Los postigos abiertos
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| Foto: Emiliano Penelas |
La amada tenía un quinqué sobre la mesa.
En él reposaba mi fatiga. Y echaba a volar
mi ausencia en el Labirinto do Pasatempo.
Era el momento exacto en que un ave
dispersa la tarde de la noche.
El silencio de los muebles invadía
mi identidad discreta, una leve ternura
que suelo proteger con ojos entrecerrados.
Había, lo recuerdo, un libro de Élisée Reclus
y una carta insomne leída con despecho.
La cortina entornada fue testigo.
Y su vestido lila.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 22 de noviembre de 2025



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