Si no imagina, el pensamiento ignora
Mario Luzi
Anatole France
Por favor, no se ponga pesado. No
se comporte como esas amantes que no pueden olvidar al hombre que compartió el
lecho y por lo tanto lo agrede. Sé lo que me va a decir: que suena a ingenuo,
que es una suerte de romanticismo tardÃo, que el tÃtulo corresponde a un semanario
libertario del siglo XIX. Puede ser, puede ser…lo cierto es que al menos una o
dos generaciones leyeron estas páginas a la luz de una vela o en la cocina de
una casa de inquilinato. O en la pieza de la pensión, en los tranvÃas, en las
horas de descanso de un taller gráfico. Hoy la gente, toda la gente, es más
bruta, más burra, más elemental. “Los tÃtulos no acortan las orejas”, decÃa
nuestro amado Sarmiento. Y es verdad, hoy los profesionales son más lamentables
que en el pasado. El populismo, la irracionalidad, la falta de sensatez, la
banalidad han ido socavando lo poco que quedaba. Pero bueno, aquà estamos para
recordar algunas frases, algunos nombres, algunos secretos.
El encanto que más interesa a las almas es el encanto del misterio. No
hay belleza sin velo, y lo desconocido es aún lo que preferimos. La existencia
serÃa insoportable si no soñásemos siempre. Lo mejor que tiene la vida es la
idea que sugiere de algo que no hay en ella. Lo real nos sirve para fabricar
mejor o peor un poco de ideal. Es quizá su más grande utilidad. Esto lo
escribió uno de los grandes escritores, uno de los hombres que se comprometió
de verdad con la belleza, con la libertad, con la búsqueda de otra vida.
Hablamos de Analote France. El texto pertenece a El
jardÃn de Epicuro.
Para las nuevas generaciones, y para las no tan
nuevas que ignoran casi todo, es válido mencionar dos lÃneas. Anatole France
apoya a Emilio Zola durante el proceso Dreyfus; al dÃa siguiente de
la publicación de Yo acuso, firmó la
petición exigiendo la revisión del proceso. Devolvió – otros tiempos, otros
seres - la Legión de Honor cuando se
la retiraron a Zola. Participó en la fundación de la Liga de los derechos humanos.
Fue, además, partidario de la separación entre la Iglesia y el Estado, de
los derechos sindicales y contrario a las prisiones militares. Obtuvo en 1921
el Premio Nobel de Literatura. Hoy esto es pasado. AquÃ, en esta tierra, y en
el mundo.
Nos olvidamos que Julio Verne y Hans Christian
Andersen profesaban ideas socialistas. Nos olvidamos de nombres como los de
Moro, Rabelais, Campanella o Cyrano de Bergerac.
El
historiador colombiano, Luis Giovanni Restrepo Orrego nos dice: “Delacroix, el
gran pintor francés representa la
Libertad como una bella mujer que enarbola una bandera
tricolor y que luce un gorro frigio; VÃctor Hugo por su parte, dirá
romanticismo es el Liberalismo en literatura. Son alegorÃas del romanticismo
que estrecha su compromiso polÃtico cuando canta, siguiendo los ideales de la Revolución Francesa
a la libertad de los pueblos; la
Libertad lleva aparejada la idea de progreso y por
consiguiente la de cambio y revolución. Lamartine compone su Oda a las revoluciones en la que vuelve
al significado primitivo de la palabra revolución: Movimiento circular por el
cual un objeto (mundo) tiende necesariamente al punto del que partió (Dios).
Lamartine soñaba con ser el Padre de una revolución que instaurarÃa en Francia
para siempre, la Justicia
y la Libertad,
mientras VÃctor Hugo concede al poeta una misión y un sentido Mesiánico como el
gran conductor de los pueblos”.
Sé
que estas pobres lÃneas no modificarán la conducta de los ministros, ni la de
los gobernadores ni la de los cardenales ni la de los gendarmes ni la de los
investigadores que tienen el traste sucio. Sé también que la obsecuencia de
cientos de miles de intelectuales o artistas viven distraÃdos. Y que un setenta
por ciento de la población es de una ignorancia aterradora. Pero es una
necesidad recordar algo. Tal vez sólo se trate de un pacto entre usted y yo. O
lo que es peor entre mi ser interior y los fantasmas que me habitan.
Para finalizar, caro
lector, una cita que suelo mencionar: Los anarquistas tenemos el entusiasmo
de la vida, escribió Rodolfo González Pacheco. Y también: No acaba de comprenderse al anarquista. Y esto se debe – parece una paradoja – a su
propia sencillez, su rectitud, su coherencia.
Carlos Penelas
Buenos Aires, julio de 2012