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Carlos Penelas

La mujer habla dos idiomas: uno de ellos es verbal.
Shakespeare


Siempre he sostenido que la lectura es errática, tan errática como las mujeres. Uno siente las palabras, los sonidos, el gesto, la ternura, lo evocado. Como en las mujeres. También es importante saber cómo leemos en nuestra época, de la misma manera en cómo escribimos. Leer, no nos olvidemos, no es descifrar. No es un tema menor, no tengo ganas de escribir mucho pero creo ser claro. Los silencios, los objetos, los mundos son otros. Y por lo general una parte de descerebrados manejan la industria cultural, críticos que son un coro de aprobación, seres que en el fondo son esclavos de su ignorancia. Inconmovibles sin remedio. Como los ortodoxos y los dogmáticos.

En verdad me decepciona, leedor. No es que haya pensado, en algún momento, mucho mejor de usted; pero que se acerque a esta columna para saber algo de las mujeres que he conocido o he amado, me parece de una indiscreción, de un huroneo lamentable. De esta manera advierto lo cursi; lo vulgar, lo ridículo. Hasta lo presumido, me atrevería a decir. Cómo escribir de aquella bella joven con quien descubrí los barrios míticos de La Boca o Barracas; qué mencionar de la pasión desatada por esa mujer de apellido itálico y perfil griego en el Jardín Botánico, mientras evocábamos lecturas y soñamos el mar desde el dolor y la desesperanza. O aquella otra, en el puerto de La Coruña, con la cual corrí, entre adoquines y grúas, una madrugada de verano antes de partir a Lisboa. No, rocambolesco lector, no hablaré jamás de esas mujeres. Le hablaré de otras. La insustancialidad, búsquela en otra parte. En los discursos de nuestros burócratas, en la televisión, en el mercado del arte, en la industria del fútbol, en las teorías de los intelectuales trepadores, por ejemplo. O en nuestros gobernantes.

Hablaré de las musas; de esas hembras eternas, complejas, reticentes. Y tal vez (es una vana esperanza) le sirva para descubrir el universo de Akutagawa o el de Kenzaburo Oé.

En esencia, el primer tratado de ciencia de la literatura o de preceptiva que jamás se haya escrito, es La Poética de Aristóteles (380-322 a. de n.e.). Sus reglas estuvieron en vigencia hasta el romanticismo. La importancia de la obra, su mayor mérito estriba en la capacidad que demuestra para la crítica literaria. Definió, por vez primera, los géneros literarios. Todo lo que es creación es poesía, para Aristóteles. Habla de la poesía homérica, la comedia antigua, la tragedia creada por Esquilo y por Sófocles. Hablará del lenguaje poético, apreciaciones sobre el vocabulario, la necesidad de unidad, entre otros temas.

Menos conocida es La Poética del crítico español Ignacio Luzán Claramunt de Suelves y Gurrea (1702-1754). “El fin de la poesía es el mismo de la poesía moral”, se equivoca don Ignacio. Con esta sentencia niega el arte en sí.

El Ars Poetica de Horacio pertenece a la más larga de las Epístolas de Quinto Horatius Flaccus, compuesta alrededor del año 14 y dedicada a los Pisones. Afirma la regla absoluta de la unidad, sin la cual no existe obra de arte. La originalidad no consiste en la novedad del argumento sino en el proprie dicere. “Tu palabra se distinguirá de la de todos los otros si hace sentir como nuevo el vocablo conocido”. Influirá en el teatro francés a través de la traducción de Boileau. Fue traducida al inglés por Ben Jonson. Horacio perteneció al círculo de los poetas de Augusto, protegidos por el Mecenas. Es considerado uno de los más grandes poetas romanos por la perfección de su forma.

Algo que deberíamos recordar. Nos dice monseñor Eugenio Guasta que “don Ramón Menéndez Pidal, cuando analiza el lenguaje de la santa Teresa de Ávila, señala que el habla de aquella, que escribió en el siglo XVI, es el castellano abulés de fines del XV, el idioma oído en su infancia y añade que la autora de Las moradas, si tenía que elegir entre una palabra culta poco usada y otra de raíz popular, elegía esta última, para quitar toda afectación a lo que escribía.

L' Art Poetique del escritor y poeta francés Nicolas Boileau-Despréaux (1636-1711) se publicó en 1674. Está inspirada en la poética de Horacio. Trata el arte de la poesía como vocación y oficio individual. Le aconseja al poeta un saber gramatical estricto, una autocrítica ceñida y una decorosa sinceridad. Estudia el epigrama, la elegía, el soneto, el madrigal, etc. También la epopeya, la tragedia y la comedia. Hablaré también de cuales deben ser los hábitos y costumbres del escritor. Como normativa individual. Lleva una concepción estética sustentada en la razón, el buen uso y el sentido común. Boileau enseña que la belleza debe buscarse en la simple verdad de la naturaleza. Critica, además, la postura afectada o enfática. Para él son requisitos esenciales: una inspiración controlada por la razón, un estilo espontáneo reforzado por el oficio y la técnica a imitación de los antiguos. Pone, finalmente, el acento en el oficio literario y en la responsabilidad técnica y artesanal del escritor.


Aquí están las musas, ingenuo lector. Y en las páginas de Mariana Alcoforado o en los poemas de Louise Labé, “la bella cordelera”, poemas líricos sobre el amor insatisfecho. Y en una de las grandes poetas de la literatura universal, Gaspara Stampa (1523-1554), conmovedora. En sus Rimas veremos la desesperada pasión, la trágica y apasionada mirada de una mujer que nos recuerda a la pintora caravaggista Artemisa Gentileschi (marginada de los libros de historia del arte hasta hace dos décadas) o a la tormentosa y desenfrenada Camille Claudel, una mujer donde el genio iba de la mano con la belleza. Le recomiendo, por ahora, que descubra a Gaspara Stampa, la poeta del Cinquecento veneciano, que sostiene el código poético pretrarquista. Estas son parte de las mejores mujeres de la humanidad. Juntas a Hipatia, claro.

Me gusta pensar lo que postulaba Italo Calvino: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Caro lector, hábleme de sus mujeres. Algo más: casi no utilizo el teléfono celular. No es una virtud, es sólo un placer de caminar por las calles, por las plazas sin necesidad de él. Y vivo, rio, nado, voy a la cancha de Independiente y fumo en pipa. Tabaco holandés, claro. Y, mientras leo, miro mujeres bellísimas. Esas mujeres elegantes - cada vez se ven menos - con porte decidido, de caminar con buena postura. Esas mujeres que nos dan confianza, que al observar la posición de los pies nos hablan de un atractivo, del atractivo de sus caderas. Pues nos estamos despidiendo. Soy un deambulador de la ciudad, un flâneur. No se olvide. Y vuelva a leer a Paul Auster.

Carlos Penelas
Buenos Aires, noviembre 2024
sábado, noviembre 30, 2024 No comments
Lo moderno se contenta con poco.
Paul Válery

Foto: Emiliano Penelas

Soy un hombre que camina. Un flâuner. Tal vez sea una forma de regreso a los paseos de la mano de mi padre, a los cafés que frecuentaba mi hermano Roberto, el mayor. Sitios icónicos y temporalidades personales. Inicio el deambular – hábito o manía - desde la Plaza Rodríguez Peña. Es parte de mi infancia, de mi vida. Juegos, lecturas, muchachas. La Biblioteca del Maestro, Lugones, poemas. El divagar me ayuda a sentir. Miro a mi madre sentada en un banco con su tejido. Es difícil en estos días la inocencia. Veo familias durmiendo en las calles a la intemperie; pobreza, hambre. Veo el saqueo, la indigencia, el desamparo. A veces recuerdo Plaza San Martín, la Torre de los Ingleses, el Edificio Kavanagh, el Palacio Paz. O la plazoleta Suipacha, conocida en mi niñez como plazoleta Dorrego. Antes Plaza General Viamonte, luego Del Temple. Y el monumento de Rogelio Yrurtia tan bello. Hoy todos los monumentos tienen rejas; se roban las placas de bronce, en plazas, edificios – públicos o no -, en cementerios. Evoco tiendas, museos, casonas señoriales, tranvías. Y el silencio de pasajes que no están. Bajo una escalinata. (Mutismo: Lola Mora). Prendo mi pipa y miro los frentes, las ventanas. Aún quedan islas en Buenos Aires. Pero se perdió elegancia, se perdió fineza. Me formé en un hogar donde lo estético y lo ético iban de la mano. Recuerdo a Élisée Reclus. Vivo otro mundo, otro universo. Si se me permite, si no lo ofendo: decadente, tosco, extraviado. Grosero. 

 “La gran ciudad es la que tiene el hombre o la mujer más grande: 
si se trata de unas pocas cabañas irregulares, sigue siendo la ciudad más grande del mundo”. 
Walt Whitman.

Es absurdo afirmar que todo tiempo pasado fue mejor; que existe un mundo ideal o una ciudad ideal. O una mujer, un pueblo, un vecino. Las entidades tienen sus movimientos, sus contradicciones, sus cambios. Y, desde ya, sus lecturas. (En voz baja: de Mozart a la cumbia villera). Las injusticias sociales, la corrupción o el narco configuran historias. Sucede que a veces se ven o están a la vista. La masa parece que no se entera. De todas maneras lo cotidiano de los argentinos es de una decadencia significativa. Se me señalará otros países. De acuerdo. Pero convengamos que desde hace por lo menos setenta años las simbologías se deslizan con riesgos feroces, sobre todo en estos últimos treinta, producto tal vez de los cuarenta anteriores. Que el mundo es caótico y que además los valores han cambiado significativamente qué duda cabe. Pero lo cierto es que estamos rodeados de miseria, droga por doquier, pornografía infantil, violencia, suicidios. La hipocresía como la negligencia parece no tener límites. Por arriba y por abajo. La ignorancia sin piedad. Sí, usted tiene razón, hay ejemplos peores. Desde los cartoneros o la prostitución infantil hasta personas que empiezan a vender sus bienes domésticos para sobrevivir. Desde la crisis de la educación y la salud hasta el derrumbe emocional de cientos de miles de seres que habitan este territorio. Para la mayoría sin esperanza, sin salida, sin futuro. Como pobres diablos se imaginan que algo cambiará. Se conforman entre la resignación y la mendicidad, entre la limosna y la humillación. En la mirada la tristeza de los condenados. El populismo, esa religión fascista, cautivó.

Albert Camus escribió en La peste, que "el modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja, cómo se ama y cómo se muere.". La clave está al alcance de todos, falta voluntad y valor para ver. Observemos ahora un Buenos Aires del pasado, no idílico pero sí con tendencias significativas. Diferente a ciertos proyectos que en estos tiempos nos impone la publicidad, los grandes centros comerciales o ciertos barrios privados. Evoco: Torcuato de Alvear, Antonio Buschiazzo. Otros: Francesco Tamburini, Alejandro Bustillo, Mario Palanti, Alejandro Christophersen, Norbert Maillart, Le Corbusier…

Eugène Courtois y Carlos Thays materializaron en nuestra ciudad la imagen del espacio público verde de París. Los continuaron Benito Carrasco y Carlos León Thays (hijo). Carlos Thays, el más grande paisajista argentino nos legó lo mejor de la imagen urbana que hoy tenemos. Fue el creador del Jardín Botánico. Del Parque 3 de Febrero, del Barrio Palermo Chico, de la avenida Figueroa Alcorta, las Barrancas de Belgrano, los parques Ameghino, Centenario, Chacabuco, entre otros. Ahora una vez más por Plaza Francia, Congreso, Britannia, Vicente López… Y las remodelaciones del parque Lezama, el parque Avellaneda y todas las plazas de la ciudad. Benito Carrasco introdujo el concepto de la misión social. Canchas de tenis, de fútbol, piletas de natación. Organizó junto a Clemente Onelli, director del Zoológico, la producción de los paseos públicos (se cosechaban aceitunas y se hacía aceite, se producía leche en las cabrerías y vaquerías municipales; todos estos productos se distribuían en los hospitales públicos). Se creó el Museo, la Biblioteca, el Gabinete Fotográfico del Jardín Botánico, la Escuela de Jardinería. Y más.

En 1912, Eduardo Schiaffino, primer director del Museo Nacional de Bellas Artes, viajó a Trieste y pudo adquirir unas ruinas bizantinas (siglo VI de la era cristiana) y fueron instaladas en el Zoológico de Buenos Aires. Allí están, al lado del lago Darwin. La historia es larguísima y ya se escribió. Es pasado y nadie lo advierte. No se mira, no se sabe.

Me incomoda, me molesta, me fatiga – en líneas generales – los lugares turísticos. En Roma, Madrid, Londres, Montevideo o Buenos Aires. Puerto Madero o la Reserva Ecológica son sitios que no se me ocurre pisar. San Telmo, Caminito o el Teatro Colón eran parte de mi primera infancia antes de ponerse de moda. Mis rincones tienen su cosmogonía, la ciudad debe estar a la medida del hombre. Una vez más la intimidad. Por eso amo las pequeñas ciudades europeas, los pequeños pueblos, los emblemas olvidados por el progreso. Para escribir en nuestra libreta: 

“Una ciudad que supera a los poderes de caminar del hombre es una trampa para el hombre”. 
Arnold Joseph Toynbee.

Tenemos todavía relojes admirables en toda la ciudad. En parques, en edificios con bellísimas cariátides, en escuelas anónimas. Hay uno, construido en Italia teniendo como modelo el que preside la plaza de San Marcos, de Venecia. Está en Plaza del Congreso, corona el edificio que fue el Instituto Biológico y luego de la Lotería Nacional, en la avenida Rivadavia al 1700. Es la pieza más valiosa de la ciudad.

A esta síntesis podemos agregarle el nacimiento de editoriales, la nueva literatura, los cine club, las publicaciones de revistas tipo magazine o revistas ilustradas, el teatro, el arte del filete (tiene su origen en el italiano "filetto") en carros, chatas y todo vehículo con tracción a sangre, la inmigración española con personalidades creativas y llenas de encanto. Un país con inmigrantes italianos, judíos, polacos, árabes, armenios, ingleses, alemanes, checos...

Lo escrito es apenas un brevísimo bosquejo. Un bello ejemplo de estos tiempos. Se les mostró, hace unos días, a estudiantes secundarios una fotografía del Che. Algunos dijeron Perón, otros Belgrano, uno Rambo. Hicieron lo mismo con una de Perón. Respuestas: Gardel, un ganador de Gran Hermano, no sé. Todo se desvanece. Estoy abriendo la puerta de mi casa. La tabaquera y la pipa en el bolsillo de la gabardina. "Hay que cuidarse de decirles a los viajeros que a veces las ciudades diversas se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre nacen, mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí". Esto lo escribió Ítalo Calvino.

Carlos Penelas
Buenos Aires, junio de 2023
martes, junio 06, 2023 No comments
Recuerdo sentado en el banco de esta plaza - una vez más - la Escuela Normal Superior del Profesorado Mariano Acosta. Allí cursé Literatura Medieval Italiana con el profesor Bergés. El libro de cabecera, entre otros, era Parnaso Italiano de Gherardo Marone: libro que estudié con particular perseverancia. En Argentina Marone desplegó una actividad colosal. Dirigió instituciones culturales italianas, trabajó en la Universidad de Buenos Aires, comenzó un complejo programa de traducciones de los clásicos castellanos: entre ellos Don Quijote. Quizá como él mismo: un hombre «noble, generosísimo y de luminoso ingenio»; así lo evocaba Giuseppe Ungaretti, uno de sus amigos.


En aquellos años vislumbré el sentido de lo literario, de la crítica, de la literatura comparada. Profesores de nivel internacional – una época mágica, una relación entrañable y utópica - guiaban nuestros pasos. Lo analizado en literatura italiana se relacionaba con la investigación de las literaturas medievales inglesa, alemana, francesa y castellana. Con los años pude conocer otros tratados, otras miradas.

El tiempo hizo lo suyo. Lejos de aquella época académica, Borges me reveló en Nueve Ensayos Dantescos, que convirtió en un estilo lectura, escritura y oralidad, donde confluyen erudición y libertad del leedor hedónico. La intertextualidad destacada por Borges brinda la posibilidad de vincular la Divina Comedia con la Odisea de Homero y el Quijote de Cervantes. Para decirlo con palabras de Italo Calvino, “los clásicos son esos libros que nunca terminan de decir lo que tienen que decir”.

Borges dicta dos puntos clave para leer la Divina Comedia: primero, leerla en voz alta para comprender el poderío del verso; sostiene que “el verso exige la pronunciación”. Segundo: es conveniente “el olvido de las discordias de los güelfos y los gibelinos, el olvido de la escolástica, incluso el olvido de las alusiones mitológicas y de los versos de Virgilio que Dante repite”. De otra forma: desplacemos los conflictos políticos y sociales que son mencionados en la obra; veamos el poema por cómo relata y transmite la aventura de Dante con sus personajes y círculos del infierno.

Para nuestro poeta los versos de Dante son música que despierta emociones, merecen ser leídos en voz alta. Siempre. Borges explica que esos versos admirables nos incita a recitarlos, no solo mentalmente. Nos explica que dicha obra fue un arte oral antes que uno escrito. Para entender este cambio constante en las interpretaciones, cita a dos clásicos. Una frase de la Odisea de Homero: “Los dioses tejen desventuras para los hombres para que las generaciones venideras tengan algo que cantar”. Y la de Mallarmé: “Todo, en el mundo, existe para acabar convirtiéndose en un libro”. Las dos citas apuntan a lo mismo: somos seres hechos para el arte, la poesía, el olvido y la memoria.

Siguiendo el pensamiento de Borges llegamos a comprender a Dante. El poeta florentino estaría aterrado por el simple hecho de encontrarse en el infierno; pero no porque sea cobarde. Borges plantea que este temor es fundamental para la obra con el fin de que el lector pueda creer que verdaderamente existe un infierno, y que este último es un lugar completamente aterrador. Este miedo se connota en todas las descripciones del personaje Dante y, como explica Borges, en la forma de escribir del Dante poeta: “sabemos lo que opina no por lo que dice sino por lo poético, por la entonación, por la acentuación de su lenguaje”. El autor de la Divina Comedia lo que hace es “jugar” con su escritura para generar un efecto de verosimilitud.

Dante y Virgilio están por ingresar al infierno: “Allí suspiros, llantos y altos ayes / resonaban al aire sin estrellas / y yo me eché a llorar al escucharlo. / Diversas lenguas, hórridas blasfemias / palabras de dolor, acentos de ira / roncos gritos al son de manotazos / un tumulto formaban, el cual gira / siempre en el aire eternamente oscuro / como arena al soplar el torbellino.” (Inf., III, 22-30). Lo que este fragmento nos hace ver es cómo Dante utiliza adjetivos tales como “hórridas”, “oscuro” para mostrar su miedo, intentando traducir lo que ve y oye, nos enseña – a nosotros, sus lectores - cuán horrible es el infierno. Nos hace creer que existe. Dice el autor de El Aleph: “Él se coloca ahí y está en el centro de acción. Todas las cosas no sólo son vistas por él, sino que él toma parte”. Inferimos, entonces, que el infierno, en el relato poético, es un infierno subjetivo, es decir según cómo Dante lo va sintiendo.

Dante no solamente abogó por el uso de la lengua vernácula en De vulgari eloquentia, sino que mostró su exquisito potencial lírico en los poemas y prosas de La vida nueva. Tras ello, consagró los últimos años de su vida a la composición de su Divina Comedia, legando a la entonces balbuciente literatura italiana una de las cumbres de la literatura universal.

Mencionaremos algunos datos para sintetizar su creación. Estos tópicos, reitero, fueron estudiados en el Profesorado Mariano Acosta. No menos importante que los encuentros con Beatriz fueron los lazos intelectuales con el humanista Brunetto Latini y Guido Cavalcanti. Fue Latini quien le proporcionó los modelos para obras de juventud, en las que Dante adaptó al verso italiano el Roman de la Rose. La poesía en lengua romance contaba con sólo cincuenta años de vida en Italia cuando Guinizelli y Cavalcanti - bajo el influjo un poco más lejano del pionero Guittone d´Arezzo - fundaron la escuela de los fedeli d'amore ('fieles del amor'), inventaron la figura de la «mujer angélica» (se aunaban belleza física y pureza celestial) y plasmaron la gran poesía lírica italiana que culminaría en Dante y Petrarca. De allí surgió la imagen de Beatriz, que asumiría en la Divina Comedia dimensiones teológicas y filosóficas impensadas.

En la dedicatoria del Paraíso en la famosa carta a Cangrande della Scala (1316), Dante fijó grandiosamente los alcances de su incomparable Comedia: «El sentido de esta obra no es único, sino que puede llamársela polisémica, es decir, de muchos sentidos; en efecto, el primer sentido es el que proviene de la letra, el otro es el que se obtiene del significado a través de la letra».

En sus páginas vivimos un símbolo que nos continúa proyectando cada día. Dante trata grandes interrogantes, desde qué es lo que da sentido a nuestras vidas o cuánto control tenemos sobre nuestro propio destino. La figura de Beatriz, lo emblemático de su nombre nos predispone a la búsqueda de un amor; un humanismo pleno, el destino eterno de nuestro ser. Su representación – Bienaventurada en latín – es guía y protectora de nuestro existir, de nuestra alma. Una realidad literaria pero también una alegoría de la misericordia.

Por último. Como sabemos La Comedia (Commedia) debe su nombre a su movimiento ascensional, tal el sentido del saber medieval. El adjetivo Divina le fue agregado en la posteridad por Giovanni Boccaccio. Eligió el toscano en vez del latín, contribuyendo al nacimiento de la lengua italiana. Por su valor poético, perspectiva filosófica, belleza de imágenes y perfección de la lengua es considerada el mayor poema de la cristiandad.

Sentado en un banco de la Plaza Rodríguez Peña digo en voz alta el último verso del Infierno: "E quindi uscimmo a riveder le stelle".

Carlos Penelas 
Buenos Aires, octubre de 2021
martes, noviembre 02, 2021 1 comments
“…Vago e invito a vagar a mi alma. Vago y me tumbo a mi antojo 
sobre la tierra para ver cómo crece la hierba del estío…” 
W. Whitman


Comencé a leer su poesía a los dieciséis años. Fue Canto a mí mismo en una edición de Losada. La traducción era de León Felipe, una traducción magistral. A lo largo de los años descubrí lo sagrado del cuerpo humano, el gozo de los cuerpos, la negación a los predicadores. Para León Felipe estos versos representan el momento más luminoso del poeta. En él están contenidos su doctrina y su mensaje y, de alguna manera, su autobiografía, aunque luego matiza afirmando que los grandes poetas no tienen biografía, tienen destino.

A partir de ese momento continué leyendo y releyendo su obra. El deslumbramiento hizo en esos años que descreyera de cualquier otro autor. Leí biografías, críticas, diferentes traducciones. Ahora observo un libro que está apoyado sobre un atril al costado de la biblioteca. Es la versión de Hojas de Hierba con traducción de Jorge Luis Borges e ilustraciones de Antonio Berni. Una edición en rama; Juárez Editor, 1969. En el estudio crítico dice Borges: “Innumerables son los que han imitado, con éxito diverso, la entonación de Whitman: Sandbourg, Lee Masters, Maiakovski, Neruda…Nadie, salvo el autor del inextricable y ciertamente ilegible Finnegans Wake, ha vuelto a acometer la creación de un personaje múltiple. Whitman, insisto, es el modesto hombre que fue desde 1819 hasta 1892 y el que hubiera querido ser y no acabó de ser y también cada uno de nosotros y de quienes poblarán el planeta”.

Luis Franco fue quien me introdujo definitivamente en su obra. Comentándola, leyéndola, descubriendo su tejido, su vida, su respiración. Él me obsequió – retiró el ejemplar único de su biblioteca - la exquisita biografía de Henry Sidel Canby. Franco también me regaló Perspectivas democráticas, un ejemplar poco reconocido del poeta. Tal vez la obra en prosa más importante del autor, escrito en plena Guerra de Secesión, donde Whitman ejerció de voluntario y enfermero. No olvidemos que el célebre poeta catamarqueño escribió un libro inolvidable sobre la vida y la poética de Whitman. En El arco y la lira, Octavio Paz afirma que “la poesía de Walt Whitman es como la sístole y la diástole de un pecho poderoso”.

La visión de Whitman rompe los cánones de la forma poética y es generalmente cercano a la prosa. Utilizó imágenes y símbolos inusuales en poesía. También escribía abiertamente sobre la muerte y la sexualidad, incluyendo la prostitución. Whitman sentenció en el prefacio de 1855 de Hojas de hierba: “La prueba de un poeta es que su país lo absorba sentimentalmente de la misma forma que él absorbió a su país”.

La figura de este poeta inmenso va de la mano con hombres que fueron arquetipos de una nación, de una conducta, de una ética: Ralph Waldo Emerson, Abraham Lincoln, Henry David Thoreau y Herman Melville. Ellos representan un ideal, una fuerza cósmica, una mirada total del ser. Dijo Whitman: “Me he dado cuenta de que me basta estar con los que uno quiere, me basta demorarme al atardecer con aquellos que quiero, me basta sentir la hermosa carne, la carne que es curiosa, que respira y que ama”.

Tal vez unas líneas nos hacen comprender una época y un destino. En una carta de Henry David Thoreau a Ralph W. Emerson, otros dos trascendentalistas, leemos: “La muerte es hermosa cuando se la ve como una ley y no como un accidente”. Esa es la ley natural, que entre otras cosas, nos enseña Whitman. Su vida revive en su obra y nos hace sentir su universo al mismo tiempo que nos enseña ver, gozar, soñar junto a su vivencia. Su poética nos conmueve y transporta, es un autor clásico. “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”, aprendimos de Italo Calvino.

“Ese lenguaje ha parecido lascivo a los que son incapaces de entender su grandeza” (José Martí, 1887) “…cuya voz empieza a resonar por todas partes porque él es hoy el primer poeta del mundo, y ama a la humanidad con amor inmenso…” (Rubén Darío, 1888) “Sólo Nietzsche en algunas páginas alcanza su magnitud y vuelo lírico…” (Armando Vasseur, 1912) “Whitman, el único que abrió camino. Whitman, el único pionero. Y solamente Whitman. Ningún poeta inglés, ningún francés. Ningún europeo.” (D.H. Lawence, 1923) “…este poeta del amor, de la fe y de la rebeldía”. (León Felipe, 1941) “Son la inocencia y la magnificencia de un mundo nuevo donde las cosas aparecen en su rudeza o en su gracia inmaculada, maravilla de la humanidad…” (Luis Franco, 1945) “Los tres padres fundadores de la poesía moderna son Baudelaire, Gerard Manley Hopkins y Walt Whitman. El verdadero inaugurador fue Walt Whitman” (Erich Kahler, 1957)

Su poética es moderna, cree en lo fragmentario como en el todo, es cosmopolita, es ecologista y bucea en lo tecnológico. Nos habla “de los países contemporáneos”, del musgo y de los animales, de los barcos de vapor y las redes telegráficas. Atacó la esclavitud y defendió la igualdad. Su obra nos interroga permanentemente. Como manifiesta el poeta Eduardo Moga (1962) – traductor de Hojas de Hierba - “Whitman abre su léxico al lenguaje arcaico y al técnico, a los barbarismos y a lo coloquial, y también a las malas palabras, sin miedo al excremento ni al sexo ni a la basura ni al semen”.

No sería erróneo afirmar que es un poeta homérico, convoca al lector a ensalzar la conciencia del vivir. Es el primer poeta de la democracia norteamericana, sueña con una América que se hizo a sí misma con un espíritu torrencial, auténticamente emblemático y liberal. Su relectura nos lo muestra contemporáneo; el verso libre respira desde su yo trascendente.

La trayectoria de Whitman representa lo vital, la vida que se expande y nos expande, la libertad, la libertad interior; es un abismo pero también es la expresión del vivir, de la alegría. De la insubordinación, de la fraternidad. Su poesía, su voz, nos dice de la libertad política y del erotismo, de un erotismo universal que nos muestra el don del misterio y de la pasión. Es un hombre que habla de la felicidad, de la necesidad de ser felices. Su canto nos libera de la religión, de la política, de los dogmas y de la hipocresía de una sociedad. Whitman es un hombre libre y empuja a buscar en cada uno de nosotros esa libertad, ese principio que nos hace únicos en el universo. Señala la infinitud, el sentimiento; deja un legado inagotable a partir de su mito, de su utopía. Su voz provocadora es libertaria, como libertario es su tensión sexual.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 1 de julio de 2020
miércoles, julio 01, 2020 No comments
No hay lenguaje sin engaño
(Las ciudades invisibles, 1972)


Todo libro de Italo Calvino se sostiene en la exquisitez formal. Calvino es uno de los mayores intelectuales, uno de los grandes escritores del siglo pasado. Ossola, renombrado especialista en su obra nos dice: “Calvino convierte en moral el acto de expresarse, que da fisicidad al sujeto desde la impersonalidad del lenguaje”.

En estas breves líneas intentaremos señalar algunos aspectos de su novela Si una noche de invierno un viajero (1979). Siguiendo ciertos rumbos marcados por Aby Warburg debemos mencionar a Richard Wagner, más precisamente Tristán e Isolda, en la cual el compositor – siguiendo algunas referencias ya realizadas en Chopin y en Beethoven – reitera melodías sin finalizar, una suerte de suspensión sucesiva. De igual manera podemos hacer una lectura en Mate en 11 del compositor y escritor de ajedrez alemán Herbert Grasemann. En este célebre problema de ajedrez la suspensión del final también es sucesiva.

La obra trascendente de Michel Butor, La modificación (1957), escritor que pertenece a la nouveau roman, escribe su novela en segunda persona. Son pequeñas claves o fuentes que nos ayudan a comprender esta relevante novela de Calvino. También encontramos la conciencia del lenguaje – no olvidemos que nuestro autor era admirador de Roland Barthes – las fuentes del significado, la pluralidad de significados. Hay pues en estas páginas una mirada simbólica e introspectiva.

En Si una noche de invierno un viajero descubriremos la ironía intertextual, la meta-narración, los cruzamientos de planos, Lector-Lectora, autor-obra. Y ciertos pactos de la ficción: autor-lector. Veremos también la fragmentación de la historia, la novela dentro de la novela, la sociedad dentro de la sociedad.

Calvino presenta una inédita concepción de la novela, metafóricamente un cambio en la concepción del mundo, una crítica de la historia, del sujeto. Pero sobre todo una supremacía de lo literario. El autor manifiesta: “es una novela sobre el placer de leer novelas; el protagonista es el lector, que empieza diez veces a leer un libro que por vicisitudes ajenas a su voluntad no consigue acabar”.

También advierte que “…algún lector de paladar fino sostienen que no: opinan que son cuentos completos, que dicen todo lo que debían decir y a los que no cabe añadir nada”. Y algo fundamental: “Mejor decir que no se trata aquí de lo “no acabado” sino de lo “acabado interrumpido”, de lo que “acabado cuyo fin está oculto o es ilegible”, tanto en sentido literal como en sentido metafórico”. Y más: “Vivimos en un mundo de historias que empiezan y no acaban”.

Su obra tiene diferente fuentes, dos a la vista: Borges y Poe. Y una carga irónica, intelectual, burlona, ética, literaria, cuando nos presenta al profesor Uzai-Tuzii, a Tazio Bazakbal, al falso traductor Emer Marana, a la literatura cimeria, en donde hace un guiño y nos retrotrae – sin decirlo, claro - a Cymeria, a Homero, a Odiseo, a la antesala de Hades, el inframundo.

No podemos dejar de mencionar al grupo literario Oulipo, Ouvoir de Littétratue Potentielle o Taller de Literatura Potencial, fundado en 1960 en Francia por Raymond Queneau y Francois Le Lionnais. Este grupo – del cual nuestro autor forma parte - fijó como objetivo explorar lo que llamaron “literatura potencial”, es decir, producir formas y estructuras a partir de conceptos e ideas relacionadas con el lenguaje y sobre todo con la matemática. El principal hallazgo es su innegable contribución a la literatura, descubrir ese particular silencio del lenguaje que ocurre cuando la literatura está a punto de irrumpir.

Es importante recalcar que el Oulipo no establece una normativa, ofrece un procedimiento de creación. El ejemplo recordado es el de Queneu (Ejercicios de Estilo, 1947) en el cual se presentan noventa y nueve formas diferentes de contar un mismo y trivial episodio ocurrido en un autobús.

Calvino se pregunta, y nos pregunta, quién es el lector de hoy en día, cómo se lee, qué ocurre en la universidad, en los institutos, en las cátedras. Todo esto y mucho más encontramos en una novela irrepetible, impar. Advertimos senderos, laberintos, humor, sospechas, sensaciones, emblemas que nos hablan de estilo, de filosofía personal, intertextualidades, de formación cultural, de los trucos del oficio, del espíritu de los tiempos, del escritor artesano, del escritor productivo, del gusto del público, de la industria cultural, del ghost-writer, de los detalles íntimos, de lo telúrico y lo alegórico.

Calvino nos enseña a pensar y a sentir. Desnuda, en esta obra, los mecanismos de la narrativa, ejemplifica modelos y estilos (neo-vanguardia, neo-realista, existencial, fantástico, surrealismo), como dijo Georges Perec la literatura es un juego que se practica entre dos sujetos, el escritor y el lector. Otro dato primordial: el esquema de la obra es el mismo de Las mil y una noches. Calvino se interesa por la semiología, disciplina que, a través del estudio del signo, aborda la interpretación y producción de sentido. Se vuelve sumamente preciso. Carlos Gumpert, traductor de varios de sus libros, describe su meticulosidad estilística: “Con pocos escritores se tiene tanta conciencia de que cada palabra está colocada en su sitio por una razón específica, casi por necesidad”. La necesidad responde a un nuevo impulso creativo, más geométrico, simétrico, introspectivo.

Recordemos unas palabras de Calvino: “Sin la técnica del oficio no hay sabiduría artística posible". Leamos su comienzo memorable, icónico.

Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Recógete. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida. Dilo en seguida, a los demás: «¡No, no quiero ver la televisión!» Alza la voz, si no te oyen: «¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!»

Para finalizar: el autor nos muestra la relación entre el yo y el universo. Pero también la imposibilidad de comprender la realidad.

Carlos Penelas
Buenos Aires, mayo de 2019
miércoles, mayo 01, 2019 No comments
Final
Es de noche, estoy en un avión regresando a mi hogar. Hasta hace unos minutos mi mente estaba concentrada en una conferencia que debía dictar. Algo introspectivo y simbólico en torno al neoclasicismo francés. Por la ventanilla miro la oscuridad. Me vienen imágenes de una burguesía acomodaticia, de políticos gregarios. Siempre los desprecié, desde adolescente. Siempre me resultaron anodinos, adocenados. Deseo que se caiga, que se estrelle o se precipite en el mar, es la única solución. Lo deseo con lágrimas en los ojos, lo deseo en silencio. En el silencio de la desesperación. Necesito morir, necesito suicidarme. Soy cobarde, no tengo valor de dispararme un tiro en la boca o arrojarme de un edificio. Pienso en los pasajeros que desean vivir, que son felices o creen serlo. Pienso en mi niñez, en mis hermanas, en una novela de Italo Calvino. Siento que mi deseo de muerte es egoísta, que junto a mi anhelo está la vida de estos viajeros. Escucho el llanto de una criatura, miro a la azafata que pasa sonriendo, a un hombre mayor sofocado. Pienso en mis hijos, en mis nietos. Siento un sudor frío en mi frente. No puedo más. Hay turbulencias, cierro los puños y los ojos.


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El tren
Advierte que está a punto de entrar en su sueño. Ella se encuentra en la estación, una estación suburbana. Es una joven con glamour, aparentemente desinhibida, conoce su cuerpo. Usted descubre que lleva un pañuelo en la cabeza anudado, sin lazada. Un pañuelo bordó. Luce colores neutros; la ve inquieta. Tiene sensualidad al caminar, con senos para ahuecar las manos. Pero su mirada es tímida; reprimida podríamos decir. Hay algo obsesivo en sus ojos, en la forma de mover sus dedos; le aceleró la respiración. Usted sospecha que espera a su amante, un hombre casado – mayor que ella - un hombre que es o había sido conocido de su padre. Visitaba su casa con la pequeña hija. Un hombre mediocre, alto, con incipiente calvicie, sin más aspiraciones que un oficinista. Ella le confesó, hace años, esta historia que ahora usted revive. Ella (no se lo dijo) necesitaba acostarse con alguien pues el primer hombre había partido al extranjero. Le juró regresar, pero nunca lo hizo. Ella soñaba son ese novio, así lo llamaba. El novio era conocido de su familia, mimado por sus padres. Lo recibían con felicidad, con sonrisas. Ella le habló llorando – lo recuerda perfectamente - de su error, de su falta de claridad, que ahora (así dijo entre lágrimas) lo amaba a usted, que le pedía perdón, que usted era un ser excepcional. Despierta, la ve a su lado, envejecida, abandonada en sus delirios, en el desánimo de la vida. Es entonces cuando usted advierte que está a punto de entrar es su sueño.

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Diario
No soy escritor pero debo redactar mi biografía, debo contar cosas fundamentales, acontecimientos significativos. Tal vez para el lector resulten palabras vacías, sin sentido, recuerdos absurdos. ¿Obstinación, estupidez? ¿Qué tipo de lector? ¿Emocional y ecléctico, vocacional, medio? Debo desnudar lo que se oculta, aquello que no se dice, esa suerte de hipocresía naturalizada en cada individuo, en cada familia, en cada sociedad. Hablar de cómo ahoga sus gritos, su histeria, la irracionalidad. Como se fue transformando en víctima, en una persona donde la fatalidad ocupó sillones, muebles, sábanas. Y también del desenlace trágico, de la muerte de mi padre, de la amada que volví a encontrar después de quince años en un café de Montevideo, del tedio que me invade. Del insomnio, del incidente infausto de mi tío -el incidente del cual discutí en terapia durante meses-, de mi época de estudiante, de la percepción fantasmagórica de una aldea. No quiero ser desmesurado ni trasmitir odio al hablar de las mujeres que conocí. Deduzco que debería escribir del exilio, de las paredes curvadas, de las plazas, de la imposibilidad de tener hijos, de una carta de mi madre, de aquella foto de la infancia, del olor a manzana en el ropero de una prostituta, de la mirada y sordidez de mendigos durmiendo en la calle, de la trivialidad de mi cuñado. No sé cómo empezar.

Carlos Penelas
Buenos Aires, abril de 2019
lunes, abril 15, 2019 No comments
La literatura nos conmueve. Como nos conmueve el cine, la pintura o la música. El arte conmueve y nos crea una nueva inteligencia, nos hace privilegiados pues comenzamos a concebir el mundo desde otra perspectiva, desde otros valores. Siempre en busca de lo ético, de lo estético. Ordenamos memorias, experiencias, revelaciones.


Vamos a releer ciertas páginas, ciertas conductas, ciertos legados. Nombres como los de Umberto Eco o Italo Calvino quedaran para otro artículo. Lo mismo que Haruki Murakami. Borges afirmaba que "cada escritor crea sus precursores". Los testimonios que solemos traer forman parte de la vida, de la creación, de la realidad. Lo importante es desarrollar las ideas, cultivar la sensibilidad. La vida se nos presenta a través de historias intensas, gozosamente contempladas desde la eminencia del presente. Vivimos la complejidad del ser entre la tragedia y la esperanza.

"Hay quien cree que guerra es lo mismo que un rasguño en una pierna... mentira. Guerra significa cabezas destrozadas, piernas arrancadas de cuajo..., hombres abrasados por el napal, pero aun vivos." La cita pertenece a un mercenario británico que peleó en Angola. ¿Que podemos decir ante el terrorismo de nuestros días, de la soledad y el horror que nos avergüenza como seres humanos el atentado reciente en Niza? ¿Cómo mirar los ojos de nuestros hijos, de nuestros nietos?

Para el pensador español Manuel Reyes Mate "lo indispensable es una reflexión moral y política sobre la presencia de la barbarie humana en la construcción de la humanidad". También añade: "Lo sorprendente de la memoria es que nos hace ver que la realidad forma parte también de aquello que no existe." Querido lector, si vamos leyendo con detenimiento, los espacios, los silencios, comprenderemos la erosión del sistema, visualizaremos la hipocresía más allá de los medios audiovisuales y su carácter adictivo.

La relectura de Kafka resulta siempre fundamental. Para Benjamin la obra de Kafka era un escenario donde tenia lugar el teatro del mundo cuyo actor principal es una criatura inundada de vergüenza que se ha olvidado la letra. Para Brecht en Kafka había una clara anticipación al hacinamiento de los grandes conglomerados urbanos del siglo XX. Gershom Scholem adujo que éste esbozaba anticipadamente la miserabilidad de los campos de concentración.

En toda su obra vemos la capacidad para la autodestrucción sistemática y obcecada de los valores. Debemos evocar a Robert Musil cuando señala: "La constitución era liberal, pero el régimen clerical. El régimen era clerical, pero los habitantes librepensadores. Todos los burgueses eran iguales ante la ley, pero, justamente, no todos eran burgueses..."

No se quiere leer la realidad. No se quiere soportar la mentira frente a nuestras narices. Hay una sola finalidad desde los presocráticos y antes también: se pretende confundir, perturbar, humillar, someter a la victima. Aunque todo parezca simbólico o alegórico. Se sabe (no es un dato menor) que Kafka era buen jinete, nadador, vegetariano, nudista, naturista. Por lo general sólo nos recuerdan que murió a los 41 años, tísico. Tuvo una fuerte enemistad con la alopatía, estaba signado por la preocupación social y (esto jamás se dice) una sincera simpatía hacia el anarquismo de Kropotkin. Tenia diferencias con el sionismo y un judaísmo bastante singular, edificado ante una ecuación casi agnóstica y el de pertenencia a una cultura fundamental.

Siento que es importante recordar una vez más Terezin. Esta era una pequeña ciudad checoslovaca ubicada a unos 60 kilómetros al norte de Praga. En 1942 sus cuatro mil habitantes fueron evacuados y la ciudad se convirtió en un ghetto. En pocos meses fueron hacinados ochenta mil judíos. En rigor era un campo de tránsito hacia las cámaras de gas de Polonia. De Terezin los nazis hicieron un “ghetto modelo”, e incluso rodaron películas donde se veían orquestas, escuelas, gente paseando por las calles. Fue una farsa creada para mostrar a la Cruz Roja el buen trato que existía hacia los judíos. “Estoy en un rincón, y miro a la ventana. Allí donde el corazón es separado del corazón.” Esto lo escribió Hanus Hachenbulrg (1929-1944), una de las tantas criaturas condenadas por el nazismo. Sobre simples hojas de papel los niños de Terezin dejaron un testimonio en dibujos y poemas.

Recomiendo releer a Sándor Márai quien había sido educado "de acuerdo con ideales que consideraban a la burguesía como defensora de las libertades cívicas y al burgués como un pionero del progreso humano y social". Pero éste es sólo un aspecto, su obra la podemos asociar a la de Thomas Mann, por su densidad, su esencialidad, su universo. Mientras tanto la humanidad transita el lenguaje de las bombas y de las piedra., Lo dramático es que comenzamos a tener cierta familiaridad al convivir entre escombros. El fascismo, el nazismo o el stalinismo han cambiado el mundo, lo hicieron peor. Así es la historia, así son las luchas sociales, así es el capitalismo salvaje. Hoy vivimos los tiempos de la brutalidad, de la enajenación, de la barbarie. Parece que ha desaparecido la idea de felicidad, el anhelo de justicia. Los tiranos, los populistas, los fundamentalistas temen la palabra como temen la belleza. Los líderes políticos parecen querer arrojarnos a la demencia. Necesitamos una postura moral, necesitamos un pensamiento libertario.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 18 de julio de 2016
lunes, julio 18, 2016 No comments
Piove, goberno ladro
(refrán italiano)


“Nunca llueve como truena” escribió Federico Schiller, junto con Goethe una de las figuras centrales de la cultura en Weimar. Naturalmente no por esta frase. Todo se vuelve extraño en el mundo del arte. La industria cultural penetra sin piedad; borra, olvida, encierra, genera marcas. Las citas, las instalaciones, los íconos. Pienso que es una burla donde entran a negociar los marchand, los señores catedrádicos con sus saltos oportunistas, los críticos engolosinados con lo snob y las cuentas bancarias. Y la estupidez del ser humano con su carga supuestamente intelectual. Tenemos cientos de ejemplos. Uno de ellos es la instalación en Venecia (2009) representando el suicidio de un coleccionista. Su autor: Mauricio Cattelar, olvidable sin duda. Olvidable el autor, el mensaje, y “la obra”. Surgen sonidos, canciones, videos, batidoras digitales, performances. Importa “el contagio”, la posibilidad de “contagiar” y ser “transformado”. Ahora cualquiera puede ser artista. Así de simple. Se juega al escándalo: un tiburón sumergido en formol dentro de una pecera es la obra más representativa de los últimos tiempos. (No hablemos de literatura, de los premios literarios, del lavado de dinero de las editoriales o incluso de las librerías enormes como supermercados). Es tan burdo, tan torpe, tan demencial que no podemos creerlo. Asi va todo, asi va todo. O casi todo. Por ejemplo; el artista italiano Gianni Motti se adjudicó la autoría de un terremoto en los Alpes en 1994. Santiago Sierra tiñó de rubio el cabello de doscientos vendedores ambulantes –inmigrantes- durante la 49 Bienal de Venecia. Orlan sometió su rostro a cirugías extremas; Eduardo Kac, el padre del arte transgénico, creó a Alba, una coneja fluorescente. Hay más ejemplos. Un accidente si es provocado es una obra de arte. Si no es planificado, es un accidente.

La obra de poetas, novelistas, dramaturgos de valor, de trascendencia, queda en el olvido, o en sectores minoritarios. ¿Cómo citar a Victor Hugo o a Camoens? ¿Cómo interesar a las nuevas generaciones en la literatura de Valle-Inclán, de Sarmiento, de Ciro Alegría? ¿Cómo hacer para que aprecien la dimensión de Menghi o el mundo secreto y ontológico de Porchia?

Italo Calvino y Césare Pavese – personalidades disímiles – eran fundamentalmente estudiosos, amantes de un silencio creador, hombres esquivos que evitan, que eluden. Hombres callados – que jamás callaban nada – que evitaban toda aglomeración de seres, de premios , de vernissages. Severos en todo: en el compromiso social y político, en el compromiso histórico, en la búsqueda de una estética y de un lenguaje. Pocos como ellos en la austeridad del silencio como forma de vida, como fruto de la soledad y del sentir. “Su espléndido amor por el mundo / fermentado y enrevesado de la fábula”, escribió Pier Paolo Pasolini de Calvino. De Pavese poco puedo decir: lo amé profundamente durante mi juventud: leí con pasión sus libros. Lo sigo releyendo junto a Vasco Pratolini.

En una conferencia pronunciada en La Plata, el 18 de mayo de 1884, Ameghino dice, entre otras cosas: “Con los canales de desagüe es posible que no se eviten por completo las inundaciones, como parece creerse. Las aguas excedentes de las planicies elevadas y terrenos de poco declive corren a los ríos con lentitud, pero es permitido suponer que por medio de los canales de desagüe se precipitarían con mayor fuerza y prontitud a los cauces de los ríos o a los puntos bajos hacia donde se les diera dirección. Si así sucediera, o habría que dar a los canales de desagüe una capacidad extraordinaria que exigiría un costo enorme, o las crecientes y desbordes se producirían con mayor rapidez que ahora y ocasionarían estragos aún más considerables”. La población de San Antonio de Areco ha sufrido en estos días los estragos de una dramática inundación. Este dato me lo hizo llegar el amigo Oscar Taffetani. Después de 125 años las cosas se complican.

Para finalizar, queridos amigos, les entrego un relato de nuestro tío Franz. Otra vez les haré leer un texto del generoso amigo José Conde, orensano el poeta, que llevaba la insurrección y la ternura en nuestra mirada.

La partida
Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo, y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta, y le pregunté al sirviente qué significaba. El no sabía nada, y escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó: “¿A dónde va el patrón?” “No lo sé”, le dije, “simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta”. “¿Así que usted conoce su meta?”, preguntó. “Sí”, repliqué, “te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta”.

Carlos Penelas
Buenos Aires, diciembre de 2009

martes, diciembre 29, 2009 No comments

Estoy sentado a una mesa del bar de Córdoba y Callao. Hace un momento se acaba de retirar el Dr. Ricardo Monner Sans, tenía una audiencia. Quedé con dos amigos que usted ya conoce. Me refiero a Jorge Sethson y a Marcelo Massarino. Estamos esperando que llegue Horacio Tarcus; siempre se retrasa. Conversamos de temas intrascendentes: citamos a Italo Calvino y nos reímos reiteradas veces evocando su inolvidable novela El Vizconde Demediado. Alguien, no recuerdo bien quien, cita a Nelson Marra, el poeta, ensayista y narrador uruguayo. Su carga simbólica y esperpéntica es todo un hallazago. Estamos tomando un café; conversamos amigablemente señalando las últimas noticias de los diarios, los disparates sombríos de nuestros políticos, sindicalistas, gurúes y futbolistas. También recordamos la pobreza de la intelectualidad, la estupidez generalizada, el desempleo, el hambre, la desnutrición, la corrupción sin límite. Eso no implica que no admiremos unas bellas caderas de una mujer madura, sentada a metros de nuestra mesa, que convoca el ensueño. Usted sabe, lector, no se haga el moralista, el burgués apocado y asexuado.

Mientras el querido Horacio se retrasa, les hablo de Carlos Prebble, decendiente de escoceses y españoles que acaba de publicar un breve libro sumamente interesante, Música Celta Argentina, donde hallamos una recopilación sobre la música celta en nuestro país. Otro aporte de la inmigración, decimos. Decimos nosotros, no usted, leedor impávido.

Finalmente llega nuestro amigo. Nos pide disculpas y comenta algo del tránsito, algo de un texto que está finalizando, una traducción que lleva trabajo. La mesa está completa. Su cordialidad y lucidez comienzan a agregar datos absurdos a la conversación. Digo absurdos porque hablamos de la resistencia que ofrece la pluma y el papel, la actitud reflexiva que esto significa para el escritor, y sobre todo al poeta. Colegimos que la grafía es lenguaje del alma; la belleza y la artesanía que significa el texto sobre una página en blanco. Hablamos del tiempo de lectura y del tiempo de escritura, de Umberto Eco cuando afirmó que la escritura a mano exige componer la frase mentalmente antes de escribirla.

Caro lector, a usted le hablo. En voz baja, con los ojos pensativos y un ademán supremo de cansancio y de melancolía. Decía Federico Nietzsche que "hay que volver a la muchedumbre; la soledad ablanda, corrompe y pudre". Para algunos sociólogos el amor de pareja es el motor para poder modificar una sociedad. Sin duda existe el amor idealista, el amor pasional, el amor terrenal, el amor institucional. Mucho se discutió en la década del '70 -a la cual pertenezco- el amor burgués y el amor militante. Se construyeron utopías sociales, luego apareció el discurso escéptico e individualista en los años '80, hasta llegar a ese extremo que representa el individualismo salvaje, alejado de toda ética, de toda solidaridad, de toda responsabilidad. Creemos que el amor pasional dinamita a una sociedad. Provoca locura y ruptura a la vez. Se enfrenta al amor institucional, al amor autoritario y formal. El amor pasional es un amor combatiente, insurrecto, que finaliza por lo general en la disociación y el descuartizamiento. El amor institucional reúne, a los señores formales y a las señoras que usan modelitos comprados en los shopping, en un hotel alojamiento.

Hace unos años se publicó El sexo puesto de Daniel Samper, hermano del presidente de Colombia. Con ironía y mordacidad nos habla del proceso de conquista de la mujer, de lo aburrido que se pone la pareja luego del primer encuentro, de lo horrible que es que a uno lo llamen "papito" o "gordito", del lenguaje amoroso, de las cosas ridículas que se dicen. Según Samper todo está demasiado poetizado, y añade que no es verdad lo que pasa en el cine. No le gustan las mujeres que usan sostenes negros y medibachas. Para él el hombre que sobrevive a eso es un héroe. Con humor, dice que le encanta y le resulta fascinante la cicatriz en el apéndice de la mujer y las señoras maduras con celulitis. Obviamente critica los estereotipos ridículos de una sociedad. Le interesa hacer el amor y ver un partido de fútbol por televisión de inmediato. Le aburren los mimos de la esposa y las palabras científicas que giran en torno al sexo.

Sin lugar a dudas, estimado y persistente lector, vivimos una sociedad más pornográfica que sexual. Más hipócrita que erótica. Lo hablo a menudo con Juan Manuel Sánchez y con Ponciano Cárdenas, que algo de esto entienden. Además de ser pintores de talento y generosos amigos. Según un artículo de la revista Time, el arte de la escritura a mano es “un arte perdido. La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo no la podremos leer.” Aquí viene a mi memoria mis queridas compañeras del Profesorado en Letras Mariano Acosta: Mónica Arance y Alicia Fernández Redón. Es siempre hermoso recordarlas, por la sensibilidad, la finiza y la cultura que nos ofrendan.

Se han mezclado los temas, como si fuera un fotomontaje mal realizado. Le pido discupas. Hasta nos dejamos a los amigos conversando solos, arreglando el mundo, palpitando ideas y utopías. Son un ejemplo, en eso. Dejémoslos discurrir, lo hacen admirablemente bien. Sobre todo en esta época de imbecilidad y torpeza. Recuerdo cuando le preguntaron a Azorín si le había costado mucho escribir. Contestó: “Escribir no, limar sí”.

Me gustaría que lea a dos escritores argentinos muy poco conocidos: Carlos Sforza, entrerriano, y Lubrano Zas, ya fallecido. Luego me cuenta. Creo que son mejores narradores que los laureados Claudia Piñeiro, Ari Paluch o Federico Andahazi. Déjele la respuesta al mozo del Astral, allí suelo ir a dibujar y a leer. Sin compromiso, usted sabe.

Carlos Penelas
Buenos Aires, octubre de 2009

sábado, octubre 31, 2009 No comments
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