Nuestros sueños son nuestra única vida real.
Federico Fellini
Cuando sostengo este nombre o digo desaliento o lecho
ella sabe que soy el sheriff Waytt Earp,
que suelo presentarme como John Wayne o Robert Mitchum.
En los momentos de desenfundar ella piensa
en Stagecoach y siente la mirada de Gary Cooper.
Ella es Lauren Bacall esperando los brazos de Humphrey Bogart
en The Big Sleep, confundida, espléndida,
con un pie desnudo y la almohada en la sombra.
Cuando susurro su nombre ella me llama Brando,
me llama Clint y me besa en el silencio de la noche
mientras el viento mueve una rosa distraÃda.
Entonces amo a Scarlett Johansson, vuelo sin saber
en el abandono Ãntimo de la ternura.
Pero al mismo tiempo amo a Ava Gardner y a Kim Novak.
Ella siente que soy Paul Newman o Clark Gable
manejando un Chevrolet Bel Air con una sola mano.
(A veces Diane Keaton lloró sobre el hombro de Kirk Douglas).
Soy el Marshall, el jinete del desierto, el del Smith & Wesson.
Y también soy Johnny Weissmüller.
Ahora ella es Charlene Holt.
Al descubrir en el cine el film Robin Hood
yo era Errol Flyn y ella la encantadora Olivia de Havilland.
Fue cuando la bese con pudor adolescente
en el Nottingham Castle, frente a los acantilados.
Curiosamente recién hoy comprendÃ
el reflejo de la luna en un pozo,
los latidos ligeros de la luz, la orilla del jardÃn,
la melancolÃa flotante de la brisa.
Y que hay huéspedes que copulan sin nombre.
Presurosos en el rÃo Misuri, sin tiempo.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 13 de octubre de 2025