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Carlos Penelas

Es así, caballeros, es así. Besamanos sí, besamanos no. Al inclinarnos ¿rodilla izquierda o rodilla derecha? Pontífice feliz, a la diestra del Señor, al fin. Entonces 48 horas de oración, condolencias, exequias, homilías, basílicas, velas, frentes eméritas, conmovedoras miradas, Un teatro universal para todas y todos. Hipocresía, corrupción, muerte. Beati qui in pace vivunt. En Argentina bombos y pancartas. Ama et quod vis fac.


Sin llanto, si lo que amamos es el dolor para estar con Gagarin. Ahora esperamos un nuevo Papa, el representante del Señor en la Tierra. Se sella el féretro. Vere Papa mortuus est. Gloria y ocaso. Llegan nombres, vestuarios, miradas. Y en reunión secreta, cónclave, el Espíritu Santo decidirá. Es él y no los pecadores o los humanos papables. Volvemos al Apocalipsis, a Isaías, a los Corintios, a Pedro, a Mateo, a los Salmos, los Romanos, los Filipenses, a Ezequiel. Y más. Para interpretar cada gesto, cada línea, cada silla gestatoria según el día, el mes o la temperatura. Todo es majestuoso, todo es hermético. Caballeros, cada palabra es una y es otra. La banca mundial hace sus cuentas, sus reservas, sus reservas en oro, en euros o en dólares. Presidentes, monarcas, obispos, jueces, gendarmes de rodillas hacia la eternidad. Y la clientela, la plebe, se golpea el pecho; por mi culpa, por mi santísima culpa. La paz eterna nos espera. Hablaremos de pobreza, de paz, de bendiciones. Siglos construyendo encíclicas, bulas, evangelios, ornamentaciones. Siglos con nombres y santos e historias. Y textos que complementan leyendas, usos y costumbres, cenas, ayunos y hostias. Fuego y azufre. Muerte al infiel, salvación al infiel. Recordemos a Mark Twain, Schopenhauer, Nietzsche, Erasmo de Roterdam, Francois Rabelais, Nicolás Maquiavelo... Amén.

Cuando hace un tiempo leí en los diarios ciertos títulos me dije: "Es mentira, no puede ser. Están mintiendo". Luego del escozor que corrió por mi espalda me dije: “Toda ésta infamia es obra de ateos, masones o anarquistas”. Y me eché en el sillón de la sala a descansar.

Uno de los medios, como título, informaba: “Escándalo Vaticano: orgía gay y drogas en el departamento de un sacerdote”. Otro diario, en primera página, con letras de molde: “La policía irrumpió en del departamento del ex secretario del cardenal Francesco Coccopalmerio por las constantes quejas ante la masiva llegada de invitados al lugar”. Imposible, fue lo primero que pensé. Lo segundo: ¿qué pensará el Papa? Hasta donde yo sé es argentino, peronista y de joven amaba a los caballos de carrera. Una infamia tras otra. Leo en un diario extranjero: “4444 casos de pedofilia en Australia cometido por sacerdotes entre 1950 y 2010. La iglesia traslada de zona a los sacerdotes”. “El cardenal George Pell, estrecho colaborador de Francisco, acusado de encubrir los abusos”. Hay pecado de falsedad, me dije. Es obra de la prensa amarilla, de la sinarquía internacional.

Por tal motivo decidí consultar mi biblioteca. Como usted sabe, caro lector, tengo mucha bibliografía en torno a lo literario, textos clásicos, libros de poesía, estudios en torno a la gramática y la estilística, libros de sociología y de historia, antologías diversas, diccionarios. Y más. Pero poseo una biblioteca, aparte, donde abundan historias de las religiones, biblias, los evangelios apócrifos, biografías de los anti Papas, estudios sobre la silla gestatoria, encíclicas, cartas de Mussolini y de Franco al jefe de gobierno del Estado del Vaticano, citas de autores liberales y otros no tanto, publicaciones en torno a los Manuscritos del Mar Muerto y otras delicadezas que nunca quise leer. Por lo tanto comencé a hojear algunos de esos mamotretos, tomar nota y cerrarlos definitivamente. Para que el polvo y el olvido los sepulte. Y Satanás no me complique la vida.

Encontré nombres como los de Ernest Renán, Émile Durkheim, Charles Guignebert, Hans Küng, el abate Alfred Loisy, Claudio Magris, Etienne de La Boétie, Johannes Baptist Metz y tantos otros que sería largo y tedioso enumerar. Usted, lector, puede comenzar por estos nombres.

Luego vi una serie de recortes de periódicos que alguien sin fe me alcanzó alguna vez. Allí está Albino Luciani, Juan Pablo I, el Banco Ambrosiano y su director Roberto Calvi, su vinculación con Licio Gelli y la secta mafiosa Propaganda Due, la condecoración que el General Perón le hizo en Argentina cuando vino con López Rega, la financiación de las obras religiosas dirigidas por el obispo Paul Marcinkus (también de la P2). Los apotegmas del cardenal Villot, crónicas en torno al bello padre Georg Gänswein, don Giorgi, el “George Clooney del Vaticano”. Y mucho más. Rompí los recortes sobre todo cuando empezaron a publicar sobre ciertos escándalos en torno a la pedofilia, el descubrimiento de prostíbulos gay frecuentado por clérigos y el tema del Vatileaks. Pobre mayordomo Paolo Gabriele. Los Borgia no eran nada. Quemé todo. Una infamia tras otra.

Uno de los textos que me llamó la atención es sobre Tertuliano en el siglo II. Parece ser, entre otras cosas, que el misterio de la Santísima Trinidad no figura en la Biblia y que recién fue aprobado por Gregorio de Niza en el Sínodo de Alejandría, en 1362. En fin, de eso se poco y nada. ¿A quién le importa? Además, para algunos teólogos, Jesús no sería hijo de José sino el hijo de Dios. Un problema pues María es “madre de Dios”. De esto no entiendo. No lo tiro, lo guardo y lo dejo como estaba. La Trinidad es un misterio, decía mi tío Pedro.

Luego viene la sabiduría cabalística, los acertijos cada vez más complicados, el pensamiento de Hamann, llamado el “mago del Norte” por sus alucinaciones, acercamiento al pietismo, a los rosacruces y a la mística. Eso es del siglo XVIII, después del tema de Giordano Bruno y otros herejes. El esoterismo cumplió su función junto al magnetismo animal y la magia. Seguí casi de inmediato con el profeta Natán, el reinado davítico, la fe ingenua que movía a las masas incultas, el Concilio de Nicea (325), Teodosio I el Grande (379-385) el cardenal Nicolás de Cusa (1400-1460) y su descubrimiento de documentos falsos, el Egipto faraónico, las observaciones de Arnold Hauser, el asesinato del arzobispo Thomas Becket en la catedral de Canterbury (1170) por Enrique II por sostener que el poder espiritual era superior al terrenal. Y me detuve en Ignacio de Loyola. Y recordé a mi padre cuando de niño me decía que jamás iba a saber “cuántas monjas hay en el mundo, cuántos bolsillos tiene un cura y qué piensa un jesuita”. Mi hermano mayor comentaba que estos cardenales, obispos y santones – en un halo de pudibundez - inventaron el horror de la isla de Tiflos. Bueno, nuestro amado Santo Padre o Padre Santo lo dijo en forma elíptica: vietato lamentarsi.

Algo de todo esto conversé con un amigo, vecino de mi casa – creyente, hombre de comunión diaria – que me alcanzó un libro con imágenes y textos en torno a las torturas más crueles y sanguinarias de la Santa Inquisición. En principio, desde pequeño, siempre me pareció correcto perseguir a los apóstatas, hugonotes, albigenses, brujas, blasfemos y ateos. Es asombroso los métodos de tortura creados por cardenales, obispos y monseñores. Contra mujeres y ateos, principalmente. Así es que descubrí “La pera oral, anal y vaginal, La sierra, La cuna de Judas, El desgarrador de senos, La silla de interrogatorio, El aplasta pulgares, Las uñas de gato, La horquilla, La doncella de hierro…” y tantos instrumentos espirituales para mostrar la benevolencia del Señor. Era en nombre de la salvación, del amor, de la paz universal. Sobre todo que años después en los conventos se abortaba, se asesinaba; también la masturbación tuvo lo suyo. Ya no quise entrar en el mundo de las bulas contra los contumaces ni en el tema de las bendiciones de armas, monarcas o doncellas. Clamo contra el impío en defensa de frailes y frailucos. Debemos apresarlos – a los impíos – en cámaras de plomo. Beata ubera, quae lactaverunt aeterni Patris Filium.

Cansado deje de lado la investigación. Un mes sacando libros, leyendo, estornudando, tomando apuntes. Fue entonces que busqué una historia de santos. Parece ser que “Helena se llevaba muy bien con su hijo Constantino, cuyo padre era Constancio Cloro. Lo ayudó en todo lo que pudo para llegar al poder y se apoyó mucho en los cristianos al igual que él y porque “los caminos del señor que son inescrutables” se juntaron una mala bestia, como el que llegaría a ser san Constantino I el Grande, la puta Helena y los cristianos. Para que luego digan que los curas y las putas se llevan mal, siendo además estos buenos clientes de las hetairas. Repito. Constantino era un buen hijo de su madre. Su mama le enseñó a matar y éste aprendió estupendamente. San Constantino. Los curas ortodoxos y los católicos orientales le otorgaron este título que corresponde a algo así como a ser un modelo de cristiano, además de ser un pase para el cielo allí con el Dios de los cristianos ortodoxos, como también con el Dios de los católicos orientales. Y ahora qué, con qué Dios está, si lo seguidores de ambos afirman que su Dios es el verdadero, que es el que existe y que los de la competencia no existen. Bueno no va ser un ateo el que revele la santa verdad”.

Cerré el libro y me quedé mudo. Busqué la voz del poeta. Percy B. Shelley escribió: “Ese monstruo Constantino [...] Ese verdugo hipócrita y frío, que degolló a su hijo, estranguló a su mujer, asesinó a su padre y a su hermano políticos, y mantuvo en su corte una caterva de sacerdotes sanguinarios y cerriles, de los que uno solo se habría bastado para poner a media humanidad en contra de la otra media y obligarlas a matarse mutuamente.”

Quedé desconcertado. A punto de ir a caminar y fumar una pipa encuentro un libro pequeño donde se narra la historia de Emanuela Orlandi, esa adolescente que desapareció en Roma el 22 de junio de 1983. Su padre trabajaba en la Ciudad del Vaticano y vivían en la misma. Sabrina Minardi, ex amante del capo mafia Enrico De Pedis, Renatino, quien fue enterrado en la iglesia San Apollinare, en Roma denuncia la prostitución del clero, entre otras cosas. Cabe recordar que el capo mafia murió acribillado a balazos por la banda de Magliana en 1990 y que la iglesia San Apollinare es tutelada por el Opus Dei. Y que la familia de De Pedis, Renatino, pagó en ese momento más de 20.000 euros (unos 300.000 de la actualidad) para que sea enterrado como santo. Detrás, una vez más, la mano del cardenal Paul Marcinkus. Cuarenta días antes de secuestrar a Emanuela Orlandi desaparece en condiciones similares otra muchacha: Mirella Gregori.

El secreto se lo llevó a su tumba el padre Gabriele Armoth, exorcista de la Santa Sede, quien había adelantado “que fueron esclavas sexuales en el Vaticano”. Nunca se supo nada. Nunca se sabe nada. Leonardo Sandri, Norberto Rivera, George Pell, Marc Ouellet, Seán O´Malley, Peter Turkson, Luis Barrios, Reinaldo Narvais, Atilio Jesús Garay, Edgardo Gabriel Storni, Oscar Rodríguez Madariaga, Instituto Antonio Provolo, George Ratzinger (hermano de Benedicto XVI), Gerhard Ludwig Müller…

Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar
y la Virgen concebida
sin pecado original.

Carlos Penelas
Abril de 2025
domingo, abril 27, 2025 No comments
Fracasar, volver a fracasar, y después fracasar mejor.
Samuel Beckett


Don Manuel, mi padre, solía repetirme de niño: “En lo único que creo es en Dios, de lo demás estoy seguro”. También, con ironía, reiteraba que el tema “de las tres personas distintas y un sólo Dios verdadero era algo que ni el Santo Padre lo entiende”. En sus caminatas socráticas por los barrios porteños me contaba que el obispo de Roma era el sucesor de Pedro. Eso lo leí muchas décadas después en Lumen Gentium. Algo recuerdo de la explicación: la Iglesia es el cuerpo místico de Jesús.

Desde los dieciséis años vengo leyendo la Biblia, los evangelios y los evangelios apócrifos, diferentes textos sobre historia de las religiones, documentos notables sobre la quema de hombres y mujeres, vinculaciones económicas con gobiernos de derecha, relaciones claras con el nazismo, el fascismo o el franquismo; libros de autores creyentes y de autores no creyentes. Tengo una biblioteca donde se hallan estos documentos.

Poseo carpetas con recortes de diarios en torno al Banco Ambrosiano, la pedofilia católica en Pennsylvania, abusos sexuales en la Iglesia Católica chilena, los Legionarios de Cristo en México, monseñor George Ratzinger y los niños cantores de Ratisbona, los niños scouts y el padre Bernard Preynat, el banquero Michele Sindona, Ettore Gotti Tedeschi y las cartas de la Santa Sede, artículos sobre el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus y su presidencia en el IOR, la misteriosa muerte de Juan Pablo I, el banquero Roberto Calvi…en fin desapariciones, asesinatos, sobornos, la P2, vinculaciones del alto clero con financistas y la mafia siciliana, la entrada en los negocios de la industria de armas, los acuerdos de Letrán, las encíclicas anti-obreras, el colonialismo en Abisinia, la cruzada contra los rojos en España, la Guerra Fría… e moito máis, parvo.

Además de la incorporación por Francisco de la pedofilia en el “Derecho Canónico”, canón 1398. Y las aventuras del padre Julio César Grassi – entre otros - en Argentina, claro está. Naturalmente vi durante estas décadas films, documentales, series. Libros que hablan de la silla gestatoria, del Concilio de Pisa, de la Papisa Juana, de la Iglesia Novaciano, hasta un ejemplar poco hallable - vaya a saber uno por qué - dónde hay biografías de los anti-papas. Y textos donde encontramos verdaderas joyas históricas como las biografías de Silvestre II, el Concilio Cadavérico, San Hipólito, Juan X, Bonifacio VII, el otro Juan XXIII... Resulta interesante releer al Premio Humanista Internacional Karlheinz Deschner (Historia criminal del cristianismo) cuando nos explica, entre otras menudencias, como el emperador Constantino I, que convirtió el cristianismo en «religión de Estado», transformó en “la iglesia de los pacifistas en la iglesia de los capellanes castrenses”.

Camus afirmaba que la única cuestión filosófica seria era el suicidio. Si analizamos un poco el tema de las religiones entendemos que las frustraciones de la teodicea son sombrías. Un ejemplo sencillo es aceptar el dolor, la brutalidad o la injusticia. No comprendemos el sufrimiento inmerecido, los campos de concentración, los bombardeos, las torturas. O las deformidades de un niño recién nacido. El hombre, heredero de una culpabilidad debe sufrir, está marcado por la caída del Edén. Felix culpa. En todas las religiones, entre la magia y la superstición, está el poder. Se cree por las buenas o por las malas. Todo se compensará en la otra vida. Así de simple. No importa el tormento ni las privaciones, la recompensa nos aguarda. Por las dudas el exorcista hará su tarea. El dogma es el dogma. No importan los desastres naturales, las pestes o las hambrunas. George Steiner aclara: “La idea de una intrínseca culpa primordial es moralmente repugnante”. Y también: “El judío ortodoxo que salmodia y gira, un virtuoso del aborrecimiento; el cristiano con sus genuflexiones, el musulmán con sus salutaciones atestiguan la lenta y despilfarradora prehistoria del sentido común”. Es así, caro lector, es así. Millones y millones de seres proclaman la evidencia de Alá, y el credo en un único dios es la profesión de la fe judeo-cristiana. Los argumentos históricos y ontológicos son fácilmente rebatibles. En el fondo es una primitiva verborragia sobre el infinito y el cosmos. El arte, la pintura, la escultura, la literatura religiosa es obra del hombre, a su imagen y semejanza. Recordemos al presocrático Jenófanes de Colofón: “Chatos, negros: así ven los etíopes a sus dioses. De ojos azules y rubios: así ven a sus dioses los tracios. Pero si los bueyes y los caballos y leones tuvieran manos, manos como las personas, para dibujar, para pintar, para crear una obra de arte, entonces los caballos pintarían a los dioses semejantes a los caballos, los bueyes semejantes a bueyes, y a partir de sus figuras crearían
las formas de los cuerpos divinos según su propia imagen: cada uno según la suya
”.

Una pregunta final, estimado amigo, ¿conoce si a lo largo de la historia una turba atea o no creyente asesinó pueblos, invadió ciudades o quemó libros? Perdón, ¿conoció alguna turba atea? Por favor, si tiene el dato no deje de escribirme. Agradecido, como siempre.

“Y gritó [el ángel] en fuerte voz, diciendo: ‘Ha caído, ha caído Babilonia la grande,
y se hizo morada de demonios y guarida de todo espíritu inmundo
y guarida de toda ave impura y guarida de toda bestia impura y aborrecible”. 
Apocalipsis 18,2


Carlos Penelas
Buenos Aires, 6 de enero de 2023
sábado, enero 07, 2023 No comments
Cuando hace poco menos de un mes leí en los diarios ciertos títulos me dije: “Es mentira, no puede ser. Están mintiendo”. Luego del escozor que corrió por mi espalda me dije: “Toda ésta infamia es obra de ateos, masones o anarquistas”. Y me eché en el sillón de la sala a descansar.


Uno de los medios, como título, informaba: “Escándalo Vaticano: orgía gay y drogas en el departamento de un sacerdote”. Otro diario, en primera página, con letras de molde: “La policía irrumpió en del departamento del ex secretario del cardenal Francesco Coccopalmerio por las constantes quejas ante la masiva llegada de invitados al lugar”. Imposible, fue lo primero que pensé. Lo segundo: ¿qué pensará el Papa? Hasta donde yo sé es argentino, peronista y de joven amaba a los caballos de carrera. Una infamia tras otra. Leo en un diario extranjero: “4444 casos de pedofilia en Australia cometido por sacerdotes entre 1950 y 2010. La iglesia traslada de zona a los sacerdotes”. “El cardenal George Pell, estrecho colaborador de Francisco, acusado de encubrir los abusos”. Hay pecado de falsedad, me dije. Es obra de la prensa amarilla, de la sinarquía internacional.

Por tal motivo decidí consultar mi biblioteca. Como usted sabe, caro lector, tengo mucha bibliografía en torno a lo literario, textos clásicos, libros de poesía, estudios en torno a la gramática y la estilística, libros de sociología y de historia, antologías diversas, diccionarios. Y más. Pero poseo una biblioteca, aparte, donde abundan historias de las religiones, biblias, los evangelios apócrifos, biografías de los anti Papas, estudios sobre la silla gestatoria, encíclicas, cartas de Mussolini y de Franco al jefe de gobierno del Estado del Vaticano, citas de autores liberales y otros no tanto, publicaciones en torno a los Manuscritos del Mar Muerto y otras delicadezas que nunca quise leer. Por lo tanto comencé a hojear algunos de esos mamotretos, tomar nota y cerrarlos definitivamente. Para que el polvo y el olvido los sepulte. Y Satanás no me complique la vida.

Encontré nombres como los de Ernest Renán, Émile Durkheim, Charles Guignebert, Hans Küng, el abate Alfred Loisy, Claudio Magris, Etienne de La Boétie, Johannes Baptist Metz y tantos otros que sería largo y tedioso enumerar. Usted, lector, puede comenzar por estos nombres.

Luego vi una serie de recortes de periódicos que alguien sin fe me alcanzó alguna vez. Allí está Albino Luciani, Juan Pablo I, el Banco Ambrosiano y su director Roberto Calvi, su vinculación con Licio Gelli y la secta mafiosa Propaganda Due, la condecoración que el General Perón le hizo en Argentina cuando vino con López Rega, la financiación de las obras religiosas dirigidas por el obispo Paul Marcinkus (también de la P2). Los apotegmas del cardenal Villot, crónicas en torno al bello padre Georg Gänswein, don Giorgi, el “George Clooney del Vaticano”. Y mucho más. Rompí los recortes sobre todo cuando empezaron a publicar sobre ciertos escándalos en torno a la pedofilia, el descubrimiento de prostíbulos gay frecuentado por clérigos y el tema del Vatileaks. Pobre mayordomo Paolo Gabriele. Los Borgia no eran nada. Quemé todo. Una infamia tras otra.

Uno de los textos que me llamó la atención es sobre Tertuliano en el siglo II. Parece ser, entre otras cosas, que el misterio de la Santísima Trinidad no figura en la Biblia y que recién fue aprobado por Gregorio de Niza en el Sínodo de Alejandría, en 1362. En fin, de eso se poco y nada. ¿A quién le importa? Además, para algunos teólogos, Jesús no sería hijo de José sino el hijo de Dios. Un problema pues María es “madre de Dios”. De esto no entiendo. No lo tiro, lo guardo y lo dejo como estaba. La Trinidad es un misterio, decía mi tío Pedro.

Luego viene la sabiduría cabalística, los acertijos cada vez más complicados, el pensamiento de Hamann, llamado el “mago del Norte” por sus alucinaciones, acercamiento al pietismo, a los rosacruces y a la mística. Eso es del siglo XVIII, después del tema de Giordano Bruno y otros herejes. El esoterismo cumplió su función junto al magnetismo animal y la magia. Seguí casi de inmediato con el profeta Natán, el reinado davítico, la fe ingenua que movía a las masas incultas, el Concilio de Nicea (325), Teodosio I el Grande (379-385) el cardenal Nicolás de Cusa (1400-1460) y su descubrimiento de documentos falsos, el Egipto faraónico, las observaciones de Arnold Hauser, el asesinato del arzobispo Thomas Becket en la catedral de Canterbury (1170) por Enrique II por sostener que el poder espiritual era superior al terrenal. Y me detuve en Ignacio de Loyola. Y recordé a mi padre cuando de niño me decía que jamás iba a saber “cuántas monjas hay en el mundo, cuántos bolsillos tiene un cura y qué piensa un jesuita”. Mi hermano mayor comentaba que estos cardenales, obispos y santones – en un halo de pudibundez - inventaron el horror de la isla de Tiflos. Bueno, nuestro amado Santo Padre o Padre Santo lo dijo en forma elíptica: vietato lamentarsi.

Algo de todo esto conversé con un amigo, vecino de mi casa – creyente, hombre de comunión diaria – que me alcanzó un libro con imágenes y textos en torno a las torturas más crueles y sanguinarias de la Santa Inquisición. En principio, desde pequeño, siempre me pareció correcto perseguir a los apóstatas, hugonotes, albigenses, brujas, blasfemos y ateos. Es asombroso los métodos de tortura creados por cardenales, obispos y monseñores. Contra mujeres y ateos, principalmente. Así es que descubrí “La pera oral, anal y vaginal, La sierra, La cuna de Judas, El desgarrador de senos, La silla de interrogatorio, El aplasta pulgares, Las uñas de gato, La horquilla, La doncella de hierro…” y tantos instrumentos espirituales para mostrar la benevolencia del Señor. Era en nombre de la salvación, del amor, de la paz universal. Sobre todo que años después en los conventos se abortaba, se asesinaba; también la masturbación tuvo lo suyo. Ya no quise entrar en el mundo de las bulas contra los contumaces ni en el tema de las bendiciones de armas, monarcas o doncellas. Clamo contra el impío en defensa de frailes y frailucos. Debemos apresarlos – a los impíos – en cámaras de plomo. Beata ubera, quae lactaverunt aeterni Patris Filium.

Cansado deje de lado la investigación. Un mes sacando libros, leyendo, estornudando, tomando apuntes. Fue entonces que busqué una historia de santos. Parece ser que “Helena se llevaba muy bien con su hijo Constantino, cuyo padre era Constancio Cloro. Lo ayudó en todo lo que pudo para llegar al poder y se apoyó mucho en los cristianos al igual que él y porque “los caminos del señor que son inescrutables” se juntaron una mala bestia, como el que llegaría a ser san Constantino I el Grande, la puta Helena y los cristianos. Para que luego digan que los curas y las putas se llevan mal, siendo además estos buenos clientes de las hetairas. Repito. Constantino era un buen hijo de su madre. Su mama le enseñó a matar y éste aprendió estupendamente. San Constantino. Los curas ortodoxos y los católicos orientales le otorgaron este título que corresponde a algo así como a ser un modelo de cristiano, además de ser un pase para el cielo allí con el Dios de los cristianos ortodoxos, como también con el Dios de los católicos orientales. Y ahora qué, con qué Dios está, si lo seguidores de ambos afirman que su Dios es el verdadero, que es el que existe y que los de la competencia no existen. Bueno no va ser un ateo el que revele la santa verdad”.

Cerré el libro y me quedé mudo. Busqué la voz del poeta. Percy B. Shelley escribió: “Ese monstruo Constantino [...] Ese verdugo hipócrita y frío, que degolló a su hijo, estranguló a su mujer, asesinó a su padre y a su hermano políticos, y mantuvo en su corte una caterva de sacerdotes sanguinarios y cerriles, de los que uno solo se habría bastado para poner a media humanidad en contra de la otra media y obligarlas a matarse mutuamente.”

Quedé desconcertado. A punto de ir a caminar y fumar una pipa encuentro un libro pequeño donde se narra la historia de Emanuela Orlandi, esa adolescente que desapareció en Roma el 22 de junio de 1983. Su padre trabajaba en la Ciudad del Vaticano y vivían en la misma. Sabrina Minardi, ex amante del capo mafia Enrico De Pedis, Renatino, quien fue enterrado en la iglesia San Apollinare, en Roma denuncia la prostitución del clero, entre otras cosas. Cabe recordar que el capo mafia murió acribillado a balazos por la banda de Magliana en 1990 y que la iglesia San Apollinare es tutelada por el Opus Dei. Y que la familia de De Pedis, Renatino, pagó en ese momento más de 20.000 euros (unos 300.000 de la actualidad) para que sea enterrado como santo. Detrás, una vez más, la mano del cardenal Paul Marcinkus. Cuarenta días antes de secuestrar a Emanuela Orlandi desaparece en condiciones similares otra muchacha: Mirella Gregori.

El secreto se lo llevó a su tumba el padre Gabriele Armoth, exorcista de la Santa Sede, quien había adelantado “que fueron esclavas sexuales en el Vaticano”. Nunca se supo nada. Nunca se sabe nada. Leonardo Sandri, Norberto Rivera, George Pell, Marc Ouellet, Seán O´Malley, Peter Turkson, Luis Barrios, Reinaldo Narvais, Atilio Jesús Garay, Edgardo Gabriel Storni, Oscar Rodríguez Madariaga, Instituto Antonio Provolo, George Ratzinger (hermano de Benedicto XVI), Gerhard Ludwig Müller…

Alabado sea el Santísimo / Sacramento del altar / y la Virgen concebida / sin pecado original. 

Carlos Penelas
Buenos Aires, 2017
martes, agosto 01, 2017 No comments
Hace décadas que digo, que reitero, que no es fácil ser argentino. Soy hijo del exilio, de una familia gallega que se vio obligada a partir por el hambre, por la injusticia, por el oprobio. Me formé rodeado de seres cálidos pero enérgicos, hombres y mujeres de trabajo pero también plenos de ensoñaciones. Junto a ellos, desde ellos, recorrí el honor, lo ético, el compromiso, la solidaridad, el esfuerzo, la cultura del trabajo y la superación. Normas elementales de convivencia, miradas interiores, silencios, discreción, humildad. Crecer en el estudio y en lo laboral. Ser cumplidor con la palabra, con la acción, con lo cotidiano.

En la escuela primaria, al salir del hogar, comencé a descubrir otro mundo. La demagogia, la persecución, el fraude, la politiquería. Un país donde me llegaron nombres inimaginables para otros lugares. Éramos, de pronto, el ombligo del mundo. Allí estaba Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón del mundo. Y Carlitos Gardel -el único, el que cada día canta mejor - que era argentino, porteño y ganador. Y que supo retirarse a tiempo, como escribió un viejo amigo. Y los mejores hombres: Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi. Y la lista se fue ampliando con Leopoldo Lugones, Ché Guevara, Diego Armando Maradona, Lionel Messi, Nicolino Locche, Sergio “Maravilla” Martínez. Y Jorge Luis Borges, Daniel Barenboim o Martha Argerich. Y nuestro recordado y amado doctor René Favaloro, creador del bay-pass aorto-coronario. El hombre que cambió la cardiología en el mundo y que no pudo con este desdichado territorio. Y otros hombres que llevaron el nombre de Argentina por el cosmos representando las artes, la ciencia, el espíritu de libertad, de dignidad, de talento. Seres como Julio Bocca o Astor Piazzolla, Tato Bores o Niní Marshall. Estrellas de cine, bellas mujeres que dieron la vuelta al mundo como Mirtha Legrand, Libertad Lamarque o Mecha Ortiz. O actores como Pedro López Lagar, Arturo García Buhr, Héctor Alterio o Ricardo Darín. Y podemos recordar a Ernesto de la Cárcova, Lino Spilimbergo, Antonio Berni, Emilio Pettoruti…

Y cómo no evocar a Bernardo Houssay, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947, Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz en 1980, a César Milstein Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1984.

Todo esto y más en un territorio de montoneras, populismos, grosería, decadencia y bombos. De comités y aplausos y chorizan y barrabravas. En un territorio cargado de corrupción, de monólogos, de mutaciones y de mutilaciones. De diálogos belicosos, de complicidades, de gestos y fachadas, de conversos y folclore trasnochado. De entremeses, alfombras y paternalismos, de actuaciones execrables, de bomberos plutarquianos y damas con alusiones surrealistas, de escenografías y teorías redentoras.

Y ahora, Jorge Mario Bergoglio, a los 76 años, deja de ser arzobispo de Buenos Aires para transformarse en Francisco, en el primer papa de América. Un argentino dirigirá la Iglesia Católica, un hombre que llegó desde una ciudad marginal para ser papa. No salgo del asombro: un argentino es papa. Empezarán a cambiar – temblaron ventanales en el Vaticano y en estos lares en el momento de saludar – historias y mausoleos con su llegada. Algo más. Tuve de la fortuna de ver viajar como un ciudadano de a pie, hace tres meses, al argentino más importante de toda nuestra historia, el argentino más importante de todos los argentinos. Para ser más preciso: subte de la línea D, Catedral-Congreso de Tucumán.

No salgo de mi asombro. Muchos otros tampoco. No saben si buscar el rosario o algo para el insomnio.

Carlos Penelas
Buenos Aires, 14 de marzo de 2013
jueves, marzo 14, 2013 1 comments
Llegando a ser anarquistas, le declaramos la guerra al amontonamiento de mentiras, astucia, explotación, depravación, vicio.
Piotr Kropotkin


En verdad, querido lector, la historia demencial generó el título de este artículo. Tratados en latín, libracos de más de quinientas páginas, reuniones y concilios, discusiones y gestos adustos, discutiendo en qué idioma hablaba el Creador con el casto Adán. O Adán con Eva. Y así con todo. No deja de tener gracia, una gracia trágica, pero gracia al fin. Como aquellos grandes intelectuales o poetas laureados cuando afirmaron que "el universo de Stalin no deja de renacer..." El libro sobre el elogio a la estupidez aun debe escribirse. Me he preguntado estos últimos años si un niño que no cree más en los Reyes Magos es un escéptico. También pongo en el tapete si un científico que analiza ciertos elementos del espacio o de la botánica ha dejado el mundo de la magia. Vivimos una sociedad en la cual la ilusión de la mentira es convertida en verdad. En todos sus aspectos. ¿Cuál era el representante de Dios en la Tierra cuando convivieron tres Papas al mismo tiempo? Y cada uno de ellos afirmaba ser el Pedro terrenal. Estamos hablando de 1378-1429. Hablamos de Alejandro V, Clemente VII y Urbano VI. Recordemos, de paso, que el sucesor de Alejandro V fue Juan XXIII.

Así son las cosas. Lo mismo ocurrió con la Revolución Rusa. Un hecho fenomenal en la historia de la humanidad en la que una régimen zarista fue depuesto por una causa noble la que en muy pocos años se convirtió en un dictadura sangrienta, sin escrúpulos. En nombre, naturalmente, del proletariado, de la libertad, de la esperanza.

Debemos hablar, entonces, de frivolidad, banalización, impostura. Y de complacencia y autojustificación. Todo junto y todo mezclado entre la culpabilidad y la fe, entre el pasado explotador y sin luces en nombre de un futuro pleno. Podemos seguir con las nuevas revoluciones en las cuales intelectuales, artistas, filósofos y pensadores hicieron los suyo. Vivimos un período histórico en nuestro territorio de teorías delirantes, de enajenación social, de fetichismo sin límites. Rodeados de brutos, de incultura, de barbarie. La "futilización" en estos suburbios hace de las suyas. Se mezcla todo y se mezcla mal. El esnobismo, el facilismo, la superficialidad, la sinrazón, la masificación de lo más burdo, la torpeza mental, el engaño sistemático, el relato desenfrenado en forma de catarsis. Y más, y más.

Una gran parte de nuestros intelectuales forman parte de esos sujetos a los cuales Luis Franco denominaba "los gendarmes de la pluma". En su libro Biografía patria (1958) hace referencia a la carencia de columna vertebral en la gran mayoría de ellos durante todas las épocas, y en particular durante el peronismo. Lo que vivimos en estos días no es muy diferente. El sainete criollo tiene picardía, descaro, infamia. El amor en estas circunstancias no dura mucho pero deja dinamitado un territorio, deja escombros, residuos, fracciones. ¿Qué pasó con los comunistas? nos preguntamos. Recordemos: manifestaciones de trabajadores alemanes en Postdam en 1953, la revuelta húngara en 1956, la invasión rusa en 1968 contra los checos. Los intelectuales que quedaron presos de ese proceso infame justificaron todo. Negaron cárceles, campos de concentración, purgas, asesinatos en masa, tortura, enriquecimiento, corrupción, delación. No saben el significado de la dignidad ni del recato. Nos preguntamos otra vez qué dirán estos caballeros - los actuales, digo - en unos meses o en unos años. La experiencia nos confirma que mentirán. Ya lo hicieron. Una y mil veces. Máscaras, bombos, himnos, líderes, secuaces, discursos, barras bravas. Y otra vez la ronda, otra vez el calor oficial, otra vez el populismo, la demagogia, la lucha por el poder, el engaño, las falsificaciones. Los argumentos sobran. Se cae, señores, el sistema hace agua.

Michel Onfray escribió: "Al tomarse por lo que no son, al imaginarse en una configuración diferente de la real, los hombres evitan lo trágico, es cierto, pero pasan inadvertidos ante sí mismos. No desprecio a los creyentes, no me parecen ni ridículos ni dignos de lástima, pero me parece desolador que prefieran las ficciones tranquilizadoras de los niños a las crueles certidumbres de los adultos. Prefieren la fe que calma a la razón que intranquiliza, aún al precio de un perpetuo infantilismo mental. Son malabares metafísicos a un costo monstruoso" Y también: "El poder produce la división salomónica de la sociedad y del género humano entre aquellos que lo detentan y aquellos que lo sufren".

Debemos sumarle a lo sugerido los gobiernos populistas, nacionalistas, demagógicos y una cultura de ceremonias colectivas proclives a la imbecilidad y lo irracional. Ya estamos próximos a descubrir lo superlativo del ser humano. Sin olvidarnos, desde luego, de los procesos del franquismo, del nazismo o del fascismo. Y los subordinados a ellos que reemplazaron gestos, formas y culturas. La masificación parece definitivamente instalada en una sociedad plena de alienación.

Sobre esta maravilla debemos evocar a nuestros patronos: el Santo FMI, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro. La sociedad queda armada, el Estado responde, los gobiernos pueden robar sin pudor, las guerras continuar, la pobreza y el hambre serán motivos de discursos emocionantes. Las banderas se agitaran en contra de los demonios y en defensa de los lemmings. Y todo se vuelve absurdamente irrisorio. Insisto, desanimado lector, la demolición de una cultura es palpable: se consolida la ignorancia con encarnizamiento en cada objeto, en cada gesto, en cada palabra. Hecha raíces. Recuerdo a Baudrillard cuando afirmó: "El escándalo, en nuestros días, no consiste en atentar contra los valores morales, sino contra el principio de realidad".

Eligio in summum ponteficen. Habrá dos Papas, uno emérito y otro en ejercicio del cargo. Ha renunciado el Papa Benedicto XVI. Mater Ecclesiac. "La renuncia del Papa pone de relieve la profunda espiritualidad del Santo Padre y su gran lucidez", ha dicho el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach. El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, ha asegurado "que ha recibido con "plena comprensión" pero con "dolor en el corazón" la noticia de la dimisión". Hay cientos de citas y de artículos. Gregorio XII, papa legítimo, en la línea sucesoria de la obediencia romana, había renunciado el 4 de julio de 1415. La cristiandad contaba con tres papas. Evoco, entre otros, a San Hipólito de Roma y a Félix V. También, naturalmente, a Novaciano.

Poco más es lo que puedo ofrecerle, amable y desdichado lector. Tal vez debamos releer Aventuras del Barón de Münchausen de Gottfried August Bürger (1786). Este bellísimo libro - que leí por primera vez a los diez u once años - es de una admirable imaginación al mismo tiempo que satiriza un mundo. Más sano, mucho más sano, que nuestra realidad. O lo que se supone que es la realidad en la República de Trapalanda. Y recuerde, lúcido leedor: Peor que robar un banco es fundarlo. Y ahora a caminar y admirar las muchachas soñadas de la ciudad.

Carlos Penelas
Buenos Aires, febrero de 2013
martes, febrero 19, 2013 1 comments

Gracias a Dios, querido lector, hay temas que nos unen. No dudamos, por ejemplo, de la seriedad y el sacrificio que realizan nuestros legisladores. No dudamos, gracias a Dios, de sus gestos patrióticos, sus esfuerzos, sus gustos por determinadas cenas y banquetes. A veces, es verdad, parecen pagados de sí mismos. Al votar nos da una cosa que parecería que no tuvieran escrúpulos ni vergüenza. Al verlos escurridizos en ciertos restaurantes reservados, encorbatados, con zapatos finos y miradas lúcidas llegamos a desconfiar. Pero son instantes, sólo instantes. Gracias a Dios están ellos y no los militares, los curas, los empresarios, los grandes trust internacionales, el lavado de dinero, el Pentágono o los sucesores del estalinismo. Ellos pueden controlar a la policía, el comercio en negro, el lavado de la droga y los negociados de los otros empresarios; los sindicalistas, digo. Gracias a Dios todo está en orden. Los populistas siguen siendo populistas, los profesores de historia desconocen Historia, nombramos la Carta del Lavoro y nadie sabe de qué estamos hablando. El salario de los jueces, el de los fiscales y el de los gobernadores. Las escuelas, las huelgas, los hospitales, el hambre, la desocupación, las mafias, los cuarteles, la publicidad, el paco, los ministerios, las señoras legisladoras peripuestas y pavoneándose como quinceañeras, los intelectuales de televisión, los periodistas de política internacional, los jugadores de fútbol y las botineras… en fin todo marcha como Dios manda.

Y hablando de Dios debo confesar una gran alegría. Deseo compartirla con usted, querido lector. (Permítame llamarlo, al menos una vez, amigo). Días pasados entré a una iglesia y luego de ver sus íconos, la simbología en retablos y paredes, advierto al retirame una columna de mármol, de un metro cincuenta aproximadamente. Y una inscripción: “Descansamos hasta el día de la Resurrección ”. Un jarrón con flores en su superficie y dos jarrones con otras flores al pie. Intenté buscar algún sacerdote o sacristán pero no los encontré. “Estarán haciendo la siesta o meditante”, pensé. “Tal vez estudiando sánscrito o alguna versión de Horacio en latín”. Al salir me dirijo a la secretaría y pregunto a un joven qué significaba esa columna. Muy amablemente me explica que es un ceniciario , que hace un año que está en algunas iglesias. “No en todas”. Que el sacerdote las tira o las deposita o las guarda -no recuerdo el término que empleó- y le dan un certificado. Es serio, que duda cabe. Un cementerio privado pero al cuidado directo, personalizado, explicaría una joven vendedora. Me comenta con suma cordialidad que rezan una vez al mes por aquellas almas o restos de huesos a la espera del día del Juicio Final. Le pregunto si puedo traer las cenizas de mi familia. (Pienso en mis padres y en mis abuelos, tal vez me hagan precio. También me pregunto dónde diablos estarán.) El joven me responde que sí, que puedo llevar a mis seres queridos. Respiro profundamente y estoy en paz. Me siento mejor, mas tranquilo. No se explicarlo pero usted casi seguro siente lo mismo. ¿O no?

Gracias a Dios la servidumbre involuntaria tiene sus consignas y sus estrategias. El pueblo no es idiota, los hombres no son idiotas, las mujeres tampoco. Quieren que se les engañen, necesitan que se les engañen. Vivir de otra manera sería espantoso. Pero ese líder o militar o profeta debe ser más inteligente que ellos, más malvado, más ruin. Así, groseramente. De lo contrario se descubre la mentira. Todo esta deformado: el saqueo, el paisaje urbano, el temor estigmatizado de ser tildado de reaccionario. El pueblo es incrédulo, es astuto, es indiferente. Y no lo digo por demagogia, que quede claro. Pregunténle a Ionesco o a Pirandello si lo que señalo le parece torpe.

El problema del burgués y el lumpen es que se conozca, que sepa de su estupidez, de su falta de valor, de su vitalidad corrupta y egoísta. Eso no lo debe saber nunca. El otro es el corrupto, el subversivo, el avaro o el cornudo. El otro, yo no. El individuo aspira a la moral y es básicamente inmoral. Por eso los políticos tienen aire de cinismo y de arbitrariedad. Como los profesionales, los comerciantes o los ladrones. O los directores de cementerios o de las academias de peluqueros. Se sienten felices cuando cocinan a fuego lento su felicidad, cuando le planifican vacaciones, jubilación, enfermedades, hoteles, cementerios: las normas a seguir en una sociedad pornográfica. (Todo no es así, Penelas, todo no es así. Parece que usted no quiere ver otras cosas.) Sí que veo seres que se sacrifican, que luchan por un mundo mejor, que dan todo para la humanidad y para el otro. No son tantos, no son tantos. Bueno, déjeme hablar desde lo emocional, como Danton. En el fondo creo que nadie en el mundo se hace muchas ilusiones respecto a la sustancia política de las elecciones ni a los Premios Nóbel de la Paz o de Literatura. La humillación simbólica tiene lo suyo. Las conquistas sociales parecen ser fases de una neutralización que no cesa. De ahí el delirio de muchas respuestas de izquierda y el acartonamiento de la socialdemocracia. El resto ya sabemos de qué se trata. ¿Vale la pena discutirlo?

Gracias a Dios he releído La presa de Kenzaburo Oé. A propósito ¿conoce el mundo deshumanizado y desprovisto de verdadero afecto que propuso el dramaturgo Joe Orton? Ávido lector, recuerdo siempre la cita de Dante: “todos los hombres por naturaleza, desean saber”.

Carlos Penelas
Buenos Aires, diciembre de 2009

lunes, diciembre 21, 2009 No comments
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