Amada, heme aquà flotando
como un fantasma al ver que fue ayer
cuando descubrà tus ojos. Te miré y dije:
pon en calma los mÃos con tus manos.
Ahora, en la noche, sueño tu cuerpo
entero junto al mÃo. Se dispersa en la brisa
las secretas bóvedas con nombres protegidos.
Veo anaqueles, letras cursivas, tus caderas.
Y en tus labios una sonrisa ultramarina
entre los apellidos arrumbados de los libros.
Entonces, una vez más siento la pasión.
Recorro galerÃas que velan Ãconos y epopeyas
evocando tu nombre de princesa fugaz.
Sucede que intento descifrar mi temblor,
esa suerte de laberinto que mide el tiempo,
mi nostalgia en tu imagen, en sosiego.
Todo eso encuentro cuando acaricias la palma
de mi mano con lo cual me aventuro a predecir lo efÃmero.
Me rodea la ausencia y es venturosa la ansiedad
en el alivio de escuchar tu voz cuando estoy solo.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 12 de agosto de 2025
XilografÃa de El sueño de PolÃfilo (Venecia, 1499) joya renacentista de Francesco Colonna.