Todo tiene una moraleja, sólo falta saber encontrarla.
(Alicia en el paÃs de las maravillas, Lewis Carroll)
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Hoja de contactos de Alberto Korda |
La semana anterior, caminando como suelo hacerlo a diario -cuando no voy a nadar- paso delante de un edificio que está cerca de mi departamento. Descubro conversar a la encargada con una vecina del edifico. La puerta de madera maciza está abierta y veo la entrada, la araña colgante, el ascensor al fondo. Me disculpo y les comento: “Hace muchos años que no veÃa el vestÃbulo. Sepan ustedes que en la década del setenta visitaba a don Ernesto Guevara Lynch. VivÃa aquÃ.” Ambas me miran sin entender. Lo advierto. Vuelvo a disculparme. “Perdón, estoy hablando del padre del Che, del Che Guevara. VivÃa aquÃ, en el primer piso si no recuerdo mal”. La propietaria o inquilina, me saluda con cortesÃa y se dirige al ascensor. La encargada, una señora de sesenta años, se sonrÃe. “Don Ernesto era un gran lector, un hombre de la alta sociedad, de formación socialista, admirador de Luis Franco, de allà viene mi amistad. Soy escritor y vivo a unas pocas cuadras. SolÃa concurrir a este departamento, conocà y frecuenté a la familia. Él vino varias veces a cenar a casa donde también concurrÃan Luis Franco, Lucas Moreno o Héctor GarcÃa Boutique.” “¿El señor era escritor o el hijo?”, me pregunta. SonrÃo y le digo: “Disculpe, estoy hablando del Che, de Ernesto Guevara Lynch de la Serna. ¿Lo ubica?” La señora, sonrÃe y candorosamente dice que no con la cabeza. Balbuceo buenas tardes y camino desconcertado. A partir de ese momento le pregunto a una cajera del supermercado, a un encargado de otro edificio, a un diariero, a un estudiante del secundario. Algunos respondieron que creÃan que era un revolucionario, otros que habÃan escuchado algo de él pero desconocÃan quién era o qué habÃa hecho en su vida. Tampoco sabÃan que era argentino. No estoy haciendo juicio de valor, estoy ante la estupefacción y el desconcierto. No admite debate o discusión. Ésta es la sociedad lÃquida o peor, la ignorancia supina. No hablemos de los jóvenes que son iletrados, incultos, cortos, analfabetos, iletrados, rústicos. Meses atrás, lo admiré en la televisión, le muestran a unos adolescentes una fotografÃa de Perón y varios no sabÃan quién era. Uno, sin vacilar, señaló: Gardel. Gran parte de hombres o mujeres de cuarenta o sesenta años viven en una incultura notable. (A mis alumnos del taller literario solÃa preguntarles en la primera clase si les interesaba Stravinski o Mozart. Prefiero no recordar). Damas y caballeros, profesionales o no, desconocen – sin culpa, sin pecado original - quién fue Mussolini, Franco, Stalin, Trotsky o Hitler. Desconocen – clase media, señores, clase media- sin pudor lo elemental de la historia o de la memoria cultural. Ni hablar de Cantinflas, Buster Keaton, Unamuno, Chéjov, Ernesto Grillo, Tony Bennett, Dringue FarÃas, Mao, Sara Montiel, Margot Fonteyn, Quevedo, Rulfo, Rossellini, Fangio, Nicolao, Schelling o Dumas… Muchas veces me pregunto cuándo nació este fenómeno de la ignorancia, cómo empezó el deterioro. ¿Todo es culpa del populismo? Nunca tuve esperanza en la formación del hombre medio, pero en los últimos tiempos el tejido social se hizo desolador. Sin duda es comprensible a fines del siglo XIX o principios del XX. Pero estamos en el siglo de tecnologÃas duras, de los avances del ciberespacio. De los celulares y tutti quanti. Sé que ocurre en todo el mundo, pero aquà supera la imaginación. Conocen de memoria – y me gusta el fútbol, he jugado hasta los cincuenta y cinco años – equipos, formaciones, familiares de jugadores y un historial inimaginable sin vacilar. Entienden de cumbia villera, la última vedette y su último amante o el transfeminismo. Hablamos de la sociedad del espectáculo, de Guy Debord, de la representación, “de la declinación del ser en tener”. ¿Turistas de la vida? Otra vez Bauman: “No hay modernización ni forma de vida moderna, sino una masiva y constante producción de basura, entre ella, los individuos basura definidos como excedentes.”
Carlos Penelas
Buenos Aires, julio de 2023