Conversaciones con Carlos Penelas

by - sábado, mayo 08, 2021

De Gustavo Merino
Buenos Aires, 2021.
Fundación Industrias Culturales Argentinas.
Fotografías de Emiliano Penelas.
Prosa.


Prólogo 

Conocí a Carlos Penelas por recomendación de Juan José Sebreli. Deseaba iniciar un taller literario y Juan José –con quien realicé cursos de Introducción al Siglo XX- me sugirió que lo hiciera con él. Al poco tiempo de concurrir a las clases advertí que admirábamos a idénticos autores: Marco Denevi, Bernardo Kordon, Juan Carlos Onetti, Stefan Zweig, Julio Ramón Ribeyro, Francisco Umbral, Manuel Mujica Laínez…

Penelas tiene humor, posee sentido de la ironía, de la mordacidad. Además, es un magnifico anfitrión. Luego, poco a poco, aparecieron conocidos o amigos en común: Carlos Alberto Brocato, Alicia Moreau de Justo, Alfredo Bravo, Graciela Fernández Meijide, Eduardo Pimentel, Ricardo Molinas, Santiago Barberis, Ricardo Monner Sans, Ángel Cappelletti, José Grunfeld, José Martínez Suárez, Alejandra Boero, María Rosa Gallo, Dora Baret. En su taller hablamos de música clásica, del jazz de los años treinta, de Bola de Nieve, de fútbol, de Betanzos de los Caballeros. Llegaban los viejos anarquistas, las luchas sociales, huelgas y proclamas. Nombres como los de Gastón Bachelard, María Zambrano, John Keats, Angelus Silesius. Compartíamos el mismo gusto por el neorrealismo italiano, el cine de Jean Renoir, de Roman Polanski, de Woody Allen, la fotografía de Robby Müller, la mirada de Aki Kaurismäki.
 

No faltaron las lecturas, los análisis literarios, el diálogo permanente. Pero una cosa me maravilló; entrar al departamento de la calle Viamonte es ingresar a un universo casi único. Un unicornio de la India, máscaras venecianas, títeres de Sicilia, porcelanas de Alemania, de Sargadelos, candelabros, platos ingleses, bibliotecas, vasijas de barro, una lámpara de pie con pantalla de pergamino, tres relojes de pared, un reloj de pie alemán de 1915, un fonógrafo suizo, una araña de alabastro. En fin, una casa plena de antigüedades. Y luego las paredes con obras originales del maestro Adolfo De Ferrari, de Carlos Scannapieco, Juan Manuel Sánchez, Ricardo Carpani, José Luis Menghi, Domingo Gatto, José Planas, Máximo Paz, Rubén Rey, Bruno Versacci, Gastón Jarry, Antonio Pujía… y los muebles, sillones, pequeñas bibliotecas, percheros, muchos de ellos comprados en casa de remates. El buen observador descubre una estética, un sentido de la elegancia en cada objeto, en las pipas, en las cortinas de hilo bordadas, en la intimidad de fuentes y adornos que se suceden en cada habitación. Es allí donde sobresale la mano, la capacidad y la visión de Rocío, su mujer. El buen gusto, la dedicación a embellecer cada rincón, cada estante, cada lugar secreto que fui descubriendo en esa simbología que implica delicadeza y encanto. En sus clases Penelas, a menudo, nombra a sus hijos, Emiliano y Lisandro, a sus nietos, a sus nueras. Son fundamentales en su vida, en ese clima interior que lo protege y lo impulsa. Un amor incondicional. En su hogar fluye amabilidad, gentileza, afecto. En ese ambiente, con música de Gustav Malher o Edith Piaf, dicta sus clases.

Hablar de Carlos Penelas es una tarea ardua y sencilla al mismo tiempo. Nos conocemos hace una década. He compartido su taller literario individual conversando, como señalé anteriormente sobre literatura, música, cine, teatro, pintura, viajes, sociedad y política. Sus clases abarcan infinidad de cuestiones y temáticas. El recorrido se va estableciendo sobre la marcha, sin preconceptos, pero partiendo de lo clásico.
 

Carlos acumula una formación poco habitual en estos tiempos de zapping y redes sociales; formado en una época donde se leía a los grandes autores, con un sentido de lo estético, de la belleza y de la ética que Argentina ha perdido tras décadas de populismo y mal gusto.

Amenazados por la pandemia y a través de un año fuimos desgranando su infancia, sus orígenes, la pasión por el fútbol, la educación y su relación con sus maestros, la poesía y su lírica, sus programas en radio, sus artículos en La Prensa, su ideología, su relación con René Favaloro, Luis Franco, Héctor Ciocchini y tantos otros y el tiempo que le ha tocado vivir.

Como si se tratara de una taberna de campo, quienes se adentren en estas conversaciones, se acerquen a la barra y se animen a beber, disfrutaran de un hombre refinado que habla sobre diversas temáticas vinculadas con el arte, el ocio creativo y las utopías irrealizadas.

Gustavo Merino
Buenos Aires, marzo de 2021


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