Aventura y amor en un poeta

by - miércoles, febrero 02, 2011

Un poeta siempre vive en el amor, en la pasión, en lo insurrecto. Es generador de aventura, es creador de fantasías. De lo contrario no es un poeta. Puede ser un oficial de justicia, un contador o un boticario. Puede ser un funcionario administrativo, pero nunca un poeta. El poeta tiene imágenes, percepciones, sueños. Y ve –lo siento caballeros, lo siento– lo que muchos no pueden ver. No es casual que en los años setenta algunos de nosotros, muchachos, sabíamos de Cahiers du Cinéma. Y lo sabíamos, en parte, por Tiempo de Cine. Se hablaba de técnica e ideología; nos hacía reflexionar Jean-Louis Comolli. Vengo, lo dije muchas veces, del Mayo Francés. Soy un hijo de ese movimiento, de esa historia. En esos años tomábamos facultades, participábamos activamente de dos y tres manifestaciones por semana, imprimíamos volantes y folletos, pintábamos en los muros leyendas subversivas, llevábamos en el portafolio revistas sediciosas, poemas de la Guerra Civil Española y bombas molotov. Y “la política golpeaba las puertas de los cines”. Se hablaba de la complejidad de lo cinematográfico como de la complejidad de los nuevos modelos en plástica o literatura. Hoy volvemos a pensar eso. En verdad lo vuelvo a pensar junto a dos cineastas: Emiliano, mi hijo mayor, y Fermín. Tenemos un proyecto que pienso llevar a cabo. Un film, un documental, que “interpele al espectador insatisfecho”, inquieto a la intuición, a la aventura, al amor. Y en eso estamos.

Hace un mes apenas, nos visitó Tzvetan Todorov. Fue importante su presencia. Y fue fundamental su mirada sobre una sociedad que no quiere conocer su historia. Con la memoria no basta nos dice, la ilusión maniquea no es buena, nos dice, no hay compartimentos estancos. “Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él”, escribe.

Hablamos de hipocresías, caballeros. De montajes de espectáculos, señores. De aventureros mass mediáticos. De imágenes que se construyen porque son distintas a los políticos profesionales. De la honradez del devocionario. Que mienten, que engañan, que proponen. Y dicen y prometen. Que mienten como ladrones. Miseria del lenguaje, de bastardos. Sin remilgos. Olviden. No dicen estructuras. Estafan y son estafados. Con la moralina de “políticos decentes”, “militares patriotas”, “empresarios honestos”, “sindicatos participativos”, “intelectuales éticos”. Zonas de fraude y sacralidad. Plagios. Crean la sobreactuación como aquella Mani Pulite. Fascina el engaño, la esperanza, el novio perfecto y la señorita casta. Mecanismos ocultos que construyen el poder, las sectas. Me repliego, nos replegamos. Y crece el fetichismo organizado. Pragmático, compañeros, de rodillas. Y meta cumbia y redoblante.

Hagan juego, caballeros, hagan juego. A la genuflexión, al oportunismo. Con el sayo del tecnócrata. Seamos asépticos, burócratas, dispendiosos. Seamos populistas, oligárquicos, militaristas, nacionalistas, reformistas, cagones. Eso, por sobre todas las cosas, seamos cagones. La picaresca criolla. A engañar, a la política mezquina, realista. Seamos imbéciles, deshistorizados. Seamos beatos. A emplear la sexualidad mecanizada, a levantar las banderas de una sexualidad empobrecida, institucionalizada, castradora. Hermenéutica y promiscuidad. De la eficacia hablan los caballeros. De la eficacia de los placebos, de las armaduras góticas.

Para pensar, amigo lector, para dar vuelta a la veracidad y a la idealización. Para ser irrespetuosos. ¡Ah, el olfato del predestinado! Y el guiño sobrador de estos pillos. El sainete es nuestro género. El mejor eslogan de la confusión es ese saber político, reaccionario. Se hace evidente. Hay que descubrirlo. Nos constriñen. ¡Ah, el estilo de vida! ¡Ah, los modelos!

Viven en sus ficciones. Territorios de la abstracción. Representan las estrategias; ante la declinación de la cultura política la autoexclusión. Sórdido, señores, sórdido. Contra los exaltadores optimistas, contra los que pontifican desde lo anacrónico. Todo se manipula. Burocracia sindical, ídolos, asesores de imagen. Cosmética emocional o simbólica. Se recluye, se privatiza al sujeto social. Se lo atomiza. Crecen los discursos sin teoría. Se consume, se seduce. Y crece el chisme, el mentidero para explicar “la realidad”. El cotilleo. Una trituradora de lo efímero, el vacío teórico que esteriliza.

Comencé hablando del amor y de un proyecto cinematográfico. Sobre eso edificaremos una mirada, una forma diferente de sentir. Tal vez no nos equivoquemos al pensar que hay un mundo insurrecto, vital, que desea otra vida.

Carlos Penelas
Buenos Aires, febrero de 2011

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