Hugo Luna, sobre Carlos Penelas

by - sábado, julio 14, 2012

Reproducimos las palabras de bienvenida y presentación a Poesía reunida, de Carlos Penelas que el escritor Hugo Luna hiciera en el acto llevado a cabo el 29 de junio en Concepción del Uruguay, Entre Ríos.


Los Uruguayenses, entre los que me incluyo, tuvimos la suerte de tener a Carlos Penelas en los Encuentros de Escritores organizados oportunamente entre SADE filial Uruguay y Uner –con la Secretaría de Extensión Universitaria y Cultura como responsable de esta casa de estudios-.

Si leer poesía enriquece, escucharla de la voz de sus hacedores es una experiencia aún más rica por todo lo que ello implica, pone en juego. De manera que escucharlo a Carlos decir sus textos fue doblemente revelador porque en esa modulación se reflejó lo que ya traía su poema: esa tensión entre lo racional y lo emotivo, ese equilibrio entre lo lírico y lo clásico.

Cuando Luis Salvarezza, anfitrión, poeta, artista nuestro, me invitó a decir algo sobre esta antología, yo accedí, aún sabiendo que no podría agregar nada a lo apuntado por su prologuista. Accedí por especial respeto en su trabajo –el trabajo de Luis, el trabajo de Carlos- y por aquel recuerdo sonoro del poema y su ceremonia.

¿Qué país sin escrúpulos dormita en este hombre?” nos pregunta Penelas. Es una pregunta silenciosa, sensible, retórica (¿?). Está formulada desde adentro y hacia adentro y es en ese recorrido donde encuentra lo externo. El poeta reconoce el mundo, pero comienza por lo íntimo. Por eso su mirada de lo real es también esencial. Nos devuelve un mundo mejorado –si puede así decirse- nos devuelve una realidad que supera la realidad porque sabe o intuye que “El corazón es una belleza impenetrable”.

Y es que la palabra no es mera herramienta. La palabra es cuerpo del pensamiento y el poeta lo sabe, lo ejerce. En los momentos en que está sujeto de su historia el poeta se transparenta en la letra para crear otra corporeidad… por ello nos dice “versos apenas pronunciados/ en la pulcritud de la cocina/ para restituir el alimento de la infancia.”

… Cómo decirlo (cómo lo digo?) la poesía de Penelas transita esa infinita y débil distancia que va del corazón al pensamiento avivando el único fuego que alimentan a ambos: el fuego esencial, primigenio, que entibia el alma, la enciende.

La historia se vuelve amorosa intimidad y desde allí nos cuenta: “Era mayo de 1968/ (Los sindicatos son burdeles.)/ En la Sorbona, graffitis en los muros./ Bebimos las estrellas/ como los centauros el agua.” Y nos advierte “Nadie recuerda, caro Severino, Hijos del Pueblo. / La divina plebe sobrevive en un bestiario medieval” En “Los trasterrados” su historia personal se espeja, por eso, o porque es poeta o por ambas razones… su honestidad trasciende lo confesional y puede decir “No preguntaron nada./ Vinieron en los barcos del hambre y la tristeza”. El mismo llega en ese barco que es un barco y una palabra, su palabra. Por eso digo para el poeta la palabra no es mera herramienta, con ella se narra y nos narra una historia que nos incluye y nos conmueve delicadamente, cuidadosamente.

De niño mi madre me decía que las voces no desaparecen, que flotan en el cielo, que sólo los poetas podían escucharlas y recogerlas” y es lo que hace esta antología, escuchar, recoger la voz de la poesía.

“En nuestro país tenemos una lengua lindísima, una lengua que está en formación. Creo que es mejor escribir en una lengua en formación que en una lengua que tiene todas las frases ya hechas” afirma Silvina Ocampo… y Carlos Penelas se inscribe en esa tradición de poetas que hacen a la lengua, la enriquecen, le suman lo propio para goce y emoción de quienes confiamos en la palabra. En su poder fundacional y metafórico.

Hugo Luna

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