Mi familia, el peronismo y el dislate

by - martes, octubre 17, 2023

Perón cumple, Evita dignifica
Raúl Apold

El peronismo triunfará conmigo o sinmigo.
Herminio Iglesias

Tenemos que dejar de robar por lo menos dos años.
Luis Barrionuevo

En el peronismo siempre se garchó.
Victoria Tolosa Paz



Lo señalé en repetidas oportunidades. Lo he dejado por escrito, en conferencias sobre creatividad o en entrevistas. Mi padre nació en una aldea de A Coruña, finales del siglo XIX. Trabajó desde los seis años cuidando cabras en el monte. El único varón de seis hermanas. Pudo aprender las primeras letras con un maestro del lugar durante dos años. Y a los saltos. Mis abuelos eran analfabetos, los paternos y los maternos. A mi madre le enseñó a leer y escribir mi padre, de casados. Mi madre había nacido en un lugar perdido de Ourense. Mi padre, junto a mis abuelos, llegó a Argentina y comenzó a trabajar en una fábrica de vidrio. Avellaneda, Piñeiro. Obreros socialistas y anarquistas completaron su educación. Junto a ellos comenzó a leer la historia de España y de Galicia. Luego, con los años, llegaron los clásicos castellanos del Siglo de Oro. Y Valle-Inclán, Castelao, Pondal, Rosalía, Curros Enríquez… Con ellos el cine, los museos y la música. La cancha de Independiente, el almacén de mis tíos, el Club Progresista de Avellaneda, la Biblioteca Popular. Allí descubrió a Sarmiento, al manco Paz, Galdós, Tolstoi, Shakespeare, Chejóv… De su mano, mi madre que era modista, entonaba zarzuelas, bordaba y leía. Una mujer fina, inteligente, callada. Antes de su repentina muerte estaba leyendo la saga Los Thibault, del Premio Nobel de Literatura Roger Martin du Gard. Ese es mi origen. A ellos y a mis hermanos les debo la aventura del poema, la ética social.

En el cuaderno de clase de la escuela primaria debía escribir: “Mi mamá me ama. Evita me ama”. Libro de lectura Evita, La razón de mi vida. “Mamá y papá me aman. Perón y Evita me aman.” “Juan Perón es el Libertador de la República”. “Estoy orgulloso, Llevo la medalla peronista.” Además debíamos escuchar discursos del General por altavoces. Escuela Presidente Roca, frente al Teatro Colón, a la plaza Lavalle. Mi padre fue detenido por no usar brazalete negro ante la muerte de la mujer del General. Una historia de fantasías, demagogias y delirios. Incluyendo a Nelly Rivas. Perón era amigo de los dictadores de América. Fuente de fanáticos, generó lo peor del populismo, de la grosería, de la intolerancia. Todo era peronista. Sindicatos, escuelas, calles, monumentos, señalizaciones. Estampillas, bicicletas, días soleados, muñecas y pelotas de fútbol. Se debía callar ante la prepotencia y la agresión. Para trabajar en hospitales o colegios era obligatorio afiliarse al Partido Justicialista. Mi hermana, maestra, tuvo que dar clases particulares y luego fue empleada de una empresa. Dejó la docencia. La policía encarcelaba, torturaba y perseguía. La situación económica, buena los primeros años, comenzó a decaer, a burocratizarse. Estaban dilapidando lo heredado. La delación a actores, escritores y gente de la cultura fue uno de los síntomas fascistas. La verborragia y la demencia ocupaban colectivos, tranvías y mercados. Existía una concepción autoritaria del Estado, un avasallamiento de las provincias, docentes sin título, incendio en las sedes de los partidos políticos, la auto-glorificación y el martirologio de la prensa. Uruguay se convirtió en la nueva patria de los exiliados. Luego de su caída el peronismo fue todo. Podía estar con Cuba o con los EEUU, podía ser montonero o de la extrema derecha como la Triple A. Los montoneros también eran de derecha, de una derecha católica que levantaba consignas socialistas en estado de extinción, textos ahogados en el tiempo. El peronismo o como se lo llame en sus diferentes etapas – kirchnerista, menemista, duhaldista, ortodoxo, histórico, federal, neoperonista, revolucionario, plebeyo y más – en el fondo siempre lo mismo. El autoritario con sus matices se reitera sin piedad. Lo impúdico una forma de vida y de concepción. El pobrismo, la donación, los subsidios, los bonos, la dádiva, la fe. Se cree en el líder, el líder no se equivoca, el líder es la verdad. A veces de la mano de la Iglesia, a veces contra ella. Y la Iglesia apoyando las estructuras sociales religiosas, otras distraída. Bendiciones, concesiones y desprecios, bandas paraestatales y sacralizaciones. Poder cleptocrático y gañanes: depredar, timar. El nacionalismo católico puso su sello. Su intolerancia, su cinismo. Por supuesto, del otro lado hubo proscripciones, fusilamientos, fraudes e intolerancia. Y luego el golpe militar de 1976, lo más aberrante y trágico, cruel y macabro; un horror cotidiano con centros clandestinos, vuelos de la muerte, desaparición de niños, secuestros, torturas, crímenes de lesa humanidad. Un plan sistemático de terrorismo de Estado. Pero ahora hablamos de estos caballeros. El peronismo es un movimiento político, cultural, religioso. Perón comenzó siendo el “príncipe cristiano”. (La multitud, en un acto masivo en los años 50, gritaba: “Puto y ladrón lo queremos a Perón). El Papa peronista es un ejemplo transparente. La Tercera Posición es clave. Hay sobrada documentación sobre lo aberrante y engañoso de estas relaciones y del pasado nacionalista-conservador de gobiernos anteriores.

La corrupción no nació con el peronismo, pero se perfeccionó. Como se perfeccionaron las fiestas con champagne, pizza y prostitución. Hay una matriz de corrupción casi genética. Una liturgia particular: de las alumnas de la UES a la porno-política de nuestros días. Un movimiento que estrechó filas para que legisladores, empresarios, sindicalistas, parte de una intelectualidad, concejales y empleados de municipios o gobernaciones de cuarta categoría entendieran el ascenso social. La pobreza que iban generando ayudaba a mantener los ideales de la justicia social y los discursos delirantes. Bombo y vincha. Loris Zanatta lo explicó con sencillez y claridad: “combatir la riqueza es más importante que eliminar la pobreza. La utopía cristiana de los populismos es un himno a la pobreza”. Y también: "el peronista no es peronista porque el peronismo ha funcionado bien, es peronista porque el peronismo es la religión de la patria, no existe otra" En años, en décadas – entre ellos gobiernos mediocres, tartufistas o golpes militares – todo fue barbarie, engaño, pobreza, robo. Crímenes y negocios espurios. Cientos de ejemplos. A buscarlos, a leer. Prosperidad y fortuna, compañero. Argentina se fue alejando progresivamente de los países con PBI per cápita más alto del mundo, especialmente desde 1950. De este modo, de estar ubicado nuestro país dentro de los 10 primeros lugares del mundo hasta mediados del siglo XX, desde allí comenzó la decadencia permanente hasta ocupar en 2023 el puesto 158 del ranking. Por lo que quedaría clarísimo que fueron las políticas peronistas las que hundieron a la Argentina. Los diez países peor clasificados en estos días son: la República del Congo, Argelia, Argentina, Libia, Irán, Yemen, Sudán, Siria, Zimbabue y, por último, Venezuela. Respiremos hondo: vale una anécdota de Jorge Luis Borges. El poeta y un escritor joven debatiendo sobre literatura y otros temas. El escritor joven le dijo: “Y bueno, en política no vamos a estar de acuerdo maestro, porque yo soy peronista”. Borges contestó: “¿Cómo qué no? Yo también soy ciego”.

Para finalizar traeré un solo ejemplo que sintetiza la historia del movimiento. Luego se reitera hasta nuestros días con escándalos inimaginables que se ocultan, se disfrazan o se culpa al otro. Puede ser un gobierno militar, Marco Polo, un político de otra tendencia, la palabra de Augusto Bonardo, la conquista del desierto, Tato Bores, Cristóbal Colón o la CIA. Poco importa. El hecho – insisto, símbolo de la enajenación – fue el proyecto del Monumento al Descamisado. El proyecto fue presentado en 1953 ante Eva Duarte y Juan Perón. Un monumento de 137 metros de altura, más alto que la Estatua de la Libertad y el Cristo Redentor. Un coloso cuya base debía soportar 42.000 toneladas. Para ello se volcaron 4000 metros cúbicos de hormigón. Lo diseñó un arquitecto italiano, Leone Tommasi. La obra sería el testimonio de la Nueva Argentina. La galería circular tendría 16 columnas con una estatua de 4,5 metros de altura cada una. Las puertas de acceso al templo de bronce. Hay documentos, libros y crónicas periodísticas sobre este delirio. El mármol sería traído de Carrara. El costo de la obra se calculaba en aquellos años en 400.000 millones de pesos. Algo más. Le sugirieron a Perón que era mejor que lo hiciera un escultor argentino. Y vinieron aduladores, rastreros, serviles, untuosos, rústicos, obsecuentes: chupamedias. “Escultores buenos y peronistas”, le susurraban al oído. Perón, argentino hasta la muerte, murmuró: “Ese es el miedo que tengo…”

Carlos Penelas
Buenos Aires, octubre de 2023

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