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Carlos Penelas

Comenzaremos con una cita de Byung-Chul Han (1959) Corea del Sur / Alemania /

En La salvación de lo bello dice en su primera página: “Lo pulido, pulcro, liso e impecable es la seña de identidad de la época actual”


Dice Claudia Venturelli en un estudio sobre Mafud. “Un sociólogo de sentido común”.

¿Por qué rescatar a Julio Mafud al que podríamos definir como un sociólogo maldito para la academia y del cual hoy nadie habla? Porque aunque nadie hable de él muchas de las afirmaciones que hacemos los argentinos para definirnos, sin saberlo, refieren a las verdades que estableció en este libro y que durante gran parte del siglo XX y por qué no hasta nuestros días forman parte del régimen de visibilidad a la hora de caracterizar como somos los argentinos. .

Julio Mafud (1928 – 1992)

Remedios de Escalada, durante los 80 fue el escritor que más libros vendió. Profesor del Instituto Grafotécnico. Ensayista, periodistas, trabajador ferroviario, estudios en Francia.

Autodidacta / Luis Danussi, Parte de Sarmiento y Martínez Estrada.

El desarraigo argentino (1966)

Sociología del peronismo (1972)

La revolución sexual argentina (1966)

Psicología de la viveza criolla (1965)

Sociología del fútbol (1967)

Juan José Sebreli publicará Fútbol y masas en 1981 / El fútbol de Sebreli es de 1966 /

Luis Danussi (1913-1978) activista del gremio gráfico, publicista del movimiento anarquista argentino.

Federación Gráfica Bonaerense (1945) Sebastíán Marotta / José Grunfeld / Jacinto Cimazo /

Enrique Medina (1937)

Escritor de clase baja, da vida a los marginados, desnuda sus miserias y humillaciones.

Las tumbas (1972) Vida en el reformatorio. En 1973 el gobierno peronista secuestra su novela Sólo Ángeles y se vuelve a editar en 1983.

Viveza criolla, corrupción política, coima, falsedad, oportunismo. “Yo argentino” / “El vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo” / “Hecha la ley, hecha la trampa” / “No te metás” / “Madrugá antes que te madruguen”.

Mafud: “Los organismos que adaptaron la viveza criolla a sus acciones fueron una máquina de defraudación para el público. Esas instituciones que pretendieron ser lo que no fueron (igual que cada individuo) se transformaron en una fábrica de valores falsos que desquiciaron el vivir societario. La desconfianza, la indiferencia y el escepticismo argentino le debe mucho al Estado que lo ha defraudado desde su origen”.

Un ejemplo en el cine: Plata Dulce (1982) Se iba a llamar Dios ha de ser argentino / Dirección de Fernando Ayala / Protagonistas Federico Luppi y Julio De Grazia./ El contexto es finales de los 70 /

Debemos recordar que Marcos Aguinis publica en 1988 Un país de novela. Va de la época virreinal hasta 1983. Uno de los personajes dice: “Me encarcelaron por ladrón, no por zonzo.”

Hay antecedentes de todo esto. El lazarillo de Tormes (1554) de autor anónimo es ejemplo de la picaresca española. El ciego lo introduce a Lázaro en la vida real, en el engaño y la mentira.

Ejemplo de todo lo mencionado. “La mano de Dios” / Maradona /

Isidoro Cañones /Dante Quinterno / Típico porteño de la viveza / Hacia 1940

Avivato / Lino Palacios / Evita el trabajo, viene lo piola, lo canchero, se las sabe todas / 1946 /

El truco y la política (de esto hablo Borges en varias oportunidades). Dijo Borges: “El argentino suele carecer de conducta moral…pasar por un inmoral le importa menos que pasar por zonzo.”

Es importante recordar a Borges y su mirada en torno al Martín Fierro. Un sólo tópico. El sargento Cruz se pone en contra de la ley que él mismo representa y traiciona a sus soldados desertando para defender a un gaucho matrero.

Para Jorge Luis Borges el Martín Fierro es un libro muy bien escrito y muy mal leído. Denostaba a su colega Leopoldo Lugones, que pretendía elevar a ese “gaucho matrero” a la condición de verdadero arquetipo, y aseguraba que, si en lugar de canonizar al libro de José Hernández, hubiéramos tomado al Facundo de Sarmiento como obra fundamental de nuestra literatura “otra sería nuestra historia y mejor”.

En las últimas décadas la soberbia, la pedantería y la vulgaridad en la televisión. En verdad en todos los medios. Y una decadencia ética, intelectual e ideológica.

Una sociedad desintegrada, amoral, pacata. El progresismo argento y las inflamaciones de derecha parecen ser el resultado de una picaresca sistemática.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 4 de junio de 2024
martes, junio 04, 2024 No comments
Días atrás Rocío vuelve a hablarme de su padre, Luis Danussi, un militante del anarco-sindicalismo argentino, de larga trayectoria, de honestidad, integridad y generosa vocación. Un hombre - amante de la literatura, el cine y la pintura -que llegó a tener correspondencia con Albert Camus. Perseguido y encarcelado sistemáticamente por el peronismo supo combatir el fascismo de izquierda y de derecha. Continúo escribiendo y dando conferencias hasta el final de sus días en favor de la libertad. Combatió siempre el autoritarismo, la demagogia, la corrupción y la falta de escrúpulos de la mayoría de los gobiernos. Y de los pueblos.


Hizo mención también a Agustín Souchy cuando vivió en su casa de Villa Domínico. Rocío era adolescente cuando Souchy visitó Argentina en los años 60. Luis Danussi había estado en Cuba al poco tiempo de estallar la revolución cubana y de inmediato tuvo una impresión negativa del accionar de sus líderes. Vale la pena recordar un libro: Cuba: país de poca memoria, 1951, escrito por el lúcido periodista italiano Aldo Baroni quien vivió en Cuba durante la dictadura de Machado. Pensamos que es un buen punto de partida para analizar el estatuto de la desmemoria y sus efectos en la sociedad cubana. Y en toda sociedad.

Éste breve artículo sólo quiere reflejar aquello que no se quiere ver. Y explicar por qué muchas cosas se reiteran en la historia. La masa - ortodoxa siempre - dogmática y ciega. Recopilamos datos entonces de nuestro personaje.

Mario Castillo Santana dice: “En esta figura hoy olvidada es interesante constatar que a diferencia de otros que vinieron a Cuba en esa época, como Hans Magnus Enzerberger, Regis Debrais, René Dumont, Max Aub, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Allan Ginsberg, Oscar Lewis, Wright Mills, Adolfo Gilly, Waldo Frank; Agustin Souchy no tuvo que esperar a que se produjera en Cuba el giro político que desembocó en los años 70 para superar la mirada idílica sobre la revolución cubana, la cual afectó la visión de la mayoría de aquellos viajeros. Así, ya para fines de 1960 Souchy tenía listo su folleto Testimonio sobre la revolución cubana, un texto que en Cuba sólo fue publicado parcialmente y después retirado de la circulación pública por las nuevas autoridades cubanas, para salir íntegro en la editorial «Reconstruir» de la Federación Libertaria Argentina”.

Souchy se hizo anarquista leyendo a Gustav Landauer. En 1914 se declaró insumiso y se refugió en Suecia, donde fue detenido por difusión de panfletos antimilitaristas. En la cárcel escribió un libro sobre Landauer, quien había sido asesinado el 2 de mayo de 1919. En 1920 participó en Rusia del Congreso de la Tercera Internacional. Allí se contactó con el Kropotkin, viviendo en su casa. A su regreso escribió un libro sumamente crítico del régimen soviético. En Berlín, 1922-1923, formó parte del secretariado de AIT junto a Rudolf Rocker y Alejandro Schapiro. Su vida es de una actividad inmensa, de un peregrinar en busca de libertad y ética social. Rocío me contó que tenía muy buen humor, que era muy simpático. Recordemos que estuvo en la casa de su padre durante quince días. Gustaba del strudel de manzana que hacía su madre, doña Elsa, esposa de Danussi. “Mejor que el de Alemania” solía repetir.

En julio de 1936 marchó a Barcelona, donde fue nombrado responsable de relaciones exteriores de la FAI y consejero político del CR de Cataluña y del CN de la CNT. Consumado políglota, dotado de cualidades diplomáticas, un enorme prestigio y fama internacionales, así como de una gran experiencia militante, se convirtió en extremadamente valioso para los comités superiores cenetistas.

Veamos el testimonio del español Ángel Samblancat: “He leído bastantes escritos de Agustín Souchy y le he oído hablar en no pocas asambleas. Por fortuna para él, Souchy no es un orador al modo y a la moda clásicos (…) En Souchy sorprende el caudal de sus ideas (…) esa universalidad de su atención lo erigen para nosotros a la condición de guía de gentes, que es lo propio del internacionalista perfecto y lo sitúan entre los pensadores más considerables de nuestra época. El intelecto de Souchy es penetrante, cortante y agudo, porque es amoroso. Si no lo fuera (…) no confraternizaría con los vagabundos afines y no sembraría semillas de porvenir en uno y otro lado del hemisferio, que a él le parecen dos salones de una misma vivienda”.

Vale la pena recordar que cuando triunfa la revolución cubana en enero de 1959, Souchy es una figura de relieve internacional en los medios sindicales conocedor en profundidad de los proyectos cooperativistas que se están desarrollando en Israel, Madagascar, Etiopía, Bolivia, Yugoslavia, Costa Rica, Honduras y el propio México.

El historiador Juan Manuel Ferrario escribe: “Los anarquistas, experimentados en materia de ser perseguidos por gobiernos de todo tipo, habían tomado la precaución de mandar previamente un ejemplar del libro a la Argentina, donde los anarquistas de la Federación Libertaria Argentina lo editaron, gracias a ellos podemos conocer lo que vio Souchy en Cuba, donde vaticinaba cosas que luego poco a poco y lamentablemente, fueron sucediendo. Y no sólo los anarquistas fueron perseguidos, sino también los homosexuales, a quienes se encerraba en campos de concentración. La revolución cubana nació de un abanico mucho más grande que de las ideas comunistas que luego se le metieron. La influencia anarquista en Cuba fue mucha, no solo desde tiempos inmemoriales cuando llegaban a Cuba las ideas anarquistas de la mano de Enrique Roig San Martín, sino también por haber sido uno de los países donde muchos anarquistas se exiliaron tras la caída de la República en España, entre esos exiliados anarquistas estaban los padres de Camilo Cienfuegos. Los colores rojo y negro de la bandera del 26 de julio es otra muestra más de la influencia anarquista en Cuba. Otro anarquista miliciano en España, luego exiliado de Cuba fue Abelardo Iglesias, quien en su libro «Dictadura y revolución en Cuba» relata cosas similares a las que contaba Souchy. Los anarquistas cubanos participaron de la revolución pero tras la llegada de Castro al poder fueron apresados, torturados y exiliados. Ni hablar de cuando vieron cómo los comunistas cubanos iban llevando la revolución hacia intereses que no eran por los que el pueblo había luchado. Algo similar a lo que ya habían visto en España en los años 30. La dictadura de Batista, anterior a la de Castro, había contado con el apoyo de los comunistas, siempre pioneros en traicionar buenas causas. Otros anarquistas cubanos fueron los hermanos Moscú, uno de ellos torturado por la policía política castrista hasta mas no poder, algunas fuentes señalan que al enterarse de ello, Cienfuegos, que no era anarquista, tuvo una gran pelea con Raúl Castro y a los pocos días desaparecía en «un avión caído al mar», nunca lo sabremos a ciencia cierta, por una cuestión de Estado”.

Estimado lector, le he entregado estas líneas para que conozca el pensamiento de un hombre olvidado. En su vida, en sus escritos, palpita el mundo libertario, el universo que Camus soñaba. Si recurrimos a sus libros, a sus testimonios no nos engañaremos con falsas revoluciones, con míticos engaños, con líderes verborrágicos, con relatos que nos llevan a la imbecilidad y a la anamnesis histórica. Y también al exilio, la cárcel o la muerte.

Agustin Souchy Bauer nació el 28 de agosto de 1892 en Racibórz, en la Alta Silesia (Polonia) y murió el 1 de enero de 1984, en Munich (Alemania).

Carlos Penelas
Buenos Aires, 3 de septiembre de 2022
lunes, septiembre 05, 2022 No comments
Queremos celebrar este 1º de Mayo, Día Internacional del Trabajo, compartiendo con ustedes una gran noticia: Ya se encuentra disponible en AméricaLEE, nuestro portal de publicaciones periódicas, la colección completa de la LA PROTESTA, desde su número 1 del 13 de junio de 1897 hasta su número de cierre, el 8271 del año 2015.


Motivo de celebración, porque es la primera vez que está accesible a la consulta pública una colección completa de LA PROTESTA, a la que se suma una colección de todos sus suplementos. Como siempre en AméricaLEE, el acceso es gratuito, con libre descarga, en este enlace.

Ningún repositorio del mundo disponía hasta hoy de una colección de LA PROTESTA. Diversas bibliotecas y centros de documentación del mundo poseen colecciones parciales. Nuestro trabajo consistió primero en reunir una colección original en papel, con el aporte de varias decenas de donantes particulares. Entre muchos otros, Carlos Penelas y Rocío Danussi aportaron la colección que perteneció a Luis Danussi. Asimismo, Fernando Córdova donó un tomo encuadernado del Suplemento semanal de La Protesta que había pertenecido a su padre, Cayetano Córdova Iturburu.

Como era imposible reunir una colección completa en papel, la segunda parte de nuestro trabajo consistió en digitalizar o fotografiar las colecciones que se encontraban en otros repositorios. Aquí fue decisivo el apoyo de la Biblioteca Popular "José Ingenieros", que nos prestó durante semanas grandes volúmenes.

El enorme volumen de la colección (8.271 ejemplares aparecidos a lo largo de 118 años), el gran formato que mantuvo durante décadas y la dispersión de las colecciones parciales implicaron un trabajo sostenido de casi cinco años, llevado a cabo por el pequeño equipo de Biblioteca / Hemeroteca y el Área de Digitalización del CeDInCI.

A pesar de múltiples presentaciones, fue imposible obtener apoyos financieros para sostener este trabajo. Salvo un pequeño subsidio (5000 dólares) otorgado en 2014 por el LAMP (Latin American Material Project) para digitalizar el período 1935-2012, todo el trabajo de digitalización, edición y carga se hizo con recursos propios.

En el año 2019 el Fondo Nacional de las Artes le otorgó al proyecto de Digitalización y puesta en línea de La Protesta una mención honorífica en el Concurso Patrimonio.

En fin, con subsidios o sin ellos, aquí está disponible la colección de La Protesta. ¡Que la disfruten!

S. y RS!

El equipo del CeDInCI

  • TÍTULO: LA PROTESTA HUMANA. Periódico anarquista / LA PROTESTA. Diario de la mañana.
  • FECHAS LÍMITE: nº 1 (13/6/1897) – nº 8271 (2015).
  • LUGAR DE EDICIÓN: Buenos Aires.
  • EDITORIAL: La Protesta.
  • DIRECTORES: Gregorio Inglán Lafarga (1897-1902), Álcides Valenzuela (1903), Juan Creaghe (1903-1904), Elam Ravel (1904), Alberto Ghiraldo (1904-1906), Juan Creaghe (1906), Eduardo G. Gilimón (1906-1910). A partir de 1906 la dirección efectiva se mantuvo en el anonimato, aunque por diversos testimonios se conoce el nombre de algunos de los que asumieron dicha función en las décadas siguientes, como Diego Abad de Santillán, Emilio López Arango, Eduardo Colombo y Amanecer Fiorito.
  • TEMAS: Anarquismo argentino, Anarquismo Latinoamericano, Anarquismo internacional, Movimiento obrero, Cultura libertaria, Historia de las Internacionales Obreras, Campaña por la libertad de Sacco y Vanzetti.
  • NOTAS: El periódico/diario anarquista La Protesta Humana nació en Buenos Aires en junio de 1897. A partir de su número 237 abrevia su título como La Protesta. A pesar de su continuidad centenaria, conoció diversas etapas, formatos, periodicidades, directores y equipos de redacción.
  • Sufrió varias clausuras e interrupciones: entre el 5/2/1905 y el 14/5/1905; entre el 8/10/1905 y el 1/2/1906; entre mayo de 1910 y 1911. Continuará prohibido hasta 1912, aunque el 15/5/1911 comienza a editarse en forma diaria desde Montevideo, situación que se prolonga hasta 1913. En enero de 1919 La Protesta también es suspendida. Tras el golpe militar de septiembre de 1930 vuelve a editarse en Montevideo, hasta que en junio de 1931 es relanzada en Buenos Aires. Es censurada también tras el golpe militar de junio de 1943. En septiembre de 1943 (nº 7929) sufre una nueva interrupción, reiniciándose recién octubre de 1945 (con el nº 7930), aclarándose en tapa «Nueva época». Publica unos pocos números durante 1976 y desde 1977 se interrumpe hasta reaparecer en el año 1983.
  • Su numeración conoce erratas que a veces se arrastran durante días o meses, y que incluso la propia publicación no alcanza a corregir. Las erratas y los saltos se han corregido en notas aclaratorias para AméricaLee consultando calendarios de la época.
  • Asimismo, aparecieron junto al periódico (o diario, según las épocas) diversos suplementos, con títulos, formatos y periodicidades diferentes:
  • En 1899 publica con el periódico porteño L’Avennire un Suplemento conjunto;
  • Entre 1904 y 1905 incorporó como suplemento la revista Martín Fierro que dirigía Alberto Ghiraldo;
  • Durante once meses, entre 1908 y 1909, se edita La Protesta. Suplemento mensual, que dirige Eduardo G. Gilimón;
  • Luego, durante la segunda mitad de 1915, su edición incluye otro suplemento: La Obra, que editaban Teodoro Antillí y Rodolfo González Pacheco;
  • Finalmente, en 1922 se lanza un Suplemento Semanal de La Protesta (1922-1926), que en 1927 pasa a ser Suplemento Quincenal de La Protesta (1927-1930), bajo la dirección de Emilio López Arango y Diego Abad de Santillán.
  • Por otra parte, en 1926 La Protesta convoca a enviar colaboraciones para un número especial sobre la historia del anarquismo, los problemas doctrinarios y las cuestiones candentes del movimiento obrero de la época, que aparecerá al año siguiente como Certamen Internacional de La Protesta para 1927 en ocasión del 30 Aniversario de su fundación 1897 -13 de junio- 1927.
  • Antes de ser clausurada en mayo de 1910, La Protesta se convierte en el único diario anarquista del mundo que edita simultáneamente un vespertino: La Batalla (1910).
sábado, mayo 01, 2021 No comments
Hace unos días, Pedro Acuña – abogado, hombre culto, fino lector – me alcanzó una carta que Pascual Vuotto le había escrito a su tía, Da. Aicida Schenone de Villagra, maestra de su pequeña hija, Themis Vuotto. Está fechada el 25 de noviembre de 1938. Un texto no sólo emotivo sino de calidad literaria, donde se manifiesta principios y elevada formación. La maestra de la niña fue una gran educadora y llegó a ser inspectora distrital de Mercedes. Falleció en 1958; Themis, en 2003.


Luis Danussi, padre de Rocío, fue el primero en hablarme de él. Luis Franco me presentó a su gran amigo Pascual Vuotto en Mar del Plata. Sospecho que era el verano de 1979. Vuotto: una leyenda ética del idealismo libertario. Se lo conoce por un hecho histórico terrible: Los presos de Bragado. Un caso de tortura policial de la Década Infame (1930-1943). Fue detenido arbitraria y falsamente, acusado de haber puesto una bomba el 5 de agosto de 1931. Estuvo preso desde 1931 hasta 1942. Había sido condenado a cadena perpetua. Sufrió los peores tormentos. Un suceso trascendente de nuestra historia, hoy casi olvidado. Años de lucha por lograr su libertad. En todo el país se formaron comités de solidaridad por los detenidos. Se realizaron actos, marchas, publicaciones. Fueron sus defensores el Dr. Enrique Corona Martínez, el Dr. Carlos Sánchez Viamonte y el Dr. Gabriel Bajardi.

Vuotto, obrero ferroviario, publica Vida de un proletario, en 1935. Se llegarán a vender, en sucesivas ediciones, más de 34.000 ejemplares. Fernando Quesada escribió Por la libertad de Los Presos de Bragado; Carlos Sánchez Viamonte, Defensa de un proletario. En 1991 Vuotto presenta en la Federación Libertaria Argentina El Proceso de Bragado ¡Yo acuso!

Sus restos fueron velados en la FLA. Lo despidieron el anarquista Enrique Palazzo y el socialista Guillermo Estévez Boero. Había nacido en 9 de Julio, Provincia de Buenos Aires, el 5 de enero de 1904. Murió el 16 de febrero de 1993 en Buenos Aires. Sus restos fueron cremados en el cementerio de Berazategui. Se había casado con la militante anarquista Donatila Barrera. Libros de su biblioteca hoy están en la mía por donación de Themis.



Sra. Aicida S. de Villagra

Distinguida señora:

Mi compañera se ha permitido hacerme partícipe del contenido de su carta. Y he experimentado la más viva satisfacción, no porque haya sentido halagada mi vanidad de padre, sino porque usted ha puesto alas a mis esperanzas al hablarme así de esa hijita a través de quien veo la luz del día.

La ignorancia, el egoísmo y los desenfrenados apetitos humanos han hecho de la vida, que lo bello y simple como una flor, como una sonrisa o como una lágrima, algo que nos tortura y nos hace desdichados. Yo, que no tuve infancia, valorizo lo que es para el niño no acercarse a las fuentes impuras y es por ello que me empeño en mantenerlos alejados de las pequeñas miserias humanas. Quisiera que fueran toda bondad, todo amor para sus semejantes. Por eso ellos no saben del dolor de mi drama más que aquello que les llega de reflejo.

Se extrañará usted al leer estas consideraciones tan ajenas a su carta y al motivo que la determinó. Es que quiero demostrarle que comprendo su conducta para con mi pequeña y comparto también sus íntimas satisfacciones al ser objeto de esas manifestaciones de cariño por parte de mi nena.

¿Conoce usted el proceder de los griegos para con las mujeres próximas a ser madres? Yo, que viví casi como Diógenes, me esforcé en que los pájaros sustituyeran a las bellas estatuas y a la música, para que la bonanza y modesta belleza de un lugar apacible obrara de reflejo sobre mi futura hijita.

¿Es ridículo que yo, en estas circunstancias, haga a usted estas confesiones? No importa; son sinceras y espontáneas. Usted me excusará. No he leído esa publicación. Pero quiero llama su atención sobre el nombre de mi nena. Esa es mi única y secreta venganza contra quienes me arrojaron este abismo, de donde he de salir no lejano día. La verdad triunfará y mi hijita con su nombre reprochará a la actual sociedad de sus crímenes cometidos en nombre de la ley y la justicia.

Señora: le ruego quiera aceptar mi más honda gratitud por todo cuanto hizo usted de mi nena y para ella. Es la gratitud de un corazón humano que nunca albergó el odio.

Salúdale con toda consideración

P. Vuotto

25/11/38


Nota: El 28 de julio de 1993 el Congreso Nacional sancionó la ley 24.233, por un proyecto de Estévez Boero que “desagravia el nombre y la memoria” de Los Presos de Bragado. Vuotto había fallecido cuatro meses antes de dicha reparación.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 24 de noviembre de 2018
domingo, noviembre 25, 2018 No comments
Siempre aseveré que mi educación ética y cultural se hizo en el hogar. Mis padres y hermanos fueron primordiales. Se vivía lo político, lo literario con intensidad. Discutían vanguardias, avances científicos, el fascismo, el franquismo, el peronismo. Sobre religión o sobre deporte. Se irradiaba un concepto amplio en torno al teatro, la música, el cine. Todo junto, desde las raíces gallegas hasta los movimientos sociales del siglo XIX.


Luego vinieron los maestros de la escuela, los maestros del colegio secundario, los maestros del profesorado en Letras. Con los primeros poemas seres íntegros cuidarían mi espíritu y mi libertad: Hugo Cowes, José Conde, Luis Alberto Quesada, Alejandra Boero, Lucas Moreno, Juan Bautista Bioy. Entre otros, por supuesto, entre otros.

Ernesto Sábato me comentó en una oportunidad: “Luis Franco, uno de los mejores escritores argentinos. Una pena que no se lo recuerde”. Bernardo González Arrili, David Viñas, Osvaldo Bayer, Ricardo E. Molinari, Abelardo Castillo, Eduardo Falú opinaban lo mismo.

La admiración que Franco sentía por Molinari era relevante. Lo mismo la de don Ricardo hacia el poeta catamarqueño. Lo pude comprobar en diferentes oportunidades. Por esos años solía conversar, por separado, con ambos. Lo dejé escrito en un libro y en uno que otro artículo.

La figura, la dimensión de Luis Franco me conmocionó desde que lo conocí. Siempre afirmé que después de la presencia de mi padre estaba la suya. Otro de mis maestros – por su conducta, su saber, su poética, su fineza – fue Héctor Ciocchini. Imposible dejar de nombrarlo, trascendente en mi vida. Y, por supuesto, el Dr. René Favaloro.

Fue Rocío quien me presentó a Moreno. El poeta del vino y el buen comer vivía en Independencia 715 y trabajaba como corrector en La Prensa. En el profesorado Mariano Acosta, donde cursábamos, Rocío era amiga de Nuri Fernández Redón, sobrina de Lucas Fernández Moreno. Firmaba, por razones obvias, con el nombre de Lucas Moreno. En 1970 le había llevado mi primer libro de poemas. Con el tiempo comencé a mantener un acercamiento espiritual e ideológico con su persona. Me llevaba alrededor de diecisiete o dieciocho años. Lo escuchaba hablar sobre literatura argentina y universal, sobre música clásica o popular, sobre primeras ediciones. Si bien rechazaba toda política literaria – banal, mediocre, chapucera – me hizo conocer hombres de gran valor, lecturas fundacionales. Lucas Moreno fue quien me presentó una tarde, un sábado de julio de 1972, a Luis Franco.

La vida es sumamente curiosa. ¿Azar o predestinación? El padre de Rocío, Luis Danussi, fue un activista e intelectual representativo en el anarco-sindicalismo. Leía en francés e italiano. Gustaba del cine, de la poesía, de la libertad. Llegó a escribirse con Albert Camus, dirigió revistas, fue Secretario General de los gráficos, fue perseguido y encarcelado por el peronismo. Luis Danussi era muy amigo de Luis Franco. El prólogo de Antes y después de Caseros es de su autoría. Ambos se respetaban y compartían veladas. Recuerdo varios fines de año que pasábamos en la casa de Danussi, en Villa Domínico, con Franco. Allí nos quedábamos a cenar, dormir, desayunar, conversar de la naturaleza, de grandes autores, de los movimientos sociales, de anécdotas familiares. Franco conoció a Rocío cuando aún no sabía caminar. En el jardín de la casa don Luis se hallaba en plenitud. Lo recuerdo sentado en una silla de madera bajo un níspero. Fumaba en la tranquilidad del atardecer. En esas reuniones se agregaba Lucas Moreno e Hilda, su mujer. Nada era literatura. Había amistad entrañable, confidencia, idealismo.

En 1983 Franco viaja a México para difundir su obra y también con la intención de conocer la Casa Museo donde León Trotsky fue asesinado por Stalin. Allí vivió quince meses junto a Natalia Sedova. A su regreso le trajo a mi hijo Emiliano, un niño de apenas cinco años, un sombrerito mexicano.

Solía venir a casa, de sorpresa, cuando realizaba algún trámite en el centro. Dejaba como obsequio un pequeño paquete de frutas secas. Se sentía feliz y nos hacía dichosos con esas almendras o pasas de uva que ofrendaba.

Lucas Moreno concibió la antología poética de Luis Franco en Eudeba, con un estudio preliminar breve pero cardinal. A pedido de Luis Franco, se entiende. Ambos habían devorado las obras de Sarmiento – ambos me lo hicieron leer una y otra vez -, tenían una mirada parecida en torno a los hechos artísticos e ideológicos. Por supuesto, no siempre coincidían. Las discusiones, de las cuales participaba como oyente, eran tumultuosas.



Con Franco fui de vacaciones a su casita de Mar del Plata, en el barrio Alfar. Otros años, otros tiempos. El poeta belicho me despertaba a las siete de la mañana para que fuéramos a caminar por la orilla del mar. Por la tarde la cita era un paseo por el bosque de Peralta Ramos. Allí nos acompañaban los pájaros, el aire, Goethe, Thoreau, Emerson, Whitman, Shakespeare, Marx, Mareategui, Trotsky, Bakunin, Homero…. El silencio por la noche, el movimiento de la naturaleza, los grillos, el pequeño fogón. Los dos hablando o escuchando la mar. Y las estrellas.

Franco me presentó en una oportunidad a su amigo Pascual Vuotto. También al Dr Enrique Bronquen. En mi temprana juventud había conocido al mítico Mateo Fossa. Venían las voces de Horacio Quiroga, de Leopoldo Lugones, de Martínez Estrada, de Enrique Espinosa.

Era muy bello escucharlo hablar en el atardecer, después del almuerzo, de Arturo Marasso, Rubén Darío, Giordano Bruno, Federico Nietzche, Rafael Barrett o Luisa Michel. Y de Sarmiento, una y otra vez.

Rubén Rey - amigo inolvidable, hombre de formación humanista, docente y pintor – había leído a Franco desde su adolescencia. Se lo presenté alrededor de 1977. La primera edición de Conversaciones con Luis Franco lleva un dibujo de don Luis realizado por Rey; uno de los mejores retratos que he conocido. El original, en mi casa-museo.

Las lecturas se entretejían como los nombres. David Viñas, Rodolfo Mondolfo, Melcíades Peña. Recuerdo que le presenté a Juan José Sebreli, a don Ernesto Guevara Lynch, al Dr. René Favaloro, a Carlos Alberto Brocato, a Roberto Santoro, a Liber Forti, a Héctor Ciocchini. Cada tanto venía a cenar o almorzar a casa, al departamento de mi hermana Raquel, al hogar de Lucas Moreno. Los sábados por la mañana lo visitaba en Ciudadela. Nada era literatura.

Uno de los grandes hombres éticos de nuestro país, el Dr. Arturo Umberto Illia, fue lector y admirador de don Luis. Al ser electo presidente fue a visitarlo a su casita de Ciudadela. Le ofreció el cargo de Secretario de Cultura de la Nación. Don Luis le dijo que sentía orgullo por su amistad y una gran emoción por el ofrecimiento pero que no podía aceptar, que además no se imaginaba funcionario. Y que no quería perder a un amigo. Casi de la misma manera rechazó ser miembro de la Academia Argentina de Letras. “El día que me siento deprimido y me miro al espejo y me doy cuenta que no soy académico, me dan ganas de vivir”. Eso respondió por escrito.

Franco me presentó a Ricardo Carpani, a Demetrio Urruchúa, a Samuel Glusberg, una de las criaturas más sencillas, humildes y generosas que he tratado.

Recuerdo el acto realizado en plena dictadura militar. Sábado 26 de septiembre de 1981, en la Federación Libertaria Argentina. En primera fila Luis Franco y Diego Abad de Santillán. Un poco más atrás, de pie, José Martínez Suárez. Un homenaje a León Felipe, irrepetible. Más de doscientas personas; entrando de a dos, saliendo de a dos.

Conocí a los Viladrich gracias a Luis Alberto Quesada. Luego, por intermedio de los Viladrich a María Inés Cárdenas, “Pequeña Monner Sans”, la esposa del recordado José María Monner Sans. Más tarde a Ricardo Monner Sans, un profesional ejemplar, un hombre ético, un ser que admiro. Tuve trato fraternal con Wifredo Viladrich. Con su esposa, su hermano, sus hijos. Me regaló en 1970 una escultura muy bella que luce en la pared de mi casa-museo. Una copia de ella la descubrí en el departamento de Álvaro Yunque. Miguel Viladrich Vila, el gran pintor español, al finalizar la Guerra Civil se exilia a la Argentina. ¿Dónde? Catamarca. ¿En qué lugar de Catamarca? Belén. Allí traba amistad con Franco. En su casita de Ciudadela, sobre un aparador provenzal había un busto. El poeta reflejaba la energía y la fuerza de su temperamento. La escultura era de Wifredo Wiladrich. Una vez más: nada era literario.

Como Sarmiento jamás abdicó de la ironía. Era muy simpático escucharlo hablar -con mordacidad, con desmesura- de los obispos, de la historia del Papado, del esnobismo literario o metafísico, de las vanguardias creadoras, de personajes alcahuetes y obsecuentes del peronismo, de las noñerías de las beatas, de la complicidad estalinista. De los gendarmes de la pluma y de los escritores que huelen a cirio.

Desconfiaba de la diplomacia, esto es, del aburrimiento y la mascarada. Obstinado precursor, no sólo en lo poético o en su visión de la historia, sino también del pensamiento siempre resultaban interesantes sus discrepancias, sus apelaciones, sus exasperadas polémicas.

Le organicé varias conferencias. Habló sobre los griegos, sobre Rosas, sobre Catamarca, sobre el general Paz, sobre literatura y sociedad. Era un placer escucharlo, un disertante que conmovía, ilustraba, un maestro en el decir. Además su ironía era única. Pasaba de Virgilio a “los descamisados del Evangelio”, de una cita sobre Dante a una anécdota de su Belén natal. Pero Franco era querible en las sobremesas. Su forma de hablar, su tono, su memoria, nos dejaba siempre vitalidad y pertenencia. Con sencillez, con claridad, enfocaba cada tema, desde la naturaleza, la literatura nacional o las revoluciones. Siempre había un matiz, un pensamiento singular, una expresión risueña.

Se sigue diciendo que Luis Franco murió en un hospicio de Ciudadela. Esto no es así. Él vivía en Ciudadela. Había que bajarse en la Estación Liniers pues su casa quedaba más cerca desde allí. Un poco más adelante, bordear el cementerio israelita. Vale la pena mencionar que fue el primer cementerio judío Ashkenazi de Buenos Aires, 1910. Luego la calle Saavedra 3367.

Franco murió en Capital, en la calle Junín 755, piso 5. Frente a la Morgue Judicial. Junín entre Viamonte y Córdoba. Vivo, desde los diez años, en departamento que era de mis padres, en Viamonte entre Callao y Rodríguez Peña. Esa fue una de las razones de encontrarle vivienda, estar cercano. El departamento lo consiguió Lucas Moreno, propiedad del profesor en Letras Lucilo Oriz, gran admirador de Luis Franco y amigo de Lucas. Era el director del Instituto Oriz, donde mis hijos estudiaron para el ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires. Historias que se superponen, intensas; afecto y compromiso. Con Lucilo Oriz hicimos una amistad que se prolongó. Franco unía o distanciaba.

Forita me habló la mañana del 1 de junio de 1988. Alterada, confundida, me anunció por teléfono que Franco se había descompuesto. Llegué de inmediato, fui yo quien lo cubrió con una manta en el lecho de su departamento. Ya estaba muerto. A partir de ese instante inicié los trámites para su velatorio. Me encargué de casi todo. Llamados a parientes, avisos a los medios, amigos, escritores, Casa de Catamarca... Hasta de comprarle la chapa de bronce en Chacarita, que decía Luis Franco (1898-1988) Poeta. Una semana después la llevé para que sea colocada en el nicho. Conservo su libreta de enrolamiento.

Carlos Penelas
Buenos Aires, octubre de 2017
sábado, octubre 21, 2017 No comments
El escritor y periodista Rolando Revagliatti realizó un extenso reportaje a Carlos Penelas, que fue publicado en varias páginas de internet. Aquí lo reproducimos.


- Provenís de una familia vinculada a la literatura, la plástica, el teatro y el cine.
CP — Para empezar debo decirte, Rolando, que no nací el 9 de julio, que nací el 5 de julio de 1946. Sucede que mi padre no quiso que hiciera el servicio militar y por eso me inscribió en fecha patria. Era común entre los libertarios, como también huir y hacerse crotos. Mis dos hermanos mayores (por distintas razones que no voy a explicar) no lo habían hecho. Era injurioso, ofensivo, hacer el servicio militar para cualquier libertario. Ni curas ni militares, no te olvides. Por eso me anotó el 9 de julio. La historia es larga: el dictador José Félix Uriburu, en 1930, modificó la ley. A partir de ese año todos los nacidos el 25 de mayo o el 9 de julio deberían hacerlo. De eso, mi padre, no se había enterado. Resultado: fui el único de toda la familia en hacerlo. Y, por mala conducta —arrestos incluidos— la baja la obtuve después de catorce meses, uno de los últimos de esa camada en salir. Lo de "la jura de la bandera", es confidencial. Mi familia es de origen gallega. Mi padre, Manuel Penelas Pérez, que cuidó cabras desde los seis años en Espenuca, una aldea cercana a Betanzos de los Caballeros, se formó en Argentina: a los catorce años conoció a obreros anarquistas y socialistas en la fábrica en la cual trabajó. Mi madre, María Manuela Abad Perdiz, de Ourense, apenas sabía leer y escribir. Aprendió con mi padre cuando ya llevaba criados tres hijos. Poco antes de morir, a los sesenta años, había terminado de leer “Los Thibaut”, la obra cumbre de Roger Martin du Gard. Las lecturas de don Manuel comenzaron con Bakunin, el príncipe Kropotkin, Zola, Dostoievsky, Shakespeare, Schopenhauer, Nietzsche y luego el Siglo de Oro Español. Además, claro está, de la lírica gallega y los grandes escritores del siglo XIX de Galicia. Allí comenzó todo. Era, como te imaginarás, Rolando, libertario. Para ser más preciso: libertario individualista. Heredamos sus hábitos: la lectura, la conducta, el amor a la naturaleza, la mirada de los conflictos sociales, el rechazo a toda dictadura, a toda demagogia, a cualquier forma de autoritarismo y una profunda defensa por la libertad individual. Mi hermano mayor, Roberto, fue un lector de los clásicos griegos y latinos, además de los autores del Renacimiento. Un amante de la ópera alemana. Mi hermana Raquel, la lectura y la pintura. Junto a ella recorrí museos, descubría biografías, admiraba a nuestros pintores y la gran pintura universal. Mi hermana Marta, el teatro norteamericano, el teatro inglés y francés de mediados de siglo, la novelística contemporánea, la historia de nuestra tierra. Mi hermano Fernando introdujo en el hogar el cine, el policial, el marxismo, el jazz y el comic. Además de los autores norteamericanos. Luego vino Carloncho (un servidor), que fue consumiendo todo ese mundo. Es importante aclarar que también mis hermanos y mi padre (mi hermano mayor me llevaba veintidós años, fui el hijo de la madurez) concurríamos a ver al “Rojo de Avellaneda”, a Independiente. Vale recordar que Independiente es o era "el club de los gallegos". La gran mayoría de gallegos, de la inmigración, se refugiaron en Avellaneda. Muchos eran republicanos, anarquistas, socialistas, comunistas y el color les llamó el corazón. También por aquellos años me llevaron a palpitar el box en el Luna Park. Practiqué box, pelota a paleta y jugué al fútbol e hice natación toda mi vida. Me formé con la templanza y la visión de lo social pero también con lo estético en todas las manifestaciones. El teatro independiente, los autores de época, el Teatro Colón, los grandes ciclos del cine Lorraine, las exposiciones de pintura eran un hábito. Lo mismo que las discusiones sobre tendencias literarias, la injusticia o la Guerra Civil Española. Esa infancia y adolescencia me abrió la mente, la forma amplia de descubrir mundos. Y ya en la adolescencia el amor de muchachas hermosas, idealistas, plenas de sensualidad y vuelo. Y las lecturas que a su vez fui descubriendo por mi cuenta, con amigos, con compañeros de escuela, con maestros que la vida me ofreció. La gratitud de ellos siempre me protege.

— Podríamos decir que haber permanecido durante veintidós años colaborando con el prestigioso cardiocirujano René Favaloro (1923-2000) debe armar, en algún sentido, un capítulo de tu vida.
CP — Un antes y un después en mi vida. En 1978 había publicado, casi en forma clandestina, Conversaciones con Luis Franco. A Franco lo conocí de muchacho, y después de la figura de mi padre es la que más me enaltece. Un día, escuché por televisión al Dr. René Favaloro hablar de Franco y de Ezequiel Martínez Estrada. Dijo: “Los jóvenes deberían leerlos, son los dos escritores más importantes de la Argentina”. Le llevé el libro al sanatorio y al mes me llamó. Quería conocerme, hablar conmigo. Esa primera entrevista duró más de una hora. Me contó su experiencia en La Pampa como médico rural, en los Estados Unidos, la técnica del bypass, su vida, su formación, sus padres, la inmigración siciliana…; yo le fui confesando mis gustos, mi historia. Después de unos meses volvimos a vernos. Teníamos almuerzos maravillosos. Se hablaba de todo: Alfredo Zitarrosa, Sarmiento, el general Paz, Leopoldo Lugones, de actrices bellas, de cine…; al poco tiempo me nombró Jefe de Relaciones Públicas de la Fundación. Fui Jefe de Prensa, Sub-director del Centro Editor de la Fundación (el director era él), Jefe de Coordinación de Pacientes, Miembro del Comité de Ética. Una vida intensa, llena de sueños, de emprendimientos, de combates, de pérdidas. Al mes de su suicidio renuncié a mi cargo, todo había pasado y acumulaba una derrota más. El proyecto nunca pudo ser, el proyecto de institución, de ejemplo, de investigación. Esos años, más de veinte, fue un universo rico, pleno. Conocí seres notables —médicos e investigadores—, hombres probos, muchos de ellos desinteresados. En varias entrevistas afirmé que Favaloro pudo cambiar la cardiología en el mundo pero no pudo luchar contra la corrupción y la mediocridad de su país. La corrupción se instaló, desde hace décadas, hasta la médula. Luego escribí, en 2003, Diario interior de René Favaloro, en donde creo haber reflejado a un hombre pero también a un país que no supo comprenderlo en toda su dimensión. A la hora y media de su suicidio estaba en su casa. Ese día, a las 20 horas, daba la noticia al mundo en una conferencia de prensa que prefiero no recordar. Un golpe muy duro, tremendo. Recuerdo que una vez me dijo: “soy tu hermano mayor”.

— En tanto sos un insoslayable investigador de la obra del escritor Luis Franco (1898-1988), acaso también esta condición arme un otro capítulo.
CP — Sin lugar a dudas. Él era muy amigo de mi suegro, Luis Danussi, destacado dirigente gráfico del anarco-sindicalismo argentino, quien leía a Pascoli y se escribió con Albert Camus. Pero fue el poeta Lucas Moreno, un hombre que supo guiarme en lecturas, quien me lo presentó un sábado por la tarde en su casa. Yo sabía de su obra, de su importancia, pero otra cosa fue luego el trato casi cotidiano o semanal. Moreno me había presentado a Álvaro Yunque, a Jorge Calvetti, a Francisco Gil, a don Roberto Guevara. Pero con la llegada de Luis Franco el universo cambió. Otra manera de ver la literatura, el descubrir autores, tendencias. Venía del Profesorado en Letras en donde estudiábamos latín, griego, literatura medieval alemana, inglesa, francesa, italiana, española…, una formación clásica y de primer nivel. Con Franco descubrí no sólo autores fundamentales como Goethe o Henry David Thoreau (en profundidad quiero decir), sino que me hizo conocer nuestros escritores con otro concepto. Allí venía Lugones, Rafael Barret, Horacio Quiroga, Rubén Darío, Domingo F. Sarmiento, el manco Paz y la mirada de la América mestiza. Luego conocí a Enrique Molina, Juan L. Ortiz (viajé hasta Paraná para verlo y entrevistarlo), Juan José Manauta, David Viñas, Manuel del Cabral, Osvaldo Bayer, Alfredo Llanos, Lysandro Galtier… Con Franco escuchaba la voz de la insurrección pero también la voz del decoro, de la decencia, de la honestidad, del coraje civil. En 1978 publicamos por nuestra cuenta y con el apoyo de unos pocos amigos Conversaciones con Luis Franco. Luego se editó a través del sello Torres Agüero y debe andar por la quinta o sexta edición. Franco es uno de nuestros grandes escritores, casi desconocido. Ensayista, cuentista, poeta. Y los libros sobre pájaros u otros animales que son bellísimos. Una prosa donde la tinta aún está fresca. Un ser único. Él me llevó a leer, además, textos sobre biología, botánica, zoología. Franco y más tarde Luis Alberto Quesada, Hugo Cowes, José Conde, Ricardo E. Molinari y Héctor Ciocchini fueron fundamentales en mi vida, hombres que me guiaron, que iluminaron mi trayectoria. Ejemplos de ética, de honestidad y además con vidas intensas. Franco concurría a cenar a casa, pasaba los fines de año en lo de mi suegro. Era el maestro, el faro que iluminaba, el hombre que seguimos admirando y amando.

— Los poetas Juan L. Ortiz (1896-1978), en una primera ocasión, y Ricardo E. Molinari (1898-1996) en una segunda, te sorprenden preguntándote si eras pariente o conocías al poeta uruguayo Walter González Penelas (1913-1983). Es en 2001 cuando publicás tu estudio y antología titulado El regreso de Walter González Penelas (con el auspicio de la Embajada de la República Oriental del Uruguay).
CP — Efectivamente. El trato de Walter con don Ricardo fue de una vinculación muy grande. Recordemos, de paso, que Molinari no trataba con cualquiera. Te cuento cómo empezaron las cosas. Un día, revolviendo en una librería de la calle Corrientes, descubro un libro que se titula La escalera. Su autor, Walter González Penelas. Una dedicatoria, las páginas sin abrir. No era un detalle menor. Había una dirección de Montevideo. Lo compré por el segundo apellido, si se hubiera llamado López o Fernández lo hubiera dejado. Cuando comencé a leerlo me impresionó. Una poética de altura, una sensibilidad exquisita. Entre mis amigos nadie lo conocía. En un programa de radio que yo tenía se me ocurre hablar de él y leer algunos poemas. El lunes me llaman a mi casa. La hermana había escuchado el programa, estaba muy emocionada, quería conocerme, darme ejemplares, una antología que un amigo le había publicado en España. A partir de allí continúo mis investigaciones, ese año viajo dos o tres veces a Montevideo. Una amiga de mi hijo mayor, estudiaba antropología, me ayudó mucho, conoció a la viuda, a algunos profesores. Pero la guía real me la fueron dando escritoras, mujeres que llegaron a adorarlo, mujeres que lo recordaban en anécdotas, en poemas, en encuentros. Escritoras uruguayas y argentinas, mi mundo rioplatense. Un descubrimiento de aquellos. González Penelas era muy buen mozo y un hombre refinado, culto, de conversación agradable, obsesionado con la creación. Había buceado en la literatura clásica, en la mirada social del Uruguay. Era sociólogo. Se mofaba de la gran mayoría de sus contemporáneos por la mediocridad, lo bajito que volaban, las reuniones en cuartos espejados, la pobreza intelectual. Eso le costó, qué duda cabe, el olvido, el menosprecio. Lo ignoraron. Es, reitero, una poética que vertebra una cosmovisión, una mirada atenta y sensible. En su lectura, de alguna manera, nos advierte de esa literatura que se vuelve peligrosamente literaria donde la palabra es suplantada por manipuladores de vocablos. Su poética está contra la falacia, contra la novedad, lo banal. Por esa razón, entre otras, es casi desconocido. Es un gran autor, un hombre profundo que vivió alejado de círculos, de fetichismos, de los objetos del mundo exterior. En uno de los homenajes que se hicieron en Montevideo, Rocío Danussi leyó poemas suyos y la poeta Selva Casal analizó conmigo su poética.


— ¿Qué recuerdos tenés de las numerosas entrevistas que has realizado para el Museo de la Palabra?
CP —
Bueno, muchos, una época muy hermosa para mi crecimiento. En 1983, instalada la democracia, me llaman de Radio Nacional para cubrir la Feria del Libro de Buenos Aires. Todo estaba por hacer. Contábamos con muy pocos elementos, casi no había una estructura técnica. Un solo auricular, transmisiones en directo desde una cabina elemental. En ese momento era uno de los pocos, conduciendo programas de radio, que conocía a los autores extranjeros y argentinos. Estamos hablando de Radio Nacional y de Radio Municipal. Quiero decir, los había leído, siempre leí con voracidad. Ahí obtuve el Premio a la Mejor Cobertura Radial, cerca de treinta y cinco entrevistas durante la Feria. Yo hacía las entrevistas, se las pasaba a Antonio Pérez Prado —un hombre de excepción, galleguista, guionista de cine, un notable investigador médico, además—, quien realizaba la traducción al inglés y la enviaba a la RAE Radio Nacional al Exterior. Ese premio, compartido, lo gastamos en una comida en la cual invitamos a los técnicos de Radio Nacional. Otro mundo, otra vida. En esas entrevistas, durante cinco años, conversé con Gonzalo Torrente Ballester, Martha Lynch, Roberto Fernández Retamar, Juan Rulfo, Alberto Girri, Héctor Ciocchini, Miguel Barnet, Juan José Sebreli, Carlos Alberto Brocato, Antonio Di Benedetto, Gustavo Soler, José Donoso, Carmen Orrego, Luis Rosales, Ana María Matute, Néstor Taboada Terán, Javier Villafañe, Dardo Cúneo, Juan Carlos Merlo, Dalmiro Sáenz, Manuel Mujica Lainez, Carlos Gorostiza, Mempo Giardinelli, Mario Benedetti, Antonio Dal Masetto…, la lista es muy extensa. Lo triste, lo lamentable, es que años después, como la emisora no tenía cintas se grabaron entrevistas o conciertos en ellas. Se perdió un material impensable. La cosa era así: yo realizaba dos o tres preguntas, ellos contestaban y luego se borraba mi pregunta. Quedaba sólo la voz de los entrevistados. En algunos casos leyendo algún fragmento de su obra o un poema. Cada entrevista tenía la duración de cinco minutos.

— ¿Qué características han tenido los homenajes a escritores y artistas plásticos que has realizado en teatros y centros culturales?
CP —
Durante más de quince años fui realizando actos de poesía. Luis Alberto Quesada [1919-2015] fue el que me inició; fui aprendiendo en la práctica el tema de la organización, los contactos, la planificación. Él había luchado en la Guerra Civil Española, peleó contra los alemanes en Francia, estuvo en un campo de concentración, del cual pudo escapar. Al regresar para unirse a la lucha clandestina, estuvo preso en España durante diecisiete años. Condenado a muerte, logró salir en libertad durante el gobierno de Arturo Frondizi. Bueno, aquí formé parte —por supuesto, siendo mucho más joven que él— del Instituto Argentino Hispano de Cultura Antonio Machado, del que él era el presidente. Casi todos los actos se realizaban en la Oficina Cultural de España. Allí organizábamos las conferencias, pero también presentaciones de libros y recitales. En el teatro de la Federación de Sociedades Gallegas o en el Teatro Margarita Xirgu efectuábamos los actos mayores. Los homenajes eran a los relevantes poetas españoles: Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Luis Cernuda, León Felipe... Las voces: María Rosa Gallo, Alejandra Boero, Alfredo Alcón, Fernando Labat, Alicia Berdaxagar, Juana Hidalgo, Onofre Lovero, Ernesto Bianco, Dora Prince, Livia Fernán… Eso significaba selección de poemas, ensayos, guitarristas, en fin, actos donde la entrada era gratuita y se llenaban las plateas. La colectividad, el sector republicano, y muchos amigos nos acompañaron. Más tarde organicé actos con Rocío Danussi, mi compañera, que lee muy bien. Ella le puso voz a los poemas de Alejandra Pizarnik y a los de Rosalía de Castro: están en el Museo de la Palabra y por Internet. Junto a ella y Osvaldo Cané hicimos “El amor en la poesía”, “Homenaje a León Felipe”, “Poetas rebeldes”, “Cuatro poetas y la libertad” , “Poetas surrealistas”... Muchos de esos actos fueron dedicados a Oliverio Girondo, Fernando Pessoa, Enrique Banchs, Rosalía de Castro, Eugenio Montale, Giuseppe Ungaretti, Blas de Otero, Gloria Fuertes, Fernando Arrabal, Raúl González Tuñón, Luís de Camoens, poetas gallegos medievales, Enrique Molina, Vicente Aleixandre, Conrado Nalé Roxlo, Francisco Madariaga, Bertolt Brecht, Pier Paolo Pasolini, Manuel J. Castilla, Jorge Luis Borges, Juan Gelman, Oliverio Girondo… Y a artistas plásticos: Rubén Rey, Miguel Viladrich, Adolfo de Ferrari… Algunos comencé a hacerlos durante la dictadura, en librerías, en trastiendas. Luego, en la inolvidable Sala Taller, en el Centro Betanzos de Buenos Aires, en La Gran Aldea, en la Sociedad Argentina de Escritores, en salones culturales de la capital e interior. Nunca hubo menos de sesenta personas en cualquiera de ellos. En 2009 realizamos con Mario Keegan, en la Biblioteca Popular Carlos Sánchez Viamonte, un homenaje a Antonio Gamoneda, Garcilaso de la Vega, Jaime Sabines, Fernando Pessoa, entre otros. El homenaje a León Felipe lo efectuamos en la Federación Libertaria Argentina, con más de doscientos espectadores, con un escenario en donde la silla de paja vacía era el lugar del poeta, la voz de Felipe, la música de Falla. Se entraba de a poco y se salía de dos en dos. El año: 1979. En primera fila estaban sentados Diego Abad de Santillán y Luis Franco. Entre el público, René Favaloro y el director cinematográfico José Martínez Suárez. Una emoción que aún perdura en mí. Pero el trascendente, el más importante es el que organizamos en el cincuentenario del asesinato a Federico. Nos llevó seis meses armarlo. Quesada era el Presidente de la Comisión. El afiche, que vendíamos para procurar fondos, era de Ricardo Carpani. Realizamos cerca de treinta y cinco actos en un mes. Conferencias, mesas redondas, recitales, muestras de grabadores y plásticos. Siempre lo pensábamos con música, a veces con baile. Guitarristas, flamenco. Mientras duró fue una maravilla, una alegría permanente, un placer inimaginable. Durante ese mes lorqueano artistas, poetas y pintores repartíamos claveles en las mesas de los bares en homenaje a Federico. Más tarde, el olvido.

— ¿Qué pormenorizado relevamiento nos trasmitirías de tu actividad radial en distintos programas y emisoras?
CP —
Trabajé mucho en Radio Nacional y en Radio Municipal, en diferentes programas culturales. Era una época donde todavía existían voces, magia, utopías. Hice, además, comentarios de libros para Biblioteca de Radio Nacional; nos reuníamos con amigos de la radio hasta la madrugada. Agustín Tavitián era un poeta que congregaba afectos, sueños y el gusto por el jazz. Muchas de las iniciativas en la radio fueron suyas. Fue un ciclo en donde intentaba llevar, divulgar autores pocos conocidos o autores nóveles. Estuve en ambas emisoras desde 1984 hasta 1989. A veces me llamaban como columnista en otras audiciones de las mismas emisoras o de Radio Belgrano, Radio Palermo, etc. En mis programas daba cabida sobre todo a autores argentinos, del interior o de principios de siglo. A veces abordaba la literatura griega o latina. Planificaba cada programa y a veces lograba tener un encuentro breve antes de cada audición para ir formando el clima. Fue un tiempo muy interesante, el país se abría a la democracia y se necesitaba fomentar aquello que estuvo censurado. Hablamos de libertad, de comunicación, involucrando al creador con su mundo. En Nacional llevé un programa que me gustó mucho: “Nuestros ilustres desconocidos”. Allí iban desde una profesora de ballet del Teatro Colón hasta el mozo de un bar que había sido extra en Hollywood. En Municipal, “Los intelectuales hablan en primera persona”. Esas fueron dos creaciones mías que tuvieron cierta repercusión en el mundillo cultural. Salían al aire una vez por semana, se dialogaba con amplitud. Sólo preguntaba, el entrevistado era siempre el personaje importante. Además, como te conté antes, invitados relacionados con la Feria del Libro, que por alguna razón no había podido entrevistarlos en el stand de la Feria. También, años después, conduje un programa de medicina por Nacional —“Curar en salud”—, pero éste era de la Fundación Favaloro y trataba sobre la prevención en salud.


— Leo en tu sitio de autor que has realizado viajes culturales a numerosos países europeos.
CP —
Sí, tuve la fortuna de viajar mucho. Siempre sentí una gran admiración por los eubeos, como Adriano. La literatura, como sabrás, no me dio dinero pero me otorgó prestigio y viajes. Casi todo el país lo recorrí dando conferencias, presentando libros, participando de ferias literarias del interior. Provincias de Chaco, Catamarca, La Rioja, La Pampa, Entre Ríos, Santa Fe, ciudades bonaerenses como San Pedro, Azul, San José, Pergamino, Chivilcoy, Mar del Plata, Tres Arroyos, Bahía Blanca, San Nicolás, San Antonio de Areco, son algunos de los sitios donde me invitaron en diferentes oportunidades. Casi siempre lo hice con Rocío preparando alguna lectura poética. Lo mismo ocurrió con invitaciones a Universidades o centros culturales en Chile y Uruguay. Estuve en La Habana, en Santiago de Cuba, en Paraguay. Con Europa no fue diferente. Fui invitado sobre todo a Galicia, Málaga y Madrid. He realizado quince o dieciséis viajes a Europa. Y nunca menos de un mes. Una vez allá —por mi cuenta— comencé a moverme, por amistades o por recomendaciones de escritores. Eso ocurrió en Oviedo, Málaga, Trieste. Después, como las distancias no son tan abismales como acá, y los contactos empezaron a surgir, llegaba a París o Londres o Edimburgo, a Roma o Sicilia, Viena o Colonia, Lubliana o Pola. A Marruecos, por ejemplo, desde Málaga. También quise conocer el Museo Hermitage, en San Petersburgo. De allí, Copenhague, Helsinki, Oslo, Tallín, Estonia, Berlín… Insisto: las invitaciones fueron muchas y también comenzaron a publicarme. Siento que en ciertos lugares de España o de Italia soy más conocido que aquí. Las invitaciones, además, las hacen incluyendo viaje y hotel. Como debe ser, por otra parte. A veces hasta con publicación. Ciocchini, Quesada, algunos profesores en su momento, me abrieron puertas, ciertas instituciones académicas hicieron lo mismo. Ahora, por ejemplo, he regresado hace dos meses de Trieste, otra vez, pues se está traduciendo mi obra poética al italiano. Antes había estado en Bérgamo, una ciudad de ensueño. De allí viajé a Bologna, a la Universidad de Letras, donde hay libros de mi autoría; un lugar lleno de belleza, cultura y emoción. Berger hizo que conociera el Palazzo Re Enzo. En ese mágico encuentro conversé con Rocío, en sus muros. Y de Bologna llegué a Rímini hasta la casa de Fellini. De allí, media hora en bus, y llegamos a la Serenísima República de San Marino. Y luego otra vez Roma. Uno viaja acompañado de lecturas, de autores, de conciertos, con obras pictóricas, con esculturas. Pocas veces soy turista. La cultura nos da, además, el descubrir mundos, imaginar. En los años setenta recorrí con Rocío casi todo Chile, durmiendo hasta en estaciones de tren y en hoteluchos. Todo es empezar y tener espíritu de aventura. Lo demás llega. Debemos pensar que el viaje es un viaje literario pero también un monólogo. El próximo año daré conferencias en Santiago de Compostela, en Betanzos de los Caballeros, en Madrid y seguramente otra vez, Oviedo. He firmado un contrato por un libro que se editará en los próximos meses.

— Es a quien forma parte del Centro Betanzos de Buenos Aires en su quehacer cultural a quien le comento: Manuel Dans, el abuelo paterno de mi esposa, Mirta, nació en la ciudad de Betanzos de los Caballeros; el hermano mayor de Ramiro, el padre de Mirta, Oscar Dans, y un primo de ambos, Osvaldo Dans, fueron presidentes del Centro, institución en cuyo restaurante he cenado varias veces.
CP —
Bueno, a Osvaldo lo conocí mucho, como a los Pita, a Andrés Beade y tantos otros. Osvaldo, cuando me veía llegar, se tocaba el pecho y decía: "meu Penelas, meu, meu". Hizo un trabajo muy importante en el Centro Betanzos, un hombre recordado. Era simpático, alegre y de suma generosidad. Además, un hombre valiente. Recordemos que Alfredo Bravo estuvo refugiado en el Centro durante la dictadura. Insisto, mi relación siempre fue muy buena y virtuosa en el amplio sentido de la palabra. Desde luego, mi relación con ellos es parte de mi vida, de mi orientación. Xeito Novo, su actual presidente Beatriz Lagoa y tantos seres entrañables, queridos, honestos, que fueron aportando ideas, compromiso y trayectoria. Cuando se cumplieron los cien años de su fundación —es el centro comarcal más antiguo del planeta— se hicieron festejos, vino el alcalde y funcionarios de Galicia, un coro de jóvenes, se publicó una edición en donde se reflejaba ese siglo de exiliados, de ex combatientes, de seres amantes de la libertad y la esperanza. Siempre fue un lugar de ideas, de cultura, un centro abierto, sin prejuicios. Me emociona ver la bandera republicana y el mural que realizó Juan Manuel Sánchez en su salón de actos. Es importante señalar que tiene un sello editorial que sigue creciendo. La sala de actos lleva el nombre del recordado Geno Díaz. Una historia de pasión, de compromiso, de amistad. Y de banquetes. Ahora están trabajando en la finalización de otra sede. Un maravilla, de verdad. Galegos somos nos.

— “Este poeta viene de Boscán” (Juan Boscán, español, 1487-1542) dejó asentado de tu hálito poético Ricardo E. Molinari. ¿Coincidís? ¿Por qué? ¿Y de qué otros poetas “venís”, Carlos?...
CP —
Había recibido cartas y frases auspiciosas de poetas y escritores a quienes admiraba desde adolescente. Pero bueno, en palabras de don Ricardo fue en su momento un estímulo enorme, impensable. Era muy parco con los elogios y en general huraño en el trato. Me llenó de alegría y respiré. Él ponderaba mucho mi poemario Cantiga, lo tenía en su mesita de luz. Poseía una formación muy sólida; desde la poesía primitiva galaico-portuguesa, la poesía del romancero español hasta la lírica inglesa e italiana. Al nombrar a Boscán evocaba el clasicismo, el humanismo, la influencia italiana en la poética española, pero también el hilo que va uniendo una trayectoria trascendente en la poética universal. Su ojo era muy sensible y descubrió esa fuente en mi poesía. Sí, coincido pues me unía a él —entre otras cosas— esa mirada de lo poético, esa búsqueda de lo clásico, esa pincelada evanescente. Estudié y leí, leí y estudié con pasión a los poetas medievales españoles, renacentistas y, por supuesto, la generación del 98 y la del 27. Ellos fueron fuente de estilos, de análisis, de estructuras formales. Y la poesía italiana de principios del siglo XX: Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Cesare Pavese, Mario Luzi, Umberto Saba... Uno viene de esos poetas, sin duda. Pero sería injusto si dejara de nombrar a Giuseppe Bellini, Thorpe Running, Francisco Madariaga, José Filgueira Valverde, Enrique Molina, Eduardo Blanco Amor, Ernesto Sábato, María Elena Walsh, Frank Dauster, Raúl González Tuñón, Lily Litvak, Jorge Luis Borges, Xesús Alonso Montero, Manuel J. Castilla, Lucas Moreno, Germán Orduna, Lorenzo Mascialino y tantos otros que con sus lecturas o con sus consejos nos fueron formando el espíritu, la fineza interior, esa respiración sutil del poema.


— En homenaje al compositor y pianista español Enrique Granados (1867-1016) concebiste tu libro Valses poéticos. ¿Nos hablarías de él y de la edición príncipe —editio prínceps— de 1999?
CP —
No quiero ser reiterativo. En casa se hablaba de literatura, de política, de música, de pintura y de cine. Además de fútbol y de box. Se nombraba a Manuel de Falla, Joaquín Rodrigo y por supuesto a Granados: era un músico que se le nombraba, se lo escuchaba. En 1998 descubro, a través de Graciela Ríos Saiz (fundadora del Centro Coreográfico de Danza Española de Buenos Aires) los Valses poéticos. Y me fascinan. Los escucho, los escucho de día y de noche, me obsesiono. Y comienzo a escribir poemas durante cuatro meses, siete en total, cada uno según aquello que me iba sugiriendo cada composición. Así surge "Melódico", "Allegro elegante", "Vals lento"... Al tiempo, le propongo a Rafael Gil que ilustrara uno de los poemas. Luego de unos meses —había llegado a pensar que no le interesaba la idea— me viene a ver entusiasmado y me propone hacer una edición príncipe. Para abreviar: se editaron diez ejemplares, manuscritos por el autor con siete grabados originales de Rafael, estampados sobre papel Pescia de 300 gramos, todos numerados y firmados. Cada folio es de 38 x 34 cm. y el tamaño de la caja de madera (cuna) de 46 x 34 cm. En cada caja se pegó un grabado, cosa que nunca más se pueda realizar otra edición. Cada caja llevaba dos bisagras de bronce, el libro envuelto en una tela. El trabajo manual de cada libro fue de Gil, yo escribí uno por uno cada libro: los diez ejemplares. Una edición pre- Gutenberg. Rafael se quedó con un libro y yo con otro; ambos firmados como prueba de artista. El resto, los ocho restantes, se vendieron a coleccionistas privados o a instituciones. La Biblioteca Nacional de España y el Museo del Grabado de Betanzos los poseen. El Fondo Nacional de las Artes compró en su momento tres ejemplares que desconozco dónde están. Los otros pertenecen a coleccionistas privados. Se hizo una presentación en la Oficina Cultural de la Embajada de España, donde estaba presente el Agregado Cultural de la Embajada, funcionarios, profesores. En una vitrina estuvo en exposición un ejemplar durante un mes. Luego unos amigos realizaron una edición paralela al original, impresa, de quinientos ejemplares. La "vulgata", como se dice. Se agotó en poco tiempo, un año fenomenal, significó —además— dos viajes a España. Aquí pasó casi inadvertido.

— El compilador de la antología Poemas á nai te incluyó, y como único autor no nacido en Galicia, con el nombre Carlos Tome Penelas Abad.
CP —
Xesús López Fernández es un sacerdote gallego, de Ourense. Un gran lector de poesía y un estudioso de las letras galegas. Descubrió algunos de mis libros (se lo alcanzaron poetas amigos) y cuando formalizó la edición decidió incluirme. Como su nombre lo indica son poemas dedicados a la madre, y los autores son gallegos, una antología de poetas gallegos significativos que le cantaron a la madre a lo largo del tiempo. Me llamo Carlos Tomás, el segundo nombre en homenaje a mi abuelo materno. La edición era en gallego y mi nombre completo fue en galego: Carlos Tomé Penelas Abad. Mi padre, Manuel Penelas. Mi madre, María Manuela Abad. En Galicia, en muchas oportunidades me presentan como Penelas Abad, ellos usan los dos apellidos.

— No debe ser fácil hallar a otro argentino más imbuido que vos de la doctrina ácrata. Anarquía y creación es el título de un libro de 1997 del que sos autor.
CP —
Sí, estudié el tema en profundidad, me eduqué con una mirada libertaria, con una conducta que rechaza el totalitarismo, el dogmatismo, el populismo, en fin..., lo que ya sabés. Pero fundamentalmente conocí a muchos anarquistas, a viejos anarquistas que lucharon en la Guerra Civil Española, en Latinoamérica o en la Revolución Rusa. Compañeros de "La Protesta", de "La Antorcha", de "Brazo y cerebro". Anarquistas individualistas, naturalistas, anarco-sindicalistas, anarco-comunistas, tolstoyanos... Seres únicos, irremplazables. Por su trayectoria, su moral, su combatividad, su coraje. Eran vitalistas y por lo tanto uno aprendía hablando, escuchando anécdotas, hechos, mundos. El anarquismo no es una ideología, es un Ideal. Es complejo, es una posición que me agrada comentar. Anarquía y creación es en verdad una suerte de arte poética, una búsqueda de la mirada libre y amplia del acto creador, una transparencia desde la verdad y lo ético, el universo sin dogmas, sin límites, sin prejuicios. Me llevó mucho tiempo escribirlo, es un libro breve pero con intensidad. A veces fue utilizado, no sé si correctamente, en talleres y seminarios. Quise, además, extenderme en la formación del creador y del lector, una cultura que nos lleve a comprender la grande bellezza, la eternidad del objeto, la utopía de sabernos soñadores. Siempre afirmé que me sentía existencialista, camusiano. Eso y lo libertario hicieron el resto. La libertad tiene su precio. Nos sostiene la identidad, el asombro, los hijos, el mar, un mirada entrañable, la memoria de nuestros ancestros, la amistad. Y fumar una pipa tomando un café en un pueblo de Galicia. En soledad.

— ¿Qué prevés editar durante 2016?
CP —
Terminé de escribir en noviembre La luna en el candil de la memoria, un libro en prosa en donde hablo de un niño de familia gallega, de un niño que escucha hablar del exilio, de música, de revoluciones, de afectos, de nostalgias. Y cómo ese niño se integra desde lo mítico en un mundo rioplatense. Creo que es mi mejor trabajo en prosa, el lirismo me conforma, lo trabajé con fineza, con lecturas. Un libro de unas ciento treinta páginas pero donde hay huellas, respira. Firmé contrato con una editorial y lo presentaré en Buenos Aires y en Compostela. Eso es todo lo que puedo contar hasta ahora. El viaje a Galicia lo haré entre abril y mayo. De Compostela seguramente Betanzos, Gijón, Madrid. Espero la edición con impaciencia.

— ¿“El progreso de la tecnología y de las ciencias avanzan a la par que el embrutecimiento humano”? (Así lo afirmó Augusto Roa Bastos en su libro Contravida (1994).)
CP —
Lo traté bastante a Roa Bastos en Buenos Aires. Un ser cálido, sereno, especial. Creo que existen varios mundos paralelos. Uno es el tecnológico, que en general cualquier subnormal conoce y se siente feliz. Otro es el científico, un mundo que se aleja cada día más del hombre de a pie. Y el embrutecimiento es algo que lo sentimos todos los días. Ahora, que tengo unos cuantos años, más todavía. Generaciones torpes, analfabetas, que parecen simios, van sin destino, sin anhelos, aturdidos. ¿Todo es así? No creo, hay islas, pequeñas islas. Gente solidaria, gente creativa, pocos sin duda. Es un mundo de grandes contradicciones: la industria cultural, la imbecilidad al alcance de todos, la creencia en la pata de conejo o en el líder. Mientras yo escribo estas líneas hay hombres en el espacio, hay satélites, hay guerras, hay muertes. El mundo se ha vuelto, por momentos, más trágico, más diabólico. Y miro a mi nieto andar en su triciclo y creo que estoy equivocado. He escrito bastante sobre todo esto, no es fácil resumirlo. De algo estoy seguro: la ciencia sin ética no tiene salida. Y la tecnología sin humanismo tampoco. Lo que se vive en el mundo no es anárquico, es caótico. El anarquismo implica orden, implica autoridad, no autoritarismo. Veo simios con celulares en el colectivo, en el cine, en el teatro.

— ¿Coleccionabas figuritas, estampillas, banderines…? ¿Sos actualmente coleccionista de algo?
CP —
Era un gran coleccionista de figuritas, de revistas mejicanas, de escuditos, de bolitas. Pero sobre todo de figuritas. Una época de luces, de esperanzas, de inocencia. Hoy mi casa es casi un museo; ahora es Rocío quien colabora, quien compite, quien imagina sin límite. Es una mujer de un gran carácter y una gran imaginación. Se une en ella sensibilidad y talento. Podés ver en mi casa libros, pinturas, botellas de diversos formatos, cerámicas, pisa papeles, mascarones, fotografías, candelabros, títeres, relojes... en toda la casa, por habitaciones, corredores, baños. Casi no tengo lugar. Y cochecitos de juguete, sombreros, bastones, perchas de sastrerías, pipas, abanicos, barquitos de madera, platos...; una pesadilla que me acompaña y me protege. Nos protege. Talismanes sagrados para alguien que no cree. Un delirio. Bello, pero delirio al fin.

— ¿Qué habilidades, de las cuales carezcas, envidiás o envidiaste, te mortifican o te han mortificado?
CP —
Tengo muchos defectos, pero no soy envidioso ni me golpeo el pecho. Lamento no saber montar a caballo y no saber bailar tango. En realidad no sé bailar, me molesta no bailar tango. Soy en general torpe para las cosas manuales y los arreglos de la casa. No me desespera. Insisto con lo del caballo y lo del tango.


— ¿Te provocan algún tipo de interés “adicional” las novelas que se desarrollan en un marco histórico (por ejemplo: Trafalgar (1873) de Benito Pérez Galdós (1843-1920); Quo vadis? (1896) de Henryk Sienkiewicz (1846-1916); Sin novedad en el frente (1929) de Erich Maria Remarque (1898-1970); Yo, Claudio (1934) de Robert Graves (1895-1985); Las uvas de la ira (1939) de John Steinbeck (1902-1968))?
CP —
Me parecen obras donde lo histórico nos enseña a ver el presente, donde podemos descubrir aquello que no se quiso ver, donde las pasiones o la irracionalidad dominan la posibilidad de elección. No hay asuntos sublimes y asuntos triviales, es siempre el enfoque, el estilo, aquello que nos precipita a cierta inmortalidad de la obra, a ciertos crepúsculos o rostros. En los libros que mencionás la literatura no se vuelve literaria, hay un impulso vital en ellas que nos salva de la estupidez, de la mediocridad. ¿Cómo no nos va a enseñar Steinbeck o Graves? ¿Cómo no advertir en el mundo de Pérez Galdós o en Remarque lo podrido y decadente? Las obsesiones tienen raíces profundas en el lector y en el autor. Son libros, todos ellos, recomendables. Por su lenguaje, por su drama, por todo lo adicional que llevan en sí. Cuando yo era un dudoso principiante, Sienkiewicz me iluminó. El arte no puede prescindir del "yo". Leamos a John Berger, a Zygmunt Barman, a Sei Shônagon o a Cormac McCarthy y uniremos esa voz invisible que dialoga en la gran literatura.

— ¿Champagne o sidra? ¿Licor de huevo o anís? ¿Whisky o vodka?
CP —
Champagne y sidra, según el momento o la ocasión. Licor de huevo, seguro. Ni whisky ni vodka: vino tinto o blanco de Albariños.

— ¿Cómo te gustaría que te recordaran?...
CP —
Como una buena persona, como un ser sin dobleces. Como alguien que, además, amó la poesía e intentó que otros la amen.

— No dejaremos de mentar a tus dos hijos, ambos vinculados también con el arte.
CP —
Aquí habla el corazón. Mis hijos lo son todo. Emiliano, el mayor, hace cine, es director de fotografía, documentalista, profesor, fue jurado en Viña del Mar y en distintos festivales latinoamericanos, un muchacho de un talento enorme. Lisandro, el menor, es actor, director de teatro, clown, profesor de teatro. Es otro muchacho brillante, lleno de imaginación. Ambos son muy buenos lectores, lectores no sólo de cine o de teatro, se formaron con docentes de trayectoria, de formación ética y humanista. Cuando pienso en ellos recuerdo aquella frase de Pierre Boulez: "La creación sucede cuando lo imprevisto se torna necesario". Fueron muy buenos alumnos, responsables. Ya en el secundario se destacaban. Emiliano maneja muy bien el inglés y Lisandro el francés. Tienen una mirada amplia, sin dogmas. Pero sobre todas las cosas son generosos, desprendidos, solidarios, sin vanidades, sin soberbia. Se los quiere como seres formados, pero por encima de esto por la humildad sin bordes. Siento felicidad al saberme superado por ellos. Y soy inmensamente feliz al ver sus familias, sus chicas —inteligentes y sensibles—, sus hijos. Tienen lo mejor de la madre.

Rolando Revagliatti
Enero de 2016

Esta entrevista fue publicada en Palabra abierta, Humbral, Página cultural, entre otros sitios.
miércoles, febrero 03, 2016 No comments
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