Con motivo de cumplirse cuarenta años de la publicación de Poemas del amor sin muros, su primer poemario, la editorial Dunken tiene en proceso de edición Antología personal de Carlos Penelas.
El autor, que viene trabajando en ella desde hace tres años, ha seleccionado para esta próxima entrega parte de su obra (1970-2010) incluyendo plaquettes y poemas inéditos. Llevará prólogo del poeta y un listado de obras publicadas, tanto en verso como en prosa.
Además, celebramos las primeras diez mil visitas de www.carlospenelas.com
El autor, que viene trabajando en ella desde hace tres años, ha seleccionado para esta próxima entrega parte de su obra (1970-2010) incluyendo plaquettes y poemas inéditos. Llevará prólogo del poeta y un listado de obras publicadas, tanto en verso como en prosa.Además, celebramos las primeras diez mil visitas de www.carlospenelas.com
Hay cosas que me irritan. La imbecilidad es una de ellas. Y la necedad. También la victimización de la mujer. Y la banalidad. El dogmatismo. Basta. Uno explica, habla, da detalles, da ejemplos, da bibliografía, hace resúmenes, hace analogías, intenta vivir de la manera más clara, expresarse y comprometerse día a día. Y es en vano. El otro no entiende. Y además, se empecina en no entender. Y le pide cuentas, le exige cuentas. Parecería que le da cierto placer no entender. Y felicidad decirle al otro lo que debe o debería hacer. Cuando él no repara que es lelo, que es memo, incapacitado de pensar con un mínimo de lucidez. Uno, cansado hasta el hartazgo, toma fuerzas y vuelve a desarrollar todo como la primera vez. Entonces, neuróticamente, pone sobre el escritorio anécdotas de cine, de partidos de fútbol, de música clásica, de un boxeador, de un poema, de un cuento clásico del siglo XIX, de una ópera que descubrió en su juventud, del amor intenso con una mujer casada, en fin… y el otro sigue sin entender. Y uno no sabe si no entiende porque la cabeza no le da (no puede ser, se dice, no puede ser) o porque la obsecuencia, la tara psicológica o ideológica le produce una necedad que le impide comprender, sentir lo que está allí arriba. Ver lo visible, tocar lo inmediato. Uno explica, por ejemplo, que todos los grandes poetas de la humanidad eran hombres cultos, estudiosos, trabajadores. Y el otro le pregunta por la musa inspiradora o por un poema de una novia que lo emocionó hasta las lágrimas. Uno le habla de fuentes, evoca escuelas: el clasismo, lo neoclásico, el barroquismo, el romanticismo, el naturalismo, el modernismo… y el otro le sale diciendo que de niño escribía como Sarmiento, que no corregía y que en su pueblo gano un premio floral a los quince años. Y que la maestra de quinto le entregó una medalla. La maestra, la esposa del juez de paz del pueblo. Uno dice que es fundamental leer la historia de los antipapas, analizarla, estudiarla. Y no sabe; el otro, no sabe de qué le habla. Uno le dice que desde hace siglos está la pedofilia instalada en el corazón de la Iglesia, que hay documentación, libros, cartas, grabados donde se explica la relación de poder entre el Estado del Vaticano y las empresas, el nazismo, Pío XII, la Inquisición, Juana de Arco, los crímenes, la Fiat, los Borgia, la mafia siciliana, la CIA, los prostíbulos, la educación, las cárceles. Finalizan nombrando a la Madre Teresa de Calcuta. Esta bien, lector, esta bien. No se puede, se llega hasta donde uno tiene capacidad. Lo contrario es suicidar al otro. Mi padre me decía de niño que no hay peor persona que la que no quiere ver. (Y dale con tu padre).



