos concurrentes en la consagrada obra de Carlos Penelas y que lo posicionan como poeta imprescindible en el panorama literario de habla castellana.
Marita Rodríguez-Cazaux (El huésped y el olvido, 2017)
jueves, octubre 26, 2017
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El Centro de Estudios Poéticos Alétheia, dirigido por Graciela Maturo y Alejandro Drewes, ha resuelto otorgar a Carlos Penelas una distinción que lo considera MIEMBRO DE HONOR de este Centro de Estudios, en homenaje a su valiosa labor poética.

Entendemos que la tarea del poeta es importante y fundacional en tiempos de vaciamiento y trivialización de la cultura. Valoramos su aporte creador, así como su independencia respecto de los diversos factores que condicionan la labor del artista.
El Centro de Estudios Poéticos Alétheia, constituido en el año 2009 sobre la base de un grupo de poetas y filósofos que iniciaron sus reuniones unos años antes, interesados en profundizar y difundir el conocimiento de la poesía, el poeta y el poema, y orientado desde entonces a la investigación sobre tópicos de poética mediante la producción de jornadas, Seminarios, y documentos publicados, se complace en entregarle esta distinción, agradeciendo su presencia y apoyo a nuestro trabajo cultural y felicitándolo por su constancia y calidad en el quehacer poético.

Entendemos que la tarea del poeta es importante y fundacional en tiempos de vaciamiento y trivialización de la cultura. Valoramos su aporte creador, así como su independencia respecto de los diversos factores que condicionan la labor del artista.
El Centro de Estudios Poéticos Alétheia, constituido en el año 2009 sobre la base de un grupo de poetas y filósofos que iniciaron sus reuniones unos años antes, interesados en profundizar y difundir el conocimiento de la poesía, el poeta y el poema, y orientado desde entonces a la investigación sobre tópicos de poética mediante la producción de jornadas, Seminarios, y documentos publicados, se complace en entregarle esta distinción, agradeciendo su presencia y apoyo a nuestro trabajo cultural y felicitándolo por su constancia y calidad en el quehacer poético.
domingo, marzo 13, 2016
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Carlos Penelas fue el orador en el segundo encuentro del año del Centro de Estudios Poéticos "Aletheia" en la Biblioteca Popular Carlos Sánchez Viamonte.
Penelas, coordinador del Taller literario en la Biblioteca Popular Carlos Sánchez Viamonte, tituló su conferencia "Poesía, pintura y erotismo".
El CEP es dirigido por la Dra. Graciela Maturo y Alejandro Drewes y se reúne en la Biblioteca Sánchez Viamonte el primer lunes de cada mes, a las 17 horas.
Penelas, coordinador del Taller literario en la Biblioteca Popular Carlos Sánchez Viamonte, tituló su conferencia "Poesía, pintura y erotismo".
martes, abril 07, 2015
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El lunes 6 de abril a las 17 horas Carlos Penelas disertará como invitado en el segundo encuentro del año del Centro de Estudios Poéticos "Aletheia", bajo el título "Poesía, pintura y erotismo". El encuentro se llevará a cabo en la Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte, Austria 2154.
Carlos Penelas es poeta, ensayista y crítico literario. Lleva publicados más de cincuenta libros por los que ha merecido numerosos reconocimientos. Ha dictado conferencias en el país y el mundo, especialmente en España. Coordina el Taller Literario de la Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte. Recientemente acaba de editar Homenaje a Vermeer.
El Centro de Estudios Poéticos "Aletheia" es dirigido por la Dra. Graciela Maturo y Alejandro Drewes.
El Centro de Estudios Poéticos "Aletheia" es dirigido por la Dra. Graciela Maturo y Alejandro Drewes.
miércoles, marzo 25, 2015
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Recién ahora son visibles los relojes,
las flores azures de la fatalidad,
la demencia. La ferocidad del odio,
el abismo. El borde del mar
y la presencia de voces huyentes.
Tarde descubrimos
lo absurdo del ensueño,
las cartas de amor, el abandono
de una alcoba alucinada.
Y la furtiva presencia de sombras
en las estrellas.
Carlos Penelas
Inédito
Un gran poema de Carlos Penelas, con las grandes claves de bóveda de la escritura poética: ajuste entre el motivo lirico y su despliegue hasta el cierre, con dos bellísimos versos finales, donde se trabaja con justeza la unidad de lo cósmico y lo terrestre, sobre un trasfondo de desapego existencial, cuyo trasunto queda plasmado ya en el comienzo del primer verso, en ese “Recién ahora…”, en que el poeta sopesa los grumos de oro que han cruzado inexorablemente el ojo de la clepsidra, el brevísimo e inasible fulgor del amor, todo aquello que fuimos y que nos va dejando atrás. Carlos Penelas, en la línea de aquel gran estilo de Magris, “olvidado” por las escrituras de esta desangelada posmodernidad, es deudor de su lectura de los maestros, y así surge de pronto fantasmal ya en el segundo verso la flor azul de los románticos, la de Novalis. Utopía incansablemente perseguida y jamás alcanzada, como la luz lejana del horizonte, impulsa sin embargo desde la sombra tutelar de sus pétalos imposibles la búsqueda incansable del poeta -el deseo nunca saciado de la palabra, parafraseando a Alejandra-.
Sobre el escenario lirico, en la segunda parte del poema, sobrevuela un clima de desasosiego, que parece evocar por momentos algunos pasajes al Juaristi de Bárbara o Muchacha en la ventana.
El poeta parece vacilar al cabo ante la insustancialidad del mundo, de lo vivido, en todo lo que fluye entre la realidad esquiva y el sueño, en la huidiza sombra de las estrellas sobre el mar. Camino de ida o de regreso, el final del poema nos deja en plena soledad ante la evidencia de la eterna cita de Virgilio, de la irreparable fuga del tiempo:
Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus.
Alejandro Drewes
las flores azures de la fatalidad,
la demencia. La ferocidad del odio,
el abismo. El borde del mar
y la presencia de voces huyentes.
Tarde descubrimos
lo absurdo del ensueño,
las cartas de amor, el abandono
de una alcoba alucinada.
Y la furtiva presencia de sombras
en las estrellas.
Carlos Penelas
Inédito
Un gran poema de Carlos Penelas, con las grandes claves de bóveda de la escritura poética: ajuste entre el motivo lirico y su despliegue hasta el cierre, con dos bellísimos versos finales, donde se trabaja con justeza la unidad de lo cósmico y lo terrestre, sobre un trasfondo de desapego existencial, cuyo trasunto queda plasmado ya en el comienzo del primer verso, en ese “Recién ahora…”, en que el poeta sopesa los grumos de oro que han cruzado inexorablemente el ojo de la clepsidra, el brevísimo e inasible fulgor del amor, todo aquello que fuimos y que nos va dejando atrás. Carlos Penelas, en la línea de aquel gran estilo de Magris, “olvidado” por las escrituras de esta desangelada posmodernidad, es deudor de su lectura de los maestros, y así surge de pronto fantasmal ya en el segundo verso la flor azul de los románticos, la de Novalis. Utopía incansablemente perseguida y jamás alcanzada, como la luz lejana del horizonte, impulsa sin embargo desde la sombra tutelar de sus pétalos imposibles la búsqueda incansable del poeta -el deseo nunca saciado de la palabra, parafraseando a Alejandra-.
Sobre el escenario lirico, en la segunda parte del poema, sobrevuela un clima de desasosiego, que parece evocar por momentos algunos pasajes al Juaristi de Bárbara o Muchacha en la ventana.
El poeta parece vacilar al cabo ante la insustancialidad del mundo, de lo vivido, en todo lo que fluye entre la realidad esquiva y el sueño, en la huidiza sombra de las estrellas sobre el mar. Camino de ida o de regreso, el final del poema nos deja en plena soledad ante la evidencia de la eterna cita de Virgilio, de la irreparable fuga del tiempo:
Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus.
Alejandro Drewes
sábado, febrero 01, 2014
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Acaba de publicarse a través de Editorial Dunken Poemas de Trieste, nuevo libro de Carlos Penelas. Lleva prólogo de Alejandro Drewes y algunos poemas traducidos al italiano y triestino.
Luego de Calle de la flor alta (2011) y Poesía reunida (2012), la antología con la que celebraba más de cuatro décadas de publicaciones, Carlos Penelas acaba de editar su 52º libro, Poemas de Trieste, un trabajo surgido del último viaje del poeta por la magnífica ciudad italiana que albergó a Italo Svevo, Umberto Saba, James Joyce, Claudio Magris y otros.
Trieste es para el poeta un escenario de identificación amorosa, misterio épico y pagano, capacidad de sentir desde el exilio. Poemas de Trieste desnuda la precariedad del destino, lo ambivalente y complejo, la construcción de un reino que presupone el desarraigo, la levedad de la existencia.
En esta obra, Carlos Penelas condensa su simbología buscando complicidad en un cierto estado de encantamiento con los recuerdos, la belleza del mar, una ciudad lírica e intensa, un caleidoscopio en el espacio del hombre. El silencio, la música, los muros, los objetos cotidianos.
El prólogo es de Alejandro Drewes, poeta y codirector del Centro de Estudios Poéticos Alétheia, Miembro de la World Poets Society, traductor del alemán y de lenguas nórdicas. Además, algunos poemas han sido traducidos al italiano por Jorge E. Sanguinetti -licenciado en Teología, cum laude, en el Pontificio Ateneo Angélico de Roma, instructor de idiomas bíblicos, traductor de La Vita Nuova y La Divina Comedia- y por Francesca Schillaci, traductora, periodista cultural, redactora de Vía dell´Università, y al triestino por Roberto Srelz, novelista y fotógrafo.
El poemario, publicado por Dunken, estará disponible a partir de la 39º Feria del Libro de Buenos Aires, que se llevará a cabo del 25 abril al 13 de mayo.
Luego de Calle de la flor alta (2011) y Poesía reunida (2012), la antología con la que celebraba más de cuatro décadas de publicaciones, Carlos Penelas acaba de editar su 52º libro, Poemas de Trieste, un trabajo surgido del último viaje del poeta por la magnífica ciudad italiana que albergó a Italo Svevo, Umberto Saba, James Joyce, Claudio Magris y otros.
Trieste es para el poeta un escenario de identificación amorosa, misterio épico y pagano, capacidad de sentir desde el exilio. Poemas de Trieste desnuda la precariedad del destino, lo ambivalente y complejo, la construcción de un reino que presupone el desarraigo, la levedad de la existencia.
En esta obra, Carlos Penelas condensa su simbología buscando complicidad en un cierto estado de encantamiento con los recuerdos, la belleza del mar, una ciudad lírica e intensa, un caleidoscopio en el espacio del hombre. El silencio, la música, los muros, los objetos cotidianos.
El prólogo es de Alejandro Drewes, poeta y codirector del Centro de Estudios Poéticos Alétheia, Miembro de la World Poets Society, traductor del alemán y de lenguas nórdicas. Además, algunos poemas han sido traducidos al italiano por Jorge E. Sanguinetti -licenciado en Teología, cum laude, en el Pontificio Ateneo Angélico de Roma, instructor de idiomas bíblicos, traductor de La Vita Nuova y La Divina Comedia- y por Francesca Schillaci, traductora, periodista cultural, redactora de Vía dell´Università, y al triestino por Roberto Srelz, novelista y fotógrafo.
El poemario, publicado por Dunken, estará disponible a partir de la 39º Feria del Libro de Buenos Aires, que se llevará a cabo del 25 abril al 13 de mayo.
martes, abril 23, 2013
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Poemas de Trieste, libro que Penelas escribió luego de su viaje por Italia, está en proceso de edición. El lector encontrará en esta obra una estética vinculada a la formación del poeta, una cultura centroeuropea y una idiosincrasia propia e intransferible. Desarraigo, plenitud, abandono.
Lleva una introducción de Alejandro Drewes. Algunos de los poemas han sido traducidos al italiano y al triestino. En Buenos Aires, Jorge Sanguinetti; en Trieste, Francesca Schillaci y Roberto Srelz. Publicará Editorial Dunken.
Lleva una introducción de Alejandro Drewes. Algunos de los poemas han sido traducidos al italiano y al triestino. En Buenos Aires, Jorge Sanguinetti; en Trieste, Francesca Schillaci y Roberto Srelz. Publicará Editorial Dunken.
viernes, febrero 22, 2013
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No salón da Editorial Dunken, o venres 23 de novembro presentouse o último libro de Carlos Penelas, Poesía reunida. O poeta Alejandro Drewes fixo unha análise da obra, leu Rocío Danussi e Eugenia Limeses interpretou temas ao piano e cantou.
viernes, noviembre 30, 2012
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A continuación, el texto que el poeta Alejandro Drewes leyó en la presentación de Poesía reunida realizada el último viernes en el salón de Editorial Dunken.
Desde el
magnífico poema breve, intitulado Imagen
Sobre el
patio sueña lenta la tarde.
El otoño
oculta en el viento lo temporal
del álamo,
del beso.
Suavemente,
el silencio se ciñe
en el azul
del vidrio. Detrás del agua
ha cesado
la imagen de su rostro.
de
su poemario Palabra en testimonio
(1973), elegido por Carlos Penelas para iniciar esta selección de su obra
poética de 1973 hasta la fecha, queda el lector irremisiblemente cautivado por
el suave intimismo que logra establecer el poeta con la naturaleza y las cosas.
El
poeta posee una rara delicadeza capaz de detenerse en la aparente simpleza de
un viejo mueble de la casa y en lo que desde su penumbra callada dice; o en las hojas y los seres fugaces
que van despoblando la tarde en un parque.
La
sobria melancolía sin estridencias y el personal sentido de la nostalgia de
Penelas se van haciendo cada vez más nítidos al recorrer los textos de cada uno
de los poemarios recogidos; a medida que cada golpe de la vida
Conmueve
la bruma gris en mis cabellos
Calle de la flor alta (2011)
El
conjunto de la obra poética aquí reunida de Carlos Penelas se mueve entre varios polos: Galicia y Buenos Aires, los mares
y los exilios; el mundo blanco y el mundo negro: la suavidad del mundo femenino
y materno frente al rigor y la soledad del padre; el pasado presentizado, recuperado
en las tradiciones familiares, en la historia de las generaciones y en la
lengua gallega, frente al futuro incierto y a la vez -quizá por la misma
razón-, no exento de cierta misteriosa luz.
Ese
mismo futuro es el que se extiende como la sombra del hijo caminando junto a la
sombra del padre. Así es evocado por ejemplo ese tiempo venidero, la
continuidad del azaroso periplo vital en otros ojos, en los versos iniciales de
un bello poema dedicado a uno de sus hijos, intitulado Pequeña carta a Emiliano
La
mañana se alza preguntando tu nombre.
Y
clara como tu risa
se
me ahonda en el alma.
Yo
que no tengo fe
digo
que amotino la fe con tu caricia.
Me
sostienes de ensueños y frescura.
Vas
ordenando un poco mi latido y mi frente.
A cada paso tuyo me
elevo, me agiganto.
Y
recorro la memoria de mi asombro en tu asombro.
Celebro
el infinito de tu diente y tus ojos.
Celebro
la ternura que atisbas con la brisa.
Con
tu pequeño dedo me señalas los pájaros.
Y
el agua. Y el abstraído origen de la piedra.
en
una línea no ajena a la mejor tradición de la lírica española contemporánea, de
poemas dedicados a los hijos, desde Miguel Hernández a José Agustín Goytisolo.
Al
avanzar en el recorrido por las diferentes estaciones de esta antología, por la
selección de cada uno de los poemarios, el poeta va dando cuenta de su autoconciencia
nítida de la absoluta soledad existencial, del abandono inevitable de cada uno
de los seres amados a lo largo del camino.
Esto
se observa en la transición y el cambio
de clima entre los poemas de corte más personal e intimista de la juventud -por caso, sirva comparar el inicio de La noche, de Los dones furtivos (1980)
Te
contemplo.
Me
nutro en tu reposo.
Veo
secretos ángeles a través del silencio.
Estás
hecha de pájaro y laurel.
con
los versos casi finales de Amor y
anarquía, del poemario El aire y la hierba (2004)
Su
cuerpo era una corza entre las sábanas,
la
avidez de la ofrenda y del castigo.
Los
insomnios recogen la nostalgia.
¡Qué
naufragio, amada, entre las depredaciones!
Y
también, de otro modo, ese cambio de clima
está presente en el desencanto de los años maduros frente al bastardeo y
a la degradación de los ideales -anarquismo y revolución- que el poeta ha creído posible en el mundo de la
juventud.
Hay
una comprensible serie de poemas de los años 1973-80 anclados en el escenario
de la utopía de las luchas obreras que nunca llegaron a alcanzar su Paraíso, en
especial la triada intitulada Fervor
I, II y III, el segundo poema de los cuales acaba diciendo
Y
seguirá habiendo un tirano.
Y
seguiremos luchando contra él.
La
fecha de publicación datada es del año 1975, tan significativa para las dos
patrias del poeta, España y Argentina, por opuestas razones: un país comenzando
a salir de su noche y otro entrando a la sima más profunda de su noche.
Pero
sin embargo, en el gran poema La
compañera, de 1983, la mirada sobre
la rebelión de mayo del ’68 se anticipa ya cargada de neblinosa nostalgia, en
su evocación de aquellos líderes de un tiempo vuelto ya definitivamente otro;
el de Cohn-Bendit y Dutschke: las fotos se van tiñendo, imperceptiblemente, de
un tono sepia.
Y
el tiempo del desencanto irrumpe con fuerza en el poema Carta a Severino, de 1994, donde, tras constatar la evidencia flagrante de la pérdida de la maravilla, del
sentido del misterio y de la aventura
de vivir, el poeta observa como
Adolescentes
desnutridos vegetan
entre
la cerveza y el pegamento
mientras
filósofos gimnosofistas
soslayan
la pobreza y la “cultura Prozac”.
Aquí
se marca el cambio de clima que mencionáramos más arriba, en la propia
sonoridad de la palabra poética, que a diferencia de poemas anteriores, es aquí claramente disonante,
como una suerte de música chirriante
acorde con la devastación y el ruido
blanco del presente.
En
el decurso del viaje entre dos de los polos citados anteriormente, alrededor de
los cuales se mueven los textos de Poesía reunida -el juego de oposiciones entre el mundo femenino y el masculino-,
la figura materna es ancla y centro del escenario poético y vital; cercana y asible figura que visita los
primeros poemas, su presencia surge del mundo invisible y reaparece en los
textos de madurez, acaso en alguna ensoñación del poeta, como en este bellísimo
y conmovedor fragmento de prosa de Carta
a María Manuela (1999)
Venías de un reino de
pastores, de súplicas abandonadas. Eras
solitaria y secreta.
Desde el desgano te veo
desafiante. De mi padre heredé el escepticismo, cierta fatal melancolía. De
vos, madre, ternura y sortilegio. Las vulgaridades de la alabanza o del poder
no te tocan, no alcanzan la hondura de tu existencia.
Como Ariadna o Diotima
la amada aborda mi canto y habla de la resurrección de las almas, de los
misterios sagrados. “Orfeo -me dice- la
desmesura te llevará al exilio. Serás el príncipe desterrado.”. Detenida queda
la antigua voz en el agua estrellada. Se renueva la infancia en el aire de los
robles orensanos, en el sueño órfico y marino. Mi corazón está hoy en esos
prados. (…)
Este
texto resume de alguna forma muchas de las claves y simbolismos que atraviesan
la obra de Carlos Penelas; aquí, la esencia de lo femenino, desde la sombra
materna protectora que remonta a las tierras de un origen remoto, y que se
prolonga en el abrazo de la
Amada. Esta segunda figura aparece y resurge a lo largo de
todo el viaje poético, y le es propicia su
referencia romántica -la de Hölderlin y Novalis muy especialmente-, así como la
tradición hermética del orfismo que le
es tan afín.
Orfeo
regresa y le dicta su voz al poeta desde la sombra milenaria, desde el amplio
bosque de los siglos transmutado en la memoria de unos robles de Orense. Orfeo
regresa desde la muerte, flotante cabeza sobre las aguas eternas, y le recuerda
al poeta su duro mandato en el mundo: cantar para iluminar a otros, para que el
mundo no sea invadido definitivamente por el silencio.
El
mundo masculino por su parte, orbita en torno a la figura del padre, evocada en
varios momentos de la obra, pero en
forma especialmente significativa en el inicio del poema El mirador de Espenuca, del poemario homónimo de 1995
Aquí
estoy, padre,
mirando
con tus ojos este lugar del mundo.
Las
colinas esperan
tu
transfiguración en la bruma del alba.
Es
una humedad lejana que dibuja presencias
sobre
la lumbre eterna.
Hora
a hora llegan las campanadas
como
llegaban los pastores en esta tierra de éxodo.
Desde
un aliento inmenso tu voz sube
con
dioses que agonizan las sucesivas muertes.
Sobrevivimos
a la llovizna
entre
almas suspendidas en este umbral de la ternura.
Aquí
estoy, padre, cumpliendo mi promesa.
El
pecho desolado
buscándote
en este silencio iniciático
en
la parroquia de Santa Eulalia.
versos
en los que se aprecia el motivo del mandato, asociado al simbolismo del viaje;
al cruce de los mares en busca del sentido del origen. Una suerte de pánico
viento recorre el poema, como el eco de una religiosidad honda y pagana, legada
por los ancestros. El hijo busca la sombra del padre y revierte el camino del
exilio emprendido por sus mayores, acaso
en un intento arduo y supremo de reencontrarse consigo mismo.
En
medio de la niebla de Galicia, una parte esencial del paisaje, el poeta observa,
absorto. Y han tañido antes las campanas, como en aquel otro inolvidable poema
de Trakl, como una delicada señal para los que han perdido el camino en la
creciente penumbra.
Por
otra parte, mucho podría decirse acerca de las voces poéticas cuyas notas
suenan sutilmente a lo largo de la obra de Carlos Penelas; poeta de extensas
lecturas y autor de notables ensayos literarios, han dejado marcas en su
escritura muy especialmente la fuente helénica, con muy logrados testimonios
poéticos como La luz helénica (pp.
82) o Los sueños de Odiseo (pp. 83);
Horacio y su preceptiva y arte poética en la Epistula ad Pisones, comentada por Penelas en
esta notable forma
Estos
pobres enemigos, Horacio,
cargados
de celos y rencores
vigilan
desde las quemaduras de la pereza
los
hospedajes de reinos mezquinos.
Con
las piernas heladas, suplicantes,
repitiendo
injurias en encuentros inútiles
imploran
la fama sobre el légamo
de
páginas baldías,
irremediablemente
convocadas al perdón.
Solitario
atravieso la luz y la ceniza.
Corrompidos
por leyendas y dioses
destrozan
la belleza
como
un cuchillo troyano la maldad.
(Finisterre, 1985)
Desde
luego, la propia esencia de su periplo lírico, y su intimidad con la lengua de
los padres, la lengua galega, han
llevado al poeta asimismo a transitar a lo largo de sus años por el cancionero
galaico-portugués medieval, por los
poetas del Siglo de Oro; y por su evolución natural hasta las voces más altas
de la poesía gallega y española contemporánea. No es difícil advertir en
ciertos poemas resonancias de Alberti; o de García Lorca en la elección de
algunas imágenes y de determinadas formas poéticas como la casida. De Rosalía
de Castro, de la inolvidable Rosalía que escribiera
Como chove miudiño,
como miudiño chove;
como chove miudiño
pola banda de Laíño,
pola banda de Lestrove.
¡Como a triste branca nube
truba o sol que inquieto aluma,
cal o crube i o descrube,
pasa, torna, volve e sube,
enrisada branca pruma!
como chove miudiño
pola banda de Laíño,
pola banda de Lestrove.
¡Como a triste branca nube
truba o sol que inquieto aluma,
cal o crube i o descrube,
pasa, torna, volve e sube,
enrisada branca pruma!
con
quien se reconoce en el espejo brumoso de su abisal soledad y en la profunda melancolía
de muchos de sus poemas de tono más personal, y en la elección de las
coordenadas de sus pasajes líricos, tan a menudo bordados por la niebla y una
siempre próxima lluvia.
La
escritura de Penelas, como poeta de dos mundos,
no deja de ser deudora por otra parte, de su diálogo con los poetas
argentinos mayores; con Borges y Molinari, con Marechal, sin que por ello sus
poemas dejen de tener su propia marca personalísima y única, que denota la
ardua construcción de su voz a través
del duro tiempo vivido.
Queda
el lector, tras el inseguro auspicio de estas palabras, solo ante el misterio y
la transida belleza de esta Poesía
reunida de Carlos Penelas, lux
poetica en estos tiempos de oscuridad e indigencia.
Alejandro Drewes
En Buenos Aires, a
noviembre 21, 2012
lunes, noviembre 26, 2012
1 comments
En el salón de la Editorial Dunken, el viernes 23 de noviembre se presentó el último libro de Carlos Penelas, Poesía reunida. El poeta Alejandro Drewes hizo un análisis de la obra, leyó Rocío Danussi y Eugenia Limeses interpretó temas al piano y cantó.
sábado, noviembre 24, 2012
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