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Carlos Penelas

Comenzaremos con una cita de Byung-Chul Han (1959) Corea del Sur / Alemania /

En La salvación de lo bello dice en su primera página: “Lo pulido, pulcro, liso e impecable es la seña de identidad de la época actual”


Dice Claudia Venturelli en un estudio sobre Mafud. “Un sociólogo de sentido común”.

¿Por qué rescatar a Julio Mafud al que podríamos definir como un sociólogo maldito para la academia y del cual hoy nadie habla? Porque aunque nadie hable de él muchas de las afirmaciones que hacemos los argentinos para definirnos, sin saberlo, refieren a las verdades que estableció en este libro y que durante gran parte del siglo XX y por qué no hasta nuestros días forman parte del régimen de visibilidad a la hora de caracterizar como somos los argentinos. .

Julio Mafud (1928 – 1992)

Remedios de Escalada, durante los 80 fue el escritor que más libros vendió. Profesor del Instituto Grafotécnico. Ensayista, periodistas, trabajador ferroviario, estudios en Francia.

Autodidacta / Luis Danussi, Parte de Sarmiento y Martínez Estrada.

El desarraigo argentino (1966)

Sociología del peronismo (1972)

La revolución sexual argentina (1966)

Psicología de la viveza criolla (1965)

Sociología del fútbol (1967)

Juan José Sebreli publicará Fútbol y masas en 1981 / El fútbol de Sebreli es de 1966 /

Luis Danussi (1913-1978) activista del gremio gráfico, publicista del movimiento anarquista argentino.

Federación Gráfica Bonaerense (1945) Sebastíán Marotta / José Grunfeld / Jacinto Cimazo /

Enrique Medina (1937)

Escritor de clase baja, da vida a los marginados, desnuda sus miserias y humillaciones.

Las tumbas (1972) Vida en el reformatorio. En 1973 el gobierno peronista secuestra su novela Sólo Ángeles y se vuelve a editar en 1983.

Viveza criolla, corrupción política, coima, falsedad, oportunismo. “Yo argentino” / “El vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo” / “Hecha la ley, hecha la trampa” / “No te metás” / “Madrugá antes que te madruguen”.

Mafud: “Los organismos que adaptaron la viveza criolla a sus acciones fueron una máquina de defraudación para el público. Esas instituciones que pretendieron ser lo que no fueron (igual que cada individuo) se transformaron en una fábrica de valores falsos que desquiciaron el vivir societario. La desconfianza, la indiferencia y el escepticismo argentino le debe mucho al Estado que lo ha defraudado desde su origen”.

Un ejemplo en el cine: Plata Dulce (1982) Se iba a llamar Dios ha de ser argentino / Dirección de Fernando Ayala / Protagonistas Federico Luppi y Julio De Grazia./ El contexto es finales de los 70 /

Debemos recordar que Marcos Aguinis publica en 1988 Un país de novela. Va de la época virreinal hasta 1983. Uno de los personajes dice: “Me encarcelaron por ladrón, no por zonzo.”

Hay antecedentes de todo esto. El lazarillo de Tormes (1554) de autor anónimo es ejemplo de la picaresca española. El ciego lo introduce a Lázaro en la vida real, en el engaño y la mentira.

Ejemplo de todo lo mencionado. “La mano de Dios” / Maradona /

Isidoro Cañones /Dante Quinterno / Típico porteño de la viveza / Hacia 1940

Avivato / Lino Palacios / Evita el trabajo, viene lo piola, lo canchero, se las sabe todas / 1946 /

El truco y la política (de esto hablo Borges en varias oportunidades). Dijo Borges: “El argentino suele carecer de conducta moral…pasar por un inmoral le importa menos que pasar por zonzo.”

Es importante recordar a Borges y su mirada en torno al Martín Fierro. Un sólo tópico. El sargento Cruz se pone en contra de la ley que él mismo representa y traiciona a sus soldados desertando para defender a un gaucho matrero.

Para Jorge Luis Borges el Martín Fierro es un libro muy bien escrito y muy mal leído. Denostaba a su colega Leopoldo Lugones, que pretendía elevar a ese “gaucho matrero” a la condición de verdadero arquetipo, y aseguraba que, si en lugar de canonizar al libro de José Hernández, hubiéramos tomado al Facundo de Sarmiento como obra fundamental de nuestra literatura “otra sería nuestra historia y mejor”.

En las últimas décadas la soberbia, la pedantería y la vulgaridad en la televisión. En verdad en todos los medios. Y una decadencia ética, intelectual e ideológica.

Una sociedad desintegrada, amoral, pacata. El progresismo argento y las inflamaciones de derecha parecen ser el resultado de una picaresca sistemática.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 4 de junio de 2024
martes, junio 04, 2024 No comments
A Emiliano y Lisandro

Foto: Emiliano Penelas


He soñado ser campanero mayor de la catedral de Toledo.

Vestí sayo rojo y calceta blanca como miguelete del rey Fernando VII.

Navegué con Jasón y los argonautas hasta la isla de Lemmos.

Odiseo me reveló un pergamino sánscrito en Etolia.

Estudié los toques de campana en Santiago de Compostela.

He sido amante de Doña Isabel II y de la Gran Duquesa Olga.

Mónica Vitti cenó conmigo en el Ristorante Fiammetta.

Fui amigo fraternal de Pérez Galdós y de Lope de Vega.

Fui desertor de una mazmorra musulmana.

Combatí al moro y al general Queipo del Llano.

Conversé con Tolstoi, Orwell y Chesterton.

He compartido la libertad y el absurdo en Camus.

Hice un estudio detallado del Libro del Conde Lucanor.

Conocí a Juancito Díaz y a René Cóspito en la Confitería La Ideal.

En el London City de Avenida de Mayo entrevisté a Kaurismäki.

En estas tierras fraternicé con Sarmiento, Alberdi y Lugones.

De adolescente visité a Borges, a Franco, a Molinari.

Fui lector de Salgari, de Dickens, de Dumas.

En la Biblioteca del Maestro hablé con Thomas De Quincey.

Sentí lo infame de nuestra historia en Rosas y en Perón.

Estudié latín, astrología, náutica.

Visité una tumba en Stratford-upon-Avon.

Caminé las tierras de Pasolini, de Pirandello, de Lampedusa.

Estuve en el cementerio de los capuchinos de Palermo.

En Mompracem amé a Mariana para toda la vida.

Me oculté tres días en el Museo Pushkin de Bellas Artes.

Recorrí el mar Báltico; Finlandia, Estonia, Letonia.

Lloré en una aldea de Galicia. Lloré con Cervantes.

Admiró a Chaplin, a Felllini, a Visconti, a Ford.

También a Wells, Hitchock, Bergman…

Viajé con Sebastián Elcano en la nao Victoria.

Debo confesar que nací en la calle Mariano Acosta.

Jugué al fútbol en potreros arcanos y esparcidos.

Con primos y hermanos el fervor en la Visera.

Soy de raigambre gallega: A Coruña y Ourense.

Evoco las casas de Piñeyro, en Barracas al Sud,

la Biblioteca Popular Veladas de Estudio Después del Trabajo

soñada por socialistas y anarquistas.

Memorables la voz de padre, la mirada de madre.

Ahora cavilo en un niño que leía a Daniel Defoe

en un patio con malvones desde una luz dispersa.

Ondulante, con aliento perezoso, distraído.


Carlos Penelas

Buenos Aires, 22 de diciembre de 2023
sábado, diciembre 23, 2023 No comments
a Lucas Moreno, In memoriam

La pluma es la lengua del alma
Cervantes

Don Quijote y Sancho, ilustrado por Honoré de Daumier

El poeta Héctor Ciocchini fue uno de los maestros que tuve la fortuna de conocer. La amistad – intacta durante años hasta su muerte - se generó a partir de lecturas, conversaciones, análisis literarios. Junto a él descubrí valores fundamentales de los clásicos, una mirada distinta, un criterio más amplio. Los encuentros en su biblioteca o en mi hogar giraban en torno a la vida, la sociedad - compartiendo cenas, cumpleaños, caminatas o películas - señalando la conducta del ser humano a partir de textos de Moro o Campanella, contemplando lo cotidiano desde una página de Marco Polo o Dickens. Siempre convocaba las figuras - nobles, bellas - de Vicente Fatone y Arturo Marasso. Y sus recuerdos del Instituto Warburg, los años fructíferos de lectura y docencia. El estudio de la Historia del Arte, la iconografía y la iconología, el interés por la simbología, por lo alegórico, los emblemas. Su saber, su honestidad intelectual, su palabra clara y precisa me acompañaran hasta el fin de mis días.

En un reportaje a Wislawa Szymborska le preguntaron qué poeta contemporáneo le recomendaría leer a un joven. La poeta polaca respondió: Ovidio. La gran literatura siempre adquiere una actualidad renovada a la luz de las nuevas generaciones. Si utilizamos -como nos enseñó el profesor Héctor Ciocchini- las temáticas y métodos propuestos por Aby Warburg, para desentrañar las raíces de nuestra herencia hispánica y sobre todo comprender la naturaleza del acto de creación, entendemos con claridad la respuesta de Szymborska.

Quiero rendir homenaje a dos espíritus supremos que tanto hicieron por la educación, enseñando el lenguaje en el lenguaje mismo así como Hegel afirmaba que se debe enseñar a nadar nadando. Me refiero a Pedro Henríquez Ureña, el humanista dominicano, y a nuestro querido ensayista, crítico y poeta, don Arturo Marasso.

Leer y estudiar el ámbito de ciertas lecturas hicieron de mi un lector atento y particularmente lírico. En mi poética hay dos vertientes. Me confieso nieto de Quevedo y de la lírica gallega. Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, uno de los libros admirables que leí por primera vez a los doce años - gracias a mi padre, incansable leedor –. Ésta obra comenzó a publicarse en marzo de 1844, en el género de novela folletinesca para el periódico Le Siècle. Plena de acción, romance, intriga y humor, es considerada una de las piezas más importantes de la literatura francesa. Más allá de que estos mosqueteros existieron en la vida la novela folletinesca mencionada, como muchas otras, tiene un gran valor literario y ético. Ejemplos sobran: Salgari, Carlo Collodi, Pérez Galdós, Tolstoy, Stevenson… Dumas crea arquetipos, son personajes creíbles, cercanos. Es un gran conocedor del alma humana, nos habla del honor, de la cobardía o la prudencia. La frescura de sus páginas continúan vigentes; es un clásico de la literatura universal.

En Poesía Española, ensayo de métodos y límites estilísticos dice Dámaso Alonso cuando habla del hipérbaton: "Hay que tener en cuenta la enorme polisemia de la posición "de", y no escandalizarnos por asociar como ejemplos valores muy diferentes: "de los dos ojos... llorando", "de largos reinos...señor" (Poema del Cid). Y en el otro extremo: "de tu balcón sus nidos a colgar" (Bécquer); "del limonero entre el follaje oscuro" (A. Machado)".

En éste ejemplo Dámaso Alonso nos demuestra que la violencia del lenguaje usual no es esencialmente distinta de las más osadas de Góngora. Pero más allá del análisis crítico nos sirve para admitir la divinidad de un verso, la fina sensibilidad, la cultura auténtica expresada con delicada espiritualidad.

¿Qué queremos decir? Que la literatura española, y fundamentalmente su poesía, está dentro de la gran poesía de la humanidad. Su intensidad, sus altas metas, su variedad, prueban también el núcleo lírico popular en la tradición hispana, el inmenso tesoro de su poesía.

Debemos señalar para aquellos que supuestamente están en el camino del arte contemporáneo buscando originalidades, giros sorprendentes, estructuras distintas, analizando o partiendo de versos casi indescifrables, queremos decir, repito, que tanto Garcilaso como Quevedo son poetas modernos. Y que sus literaturas tienen una inalienable unicidad, alma de la obra y de lengua. A propósito de lo expuesto recordamos la palabra del poeta Alejandro Drewes, hombre de formación científica y humanista, crítico de fina lucidez: “A pesar de que en España su obra ha sido, y aún lo es, muy poco conocido por los lectores de poesía, Östen Sigvard Sjöstrand (Gotemburgo, 1925 – Estocolmo, 2006) fue, sin embargo, un poeta y novelista sueco bastante bien relacionado con el mundo hispanoamericano. Traductor de obras extranjeras a la lengua vernácula y miembro del Comité Nobel durante veinte años, Sjöstrand había sido miembro cofundador de la revista cultural Artes, en la que colaboró como redactor responsable de 1975 a 1988. Casado con la también escritora Ella Hillbäck, publicó, en 1949, Unio, su primer poemario, obra transida toda ella de ese sentimiento de angustia agónica que marcó la poesía sueca de finales de los años cuarenta, consecuencia directa de los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial”. (Acerca de Östen Sjöstrand y la música oculta, 2012).

Las lecturas de juventud son por un lado poco provechosas pues hay impaciencia, distracción y falta de método. Por otro lado está la pasión, la propuesta de modelos. Cuando llegamos a la vida adulta nos damos cuenta de ello. Así como nosotros vamos cambiando, a los textos que nos aguardan les sucede lo mismo. Los viajes son fundamentales para una mayor comprensión del hecho literario. No olvidarlo. “El mundo es un libro –decía san Agustín–, y aquellos que no viajan, no leen de él más que una página”.

Partimos de una base. Se leen los clásicos por amor. No por obligación o por respeto. Y a los clásicos castellanos los leemos con amor, con devoción. Y además debemos saber desde donde leemos. Ni la obra ni nosotros somos intemporales. “El arte habla en el lenguaje ingenuo e infantil de la intuición, no en el abstracto y serio de la reflexión”. Esto lo afirma Schopenhauer. Y Cervantes: “Saber sentir es saber dccir”. “Basta con sentir”, resume Goethe.

Mi aproximación a la poesía castellana fue a través del Arcipreste, de Garcilaso, de Fray Luis, de San Juan de la Cruz, de Góngora, de Lope, de Quevedo, pero me emocionó a partir de Jorge Manrique. Más acá comprendí y amé a los clásicos contemporáneos: Machado, Hernández, Lorca, León Felipe, Jorge Guillén, Cernuda y tantos otros. Pero también a nuestros clásicos: Neruda, Vallejo, Borges, Franco, Molinari, Darío, Lugones, Girondo. Y naturalmente a los narradores latinoamericanos que tanto aportaron a la evolución de la lengua.

Sostengo, como afirmó Borges, que "sólo la palabra escrita tiene plena realidad ontológica". La literatura presupone entonces también un problema moral, en todas sus alternativas se presenta valor y vileza, corrupción y virtud, la violencia del poderoso y la sufrida del hombre de a pie. Hay búsqueda de la verdad a partir de una estética. El valor de la palabra escrita se vincula con lo vivido, es siempre emblemática o conceptual. No deja de ser paradójico lo que nos enseña el arte. Siglos de primitivos textos y sólo el presente vale. Sólo hoy y aquí ocurren los hechos. Infinitos signos a través de la lectura son celebrados con emoción y afecto en el presente. Decía el maestro Pedro Henríquez Ureña: "Donde termina la gramática empieza el arte".

Un espíritu universal debe detestar todo provincialismo. Pero tampoco vale hablar de un universalismo genérico ni de tonterías abstractas, sino del aliento poético que convierte al lector y a los hombres a partir de su condición humana, de su curruncho. Por eso nos molestan tanto ciertos intelectuales o políticos que proclaman una cultura popular. Aquí haremos una breve digresión. La creación artística de ningún modo es una ceremonia religiosa o mística. Tiene sus propias leyes, sus propias reglas y métodos. Pero sobre todo la creación artística -que utiliza un lenguaje- lleva implícita un fuerte proceso del subconsciente. Y el arte se crea sobre la base de una interacción permanente entre la clase y los artistas, tanto en la vida cotidiana como en la cultural y la ideológica.

El descubrimiento de Fray Luis nos remite a detenernos en cada matiz, en cada palabra, estudiar un campo semántico. La lírica universal de Garcilaso, que tal vez es la síntesis del Siglo de Oro si advertimos en su obra la ascensión por la música, la palabra interior que busca el rimo permanente.

En su estudio sobre Boscán, dice Arturo Marasso al que sitúa "entre la expresión todavía no lograda y la palabra interior que busca el ritmo permanente".

ESPIRITUALIDAD
En los textos de la poesía española del siglo XV vemos la espiritualidad latina, la aristocracia de cada palabra, los metros más adecuados. Iniciamos un itinerario donde depuramos la pasión, el movimiento del alma. De allí la necesidad de ciertos intérpretes para analizar y comprender la creación literaria en todo su misterio y complejidad.

España no sólo trajo libros o una cultura de letras. Trajo Romances, sanciones, juegos, bailes. Nos advierte Pedro Henríquez Ureña: "España es el primer pueblo conquistador que discute la conquista, como Grecia es el primer pueblo que discute la esclavitud."

Encontramos en una visión panorámica varias lecturas de una lengua. En el lenguaje mismo, en la arquitectura, en la pintura. La arquitectura y la pintura se suman a la alta calidad de la escultura española, la de la piedra y la de la madera pintada. Un sólo nombre: Berruguete.

En un ensayo sobre crítica y estilo el profesor Ciocchini dice: "...el aspecto greco-morisco y judío, la España oriental, no ha sido aun suficientemente estudiada - y esta labor parte de una trabajo textual y estilístico que requeriría largos años. Un análisis crítico, una nueva mentalidad crítica, ediciones anotadas de autores como el Rabí Sem Tob, don Enrique de Villena, Juan de Mal Lara, manifiestan un tesoro de aspectos nuevos e iluminan la lengua con facetas que escapan al retoricismo, a la apariencia de chatura y uniformidad que afecta a las letras españolas por falta de depuración en las concepciones críticas". El lenguaje va de lo coloquial a lo formal, de lo erudito a lo cotidiano.

A fines del siglo XVIII, don Vicente de los Ríos, emparejó a Cervantes en su “Juicio crítico del Quijote”, con los grandes épicos de la antigüedad clásica, fundamentalmente con Virgilio: "La morada de don Quijote en casa de los Duques corresponde perfectamente a la detención de Eneas en Cartago. El extraño suceso de la Trifaldi y su continuación son también un espectáculo tan divertido como la relación del saco de Troya; la aparición del Clavileño aligero no es menos oportuna ni agradable que la descripción del paladín troyano, y los amores de Altisidora son comparables en su línea con la pasión de Dido". Esta obra cumbre de la literatura mundial es siempre una catarsis para nuestra alma. Como dijo Jorge Nicolai: "Cervantes como genuino precursor del nuevo tiempo, ha superado el pasado y se ríe del fetiche de ayer". He aquí un ejemplo: "Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo".

GRANDES TEMAS
Para un poeta el problema de la poesía es la Belleza. Este camino milagroso es la creación del hombre. El propósito de un poema es enfrentarse a los grandes temas. La poesía castellana lo cristalizó en uno de los poemas que más he admirado desde mi temprana juventud. Estoy haciendo referencia a Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. La lectura de los escritores medievales españoles son herederos de la tradición que fue capaz de engendrar la poesía más hermosa de su tiempo, me refiero a los romances viejos.

Evocar, es pertinente, palabras de Ionesco: “Mirad las personas que corren afanosas por las calles. No miran ni a derecha ni a izquierda, con gesto preocupado, los ojos fijos en el suelo como los perros. Se lanzan hacia adelante, sin mirar ante sí, pues recorren maquinalmente el trayecto, conocido de antemano. En todas las grandes ciudades del mundo es lo mismo. El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio”.

Para finalizar vale recordar que a mitad del siglo XV un judío de Baena ofrece al rey Don Juan una compilación de "cantigas muy dulces e graciosamente sazonadas, de muchas e diversas artes". El Cancionero de Juan Alfonso Baena -nos dice Pedro Salinas- "aunque contenga poesía de otra especie, significa en buena parte la castellanización de la lírica cortesana provenzal".

Nosotros no somos españoles en esto; y no consideramos ni a Dickens, Goethe, Max Müller o Thiers, 
extraños a nuestro ser, pues ellos, indiferentemente, forman nuestra razón, nuestro espíritu y nuestro gusto.
Sarmiento

Carlos Penelas
Buenos Aires, julio de 2023
sábado, julio 01, 2023 No comments
Conocí al doctor René Favaloro en 1978. Una noche, en un programa de televisión, un médico, un cardiocirujano creador del by–pass, dijo: “Los jóvenes deberían leer a Luis Franco y a Martínez Estrada”. Me sorprendió.


Yo había escrito recientemente el libro Conversaciones con Luis Franco. Decidí hacérselo llegar. Muy pocas personas conocían -conocen- a este escritor, uno de los más importantes de nuestra América mestiza.

A los dos meses el doctor me invita porque quería conocerme. Al llegar al sanatorio en el que él trabajaba, su secretaria, su brazo derecho, Graciela Cordero, amablemente me dijo que el doctor me concedía una entrevista de quince minutos. Le respondí que aceptaba el tiempo que él dispusiera.

La conversación duró casi dos horas. Allí nació nuestra amistad. Atentamente lo escuché hablar de su vida en los Estados Unidos, en la Cleveland Clinic, su lucha, su sacrificio constante. Recordó su infancia, la época de médico rural en Jacinto Aráoz, la Sicilia de sus ancestros.

Luego comenzaron los acercamientos sensibles a una cultura humanista. Conversábamos de Pedro Enríquez Ureña, Lugones, Hudson, Cunninghame Graham, Thoreau, Sarmiento, Arturo Marasso... Y los temas históricos, los tiempos de demagogia, los años de dictadura. Yo le contaba de mis padres, de la Guerra Civil Española, de Galicia.


La cercanía cimentó una amistad fraternal. Se fue haciendo de a poco, con la indudable sinceridad y la constancia de dos hombres que creían en la integridad, la ética, la solidaridad. Junto a él, sentía a diario su permanente actividad, su lucidez y sobre todo su espíritu docente. En ese ámbito descubrí a los investigadores, su universo desinteresado y emblemático. Y en ellos encontré nuevos amigos.

He podido crecer en lo espiritual, pues entre otras cosas me hizo comprender el dolor, la enfermedad, la desprotección del ser humano en momentos cruciales. Pero también los adelantos de la ciencia, la abnegación, los problemas sociales que afectan a nuestro país.

Hablamos del general Paz, de San Martín, de Artigas. Él de sus sobrinos, yo de mis hijos. A su lado accedí a páginas de nuestra historia. Con inocencia, nos deslumbraba una cita de Montaigne o de Kant.

Sus manos y su mente configuraban una entidad, superando las contradicciones del destino. Soñó y proyectó un mundo más noble. Sin corrupción, sin injusticia, sin hambre. Contra la insensatez. En este hombre lo artístico y lo científico se proyectaban en una auténtica búsqueda dolorosa.

Carlos Panelas
Diario La Nación, 28 de junio de 2021
domingo, julio 17, 2022 No comments

Me enseñó a leer, a pensar, a redactar.

Escribió y pensó al mismo tiempo

que construyó aquello que escribió y pensó.

Vivió en un territorio embrutecido.

Leyó a griegos y a latinos.

Supo navegar, maldecir, soñar.

No codició fortuna, no codició poder.

Escribió: “la ignorancia es atrevida”.

Nos legó páginas inmortales.

También el ejemplo, la honestidad.

Sufrió soledad, infamia, agravio.

Los vándalos de ayer, los bárbaros de hoy,

continúan escatimando su nombre.

Supo hablarme y continúa haciéndolo.

No es un eco ni la veneración del eco;

es un símbolo, una ética verbal, un testigo.

Una sombra desvelada que no calla.



Carlos Penelas

Buenos Aires, 11 de septiembre de 2021
sábado, septiembre 11, 2021 No comments
Siempre aseveré que mi educación ética y cultural se hizo en el hogar. Mis padres y hermanos fueron primordiales. Se vivía lo político, lo literario con intensidad. Discutían vanguardias, avances científicos, el fascismo, el franquismo, el peronismo. Sobre religión o sobre deporte. Se irradiaba un concepto amplio en torno al teatro, la música, el cine. Todo junto, desde las raíces gallegas hasta los movimientos sociales del siglo XIX.


Luego vinieron los maestros de la escuela, los maestros del colegio secundario, los maestros del profesorado en Letras. Con los primeros poemas seres íntegros cuidarían mi espíritu y mi libertad: Hugo Cowes, José Conde, Luis Alberto Quesada, Alejandra Boero, Lucas Moreno, Juan Bautista Bioy. Entre otros, por supuesto, entre otros.

Ernesto Sábato me comentó en una oportunidad: “Luis Franco, uno de los mejores escritores argentinos. Una pena que no se lo recuerde”. Bernardo González Arrili, David Viñas, Osvaldo Bayer, Ricardo E. Molinari, Abelardo Castillo, Eduardo Falú opinaban lo mismo.

La admiración que Franco sentía por Molinari era relevante. Lo mismo la de don Ricardo hacia el poeta catamarqueño. Lo pude comprobar en diferentes oportunidades. Por esos años solía conversar, por separado, con ambos. Lo dejé escrito en un libro y en uno que otro artículo.

La figura, la dimensión de Luis Franco me conmocionó desde que lo conocí. Siempre afirmé que después de la presencia de mi padre estaba la suya. Otro de mis maestros – por su conducta, su saber, su poética, su fineza – fue Héctor Ciocchini. Imposible dejar de nombrarlo, trascendente en mi vida. Y, por supuesto, el Dr. René Favaloro.

Fue Rocío quien me presentó a Moreno. El poeta del vino y el buen comer vivía en Independencia 715 y trabajaba como corrector en La Prensa. En el profesorado Mariano Acosta, donde cursábamos, Rocío era amiga de Nuri Fernández Redón, sobrina de Lucas Fernández Moreno. Firmaba, por razones obvias, con el nombre de Lucas Moreno. En 1970 le había llevado mi primer libro de poemas. Con el tiempo comencé a mantener un acercamiento espiritual e ideológico con su persona. Me llevaba alrededor de diecisiete o dieciocho años. Lo escuchaba hablar sobre literatura argentina y universal, sobre música clásica o popular, sobre primeras ediciones. Si bien rechazaba toda política literaria – banal, mediocre, chapucera – me hizo conocer hombres de gran valor, lecturas fundacionales. Lucas Moreno fue quien me presentó una tarde, un sábado de julio de 1972, a Luis Franco.

La vida es sumamente curiosa. ¿Azar o predestinación? El padre de Rocío, Luis Danussi, fue un activista e intelectual representativo en el anarco-sindicalismo. Leía en francés e italiano. Gustaba del cine, de la poesía, de la libertad. Llegó a escribirse con Albert Camus, dirigió revistas, fue Secretario General de los gráficos, fue perseguido y encarcelado por el peronismo. Luis Danussi era muy amigo de Luis Franco. El prólogo de Antes y después de Caseros es de su autoría. Ambos se respetaban y compartían veladas. Recuerdo varios fines de año que pasábamos en la casa de Danussi, en Villa Domínico, con Franco. Allí nos quedábamos a cenar, dormir, desayunar, conversar de la naturaleza, de grandes autores, de los movimientos sociales, de anécdotas familiares. Franco conoció a Rocío cuando aún no sabía caminar. En el jardín de la casa don Luis se hallaba en plenitud. Lo recuerdo sentado en una silla de madera bajo un níspero. Fumaba en la tranquilidad del atardecer. En esas reuniones se agregaba Lucas Moreno e Hilda, su mujer. Nada era literatura. Había amistad entrañable, confidencia, idealismo.

En 1983 Franco viaja a México para difundir su obra y también con la intención de conocer la Casa Museo donde León Trotsky fue asesinado por Stalin. Allí vivió quince meses junto a Natalia Sedova. A su regreso le trajo a mi hijo Emiliano, un niño de apenas cinco años, un sombrerito mexicano.

Solía venir a casa, de sorpresa, cuando realizaba algún trámite en el centro. Dejaba como obsequio un pequeño paquete de frutas secas. Se sentía feliz y nos hacía dichosos con esas almendras o pasas de uva que ofrendaba.

Lucas Moreno concibió la antología poética de Luis Franco en Eudeba, con un estudio preliminar breve pero cardinal. A pedido de Luis Franco, se entiende. Ambos habían devorado las obras de Sarmiento – ambos me lo hicieron leer una y otra vez -, tenían una mirada parecida en torno a los hechos artísticos e ideológicos. Por supuesto, no siempre coincidían. Las discusiones, de las cuales participaba como oyente, eran tumultuosas.



Con Franco fui de vacaciones a su casita de Mar del Plata, en el barrio Alfar. Otros años, otros tiempos. El poeta belicho me despertaba a las siete de la mañana para que fuéramos a caminar por la orilla del mar. Por la tarde la cita era un paseo por el bosque de Peralta Ramos. Allí nos acompañaban los pájaros, el aire, Goethe, Thoreau, Emerson, Whitman, Shakespeare, Marx, Mareategui, Trotsky, Bakunin, Homero…. El silencio por la noche, el movimiento de la naturaleza, los grillos, el pequeño fogón. Los dos hablando o escuchando la mar. Y las estrellas.

Franco me presentó en una oportunidad a su amigo Pascual Vuotto. También al Dr Enrique Bronquen. En mi temprana juventud había conocido al mítico Mateo Fossa. Venían las voces de Horacio Quiroga, de Leopoldo Lugones, de Martínez Estrada, de Enrique Espinosa.

Era muy bello escucharlo hablar en el atardecer, después del almuerzo, de Arturo Marasso, Rubén Darío, Giordano Bruno, Federico Nietzche, Rafael Barrett o Luisa Michel. Y de Sarmiento, una y otra vez.

Rubén Rey - amigo inolvidable, hombre de formación humanista, docente y pintor – había leído a Franco desde su adolescencia. Se lo presenté alrededor de 1977. La primera edición de Conversaciones con Luis Franco lleva un dibujo de don Luis realizado por Rey; uno de los mejores retratos que he conocido. El original, en mi casa-museo.

Las lecturas se entretejían como los nombres. David Viñas, Rodolfo Mondolfo, Melcíades Peña. Recuerdo que le presenté a Juan José Sebreli, a don Ernesto Guevara Lynch, al Dr. René Favaloro, a Carlos Alberto Brocato, a Roberto Santoro, a Liber Forti, a Héctor Ciocchini. Cada tanto venía a cenar o almorzar a casa, al departamento de mi hermana Raquel, al hogar de Lucas Moreno. Los sábados por la mañana lo visitaba en Ciudadela. Nada era literatura.

Uno de los grandes hombres éticos de nuestro país, el Dr. Arturo Umberto Illia, fue lector y admirador de don Luis. Al ser electo presidente fue a visitarlo a su casita de Ciudadela. Le ofreció el cargo de Secretario de Cultura de la Nación. Don Luis le dijo que sentía orgullo por su amistad y una gran emoción por el ofrecimiento pero que no podía aceptar, que además no se imaginaba funcionario. Y que no quería perder a un amigo. Casi de la misma manera rechazó ser miembro de la Academia Argentina de Letras. “El día que me siento deprimido y me miro al espejo y me doy cuenta que no soy académico, me dan ganas de vivir”. Eso respondió por escrito.

Franco me presentó a Ricardo Carpani, a Demetrio Urruchúa, a Samuel Glusberg, una de las criaturas más sencillas, humildes y generosas que he tratado.

Recuerdo el acto realizado en plena dictadura militar. Sábado 26 de septiembre de 1981, en la Federación Libertaria Argentina. En primera fila Luis Franco y Diego Abad de Santillán. Un poco más atrás, de pie, José Martínez Suárez. Un homenaje a León Felipe, irrepetible. Más de doscientas personas; entrando de a dos, saliendo de a dos.

Conocí a los Viladrich gracias a Luis Alberto Quesada. Luego, por intermedio de los Viladrich a María Inés Cárdenas, “Pequeña Monner Sans”, la esposa del recordado José María Monner Sans. Más tarde a Ricardo Monner Sans, un profesional ejemplar, un hombre ético, un ser que admiro. Tuve trato fraternal con Wifredo Viladrich. Con su esposa, su hermano, sus hijos. Me regaló en 1970 una escultura muy bella que luce en la pared de mi casa-museo. Una copia de ella la descubrí en el departamento de Álvaro Yunque. Miguel Viladrich Vila, el gran pintor español, al finalizar la Guerra Civil se exilia a la Argentina. ¿Dónde? Catamarca. ¿En qué lugar de Catamarca? Belén. Allí traba amistad con Franco. En su casita de Ciudadela, sobre un aparador provenzal había un busto. El poeta reflejaba la energía y la fuerza de su temperamento. La escultura era de Wifredo Wiladrich. Una vez más: nada era literario.

Como Sarmiento jamás abdicó de la ironía. Era muy simpático escucharlo hablar -con mordacidad, con desmesura- de los obispos, de la historia del Papado, del esnobismo literario o metafísico, de las vanguardias creadoras, de personajes alcahuetes y obsecuentes del peronismo, de las noñerías de las beatas, de la complicidad estalinista. De los gendarmes de la pluma y de los escritores que huelen a cirio.

Desconfiaba de la diplomacia, esto es, del aburrimiento y la mascarada. Obstinado precursor, no sólo en lo poético o en su visión de la historia, sino también del pensamiento siempre resultaban interesantes sus discrepancias, sus apelaciones, sus exasperadas polémicas.

Le organicé varias conferencias. Habló sobre los griegos, sobre Rosas, sobre Catamarca, sobre el general Paz, sobre literatura y sociedad. Era un placer escucharlo, un disertante que conmovía, ilustraba, un maestro en el decir. Además su ironía era única. Pasaba de Virgilio a “los descamisados del Evangelio”, de una cita sobre Dante a una anécdota de su Belén natal. Pero Franco era querible en las sobremesas. Su forma de hablar, su tono, su memoria, nos dejaba siempre vitalidad y pertenencia. Con sencillez, con claridad, enfocaba cada tema, desde la naturaleza, la literatura nacional o las revoluciones. Siempre había un matiz, un pensamiento singular, una expresión risueña.

Se sigue diciendo que Luis Franco murió en un hospicio de Ciudadela. Esto no es así. Él vivía en Ciudadela. Había que bajarse en la Estación Liniers pues su casa quedaba más cerca desde allí. Un poco más adelante, bordear el cementerio israelita. Vale la pena mencionar que fue el primer cementerio judío Ashkenazi de Buenos Aires, 1910. Luego la calle Saavedra 3367.

Franco murió en Capital, en la calle Junín 755, piso 5. Frente a la Morgue Judicial. Junín entre Viamonte y Córdoba. Vivo, desde los diez años, en departamento que era de mis padres, en Viamonte entre Callao y Rodríguez Peña. Esa fue una de las razones de encontrarle vivienda, estar cercano. El departamento lo consiguió Lucas Moreno, propiedad del profesor en Letras Lucilo Oriz, gran admirador de Luis Franco y amigo de Lucas. Era el director del Instituto Oriz, donde mis hijos estudiaron para el ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires. Historias que se superponen, intensas; afecto y compromiso. Con Lucilo Oriz hicimos una amistad que se prolongó. Franco unía o distanciaba.

Forita me habló la mañana del 1 de junio de 1988. Alterada, confundida, me anunció por teléfono que Franco se había descompuesto. Llegué de inmediato, fui yo quien lo cubrió con una manta en el lecho de su departamento. Ya estaba muerto. A partir de ese instante inicié los trámites para su velatorio. Me encargué de casi todo. Llamados a parientes, avisos a los medios, amigos, escritores, Casa de Catamarca... Hasta de comprarle la chapa de bronce en Chacarita, que decía Luis Franco (1898-1988) Poeta. Una semana después la llevé para que sea colocada en el nicho. Conservo su libreta de enrolamiento.

Carlos Penelas
Buenos Aires, octubre de 2017
sábado, octubre 21, 2017 No comments
Con un panel de lujo clausuramos la Segunda Feria del Libro de Tres de Febrero.


Abordamos la vida y obra del prócer con Mercedes Sanguineti, el poeta Carlos Penelas, Adrián Murano y Eduardo David Maddonni.


Analizamos el periodismo del siglo XIX, el mundo contemporáneo de Sarmiento, la Argentina de la Generación del '37 y del '80, y la revolución educativa del sanjuanino. Un lujo.


Además cantó Elvira Vasil y brindamos por el éxito de la Feria que ya pasó y la gran expectativa por lo que viene. Gracias a todos. Fue sencillamente perfecto.


Ricardo Tejerina
Subsecretario de Cultura
Tres de Febrero



miércoles, septiembre 13, 2017 No comments
Sarmiento es un destino. Sarmiento crea la literatura en un país iletrado. Es un intelectual que escribe y piensa al mismo tiempo que construye aquello que escribe y piensa. En un país de analfabetos y de barbarie crea la modernidad, lo simbólico. Por eso combate el caudillismo, a líderes ensangrentados que explotaban miles de hectáreas con mano de obra gaucha. Hacendados burócratas y al mismo tiempo representantes del pueblo. Una afinidad con los rústicos que sigue embaucando al pueblo. Vive en un territorio embrutecido donde no existe nada: no existe nación, no existe estado, no existe patria. Tulio Halperin Donghi lo definió con precisión al escribir que Sarmiento construyó “una Nación en desierto argentino”. Algo más. Carlos Fuentes aseveró en una entrevista, al responder sobre la literatura argentina: “Ustedes tienen el Facundo y a Borges”.


Sarmiento entiende que no hay patria sin cultura. Es moderno, anti- tradicionalista. Piensa en Europa, en Estados Unidos, en lo universal, en la civilización. Es un creador obsesivo, un obsesivo de la educación pública. Tuvo integridad, tuvo valor, tuvo genio, tuvo imaginación. Como pocos. Eso molestaba y sigue molestando a demagogos, a corruptos, a obsecuentes. La integridad, el valor, el genio, la imaginación.

Sarmiento, que ya había leído a Tocqueville -cronista de la década anterior- como un obstinado precursor presintió a mediados del siglo XIX que el futuro estaba en Estados Unidos y no en Europa. La democracia del norte podía ser contradictoria pero las monarquías no le parecían ni siquiera respetables. Sus reyes le resultaban ineptos y ridículos. Junto a su mirada el ímpetu de Balzac pero el espejo de Fenimore Cooper. Estados Unidos era un país joven, robusto, americano. Muelles, andenes, locomotoras, sirenas de barcos. Entonces queda claro: Franklin y míster Mann.

Como maestro, como periodista, como escritor o como gobernante combatió de manera permanente el atraso moral y social. No podemos dejar de señalar que a diferencia de otros intelectuales, cuyo aporte se limita a lo teórico, Sarmiento era un hombre de acción. Desde cada uno de los puestos que ocupó impulsó muchos de sus proyectos. Recordemos: en sólo seis años de su mandato presidencial (1868-1874) se crearon ochocientas escuelas, de treinta mil alumnos pasaron a cien mil. La Ley de Educación 1420, que establecería la educación pública, obligatoria, gratuita y laica – votada en 1884 bajo la presidencia de Julio A. Roca – tuvo en Sarmiento su ideólogo, su impulsor.

Estimuló el progreso industrial, alentó la mecanización agrícola, extendió la red de ferrocarriles, implantó el telégrafo en todo el país, abrió caminos, postas, impulsó el sistema métrico decimal, promovió la navegación de ríos, proyectó la construcción del puerto de Buenos Aires. En lo cotidiano debemos decir que se multiplicaron los diarios. Ya no se venderán por suscripciones. Se venderán en la calle, da lugar a los primeros quioscos, y a un nuevo oficio que con el tiempo -y gracias a Florencio Sánchez- se llamará canillita. Es entonces que aparecen La Prensa, La Nación, La Capital de Rosario.

Ahora vamos a realizar una rápida mirada, comparar de un breve brochazo una visión del mundo. El 4 de marzo de 1865 Abraham Lincoln jura como presidente su segundo mandato. El 9 de abril se declara la abolición de la esclavitud en Estados Unidos. Richard Wagner estrena Tristán e Isolda. Gregor Mendel finaliza Teoría de la herencia. En 1870 empieza la construcción del Puente de Brooklin. Lucio V. Mansilla publica Una excursión a los indios ranqueles. Se proclama la infalibilidad del papa durante el Primer Concilio Vaticano. En Italia desaparecen los Estados Pontificios. José Martí es desterrado a Isla de Pinos. Francia proclama la III República. Mueren Gustavo Adolfo Bécquer, Charles Dickens, Alejandro Dumas, padre, el Conde de Lautrémont. Benito Pérez Galdós publica su primera novela La Fontana de Oro. Nacen Lenin, Guy de Maupassant, Virginia Bolten. Pasteur: las enfermedades del gusano de seda. Veamos, por último, que ocurre sobre el final del mandato de Sarmiento. En 1874 Alejandro Dumas ingresa a la Academia francesa. Alemania y Grecia firman el tratado de Olimpia. Nace Gerturde Stein, Guglielmo Marconi, Macedonio Fernández, Ernst Cassirer, Joaquín Torres García, Winston Churchill. Smetana comienza su composición Mi patria. Músosrgski estrena Cuadros de una exposición. Emile Zola publica El vientre de París. Se realiza la Primera Exposición impresionista: Monet.

En soledad estudió inglés, en soledad escribió páginas memorables. Sarmiento entre dos fuegos, como señaló con lucidez otro olvidado: Luis Franco. Una vez más: Facundo, Argirópolis, Recuerdos de Provincia, Viajes por Europa, África y América. Algo más. Bajo su presidencia se completó la redacción del Código Civil, obra de Dalmacio Vélez Sársfield. Para una anécdota: Vélez Sarsfield padre de Aurelia Vélez, el gran amor de Sarmiento.

Muchos son los libros valiosos que se escribieron sobre este hombre contradictorio, volcánico, provocador. Voy a recomendar uno: Sarmiento anecdótico de Augusto Belin Sarmiento. Como afirma Narciso Bidayán en el prólogo de la edición de 1961 “…puede ser un precioso libro de lectura escolar, un vademécum esencial para los hombres de gobierno o que aspiren a serlo, un extracto de historia, metódico y seguro, y un álbum de máximas, impresiones y agudezas de observación y estilo”.

Enseñó a leer y a escribir, formuló ideas con formas definitivas, no admitía regalos, recordó que cada uno debía cumplir con su deber, habló de una justicia justa, remarcó la decencia, luchó contra la pedagogía del odio, ensanchó las calles de Buenos Aires.

Escribió para siempre: “La ignorancia es atrevida. / Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer. / El buen salario, la comida abundante, el buen vestir y la libertad educan a un adulto como la escuela a un niño. / Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela. / Fui nombrado presidente de la República, y no de mis amigos”.

Dejó escrito un testamento político: “…sin fortuna que nunca codicié, porque era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubierto de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, del que yo gocé sólo a hurtadillas”.

Como señaló Leopoldo Lugones, Sarmiento representa “la tentativa lograda de hacer literatura argentina, que es decir patria: puesto que la patria consiste ante todo en la formación de un espíritu nacional cuya exterioridad sensible es el idioma”.

Para finalizar evoquemos estas palabras de un hombre cladividente: “…para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales… para eso necesitamos hacer de toda la república una escuela”.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 11 de septiembre de 2017
lunes, septiembre 11, 2017 No comments
La Municipalidad de Tres de Febrero realizará su II Feria del Libro desde el miércoles 6 hasta el lunes 11 de septiembre.
 

El lunes 11 a las 18 horas será el cierre en el cine Paramount -3 de febrero 2561, Caseros- con un homenaje a Sarmiento. Participará el poeta Carlos Penelas y Mercedes Sanguinetti - Secretaria de Educación y Cultura, coautora junto a Diego Valenzuela (periodista, historiador y actual intendente de Tres de Febrero), autor del libro Sarmiento periodista. Coordinará la mesa el Subsecretario de Cultura Ricardo Tejerina.

Como se recordará Penelas rindió homenaje al maestro y estadista en escritos, conferencias y en su mausoleo de Recoleta.
En este enlace, el calendario completo de la Feria.

Adhesión
La Sociedad Argentina de Historiadores adhiere al acto, a través de una comunicación enviada por su presidente, el Dr. Eugenio Francisco Limongi.
lunes, septiembre 04, 2017 No comments

Reproducimos el discurso de Pablo Palemo, vicepresidente del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, en el homenaje a Domingo F. Sarmiento en el cementerio de la Recoleta, el domingo 11 de septiembre.


Sr. Presidente del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, Dr. Rafael Sarmiento.
Sras. y Sres.

El Instituto Sarmiento de Sociología e Historia honra hoy, domingo 11 de septiembre de 2016, la figura de Domingo Faustino Sarmiento, al cumplirse 128 años de su muerte. Y lo hace aquí, en el Cementerio de la Recoleta, junto al magnífico sepulcro que encierra sus restos, sepulcro cubierto de bronces, símbolo de la gratitud nacional hacia quien también es conocido como el Maestro de América.

¿Qué puede decir el orador sobre Sarmiento en esta mañana? ¿Con qué palabras homenajear al gran político y literato argentino? El respetuoso silencio de este lugar conviene. Conviene la presencia de todos ustedes, los minutos en que fluyen las palabras.

La amistosa sombra de Sarmiento, creo yo, nos acecha. La Argentina guarda sus lugares, sus cosas, sus objetos.

La Casa Natal de San Juan, obra de Doña Paula Albarracín, la abnegada madre inmortalizada en Recuerdos de provincia.

La humilde escuelita de San Francisco del Monte de Oro, provincia de San Luis, donde el niño Domingo enseñara a adultos las primeras letras.

Su casa de la calle Cuyo, actual Casa de la Provincia de San Juan y sede de la Asociación Sarmientina.

Pero Sarmiento también se yergue en el Parque Tres de Febrero, modelo en su momento de espacio público, antigua sede del caserón de Rosas y del primitivo Colegio Militar de la Nación. Allí, la colosal estatua de Rodin ha inmortalizado al genio en su gesto y en su andar impetuoso, como si la vida siguiese en aquel que, según palabras de Martín García Merou, jamás conoció el cansancio ni la pereza intelectual.

El Museo Histórico Sarmiento, del barrio de Belgrano, atesora sus objetos personales, libros, archivo y escritos. Allí el estudioso se dirige a la fuente básica de todo historiador: los documentos, la vida de puño y letra. La Historia, todos lo saben, se escribe con documentos y yo creo que, no obstante la gigantesca compilación de las Obras Completas de Sarmiento, debida a su nieto Augusto, queda mucho por investigar del Gran Sanjuanino.

Sarmiento y sus lugares. Sarmiento y sus obras.

Hoy, 11 de septiembre, Día del Maestro, el patio escolar se engalanará con la Bandera Patria, las formaciones de alumnos y docentes, los discursos. Allí también está Sarmiento, porque junto a sus amados niños debe buscárselo. El severo retrato, el busto tutelar, los aplausos.

Creo oportuno enumerar sus clásicos, infaltables en toda biblioteca. Facundo, Recuerdos de Provincia, Vida de Dominguito, Viajes por Europa, África y América, De la Educación Popular, Campaña en el Ejército Grande, Argirópolis, De la Educación Común, etc. Sarmiento fue el primer comentarista de la Constitución sancionada en Santa Fe en 1853. Sus Comentarios son bien documentados con la doctrina constitucional estadounidense. Gustaba mucho del Derecho; su íntima frustración fue no haber obtenido el título de abogado, a diferencia de su rival Juan Bautista Alberdi y de su admirado Abraham Lincoln, humilde como él, leñador y barquero, y convencido antiesclavista.

Precisamente de la obra titulada De la Educación Popular, editada en 1849, y que recoge sus experiencias educativas en el extranjero, es el siguiente pensamiento, clarísimo y que vale la pena recordar en este homenaje: “Es la historia la parte de la vida de las sociedades que ha precedido al momento de nuestra existencia; y forma, por tanto, un complemento necesario de la vida intelectual, de la vida de un hombre civilizado”.

Sarmiento es parte importante de la historia argentina. Su figura, una de las más destacadas del siglo XIX, lo ha abarcado casi todo. Alguien le dijo una vez: “A Ud. sólo le falta ser porteño y ser cardenal”. Soldado en Caseros, concejal por la parroquia de San Nicolás, jefe del Departamento de Escuelas, ministro del gobernador Mitre, gobernador de San Juan, diplomático en los Estados Unidos, presidente de la Nación. Confiada la más alta magistratura, declaró que, por la memoria de su madre y de Dominguito, alzaría la piedra y la llevaría a la montaña. Con ello decía: escuelas, caminos, ferrocarriles, telégrafos, lucha contra el desierto.

Pero por sobre este extraordinario dedicarse a la política de su patria, sobresale en Sarmiento su condición esencial: maestro de grado, maestro de escuela. Luchó siempre nuestro hombre para que la educación contase con una partida específica en el presupuesto provincial o nacional. No debía educarse por caridad, sino para que los educandos fueran educadores el día de mañana. “Por cada escuela que se abre, se cierra una cárcel”, fue su sentencia.

En esta mañana de homenajes ha querido el Instituto Sarmiento de Sociología e Historia evocar al Gran Sarmiento junto a su tumba. Deseo concluir estas palabras con una expresión de Carlos Pellegrini, y que corresponde a un discurso político pronunciado en 1897: “Cuando la ingratitud pide el silencio y el olvido, la justicia reclama la palabra y el recuerdo”.

Brille para Domingo Faustino Sarmiento la Luz Perpetua, la Luz que no tiene fin.

Muchas gracias.
lunes, septiembre 12, 2016 1 comments
En mi juventud conocí a Luis Franco. Junto a él crecí, me formé intelectualmente, participé de una ética, de su generosidad sin límite. Franco me hizo amar y admirar con tenacidad la obra y la trayectoria de Domingo Faustino Sarmiento y la de Leopoldo Lugones.


En Argentina la barbarie, el populismo, la pereza mental, la imbecilidad y el dogmatismo hicieron que su decadencia llegara a límites inimaginables. Nos resulta sencillo advertir en lo cotidiano la impunidad, la insolencia, la corrupción, la incultura o el pensamiento extravagante. Y las poses banales de muchos artistas e intelectuales.

Hablar de Sarmiento y de Lugones es mencionar a los dos escritores mayores de nuestra historia literaria. Si pensamos en Lugones decimos Rubén Darío. Entonces, inevitablemente, llegan las voces de Luis Franco, Ezequiel Martínez Estrada, Horacio Quiroga, Samuel Glusberg. Decimos estética, sensibilidad modernista. Y decimos Víctor Hugo. Su obra – es válido recordarlo – excedió los límites del movimiento modernista. Es la figura central de nuestra literatura con proyección continental.
Lugones, como poeta trasciende “inagotables recursos verbales y pictóricos” afirma Rodolfo Walsh. Introduce el cuento fantástico en nuestro país. Junto a su nombre José Martí, José Hernández, Guillermo E. Hudson. Para ser claro: Lugones es más que un escritor, es un arquetipo y una compleja literatura.

Los crepúsculos del Jardín (1905) y Lunario sentimental (1909) alcanzan para señalar la atmósfera refinada, la elegancia y la originalidad creadora. Precisión y belleza. Recoge el simbolismo, experimenta el misterio en Las fuerzas extrañas (1906) y es además precursor de la literatura breve en nuestro país.

El profundo estudio que hace de Sarmiento y de Hernández pone sobre el tapete la eficacia, el rigor, el emblema de nuestra identidad cultural. Lugones, debemos recordar, se opuso al antisemitismo que muchos intelectuales y escritores de su época profesaron. Una cita de Leonardo Castellani: “Lugones fue condenado por el país a ser autodidacto”.

Una genialidad – admirable, único – Yzur (1924) enlaza mitos clásicos con la pseudociencia. Un relato equiparable a un cuento de Edgar A. Poe, H.G.Wells o Villiers L´Isle Adam. Lugones personifica la imagen del intelectual-escritor. Sin él no se concibe la literatura argentina. Su dimensión abarca una memoria. Paradójicamente se lo critica sin leerlo, sin comprender un sentimiento que rebasa la veneración. Sus cambios ideológicos y temperamentales – del anarquismo al socialismo, del socialismo al golpismo – son ajenos a su talento creador. ¿Qué hacemos, entonces, con Richard Wagner, Ezra Pound, Céline o Leni Riefenstahl?

Leopoldo Lugones fue un gran conocedor del mundo griego, de la Grecia clásica, de su mitología, de su poética. Ejemplo de ello son sus ensayos Estudios helénicos (1923), Nuevos estudios helénicos (1928). Tampoco fue ajeno al horizonte científico, a la epistemología de la ciencia. “La escuela democrática debe estar dominada por el método científico”, recordó en más de una oportunidad.
“Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra república, decir que ha muerto el primer escritor de nuestro idioma, es decir la verdad y es decir poco”. Eso escribió Jorge Luis Borges en la revista Nosotros por la muerte de Lugones.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 16 de junio de 2016
viernes, junio 17, 2016 3 comments

Toda la historia contemporánea -ese vasto y contradictorio reportage- está nadando en pleno sueño engañador. 

Paul Groussac


Una y otra vez insisto sobre la necesidad de profundizar la obra de Luis Franco. Cuando lo nombro, cuando lo evoco – desde la amistad y el reconocimiento de su magisterio – estoy nombrando a Sarmiento, a Darío, a Lugones. Esa, y no otra, es la línea de pensamiento, de genio, de trascendencia. Luis Franco hizo descubrir en mi, desde una mirada más profunda -no sólo el universo de Goethe o de Esquilo, la poética de Shakespeare, no sólo la mitología griega y las reivindicaciones libertarias de la historia, los conflictos sociales, la ética necesaria e imprescindible para actuar- sino la lectura estética, la lectura ideológica, la mirada humanista de estos creadores. Que por supuesto se unen a Martínez Estrada, Horacio Quiroga, Samuel Glusber y a la literatura del Siglo de Oro Español tanto como a la novelística rusa del siglo XIX. De la mano irán Emerson, Thoreau, Whitman, Melville, Lincoln. Y por supuesto, entre otros, Darwin, Hudson, Cunninghame Graham, Tschiffely, las cartas de viajeros a nuestras tierras, la mirada insurrecta de una América aplastada por dictaduras, chauvismo, barbarie y populismo demagógico.

En 1905 Lugones publica Los crepúsculos del jardín, obra cercana al modernismo. Recoge asimismo las tendencias de la literatura francesa, en particular el simbolismo. Esta tendencia la profundizaría con su celebrado Lunario sentimental publicado en 1909. Con Las fuerzas extrañas introduce la literatura fantástica en nuestro país mostrando la afición de Lugones por el ocultismo y las ideas teosóficas. Este libro junto con Cuentos fatales son considerados precursores de la narrativa breve en Argentina. Lugones, estudioso incansable y creador fecundo, hablará de la aristocracia intelectual en el arte. Pocos, muy pocos escritores con la sólida formación humanística e instrucción científica de Lugones.

Debemos repetirlo hasta el cansancio: el poeta y ensayista Leopoldo Lugones, representa una de las mayores figuras del modernismo hispanoamericano. El ensayo El payador, por citar un ejemplo nítido, es una brillante y controvertida interpretación de la nacionalidad latinoamericana.

Lo es también su estudio sobre Sarmiento (Sarmiento, lector apasionado de Balzac), sobre su vida y su obra, un autor que impone el sentido de la literatura en nuestro país y en toda América. Sarmiento: insolente y certero, instalará sus mapas y sus brújulas, sus profecías y su utopismo. Sarmiento, un plebeyo sin ventajas sociales ni económicas, dirá Viñas.

Vale evocar las palabras de Jorge Luis Borges: “Un crítico francés, Valéry Larbaud, amigo de Güiraldes, observó que la literatura latinoamericana ha influido, a partir de Darío y de Lugones, en la de España, en tanto que la de los Estados Unidos ha influido, y sigue influyendo, en el orbe entero, más allá de ámbito inglés” Luego profundiza aún más: “… es lícito declarar, a la manera bíblica, que Edgar Allan Poe engendró a Baudelaire, que engendró a los simbolistas, que engendraron a Valéry, y que toda la llamada poesía civil o comprometida de nuestro tiempo procede de Walt Whitman, que se prolonga en Sandburg y en Neruda”.

La influencia de Lugones es fundamental en nuestras letras. Lo mismo que Sarmiento y que Darío. Más allá de presuntos silencios, de polémicas o impregnaciones, de recodos y pantanos, en ellos vemos el nacimiento de una visión real y enorme de la literatura americana, de su historia, de sus nomenclaturas, una mirada crítica y lúcida que nos muestra lo decadente de nuestra historia contemporánea. Y aquí viene de maravillas aquello que escribió Arturo Uslar Pietri: “Quien habla como un patán, terminará pensando como un patán y por obrar como un patán”.

También creemos que deberíamos releer el libro de Leopoldo Lugones (h). Sabemos que fue torturador, que fue un hombre sin escrúpulos, un ser despreciable. Pero Los cuentos del adiós, su única obra publicada, no merece quedar en el olvido.

Una generación donde estaban, entre otros, Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Francisco Luis Bernárdez, Roberto Arlt, Macedonio Fernández, Nicolás Olivari, Eduardo González Lanuza, Norah Lange, Adolfo Bioy Casares, Raimundo Lida, Oliverio Girondo, Conrado Nalé Roxlo, Ernesto Sábato, Victoria Ocampo…

Resulta obligado destacar la importancia de Leopoldo Lugones como traductor de algunas de las obras cumbres de la literatura clásica grecolatina, entre las que sobresalen las dos partes de la Iliada de Homero. En este mismo terreno publicó dos series de Estudios helénicos.

Una vez más debemos indicar un itinerario – contra la vulgaridad y lo dogmático - cuyos rasgos corroboran un dramatismo de oración patriótica pero también un derrotero indispensable, una polifonía si se quiere, un paralelismo polémico y deliberado, una posible incorporación de este territorio (mezcla de frivolidad, infamia y genio) a un mundo sin populismo ni adulteraciones. Por eso señalo un contrapunto: Domingo Faustino Sarmiento, Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Luis Franco.

Carlos Penelas
Buenos Aires, mayo de 2014
martes, mayo 20, 2014 No comments
Fue fundamental en la formación ética e intelectual del poeta Carlos Penelas. En ella consultó textos durante la escuela primaria, orientó con intensidad creciente su pasión literaria al cursar el colegio secundario y elevó su sensibilidad al realizar sus estudios en el Profesorado en Letras Mariano Acosta. Fue, y sigue siendo, su lugar de lectura, de investigación, de estímulo. Desde sus ventanales los jacarandaes de la plaza Rodríguez Peña.


Penelas siempre ha sido un ferviente admirador de sus salas. Allí la presencia de Leopoldo Lugones, de Luis Franco, de Samuel Glusberg. Es importante recordar que estos últimos fueron convocados en 1921 por Lugones.

El autor de Lunario sentimental asume en 1915 como director de la Biblioteca Nacional de Maestros – creada por Domingo Faustino Sarmiento –. Ese cargo lo desempeña hasta su suicidio en un recreo del Delta, Tigre, en 1938.


Carlos Penelas presentó El corazón del bosque en 1992 en el Salón Blanco del Palacio Sarmiento, junto a los poetas Luis Alberto Quesada y Héctor Ciocchini y Gracuela Maturo, por ese entonces directora de la biblioteca, y la lectura de Dora Prince.

En 1993 presentó allí El mensajero celeste, refiriéndose a su obra en ese acto Luis Alberto Quesada y Héctor Ciocchini junto al Académico en Letras Dr. Ángel Mazzei.

Fue invitado a visitar la Sala del Tesoro durante la dirección de la profesora Reneé Soto del Castillo. Años más tarde repitió la visita bajo la dirección de la poeta e investigadora Graciela Maturo.

Gracias a la gestión de la Lic. Graciela Perrone, actual directora, el miércoles 10 de abril de 2013 pudo obtener estas fotografías en el despacho de nuestro poeta.
jueves, abril 11, 2013 No comments
Hace décadas que digo, que reitero, que no es fácil ser argentino. Soy hijo del exilio, de una familia gallega que se vio obligada a partir por el hambre, por la injusticia, por el oprobio. Me formé rodeado de seres cálidos pero enérgicos, hombres y mujeres de trabajo pero también plenos de ensoñaciones. Junto a ellos, desde ellos, recorrí el honor, lo ético, el compromiso, la solidaridad, el esfuerzo, la cultura del trabajo y la superación. Normas elementales de convivencia, miradas interiores, silencios, discreción, humildad. Crecer en el estudio y en lo laboral. Ser cumplidor con la palabra, con la acción, con lo cotidiano.

En la escuela primaria, al salir del hogar, comencé a descubrir otro mundo. La demagogia, la persecución, el fraude, la politiquería. Un país donde me llegaron nombres inimaginables para otros lugares. Éramos, de pronto, el ombligo del mundo. Allí estaba Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón del mundo. Y Carlitos Gardel -el único, el que cada día canta mejor - que era argentino, porteño y ganador. Y que supo retirarse a tiempo, como escribió un viejo amigo. Y los mejores hombres: Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi. Y la lista se fue ampliando con Leopoldo Lugones, Ché Guevara, Diego Armando Maradona, Lionel Messi, Nicolino Locche, Sergio “Maravilla” Martínez. Y Jorge Luis Borges, Daniel Barenboim o Martha Argerich. Y nuestro recordado y amado doctor René Favaloro, creador del bay-pass aorto-coronario. El hombre que cambió la cardiología en el mundo y que no pudo con este desdichado territorio. Y otros hombres que llevaron el nombre de Argentina por el cosmos representando las artes, la ciencia, el espíritu de libertad, de dignidad, de talento. Seres como Julio Bocca o Astor Piazzolla, Tato Bores o Niní Marshall. Estrellas de cine, bellas mujeres que dieron la vuelta al mundo como Mirtha Legrand, Libertad Lamarque o Mecha Ortiz. O actores como Pedro López Lagar, Arturo García Buhr, Héctor Alterio o Ricardo Darín. Y podemos recordar a Ernesto de la Cárcova, Lino Spilimbergo, Antonio Berni, Emilio Pettoruti…

Y cómo no evocar a Bernardo Houssay, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947, Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz en 1980, a César Milstein Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1984.

Todo esto y más en un territorio de montoneras, populismos, grosería, decadencia y bombos. De comités y aplausos y chorizan y barrabravas. En un territorio cargado de corrupción, de monólogos, de mutaciones y de mutilaciones. De diálogos belicosos, de complicidades, de gestos y fachadas, de conversos y folclore trasnochado. De entremeses, alfombras y paternalismos, de actuaciones execrables, de bomberos plutarquianos y damas con alusiones surrealistas, de escenografías y teorías redentoras.

Y ahora, Jorge Mario Bergoglio, a los 76 años, deja de ser arzobispo de Buenos Aires para transformarse en Francisco, en el primer papa de América. Un argentino dirigirá la Iglesia Católica, un hombre que llegó desde una ciudad marginal para ser papa. No salgo del asombro: un argentino es papa. Empezarán a cambiar – temblaron ventanales en el Vaticano y en estos lares en el momento de saludar – historias y mausoleos con su llegada. Algo más. Tuve de la fortuna de ver viajar como un ciudadano de a pie, hace tres meses, al argentino más importante de toda nuestra historia, el argentino más importante de todos los argentinos. Para ser más preciso: subte de la línea D, Catedral-Congreso de Tucumán.

No salgo de mi asombro. Muchos otros tampoco. No saben si buscar el rosario o algo para el insomnio.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 14 de marzo de 2013
jueves, marzo 14, 2013 1 comments
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