© Carlos Penelas, 2014. Con la tecnología de Blogger.
  • Inicio
  • Sobre el autor
    • Biografía
    • Bibliografía
    • Opiniones sobre su obra
    • Ilustraron sus trabajos
  • Inéditos
  • Artículos
  • Prensa
  • Taller literario
  • Compra de libros

Carlos Penelas

En mi infancia venían familias y amigos a cenar. La vida estaba en el latir del corazón. No existía el tedio; el reloj de pared una cadencia de la memoria. Ahora llegan mis preguntas, las respuestas tardías. Es cuando debo comprender mi oficio, la piedad de los días. Es cuando sabemos que la inocencia crece en espacios sin puertas, en la gravedad del sueño, en el alba que lanza su sombra entre los pájaros.

Foto: Edward Steichen

(En mi infancia venían familias y amigos a cenar. Amigos de mis padres o de mis hermanos. Llegaban los Thibault, la familia de Pascual Duarte, Victoria de los Ángeles, el príncipe Kropotkin, Axel Munthe, los hermanos Karamazov, Beniamino Gigli, Pettoruti…

Llegaban en las noches abiertas, en la luna nocturna del invierno. A veces hablaban de los partisanos o de Auschwitz, de ciudades lejanas, de Breogán.

También hablaron de Boneco, del Ferrocarril del Sud, de Crucecita. Eran voces que unían al mundo y más allá de este mundo; había proletarios y malvados. Alegraban la soledad, la cosmogonía del alfil, el temor y el encanto en círculos de luz).

Ahora enciendo aquellas plenitudes, la arrebatada música, el sosiego profundo, la ira, la mansedumbre incierta de las velas. La barca, los faroles, la espuma en la voz órfica del viento.

Es inescrutable el alba en ese antiguo olor de la cocina; un universo profético que roza la eternidad. Como al acróbata en el trapecio un peligro invisible nos convoca.

Carlos Penelas
Junio de 2016
domingo, junio 05, 2016 No comments
Buenos Aires, 2008. 
Centro Betanzos Ediciones / Xunta de Galicia. 
Ilustración de Juan Manuel Sánchez. 
Prosa poética.

Hombre con cicatriz en la calva 
Moncho me fue contando su vida en una cena. Era una mesa de ocho personas, él estaba a mi lado. Una paella nos brindaba la felicidad que otorgan el vino y el afecto. Cerca de cien personas comíamos esa noche en el salón. Un ambiente cargado de voces, de gaitas, de risas. Los niños corrían entre las mesas. Compartíamos platos de madera con pulpo, lo acompañábamos con pan. Había pequeños cuencos blancos donde bebíamos un vino muy similar al de la región, según Bernardo. En cada uno de los comensales un pequeño secreto guardado, un secreto que tenía relación con el exilio, con fusilamientos, con el hambre, con la vida que debieron recomenzar en estas tierras. Detrás de cada uno el esfuerzo, el sacrificio, la honra. Sin ir más lejos estaba el ejemplo de José. De niño nunca tuvo calzado. Descalzo a la feria, descalzo al bosque, descalzo cruzando el puente romano. En invierno apenas unas zocas rotas o un par de medias que se humedecían de inmediato. Por eso, cuando regresó a la aldea luego de treinta años, lo hizo con zapatos nuevos, de Guante, la mejor zapatería de Buenos Aires. Todos habían nacido en Betanzos, en Betanzos de los Caballeros. Ahora vivían aquí. Avellaneda, Sarandí, Remedios de Escalada, Lomas de Zamora… Los miraba en silencio y me sentía junto a mi familia, en la cocina de mis tíos, en el patio cargado de uvas de los primos. 

Él me dijo que me sentara a su lado. Moncho me lleva dos décadas. Lo conocí poco tiempo después que edité mi primer poemario. Hace treinta y cinco años, en el semanario Galicia, se publicó un artículo de dos columnas sobre mi libro. Lo firmaba Arturo Cuadrado. Me abrió puertas, conocí gente vinculada desde siempre con instituciones gallegas, viejos republicanos, hombres honestos y de los otros. La mayoría gente de bien. Empezamos picando unos quesos y conversando de la galleguidad. Recuerdo que hice mención de Yunque, de Álvaro Yunque. En una oportunidad estaba con el poeta Lucas Moreno esperando a Yunque en un café de Corrientes y Maipú, un sábado por la mañana. Hablaron de poesía, de literatura, de política. Yo sólo escuchaba, era apenas un muchacho de veinte años. Entonces Yunque cuenta que de joven, con un grupo de amigos de Boedo, decidieron formar un equipo de fútbol. No sabían cómo llamarlo. Después de largas deliberaciones lo bautizaron Dostoievsky Football Club. Y fueron más lejos: las casacas serían negras, necesitaban transmitir la desigualdad social de la época de lo cual los escritores rusos daban ejemplo. Siempre me pareció maravillosa la anécdota, fantasmagórica.

Moncho se rió bastante. Le observé la cicatriz de la calvicie, recuerdo de un enfrentamiento policial en Buenos Aires. Bajo, vital, fornido, rubio, de ojos claros, sonriente. Un hombre noble, transparente. De joven bailaba en los centros gallegos hasta la madrugada y aún lo hace hoy con Lola, su eterna compañera de baile. Cumplió ochenta años y su esposa es una mujer inteligente y serena: Marta. Conozco a sus hijos, a su hermano. - Conocí a tu padre. Moncho, le dije, cada día que pasa te parecés más a él. 

Sus manos son ásperas, encallecidas, y al mismo tiempo sensibles. Habíamos terminado de comer nuestro segundo plato de paella cuando me preguntó si sabía que por culpa de la religión no tuvo padre ni madre. Me sonreí y quedé en silencio mirándolo. No te rías, no te rías. Te voy a traer los documentos. De esto tengo que escribir algo, le respondí. Había sido marinero, conoció océanos y vidas prodigiosas. Vivió con intensidad, con pasión. Ha pasado largamente la medianoche. Abrazo a Moncho y me despido. 

Ayer me acercó la Certificación Literal de Inscripción de Nacimiento de Cambados, provincia de Pontevedra. En ese escrito -amarillento, ajado- leo con emoción: a las ocho horas del diecinueve de noviembre de mil novecientos veintiocho nace un varón “hijo de padres desconocidos”. Lo inscriben con el nombre de Ramón Fuentes Torres. En diciembre de ese año el niño es reconocido “como hijo natural” por su madre, Carmen Fuentes Torres, de diecinueve años, soltera, labradora, natural y vecina de Vilariño. El 28 de febrero de 1952, en Buenos Aires, será reconocido “como natural” por su padre, don Evaristo Portas Núñez. A partir de ese momento se llamará Ramón Portas Fuentes. 

¿Cuántas historias similares tenemos cada uno de nosotros? No sé dónde comienza la literatura ni dónde la naturaleza. Unimos sentimiento y lucha contra la opresión y el dogmatismo. Los sonidos de los cencerros invaden la memoria genética, los abrazos, los recuerdos. Miro la calvicie de Moncho con su cicatriz, ahora ligeramente burlona. Transmitimos de generación en generación la ironía, una socarrona mirada, un andar que nos caracteriza. Todos somos hijos naturales. 

------------------------------------------------------- 

Mujer con niño en el regazo 
El rey suevo Witerici o Vitirico fundó una villa en el siglo VI. Con los siglos se transformó en Guitiriz, una localidad conocida por el balneario de aguas termales. Pertenece a la comarca de Terra Chá, Lugo, Galicia. Guitiriz procede de Witirici, en latín genitivo de Witiricus. Significa el lugar de Witiricus, en referencia al señor de la guerra, al rey suevo. Aquí se encuentra el Castillo de Parga, un castillo medieval. Las tierras de Guitiriz eran la antigua Trasparga. En el siglo XIV estas tierras pertenecieron a Fernán Pérez de Andrade, O Bó, caballero de Betanzos. 

Ella me hablaba de O pozo da Campá, de la leyenda de la ciudad inundada de Boedo, en San Xoán de Lagostella. Me hablaba de Mesón de Cabra, su lugar natal, de las numerosas fuentes y manantiales, del clima oceánico. De toxos, de uces, de xestas. De carballos, de salgueiros, de ameneiros. Del hambre, de la Guerra Civil, de los fusilados. 

Era pequeña, breve, inquieta. No se sentaba nunca. En su tierra había sido labradora. Pastora desde muy pequeña y bracera del campo en cuanto pudieron sostener la azada y manejar la hoz aquellas manos infantiles que en seguida crecieron. Sus manos, como las de mi madre. 

Aquí trabajó como obrera en las bodegas Tomba, en Paternal. Llegó a la Argentina con veintisiete años, en 1949. Su mirada reflejaba ternura pero también nerviosismo. La recuerdo con su delantal azul, de flores, con una fuerza que ignoré siempre de dónde la sacaba. 

Era toda energía, comía por lo general de pie. La ansiedad la devoraba. Se casó con un buen hombre, de Corrientes. Alto, grueso, callado. Daniel Sánchez se llamaba. Tuvieron una hija, Graciela Leonor Sánchez. La educaron como sólo ellos podían hacerlo. Con amor, con respeto, con decencia. Y con trabajo. Así es ella. Una mujer luchadora, sencilla, con generosidad. 

Doña Pilar Freire era dueña de la casa. Todo lo ordenaba, todo lo controlaba, lo vigilaba. Había en su hogar olor a sopa, a lejía, a sobriedad. Los muebles declaman inocencia, la vulnerabilidad de la vida. Creía en Dios, en los mitos de redención y condenación. No en los curas. Cuando reía se echaba hacia atrás, de manera primitiva, inocente. Como si remolinos y turbulencias provocaran la avidez de esa risa. Despreciaba, naturalmente, la malicia y la imbecilidad. Apenas sabía leer y escribir. Pocas personas conocí con ese sentido vital, con una inteligencia intuitiva, con una rapidez mental como la de ella. Cuando el hombre llegó a la Luna no lo creyó. 

Me vino a preguntar cómo era posible que engañaran así a la gente. Le expliqué, le dije que era cierto, le hablé de algunas novelas, le nombré científicos, experiencias en el espacio. “Pero, Carlitos, ¿tú también crees eso?” No volvimos a tocar el tema nunca más. Pilar era la encargada del edificio en el cual vivíamos. En el que aún vivo. Era hospitalaria con todo el mundo, atenta en el trato. Dicharachera, filosófica. Su voz resonaba desde la algarabía. Sin prejuicios, tal cual era. Tenía sentimientos fatales: blanco o negro. Y no entraba en razones. 

Con los años fuimos intimando. Al poco tiempo de nacer Emiliano se convirtió en su abuela. Pasaba el día en su casa, lo llevaba a la plaza, le preparaba caldos gallegos. Disfrutaban de caminatas juntos. La calesita, las hamacas, los helados. Se transformaron en dos seres que flotaban independientemente del resto. Fue un amor idílico; por parte del nieto, por parte de la abuela. Ante ellos uno quedaba fuera, observando cariño, emoción, complicidad. Para ella, Emiliano era la perfección. 

Lo llamaba Milianito. Y ahí quedó. “Pilar, le decía Rocío, se llama Emiliano, Emilianito”. “Sí, Milianito”. Se volvió obsesiva con su cuidado, con su amor desbordante, con su protección. Los observaba desde lejos maravillado, viendo crecer a mi hijo bajo su tutela, bajo sus principios. Le hablaba de Galicia, de su tierra, de su infancia. “Si alguien quiere lastimarte o insulta a tus padres, bájale los dientes de una trompada.” Así de precisa, de exacta. Transmitía la ética del terruño, la moral de siglos. Jamás le habló de religión, comprendía nuestra manera de ver el mundo. Su andar ligero no daba respiro. Emiliano la amaba y sabía que en ella podía confiar. Fue creciendo con esa abuela. Cuando se mudaron a Córboba y Pueyrredón, continuó viéndolo. Iba a buscarlo al colegio y le preparaba una taza de leche con pan y manteca. Le enseñó canciones gallegas, le enseñó a jugar al mus. Las cartas y las anécdotas eran todo. Y un poco la televisión. El patio de esta nueva casa se llenaba de chicos, de gritos, de juguetes. Pilar miraba y soñaba por los ojos de ese niño que protegía. Lo sentaba en su regazo contra la iniquidad. Había en cada acto una sensación de triunfo sereno, no exuberante, casi contenido. Envuelto en ese calor, en ese afecto, paseaba la vista mirando el agua humeante de la cocina. Allí se compartía todo: devenir, origen, dibujos. Lo visceral y lo inmediato. Esta mujer de cabello entrecano, rizado, pómulos salientes, nariz afilada, de manos pálidas y huesudas hablaba con entonación sentimental. A veces tenía expresión de tristeza, pero con un matiz fundamental: pena para llevarla dentro de sí misma, no para mostrarla a los demás. 

La recuerdo pelando papas en la pequeña cocina, hablando con su hija, girando con rapidez sobre uno de sus talones y darse vuelta para dejar el mundo. Luego regresaba y se ponía a hacer otra tarea. Con los años también cuidó de Lisandro y de sus nietos verdaderos. Pero Emiliano generaba otro sentir. Estaba por encima de lo impensable. A veces le leía un poema y asentía con la cabeza como si su reconocimiento se estuviera transformando en gratitud. Le gustaba escuchar conversaciones, anécdotas, historias. La radio o la televisión le eran casi ajenas. Le gustaba enterarse de lo que pasaba por el cielo de cada uno. 

Una vez la encontré llorando en soledad. Ante mi estupor y mi angustia me contaba que tenía miedo que “le quitásemos a Milianito”. La preocupación era arbitraria. Pero la simple duda, la sola idea, la perturbaba. Cuando me decía “Carlos, debo hablar contigo”, era porque algo serio pasaba. Seguramente me debía recriminar algún proceder o pensaba que era su obligación aconsejarme en la educación de mis hijos. Todo, allí, lo decía con calma, con sensatez. Se ponía feliz cuando aparecía en televisión junto al doctor René Favaloro. A veces le comentaba que estaba por publicar un poemario o que esa semana había tomado el té con Manuel Sadosky o que había conversado con César Milstein. Y le explicaba quiénes eran. Ella parecía escucharme desde lejos. Afirmaba con la cabeza pero de inmediato me hablaba de Milianito, de cómo se tiraba por el tobogán, de la hamaca, de lo rápido que hacía las tareas, del helado que tomaron juntos sentados en un banco de la plaza Rodríguez Peña. Solía hablarme de historias del terruño, de aquel hombre que viajaba con su hijo desde un pueblo hasta el vecino para vender un burro, de las cosas que le ocurrían en la feria. Hablaba de la Santa Campaña, de la hilera de candiles, de San Andrés de Teixido, donde va de muerto quien no fue de vivo. La veo cruzando la calle Viamonte con el niño de la mano. Ella le lleva la mochila. Él de delantal blanco. La veo soplando la torta de cumpleaños. Le brillaban los ojos, vibraba en inocencia. “La vista llega antes que las palabras. La vista es la que establece nuestro lugar en el mundo circundante”, escribió John Berger en Puerca tierra. 

Los campesinos crean sus propios rituales. El campesino está continuamente improvisando. Mantiene una tradición como mejor garantía de éxito con el trabajo. Se otorga una continuidad, experimenta su propia supervivencia. La ingenuidad lo hace abierto a los cambios, su imaginación le exige continuidad. El campesino tiene una capacidad de observación, su actividad de observador no cesa nunca. El campesino trabaja la tierra para producir el alimento necesario para sustentarse. A menudo pasa hambre. Imagina un mundo justo en sus comienzos, un mundo igualitario. Para ellos el trabajo es la condición de la igualdad. Admira el saber pero jamás supone que el avance del conocimiento reduzca la extensión de lo desconocido. Siente la superstición y la magia. Las transmite. 

Al final de sus días perdió la memoria. Ya no nos conocía. En ese estado no quise volver a verla. Me producía mucho dolor. Doña Pilar lleva un manantial de cariño y de entrega. Brota espontáneo de su corazón, lleno de impaciencia. Sólo los niños se percatan de ello. Flota constantemente el dolor de su ausencia. La lloré como a mi madre el 5 de noviembre de 2003. 

Doña Pilar 
La puerta de su casa nos invita a pasar. 
La virtud y las manos son formas de Breogán. 

La elemental cocina y el banco familiar 
nos muestran el secreto de la cordialidad. 

En ella hay siempre tiempo para estar y pensar. 
Y una taza de caldo y un pedazo de pan.
 
Pilar nos comunica su alegría al contar 
las cosas de la feria o el recuerdo del mar. 

Nos acompaña el dulce, la galleta, la sal. 
Y el rápido susurro, ardiente, de su andar. 

(Desde el patio yo evoco a mi madre al soñar. 
Es límpido el silencio de la voz al callar.) 

Aquí no existen libros ni cuadros que mirar. 
Sólo la sabia vida que discurre. No más. 

Por la tarde la Virgen tiene forma de hogar. 
Con su sagrada sombra es vulgar la Piedad. 

Yo quiero que mi verso así sea al cantar. 
Profundo y transparente como su voz, Pilar. 

------------------------------------------------------- 

Gala 
El tiempo y el olvido la han cubierto y nosotros seguimos viviendo sobre su recuerdo, 
que es la base de toda vida. 
Thomas Mann 

La toco y mis dedos descubren el latido de la existencia. Resume el sentido puro, me sostiene en la idea y en el sueño. Comprendo la vida inocente cuando miro saltar su alegría. Hay una trascendencia melancólica, algo flotando en el ambiente que es ausencia y adivinación, se identifica con todo lo que fluye, con la unidad primitiva del mundo. Descubro un idilio de finísima sensibilidad. Me refugio en esa serena armonía, en la atención observadora del animal que evoca la íntima unción. Penetración y medida, verdad y belleza. Expresa dignidad sobre el cráneo así como en las frescas orejas. Posee una expresión de comprensiva probidad en los fuertes pies y bien conformados. En su ser asoma el cosmos, lo ilusorio, la viviente plenitud. Me contempla agitada y en ese contemplar el acecho que nos trasciende, la incidencia de lo poético, de la fatalidad, una extraña sensación de totalidad y límite. Su red de nervios mide el destino, la angustia, una metafísica del instinto. 

Es dorada. Tiene pelaje corto y suave, buena musculatura. No es rolliza ni pesada. Se le notan las costillas apenas respira con profundidad. Se mueve con energía, con paso firme y determinado. La cabeza en alto, orgullosa de su arrogancia. Sus ojos son marrones oscuros, no hundidos. Vivos, brillantes, no tristes. Las orejas pequeñas y delgadas, la boca ancha con los seis dientes incisivos en línea recta. Tiene seis lunares. El maxilar inferior, recto, sobresale del nivel superior. El cuello poderoso y arqueado, el pecho profundo. Los pies pequeños, redondeados, con los dedos apretados y arqueados sobre los cuales se apoya suavemente. El lomo ancho y fuerte, no hundido. Es ruda y revoltosa. El ruido de su respiración es causa de su hocico corto. Para ella todo el mundo es bueno. 

Intento traducir lo que sus ojos palpitan en mí, el clima que ahonda en aquello que muestra nobleza. Lo siento en el desmedido menear de su rabo, en el ladrido expresivo, cuando va apretándose contra mi pantorrilla. Desde su inmovilidad, estática, respira concentración, indignación o placer. Se muestra alegre al ver que hoy estoy dispuesto a compartir el día con ella. Tiende convulsivamente las patas mientras se revuelca en el pasto. Tumulto de excitación y contentamiento. Pega mordiscos en el aire, se sumerge en lo hermético de la tarde, se rebela en la epopeya del saber, en la dimensión del instante. Acosa el destiempo, el aire sutil que es enigma y soledad. 

La contemplo, generó plenitud. Fragmentos de trivialidad embisten contra mi sentido. Son seres grotescos que giran en la banalidad, en la monotonía. Su caminar me salva de la sofisticada cultura de los hombres, de la hipocresía. De pronto pierdo la conciencia nítida de que existo, el ruido transitorio de los vehículos, el hastío y la vacuidad que se mezclan en frases exaltadas, consumiendo una vida que no quieren. Veo en lo que me rodea la incapacidad de sentir. Creo estar despierto, pero no sé. Gala me mira y se estremece. 

Me acompaña al almacén, a la ferretería, a la feria. Los vecinos me identifican con ella. Dialogo con ella, le confieso mis dudas. Su mirada –ebria de luz– responde al príncipe del exilio. Aún le ladra a la niebla, a las bestias heráldicas de los templos. Mis hijos la abrazan con piedad en el juego. Ahora está a mi lado, al costado del sillón, cerca de la lámpara de pie. Mientras leo me protege, entre imágenes fugaces y cielos de otras naves. Lanza un ladrido y vuelvo en mí. ¡El arroz con leche, la canela! Evoco a mis padres, a mis hermanos. ¿En dónde estoy? Me quedo inmóvil, olvidado, viendo como corre y se libera. Los movimientos de la sensibilidad son interrupciones de un estado que no sé en qué consiste. Ella tal vez lo sepa; la vida es una perpetua dispersión. Gala muestra sinceridad, no está educada por los años y las cosas que la rodean. Por momentos siento que mi vida, mi imaginación, mis recuerdos, se evaporan. Desde esta plaza resisto las rejas de los hombres, mis propias rejas. No quiero someterme al Estado, a sus códigos, a sus mandamientos. Gala disfruta con la sinceridad de los sentidos a la que la inteligencia se abandona. “El hombre es un animal enfermo”, escribió Rosseau. 

Su olfato finísimo me identifica. Sus ojos consuelan este degradado territorio. Sin palabras, protegida de la metafísica de las sombras, de la desilusión, de la falsedad. Sabe y quiere demostrarme que entre lo fugitivo y yo hay una empecinada búsqueda. Era tan niño, me repito. Creo que Gala quiere decirme algo. Tal vez sobre mi instinto de perfección o sobre la blanda agitación de los árboles de la ciudad. Hay momentos en los que la vacuidad de vivir me marea y entonces lanzo palabras en poemas, al viento, sobre las hojas secas que dispersa este animal que simula dormir. Horacio nos habla del varón justo, que seguirá impávido aun cuando a su alrededor se derrumbe el mundo. Sin duda una imagen bella, aunque absurda. Como este deambular con Gala, una suerte de sueño o de fuga que reniega de toda confrontación, de todo espectáculo. Nos entretenemos con intervalos intentando liberarnos de la ley fatal de ser como somos. Le hablo de Pirandello, de Godot, de Ionesco. ¡Oh, era tan niño! 

Se aventura para socavar infinitud, enzarza la alta noche en su deambular. La acaricio repitiendo una ceremonia. Hostiliza espejos, el hábito de la siesta, la fatal ironía de lo real. Estamos solos, intento decirle, estamos solos. Su vida es un desandar mudado. Todo hace que sea impulsada a la oscuridad de los cuartos, al patio. De cachorra, con escandalosos ladridos, solía abrir la puerta de mi biblioteca. A veces se quedaba suspensa, perdiendo el aliento en el vivir. Jugábamos a vivir sin pensar en ello. El sol era una certeza y una exactitud. Huíamos hacia lo desconocido y sutilmente nos envolvía el aire, la luz, la luna que regresa y lo ignora. Supimos ver la monotonía y la estupidez de los hombres, la inteligencia que hay en el hastío. Siento su hocico feliz en mi mano. Fulguración y gozo.

Para ver imágenes de la presentación, haga click acá.

domingo, junio 21, 2009 No comments
Buenos Aires, 2007.
Centro Betanzos Ediciones.
Ilustraciones de Juan Manuel Sánchez.
Prosa poética.



Vivamos atque amemos Catullus Oyes mi vida, errante, desde la lejanía. Voces entrelazadas crecen entre las ruinas del mundo y la pasión, en la primitiva inconsciencia, en los mitos lavados por los sueños. Escucha mi corazón en este oleaje de estrellas. Ce toit tranquille, oú marchent des colombes,/ Entre les pins palpite, entre les tombes… Soy el príncipe que rehace un viaje. Un príncipe perdido entre el afán y el recuerdo. Feliz de ver ondear el aire, el rostro de la amada en la ilusión del amor, libre la cabellera entre sus senos. “Serás el príncipe de este lugar olvidado del mundo. Desnacerás en otra tierra.” Acabo de nacer. Apenas fue la resonancia de una palabra. Fulguró por un instante y desapareció. Siguió durando en el silencio. El bosque llevaba el tono del invierno. Bajo hojas crepusculares él era el aire, los corzos, los jabalíes, el sol que hacía entrecerrar los párpados ahogados por el exilio y el amor. Se desbautizan el río, el horizonte. Este mirador quiere decirnos algo, inminencia de una revelación, un estado de felicidad, rostros trabajados por las mitologías. 

¿De dónde viene este príncipe que se despierta en mí? ¿Este sueño que llamo mío es una ficción, una ausencia de otro, algo que nos ofrece la traducción de la noche? 

Desde un aliento la memoria sube con dioses que agonizan los sucesivos abandonos. Veo el puente del umbral, el Mandeo, los hórreos abandonados, los coros en la bruma del alba. Hora tras hora llegan campanadas, esta piedad remota, inadvertida. Escucho mi sollozo, el desamparo y la banalidad que indaga la palabra. A tan alta va la luna. 

Noi non sappiamo. He pensado por vos, he recordado por todos. Padre atento a los destellos, la bella Clizia me ha llevado a la erma a ver tu sombra. Escucha ahora, lector del sueño, este liquen, el triste hechizo del otoño, el roce del cabello cuando cubre la frente de la amada. Todo pasa dentro del corazón, en la niebla de la mirada, en la llovizna que cae sobre los muros de una casa abandonada. El peso de los antepasados nos condiciona en la noche, esta voz desterrada prueba ofrenda y abandono. Ahora sabemos qué trono hemos destruido, qué memoria dispersaron los mares. Esta inmovilidad unida al movimiento… Habito un país inexplicable, de oscura memoria y murmurantes aguas. Ahora la congoja sosiega mis palabras. La ciudad se oculta con estrías y pájaros inmóviles. Regreso para nombrarlos en la iniquidad, en las barcas de la diáspora. Veo a Diotima en los recodos de los sueños, pero nuestro linaje vaga en las tinieblas. No hay tiempo ni memoria. Un sanguinario dios nos devora día a día hasta ver la fugacidad de los cipreses en las estrellas. Nacen y mueren nuevas vidas en esta trama de vana agitación, en una alegría bastarda donde aún percibimos islas venturosas. (Cercana, protectora, con voluntad sobrante. Ascendiendo, Guiomar, ascendiendo.) La niebla rodea objetos y trastos que apenas existen. El reflejo de la infancia nos permite vivir en la demencia, esa luz obstinada donde nos refugiamos susurrantes, ese deslizarse entre hebras de lluvia antes de callar. Mientras dormimos o velamos se reúnen nuestros antepasados tendiendo manteles entre el desamor y el estremecimiento. Y vemos el cesto de mimbre con pan fresco, el lenguaje de los dioses en las horas aciagas. Todos los días se crucifica a un poeta. 

Hechizado, camino por senderos sacralizados de un bosque, silencioso. Serenamente. Había dejado ciudades y villas. Olvidado arquitecturas románicas, espacios y voces familiares. Recordaba tumbas, monumentos funerarios, iglesias con testimonios piadosos, pórticos medievales. Estoy solo y cruzo un pequeño puente por el que podía pasar una yunta de bueyes. Soy parte del ensueño. Me acompaña una música dominante y la llovizna como un velo mágico. Pude lavar las furias, el cautiverio, los fracasos amordazados. Siento la nostalgia de los días sin objeto. La luz ofrenda el tiempo que labra árboles y piedras. El paso era de quien marcha solitario entre sombras, de quien habita la tierra. Un universo vibra la nostalgia. Gozo la hierba, imágenes que circundan ritos. El cielo azulísimo llevaba la inmovilidad de un viaje inconcluso. He aquí, me dije, signos, nieblas inaccesibles. De pronto una casa. Abandonada. Se abrió la puerta y una mujer me pregunta: "¿Qué buscas?". Busco a un niño que se perdió, le respondo. A un niño que creció entre el sollozo y la memoria de días descifrados. A un niño que creció del otro lado del mar y desea abrazar a su padre que vivió en esta casa, en esta perdida aldea de labradores. “–Pasa me dijo-. Otros han venido tras el aroma inmutable y no los dejé entrar. Allí está tu padre, con los zapatos embarrados, soñando desde el mirador que su hijo lo encontraría. Deja ya de vagar por la melancolía y la ansiedad de la noche."


Para ver la presentación haga click acá.

viernes, junio 19, 2009 No comments
Buenos Aires, 2005.
Ediciones del valle.
Ilustración de Rafael Gil.
Prosa poética.


El poema toca la ausencia. Un jour passera la camaraderie inerte de l’oubli. Con su hocico desnuda lo salvaje. El silencio de la vegetación se alberga en la aurora. Todo es fin y comienzo. Habitamos muertos en rotantes astros. Despertamos en la evidencia de lo ingenuo, desamparados entre cielos y petrificados jardines, en habitaciones con infolios, diarios, manuscritos.

No hay codicia ni herida en su peregrinar. Se tiende en la docilidad del sillón, junto a la lámpara. Vagabundea sin acatar campanas. Presiento su impaciencia, abarca el fondo de mi ser. Siento su corazón hasta el confín del sueño. Me mira ausente.

La luz de una vela parpadea en un candelero. Es necesario volvernos primitivos. Hemos envejecido sin el estremecimiento de lo breve, del vacío. Desierto, solitario veo pasar la luna sobre el parque. Oculta finitud, trenes incandescentes sobre acantilados. Tenemos necesidad de eternidad, pero también de engaño. Son instantes que compartimos, instantes donde el sol o la noche me encuentran. Pero las visiones se desvanecen. Cierro los ojos y miro el mar, las grandes rompientes; el bosque quedó a mi espalda. Es verano. Gala gime ante lo invisible. El gozo fecunda fulgor y tránsito. Aún no sé en qué medida mi espíritu está ligado al enigma. La vida es tan sólo una forma de la pasión.

...danza como una antorcha su fantasma en el aire
Charles Baudelaire

------------------------------------------------

La veo jadeante. En sus dientes el hueso es felicidad y origen. Simulacros que concede el tiempo donde nos extraviamos. Gala hostiliza espejos, el hábito de la siesta, la fatal ironía de lo real. Heme aquí mirando lo sensible, lo que no sabemos comprender. Voces de pólvora, rebeldes. Me abandono, siento la consumida hora del reloj de pared. (Soy Matías Pascal; gritos agudos me persiguen. Y un hartazgo sosegado. Reverberación del mar. ¡Oh, mi silencio!) Veo hombres rezando sin sentido, el sopor del sahumerio, textos celebratorios. De pronto, la imagen de la amada. Ausente me pierdo en lo más hondo de mí. La imaginación desvaría en vuelo, me dice la evidencia y el canto de su cuerpo. Cuelga la ropa en la soga del patio, me fío a su fluir. El sol ordena una vegetación de cúpulas. Es insondable la tontería humana. Gala me ata a esta humanidad que me atrae a la vez que me repele. Hay ondulantes pájaros sobre el crespado río. Y el faro y el fuerte portugués en el cielo.

Y a veces lloro sin querer
Rubén Darío
jueves, junio 18, 2009 No comments
Buenos Aires, 2002. 
Ediciones del valle. 
Ilustraciones de Juan Manuel Sánchez. 
Plaqueta. 
Prosa poética.


Voces

De niño mi madre me decía que las voces no desaparecen, que flotan en el cielo, que sólo los poetas podían escucharlas y recogerlas. Que las voces del pasado se escuchan en el bosque encantado o en soledad. O en los manteles flameados de los hoteles de extravagantes ciudades. También contaba que podían llegar con las olas, al caer la tarde, en la fugacidad de la nostalgia, cuando las sirenas regresan de despertar a los marinos ahogados. O en el alba, junto a la rosa azul de Novalis. Mi madre me enseñó a sentir las voces de los pastores en las caracolas donde reinan dulcísimas estrellas y el desvelo del primer pájaro. Ella me dijo que el amor llegaría en una voz insomne, que tendría la invisibilidad del rocío, la belleza y la divinidad de las magnolias, la dicha y la ternura de la ofrenda. Y una adolescente me nombró en el lecho, en la insolencia de sus caderas.

También mi madre me habló de los secretos, de los aromas que se juntan –irremediablemente– en sus cosmogonías. Del cansancio, de la fatalidad, de la insurrección. Aprendí a habitarlas, a sentir cuando el viento tañe su espejismo. Fui remontando en ellas la alegría y el milagro de la vida, el amor que nos vuelve a la melancolía, al ardor de las miradas ausentes. Y a las lluvias de un crepúsculo mágico junto a las nomeolvides.

Ella me contaba que en su pueblo se buscaban con un candil, tanteando el sueño envuelto de los que invocan el alma. “Las voces vuelan, me susurró en lengua amanecida, y ahora están en la pampa, inmersas en la nostalgia de la muerte.”

Así fui buscando la dignidad y el orgullo de los abuelos. Sus voces bendecían mi corazón sin que yo lo supiese. Poco a poco las voces son más diáfanas, más nítidas. Me cantan al oído, rebosantes, me descubren manos nobles y callosas. Soy como un niño cuando vienen a mí. Me siento rodeado de reyes, de una tierna candidez casi olvidada. Me alejan de la demencia y la maldad, del infortunio. Me besan, cede mi cabeza en una extraña hilaza que me asedia. Llaman desde el rumor. Embellecidas, humildes, vanamente sibilantes. El aire entumece lo angélico, la entonación primitiva. Sutiles, extremas, inaccesibles. Dentro y fuera de mi entendimiento.

Escucho sus rituales, la confidente gracia que resucita el tacto. Estremecido. En estas voces bebo los efímeros días que mecen hechizos. ¡Oh, poema y rosa del desorden! ¡Oh, voz vagabunda en el Jardín de Acracia, en la morada del silencio y la palabra!

Carlos Penelas
Buenos Aires, octubre de 2002



domingo, junio 14, 2009 1 comments
Older Posts

Carlos Penelas

About Me

www.carlospenelas.com
Página en construcción

Soliloquio del desvelo

Soliloquio del desvelo
Ed.Dunken, Bs.As., 2025

Diario interior de René Favaloro

Diario interior de René Favaloro
Tercera edición ampliada, 2024

Poesía esencial

Poesía esencial
Ed.Dunken, Bs.As., 2022

Taller Literario

About Me


Clases individuales
Informes 5357-8005
penelascarlos@yahoo.com.ar

Clases grupales
Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte
Austria 2154

carlossanchezviamonte@yahoo.com.ar

Más información en este enlace

Archivo del blog

  • ▼  2025 (42)
    • ▼  agosto (5)
      • Mis estudios
      • Conferencia sobre Favaloro
      • Ceremonia de la noche
      • Carlos Penelas en Hablando de arte, con Nolo Correa
      • En el regazo del otoño
    • ►  julio (8)
    • ►  junio (2)
    • ►  mayo (10)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (6)
    • ►  febrero (6)
    • ►  enero (1)
  • ►  2024 (33)
    • ►  diciembre (3)
    • ►  noviembre (3)
    • ►  octubre (1)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (2)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (2)
    • ►  febrero (2)
    • ►  enero (1)
  • ►  2023 (55)
    • ►  diciembre (4)
    • ►  noviembre (4)
    • ►  octubre (4)
    • ►  septiembre (5)
    • ►  agosto (4)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (8)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (3)
    • ►  febrero (2)
    • ►  enero (6)
  • ►  2022 (54)
    • ►  diciembre (6)
    • ►  noviembre (5)
    • ►  octubre (2)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (3)
    • ►  julio (5)
    • ►  junio (6)
    • ►  mayo (5)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (4)
    • ►  enero (6)
  • ►  2021 (62)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (6)
    • ►  octubre (6)
    • ►  septiembre (3)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (9)
    • ►  mayo (9)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (2)
    • ►  enero (1)
  • ►  2020 (58)
    • ►  diciembre (4)
    • ►  noviembre (5)
    • ►  octubre (7)
    • ►  septiembre (7)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (6)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (3)
    • ►  febrero (1)
    • ►  enero (5)
  • ►  2019 (62)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (4)
    • ►  octubre (12)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (5)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (5)
    • ►  abril (3)
    • ►  marzo (5)
    • ►  febrero (4)
    • ►  enero (5)
  • ►  2018 (60)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (6)
    • ►  octubre (3)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (4)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (8)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (7)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (7)
  • ►  2017 (73)
    • ►  diciembre (4)
    • ►  noviembre (8)
    • ►  octubre (10)
    • ►  septiembre (5)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (10)
    • ►  junio (5)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (6)
    • ►  marzo (7)
    • ►  febrero (4)
    • ►  enero (4)
  • ►  2016 (102)
    • ►  diciembre (6)
    • ►  noviembre (2)
    • ►  octubre (6)
    • ►  septiembre (6)
    • ►  agosto (5)
    • ►  julio (3)
    • ►  junio (6)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (12)
    • ►  marzo (39)
    • ►  febrero (7)
    • ►  enero (6)
  • ►  2015 (68)
    • ►  diciembre (2)
    • ►  noviembre (3)
    • ►  octubre (13)
    • ►  septiembre (5)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (3)
    • ►  junio (6)
    • ►  mayo (8)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (8)
    • ►  febrero (5)
    • ►  enero (4)
  • ►  2014 (85)
    • ►  diciembre (3)
    • ►  noviembre (5)
    • ►  octubre (32)
    • ►  septiembre (9)
    • ►  agosto (9)
    • ►  julio (3)
    • ►  junio (3)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (8)
    • ►  marzo (6)
    • ►  febrero (1)
    • ►  enero (2)
  • ►  2013 (52)
    • ►  diciembre (3)
    • ►  noviembre (8)
    • ►  octubre (4)
    • ►  septiembre (7)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (1)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (7)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (2)
  • ►  2012 (61)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (7)
    • ►  octubre (4)
    • ►  septiembre (6)
    • ►  agosto (9)
    • ►  julio (9)
    • ►  junio (3)
    • ►  mayo (6)
    • ►  abril (2)
    • ►  marzo (2)
    • ►  febrero (5)
    • ►  enero (3)
  • ►  2011 (70)
    • ►  diciembre (7)
    • ►  noviembre (7)
    • ►  octubre (12)
    • ►  septiembre (7)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (8)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (4)
  • ►  2010 (101)
    • ►  diciembre (6)
    • ►  noviembre (7)
    • ►  octubre (21)
    • ►  septiembre (9)
    • ►  agosto (7)
    • ►  julio (15)
    • ►  junio (8)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (6)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (9)
    • ►  enero (6)
  • ►  2009 (128)
    • ►  diciembre (10)
    • ►  noviembre (6)
    • ►  octubre (10)
    • ►  septiembre (8)
    • ►  agosto (3)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (80)
    • ►  mayo (1)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (1)
Diario Crítico Argentino Diario Nueva Rioja Editorial Dunken Edmundo Moure Erosión - Revista anarquista Fundación Leopoldo Marechal Galicia en el Mundo Juan Manuel Sánchez Librería "Y su doble" Poéticas Proponews Revista Letras (Fuengirola) Revista Sudestada

Enlaces

  • Biblioteca Popular Carlos Sánchez Viamonte
  • Cedinci
  • Cineclub La Rosa
  • Cineclub YMCA
  • Diario Crítico
  • Diario Nueva Rioja
  • Editorial Dunken
  • Erosión - Revista anarquista
  • Fundación Leopoldo Marechal
  • Kinoclub
  • Moscu Teatro
  • ProProNews
  • Xornal de Betanzos

Redes

Blog Archive

  • ▼  2025 (42)
    • ▼  agosto (5)
      • Mis estudios
      • Conferencia sobre Favaloro
      • Ceremonia de la noche
      • Carlos Penelas en Hablando de arte, con Nolo Correa
      • En el regazo del otoño
    • ►  julio (8)
    • ►  junio (2)
    • ►  mayo (10)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (6)
    • ►  febrero (6)
    • ►  enero (1)
  • ►  2024 (33)
    • ►  diciembre (3)
    • ►  noviembre (3)
    • ►  octubre (1)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (2)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (2)
    • ►  febrero (2)
    • ►  enero (1)
  • ►  2023 (55)
    • ►  diciembre (4)
    • ►  noviembre (4)
    • ►  octubre (4)
    • ►  septiembre (5)
    • ►  agosto (4)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (8)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (3)
    • ►  febrero (2)
    • ►  enero (6)
  • ►  2022 (54)
    • ►  diciembre (6)
    • ►  noviembre (5)
    • ►  octubre (2)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (3)
    • ►  julio (5)
    • ►  junio (6)
    • ►  mayo (5)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (4)
    • ►  enero (6)
  • ►  2021 (62)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (6)
    • ►  octubre (6)
    • ►  septiembre (3)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (9)
    • ►  mayo (9)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (2)
    • ►  enero (1)
  • ►  2020 (58)
    • ►  diciembre (4)
    • ►  noviembre (5)
    • ►  octubre (7)
    • ►  septiembre (7)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (6)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (3)
    • ►  febrero (1)
    • ►  enero (5)
  • ►  2019 (62)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (4)
    • ►  octubre (12)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (5)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (5)
    • ►  abril (3)
    • ►  marzo (5)
    • ►  febrero (4)
    • ►  enero (5)
  • ►  2018 (60)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (6)
    • ►  octubre (3)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (4)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (4)
    • ►  mayo (8)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (7)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (7)
  • ►  2017 (73)
    • ►  diciembre (4)
    • ►  noviembre (8)
    • ►  octubre (10)
    • ►  septiembre (5)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (10)
    • ►  junio (5)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (6)
    • ►  marzo (7)
    • ►  febrero (4)
    • ►  enero (4)
  • ►  2016 (102)
    • ►  diciembre (6)
    • ►  noviembre (2)
    • ►  octubre (6)
    • ►  septiembre (6)
    • ►  agosto (5)
    • ►  julio (3)
    • ►  junio (6)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (12)
    • ►  marzo (39)
    • ►  febrero (7)
    • ►  enero (6)
  • ►  2015 (68)
    • ►  diciembre (2)
    • ►  noviembre (3)
    • ►  octubre (13)
    • ►  septiembre (5)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (3)
    • ►  junio (6)
    • ►  mayo (8)
    • ►  abril (5)
    • ►  marzo (8)
    • ►  febrero (5)
    • ►  enero (4)
  • ►  2014 (85)
    • ►  diciembre (3)
    • ►  noviembre (5)
    • ►  octubre (32)
    • ►  septiembre (9)
    • ►  agosto (9)
    • ►  julio (3)
    • ►  junio (3)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (8)
    • ►  marzo (6)
    • ►  febrero (1)
    • ►  enero (2)
  • ►  2013 (52)
    • ►  diciembre (3)
    • ►  noviembre (8)
    • ►  octubre (4)
    • ►  septiembre (7)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (1)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (7)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (2)
  • ►  2012 (61)
    • ►  diciembre (5)
    • ►  noviembre (7)
    • ►  octubre (4)
    • ►  septiembre (6)
    • ►  agosto (9)
    • ►  julio (9)
    • ►  junio (3)
    • ►  mayo (6)
    • ►  abril (2)
    • ►  marzo (2)
    • ►  febrero (5)
    • ►  enero (3)
  • ►  2011 (70)
    • ►  diciembre (7)
    • ►  noviembre (7)
    • ►  octubre (12)
    • ►  septiembre (7)
    • ►  agosto (6)
    • ►  julio (4)
    • ►  junio (8)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (4)
  • ►  2010 (101)
    • ►  diciembre (6)
    • ►  noviembre (7)
    • ►  octubre (21)
    • ►  septiembre (9)
    • ►  agosto (7)
    • ►  julio (15)
    • ►  junio (8)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (6)
    • ►  marzo (4)
    • ►  febrero (9)
    • ►  enero (6)
  • ►  2009 (128)
    • ►  diciembre (10)
    • ►  noviembre (6)
    • ►  octubre (10)
    • ►  septiembre (8)
    • ►  agosto (3)
    • ►  julio (6)
    • ►  junio (80)
    • ►  mayo (1)
    • ►  febrero (3)
    • ►  enero (1)

Las más leídas del mes

  • Biografía
    Carlos Penelas nació en Buenos Aires el 9 de julio de 1946. Sus padres, de los que obtiene la nacionalidad española, fueron Manuel Penelas ...
  • Mis estudios
    Argentina tuvo una proyección hoy inimaginable. La decadencia en el mundo es notable. Gobernantes impresentables, un declive en las sociedad...
  • Conferencia sobre Favaloro
    El viernes 29 de septiembre de 2023 Carlos Penelas brindó la conferencia "Presencia de René Favaloro" en COPIME (Consejo Profesion...
  • Ceremonia de la noche
    Amada, heme aquí flotando como un fantasma al ver que fue ayer cuando descubrí tus ojos. Te miré y dije: pon en calma los míos con tus manos...
  • En el regazo del otoño
    I A veces, al holgar la plaza, llegan dioses celtas saludando desde un barco. Vienen a protegerme de sombras imponderables. En el maremoto d...
  • Carlos Penelas en Hablando de arte, con Nolo Correa
    Compartimos la emisión del domingo 10 de agosto de 2025.
  • El poeta Carlos Penelas en *Memorias do Café Derby* (1929- 2020)
    Se acaba de publicar el libro del mismo título Memorias do Café Derby (1929-2020) , coeditado por el Consorcio de Santiago y Alvarellos Edit...
  • Recordatorio
    El Dr. René G. Favaloro se suicidó el 29 de julio del año 2000 en su departamento de Barrio Parque, en Buenos Aires. Se disparó en el corazó...
  • Se presentó Soliloquio del desvelo
    El jueves 22 de mayo de 2025 Carlos Penelas presentó su último libro de poemas, Soliloquio del desvelo , en el Centro Galicia de Buenos Aire...
  • Nueva plaquette de Carlos Penelas
    Fundación Industrias Culturales Argentinas tiene en prensa Siete poemas de Carlos Penelas. La plaquette consta de veinte ejemplares firmado...
Canal Oficial en YouTube

Created with by ThemeXpose